La Virgen de Chiquinquirá, patrona del estado Zulia, llegó a Argentina por una promesa que hizo una devota, Denglys Romero, al partir de Venezuela. La celebración, que se realiza en Buenos Aires, congrega a miles de argentinos y venezolanos.
Cuando Denglys Romero salió de Venezuela, le prometió a la Virgen de Chiquinquirá que un día volvería para buscarla. No tardó en cumplir su promesa. Llegó a Argentina en 2016 y en agosto de 2018 viajó de vuelta a Maracaibo, capital del estado Zulia, para buscar una réplica de la Virgen, que es la patrona de esa región petrolera del occidente venezolano donde Romero nació y creció.
Volvió a Buenos Aires pocos días después, y tampoco dejó transcurrir mucho tiempo para preparar el mayor de los homenajes para la Chinita, como es llamada popularmente la Virgen entre sus feligreses.
Un día conoció la parroquia católica de Caacupé, en Caballito, tradicional barrio porteño. Su madre, que había venido de visita, comenzó a frecuentar la iglesia y le comentó que el párroco necesitaba de voluntarios para las tareas sociales que se realizaban allí. Fue entonces cuando Romero pidió conversar con el sacerdote, Eusebio Hernández. “Le pregunté si él me permitía entronizar la Virgen y le conté cómo era la fiesta grande en Maracaibo”. La respuesta fue un sí inmediato: unos meses más tarde comenzó a realizarse en la capital argentina la primera edición de una de las celebraciones religiosas más importantes de Venezuela.
La festividad comienza el último sábado de octubre, con la bajada de la Virgen, cuya imagen es sacada del altar mayor de la Basílica que lleva su nombre en Maracaibo para el encuentro con la feligresía. Tiene su momento más importante el 18 de noviembre con una gran misa en la plazoleta de la iglesia y una feria donde se amanece al ritmo de la gaita, una alegre música con acento navideño y cuyos ejecutantes la consideran la reina del folclore venezolano.
En la iglesia de Caacupé se celebra de modo semejante desde 2018. Los devotos habían propulsado algunas iniciativas que no llegaron a tener el alcance que tiene hoy. Fue a partir de la llegada de la reliquia desde la Basílica de Maracaibo que “se celebra con más solemnidad”, afirma Hernández. Antes de la pandemia, en 2019, la feria reunió a 5.000 personas y hace tres semanas se calcula que acudieron 4500, no todos venezolanos sino también argentinos sumados a la grey.
Antes en la parroquia se congregaban comunidades de diferentes nacionalidades. Pero poco a poco a la salida de las misas el sacerdote Eusebio Hernández comenzó a escuchar un acento diferente y predominante entre los fieles que asistían: “Nos fuimos enterando de que era gente venezolana que había empezado a formar parte de nuestra comunidad de fe”.
No solo la devoción católica y la promesa a la Chinita llevaron a Romero a impulsar la celebración en su ciudad de acogida. “La idea es no sentirse tan lejos. Tus raíces son venezolanas 100%, pero tratas de llevar a donde Dios te mandó lo mismo que vivías en Venezuela”, dice.
El padre Hernández entendió desde el primer momento a su feligrés venezolana. Una y otra vez ha migrado, aunque dentro de Argentina. Nació en Bahía Blanca, provincia de Buenos Aires, pero migró a la Patagonia y de la Patagonia a Capital Federal. “Sé lo que es dejar atrás la tierra, la casa”. En los momentos cuando el desarraigo lo golpeó, se apoyó en la fe y en la iglesia, como hoy pasa con quienes concurren a Caacupé:
“MUCHOS AL LLEGAR, EN SU MAYORÍA JÓVENES, DICEN ‘ME ACERCO A LA PARROQUIA PORQUE LE PROMETÍ A MIS PADRES, SOBRE TODO A MI MADRE, QUE CUANDO ESTÉ ESTABLECIDO EN ALGÚN LUGAR IBA A BUSCAR APOYO DESDE LA FE’”.
