En 2018, Jesús Rodríguez y su esposa se sumaron a la cifra de venezolanos que decidió dejar el país. Rodríguez cuenta cómo prefirió arriesgarse y dejarlo todo en su natal Táchira para empezar de nuevo en Perú. Dos años después y, tras probar suerte en las regiones de Jaén y Chiclayo; luego El Agustino, en Lima, decidieron volver caminando a Venezuela. En su viaje de vuelta —hasta el 1 de mayo— suman 19 días a pie.
La fecha, el 13 de abril. Y el punto de partida para el retorno, la sede de la Embajada de Venezuela en Lima, ubicada en la avenida Arequipa. A lo largo del recorrido se les han sumado cinco personas.
Volver por el camino andado
Cuando tomaron la decisión de dejar Venezuela, Rodríguez y su esposa también lo hicieron caminando. Por eso hoy describe cómo esa experiencia les sirvió para tomar el camino de retorno. «22 días estuvimos andando hasta llegar a Perú cuando migramos, pero ahora tenemos ya 19 días y, mira, apenas vamos saliendo de Guayaquil».
Esta vez, como cuenta, no han tenido posibilidad de que alguien los suba a su vehículo para hacer tramos más largos y descansar. «Entendemos que la decisión de los conductores es por temor, darnos la cola implica un riesgo de contagiarse de COVID-19. Sobre todo en Ecuador donde ha sido tan duro».
Los aprendizajes del viaje de ida, ahora los ponen en práctica.“La maleta tiene poco peso porque llevamos algo de ropa, dos pares de zapatos de goma, unos enlatados, harina, azúcar y sal. Ese equipaje lo montamos en un coche para empujarlo con facilidad”.
El temor en la frontera Perú-Ecuador
Tensión. Describe la salida de Perú como uno de los momentos más difíciles del viaje. «Como hay estado de emergencia en Perú, no podíamos tomar el paso fronterizo de Tumbes, permanece cerrado. Así que tuvimos que cruzar por trochas y fue muy duro. «¡Además de peligroso! Nos llovió muchísimo y nos trasnochamos para poder avanzar».
Rodríguez relata que el miedo se mantuvo durante el resto del trayecto, ya que debían atravesar Guayaquil, la zona con más afectados por el coronavirus. «Logramos hacerlo sin que nadie se contagiara, hasta ahora ninguno de los compañeros se ha sentido mal. ¡Gracias a Dios! Y pasamos por ahí porque no había de otra, pero todo salió bien”.
Lo que Rodríguez manifiesta como lo más complicado ha sido obtener alimentos. «La gente nos ha ayudado, hemos recibido donaciones de buena voluntad. Pero a veces no es suficiente. Hay días que no comemos, pero no pensamos en eso”.
Y si pudiera resaltar algo, sería la fortaleza de su esposa. «No se amilana ante la adversidad, pues sus ganas de cumplir con el objetivo, que es llegar a Venezuela, la mantienen animada. A pesar de ese optimismo, el desgaste físico a veces le pasa factura. Ella termina con los pies muy maltratados por tanto caminar».
Rememorar anécdotas para seguir caminando a Venezuela
Si la caminata les ha resultado interminable, lo que les ha ayudado es que se la pasan conversando. «También recordamos cosas que nos han ocurrido, como lo vivido en la frontera. Eso sí, evitamos hablar del virus para no aumentar el miedo».
Desde las afuera de Guayaquil, donde pasaron la noche del 30 de abril, Rodríguez contó que una familia les abrió las puertas de su casa para que se pudieran asear. «Eran personas muy humildes y también nos dieron cena y desayuno. Nos dieron comida, nos animaron, nos desearon que llegáramos bien».
«No podemos decir que todo ha sido malo. Esta experiencia nos ha dejado lugares hermosos. Vamos a recordar los peligros, pero también lo bonito que han sido los paisajes, el mar. Hemos visto todo eso de cerca. He hecho registros con mi celular para poder guardarlo».
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