El tequeño también migró.
Se puede afirmar que el tequeño viajó con cada uno de los 5 millones de migrantes venezolanos que están repartidos por el mundo. Basta con revisar las propuestas gastronómicas en otros países para encontrar que en el lugar menos esperado los ofrecen.
El tequeño para los migrantes no es un simple pasapalo: es un vuelo directo, y sin escala, hacia Venezuela.
Se trata de una suave masa que, además de envolver un trozo de queso blando, protege en nuestra memoria gustativa las experiencias positivas que vivimos en Venezuela.
Para los migrantes degustar un tequeño es revivir un pedazo de la vida que abandonaron. Comerlos significa sentirse en su hogar, aunque estén a cientos de kilómetros de distancia.
El tequeño también ha fungido como salvavidas económico para quienes no han podido conseguir un trabajo estable en las ciudades que los reciben. La fácil producción de la masa y el uso de algún queso, que se acerque al sabor del llanero, es una opción rápida para los que necesitan tener ingresos en el corto plazo mientras consiguen un empleo formal.
Así, la producción de tequeños también se ha convertido en el modelo de negocio con el que viven algunos venezolanos, gracias a que su sabor cautiva cualquier paladar.
Desde 2016, cuando la salida de venezolanos comenzó a ser más evidente, este entremés caló paulatinamente en la cultura de muchos de los países receptores.
En Argentina y Uruguay los tequeños ya conquistaron el mercado gastronómico. A pesar de la pandemia del coronavirus, en 2020 se consolidaron en suelo austral los dos primeros centros de producción masiva de tequeños: Tequepops y Tequeños La Rambla.
Tequepops, sabor maracucho
Néstor Briceño es un ingeniero industrial maracucho que llegó a Argentina el 5 de febrero de 2016. Se mudó para buscar mejores condiciones de vida, pese a que trabajaba en la Faja del Orinoco en uno de los proyectos de la empresa más importante de su país: Petróleos de Venezuela (Pdvsa).
Su experiencia profesional siempre estuvo orientada al área de la ingeniería. Eso le valió conseguir trabajo rápidamente en una empresa industrial en Argentina, al poco tiempo de haber migrado.
Un año después, en 2017, su estabilidad laboral se resquebrajó. La empresa en la que estaba trabajando empezó a tener problemas financieros, por lo que tuvo dificultades para cobrar su salario.
“Cuando vi que solo me estaban pagando por semana, le dije a mi esposa: tengo que buscar otra forma de hacer dinero. En mi casa en Zulia, mi mamá tenía un negocio de comida, eso era de ella. Nunca cociné, solo ayudé ocasionalmente. Así que se me ocurrió que podía salir a vender algo de comida de fácil preparación como los tequeños. Nunca los había hecho y busqué recetas por Internet.”, comenta.
Los primeros clientes de Néstor los consiguió en su trabajo y haciendo publicaciones en los grupos de venezolanos en Facebook. Inicialmente su idea era hacer tequeños hasta que se solucionara la situación de la empresa donde trabajaba o consiguiera otro empleo, pero ese escenario no ocurrió.
“Un punto de inflexión fue cuando tuve que decidir si invertía los mil pesos que me estaban pagando semanalmente en comprar la materia prima para hacer tequeños o usar ese dinero para comprar la comida de la casa. Me arriesgué. Para 2017 esos mil pesos eran aproximadamente 60 dólares. Comencé con 60 dólares”, confiesa.
Con ese primer riesgo de Néstor vino un descubrimiento. Al revisar sus ventas se dio cuenta de que sus tequeños eran rentables. Tenía nuevos clientes constantemente y necesitaba invertir más tiempo en la producción de sus productos.
Él confió en su experiencia numérica. Las proyecciones que hizo avalaron su decisión. Desistió trabajar como ingeniero y se planteó que la producción de tequeños sería su nueva fuente de ingresos.
“La primera vez que me lancé a vender tequeños en la calle no fue una buena experiencia. Tienes que lidiar con que la gente te vea feo, te saquen o te digan que esa no es tu zona, porque los vendedores ambulantes tienen sus zonas. Ahí me dije que esa no era la forma. Seguí mi instinto y continué vendiendo tequeños por las redes sociales. El boca a boca me ayudó mucho.”
Atender la demanda a través de los grupos de Facebook le valió una invitación a una feria de gastronomía venezolana. Esa sería la llave para terminar de consolidar su emprendimiento.
El maracucho explica que su marca de tequeños se creó formalmente en octubre de 2017 porque en la feria gastronómica le pidieron un nombre.
