A sus 65 años de edad, Edgar Leonardo Aponte Maldonado no siente la necesidad de emigrar. Las veces que salió de Venezuela lo hizo con la convicción de compartir su experiencia profesional musical en otros países. Aunque no es parte de la diáspora, en los últimos tres años transitó por el mismo camino de los migrantes venezolanos.
La experiencia más amarga de sus travesías ocurrió en Perú. Aponte, junto con unos 30 músicos venezolanos, viajó a ese país con el objetivo de crear la Orquesta Filarmónica del Pacífico, en 2018. “Nos contactan a través de un cantante peruano que estudió en el conservatorio de la Universidad Simón Bolívar. Él se va a Perú, regresa a su país, y nos contacta el maestro peruano José Quezada, quien dirigía el Coro Nacional de Perú. Él quería formar una orquesta”, relató.
Él, como miembro fundador del Sistema de Orquesta de Venezuela, consideró que era una oportunidad para extender el proyecto musical y educativo a otras fronteras. El viaje no era una novedad, porque estaba acostumbrado a visitar países para enseñar música. De hecho, estaba familiarizado con las dinámicas de establecerse temporadas en el extranjero. Entre el 2000 y el 2015, el violinista se radicó temporalmente en países, entre ellos Estados Unidos, para dar clases.
El sueño derrumbado
El viaje a Perú se transformó en un reto: construir, desde cero, una orquesta, y dictar clases universitarias en el exterior. Así decidió prepararse como si fuera un migrante más, aunque solo iba a trabajar. Fue invitado como concertino, esa sería su función. “Eso fue un proyecto interesante que me hizo planificarme, porque yo no estaba pensando en ese momento en emigrar. Lo vi como un trabajo, como la oportunidad de hacer un trabajo musical en otra parte. Teníamos una oferta de trabajo bien remunerada que incluía la Orquesta Filarmónica del Pacífico y clases de instrumentos en algunas escuelas importantes de Lima”, comparte.
Impulsados por la emoción, Aponte y otros músicos llegaron a Lima. Los anfitriones cubrieron sus gastos de hospedaje y de alimentación. Tras cuatro meses en esa ciudad, la situación empeoró y, antes de instalarse, la Orquesta Filarmónica del Pacífico se derrumbó. “Al principio nos dicen (los organizadores): ‘bueno, todavía el presupuesto no ha llegado porque hubo el cambio de Presidente (de Perú) y entonces la situación económica no estaba muy bien, que ellos estaban esperando a los espónsor».
Pero la situación nunca mejoró. Él recuerda claramente las palabras de sus patrocinadores: «No pudimos conseguir nada, esto se acabó». Del grupo de venezolanos, uno se quedó en la calle. «Imagínate, a una persona de mi edad en otro país, y sin trabajo». La desesperación asaltó a Aponte, quien se preguntó: «¿Ahora qué hago? ”.
El panorama era complejo, y acceder a ayuda legal no era sencillo, y así lo comprobaría. “La estafa se consumó. Fuimos a hablar con abogados. El sistema de justicia es como en Venezuela: nos dijeron que iba a tardar dos años, que podíamos ganar la demanda, pero después el juez va a determinar cuánto puede pagar mensualmente la persona, dependiendo de sus ingresos. Yo dije: ‘Vamos a dejar eso así porque no vamos a llegar a ningún sitio”, dijo.
Durante dos décadas como maestro y violinista nunca enfrentó una situación similar. Se adaptó lo más rápido posible para asegurar su estabilidad, así empezó a tocar en eventos sociales privados en Lima, como en bodas, y obtuvo algunos ingresos. Después de 11 meses logró regresar a Venezuela. “Cuando aterrizamos en (el aeropuerto de) Maiquetía tuve una sensación de paz, que tenía tiempo que no tenía, a pesar de todos los problemas del país, yo sentía felicidad de volver, porque yo hice toda mi vida acá”, reflexiona.
Tras el retorno, el violinista comenzó a dar clases en su casa y también en un colegio privado en Caracas. También el destino le ofreció un pequeño resarcimiento por la amarga experiencia sufrida en Perú. “Un amigo que está en Estados Unidos me recomendó para que tomara su lugar y fuera por dos meses a Dinamarca, a dar clases de violín. En dos meses me pagaron más de lo que me habían prometido por 12 meses en Perú”, comparte.
Un ingeniero dedicado al violín
Aponte participó en el primer ensayo de El Sistema de Orquesta que fundó el maestro José Antonio Abreu en la década del 70. Él es ingeniero electricista, pero su vida profesional la ha dedicado a la enseñanza musical y al violín. Es su norte
Su vocación educativa abrió las puertas hacia nuevas oportunidades laborales. Pero su motor principal es la formación de las nuevas generaciones de la música, como Lina Yamin, una violinista venezolana que se formó bajo su tutela, y que actualmente demuestra su talento en el mundo.
Para el violinista, la resiliencia de los músicos venezolanos no es diferente de cualquier otro profesional. Lo que sí destaca es que la adaptación en cualquier entorno está estrechamente relacionada con los objetivos y metas que se anhelan cumplir.