“Tequepops nace porque mis amigos me dicen Popu por El Popular. Quería jugar con la palabra tequeños y algo de mi nombre y quedó Tequepops, que al decirlo es hasta pegajoso”, menciona entre risas.
Tres años han pasado desde que Néstor participó con Tequepops en su primera feria gastronómica y ahora es el máximo referente de tequeños en Buenos Aires y algunas provincias en Argentina. Es el primer fabricante de tequeños de forma masiva en Argentina.
Actualmente su emprendimiento tiene dos líneas de negocios: la producción de tequeños snacks congelados al mayor y la venta de tequeños a domicilio a través de las principales aplicaciones de delivery.
Su negocio ha evolucionado en los últimos tres años.
Pasó de ser un productor de tequeños casero a tener un centro de producción masivo donde trabajan alrededor de 30 personas para atender la demanda.
“En nuestra línea de tequeños snack, que son los que vendemos al mayor y están congelados, estamos produciendo entre 250 y 300 cajas, que serían unos 65 mil tequeños al mes. Tenemos 250 puntos de venta exclusivos en Argentina de tequeños snacks. Estamos en las provincias de Neuquén, Chubut, Mendoza, Tucumán Jujuy y Buenos Aires”.
La próxima meta de Néstor es inaugurar su nuevo centro de producción y distribución masivo. Se trata de una fábrica que contará con una cámara de refrigerado, una sala de fraccionamiento de queso y un área con freidoras industriales para aumentar el tiempo y las cantidades en la producción de tequeños.
“Empecé con 60 dólares y ahora, tres años después, estoy construyendo mi fábrica de tequeños. Lo que hice fue usar mis conocimientos de ingeniero industrial y organizar los procesos. Cuando migré, lo que menos imaginé fue que terminaría trabajando haciendo tequeños”, reflexiona.
Tequeños La Rambla, degustando recuerdos
Tequeños La Rambla nació de una estafa, es lo primero que dicen Oroyelix Lozada y Juliedy Guillen cuando hablan de su emprendimiento en Uruguay.
Ellas residen en Montevideo. Son comunicadoras sociales, especializadas en marketing y periodismo. Migraron porque en Venezuela no podían cumplir con sus metas personales y profesionales. Cuando llegaron en 2016 estaban preparadas para construir su nueva vida, con los altibajos que eso incluía.
Buscar trabajo fue el primer obstáculo que debieron sortear. Oroyelix no pudo conseguir, mientras que su esposa sí.
“Si bien iba a N cantidad de entrevistas no se concretaba nada, además la selección aquí es súper lenta. Mi primer empleo no tenía que ver con mi carrera, me dedicaba a cuidar una niña con necesidades especiales”, comenta.
Antes de cumplir el año en Montevideo, una conocida de Juliedy le preguntó si conocía a alguien que hiciera tequeños. La idea era conseguir un proveedor para venderlos en el hotel donde trabajaba.
“Yo misma soy”, esa fue la respuesta de Juliedy. Aunque Oroyelix no tenía experiencia haciendo tequeños, ella sí. Su tío es conocido como “El Artesano del Pan” en Venezuela, por lo que recurrió a él para que le compartiera la receta.
“Nos encargó 200 tequeños. Se hicieron. Se le enviaron por encomienda hasta Colonia, pero nunca nos pagó. Esa persona desapareció, así como el dinero que se invirtió. A partir de ahí ¿qué pasa? Ya había hecho un trabajo de marketing; había hecho un logo; había construido lo que era la marca. Juli ya tenía trabajo y digamos que los tequeños quedaron en mis manos porque yo no tenía trabajo. De a poquito se fue haciendo todo”, relata Oroyelix.
El nombre de Tequeños La Rambla surge de la necesidad de combinar la cultura uruguaya con la venezolana. Las caraqueñas sabían que para la mayoría de las personas en Montevideo no sería fácil recordar la palabra “tequeño” por lo que buscaron algo para posicionar en las mentes de sus potenciales clientes el nombre de su marca.
Con tan solo tres meses en un nuevo país se aventuraron a participar en La Feria de las Migraciones con la marca que habían creado. Hicieron una pequeña inversión, compraron una freidora para vender tequeños recién hechos.
Los resultados del primer día las dejaron anonadadas.
En un día vendieron las 200 unidades que llevaron. A última hora prepararon más tequeños para satisfacer la demanda que sabían que tendrían al día siguiente.
Esa experiencia les hizo entender que tenían un excelente producto y una oportunidad de negocio rentable.
“Ese año, en 2016, nos dedicamos a explicarle al uruguayo qué es un tequeño. Después de la participación de la feria, que te expones, nos dimos cuenta de que había potencial en el emprendimiento, empezamos a creérnoslo más, o al menos yo que no tenía trabajo. Seguí haciendo el manejo en redes sociales, seguí haciendo tequeños en casa. Me compré un freezer pequeño con ayuda de mi papá, porque la ventaja es que es un producto congelado y así me dedicaba a hacerle promoción al producto y eso fue lo que seguimos haciendo”, asevera.
El tiempo les demostró a las caraqueñas que sus tequeños habían calado en el mercado gastronómico uruguayo. Los restaurantes y otro tipo de locales empezaron a hacerles pedidos. Sus clientes ya no eran solamente los comensales tradicionales.
La demanda de tequeños aumentó de a poco y Oroyelix fue quien tomó la batuta. Luego, las solicitudes aumentaron exponencialmente.
Juliedy decidió abandonar su trabajo en marketing digital para acompañar a su esposa en el emprendimiento de su hogar. Las dos se abocaron a producir tequeños en su casa.
Este año cambió la dinámica de ambas. En septiembre de 2020 inauguraron su fábrica, convirtiéndose en las primeras productoras masivas de tequeños en Uruguay.
Ellas empezaron haciendo 200 tequeños a una persona que las estafó y, ahora, con su centro de producción hacen 17 mil tequeños por mes.
“Formalmente somos Juli y yo trabajando. Pero tenemos a otras 4 personas, todas mujeres, que nos ayudan en la preparación de los tequeños. Estamos estas semanas asesorándonos con un contador uruguayo para formalizarlas porque ahora tenemos más exposición porque tenemos un local que atiende público”, comparte Oroyelix.
Presentación de un tequeño
—¿Y esos son como dedos de mozzarella?
—No, son diferentes.
—¿Bastones de queso empanados?
—Tampoco, el queso está envuelto en masa y no están empanados.
—Ahhmmm entonces, ¿son como la masa de empanadas, rellenos?
—Menos… simplemente son tequeños.
«¿Qué es un tequeño?». Esa es la típica pregunta que se hacen los argentinos y los uruguayos cuando un venezolano les habla de ellos. Desde que comenzó lo que se ha conocido como la diáspora venezolana es inevitable que el acervo gastronómico se vaya conociendo de a poco.
La arepa ya no es la única referente de la comida venezolana.
El maracucho Néstor Briceño siente como “una patada en el hígado” cuando le dicen que los tequeños son como los dedos de mozzarella, por lo que se da a la tarea de explica qué son para invitarlos a comer:
—Relativamente son dedos de mozzarella. Se trata de un queso venezolanos que no tiene la contextura de un queso mozzarella y que es un dedito envuelto en masa.
Mientras que para Juliedy y Oroyelix su respuesta se basa en comparar platos que ya conocen los uruguayos para hacerles entender qué es un tequeño:
—Es un palito de queso envuelto en una masa de harina de trigo que se come frito o al horno. La masa es parecida a la de la torta frita.
Uno de los retos a los que se enfrentaron los dos emprendimientos en cada uno de sus países fue el de un producto esencial: el queso. El tequeño se caracteriza por estar relleno de un queso blanco, típico de la región llanera de Venezuela. Por fortuna, para ambos, han conseguido productores de queso semiduro en Argentina y en Uruguay que emula el sabor del queso llanero tradicional.
Los fundadores de ambas marcas coinciden en que más allá del sabor tradicional, los tequeños son recuerdos de la Venezuela que abandonaron. Para los tres, comer tequeños es evocar constantemente las memorias y los momentos felices que vivieron con sus familias y amigos.
Tequepops y Tequeños La Rambla son dos emprendimientos que nacieron de una necesidad temporal. Las caraqueñas y el maracucho no habían previsto, en sus planes migratorios, transformar sus vidas para convertirse en emprendedores gastronómicos, pero las circunstancias los empujó a transitar por ese camino para adaptarse.
Allí es donde está el mensaje en el que coinciden los tres: por mucho que las personas se preparen para migrar, es crucial tener la disposición para adaptarse.
“Al migrar hay que tener paciencia, a veces los planes y las expectativas que tienes no se parecen en nada a lo que pensaste que iba a suceder. Adaptarse es una decisión y avanzar y querer progresar es una decisión. Hay sacrificios de por medio, hay que tener demasiada paciencia y ser demasiado persistente”, reflexiona Oroyelix Lozada.