Los chiquinquireños argentinos
Cuenta la historia que la Virgen apareció por primera vez el 18 de noviembre de 1709 a orillas del lago de Maracaibo. Una lavandera encontró un trozo de madera en el que, al llegar a su casa, descubrió una figura religiosa de la que emanaban destellos de luz. Fue recién luego de la muerte de la mujer cuando la reliquia fue trasladada a lo que es hoy su Basílica.
Allí la imagen se quedó y fue convirtiéndose en la patrona de Zulia. En Argentina, Zulia es el segundo estado de procedencia de los venezolanos y venezolanas que residen en el país.
En Caballito, después de la ceremonia religiosa, la fiesta en honor a la Virgen se traslada en procesión hasta el Parque Rivadavia, en donde también hay una feria de emprendedores con música y gastronomía venezolana.
No es la primera vez que una celebración religiosa de otro país se convierte en una fiesta típica de Argentina. La festividad de la Virgen del Rosario de Andacollo en San Juan tiene su origen en Chile; la Virgen de la Merced, celebrada en Santiago del Estero, se conmemoró por primera vez en España; la Virgen de Fátima, venerada en Misiones, es de Portugal; y la Virgen de los Dolores, celebrada en Jujuy, proviene de Italia, uno de los países cuya emigración más impacto ha tenido en la Argentina presente.
La propia parroquia de Caacupé es expresión de ello, más allá de la Chinita. Allí también se celebra a Santa Rosa de Lima, patrona de Perú; a la Virgen de Caacupé, de Paraguay, y otras advocaciones que generan fervor popular en Venezuela: San Juan Bautista y la Virgen de Coromoto, patrona del país.
“Hay argentinos que le rezan a la Chinita”, cuenta el sacerdote. Durante la pandemia muchos también se hicieron devotos de José Gregorio Hernández, un médico venezolano cuya reliquia está en la parroquia y al que los fieles ya le atribuyen milagros, como ocurre en Venezuela. Fue beatificado en abril pasado por el papa Francisco en El Vaticano.
La integración cultural entre argentinos y venezolanos está presente en todas las actividades de la iglesia: en el coro “Voces de Libertad”, en las clases de catecismo y en las actividades de ayuda social que se realizan a diario. “Nuestra madre es una sola. Se llama María. Cambia el vestidito, la corona, algún detalle en las manos, pero es una sola”, explica Romero.
El párroco de Caacupé resalta que los venezolanos enriquecieron a la feligresía argentina. “El venezolano tiene todavía como propia la vivencia de la fe desde lo familiar. Nos ha hecho caer en la cuenta de lo importante de esto”. Con la de la Virgen de Chiquinquirá además se reflejan otras emociones: “Es una fiesta en la que se remueven muchos sentimientos que remiten no solo a la familia sino a la patria”.
Antes de dedicarse a la organización de la celebración de la Virgen, Denglys Romero comenzó un trabajo de ayuda entre migrantes venezolanos, que se convertiría después en la ONG Baires de Libertad. Tenía solo dos meses en el país cuando lo inició, al constatar que a muchos connacionales se les dificultaba conseguir alquiler por falta de una garantía o por no contar con un recibo de sueldo.
De un grupo de WhatsApp que intentaba dar solución a los problemas más urgentes de los venezolanos que estaban en el país, surgió una organización fundada por venezolanos y argentinos, que ahora no distingue entre nacionalidades para brindar ayuda. “Al que iba conociendo lo íbamos uniendo allí, íbamos ayudando al que necesitaba algo. El padre Eusebio siempre nos dio un espacio en Caacupé”, cuenta Romero.
Constanza Armas es psicóloga especializada en migración y asilo, y participó en la elaboración de informes del Observatorio Venezolano de Migración. Ella afirma precisamente que –según los resultados de su último estudio sobre las organizaciones migrantes en América Latina–, los venezolanos tienen la particularidad de organizarse de manera rápida, incluso antes de estabilizarse en el país de destino. “Hay algo de nuestra experiencia que motiva a formar parte de organizaciones” y formar estas redes “es vital para tu sobrevivencia como migrante”.
En estas asociaciones, resalta, el papel de la iglesia fue fundamental: “Eso tiene que ver con un tema cultural. Nosotros saludamos a nuestros familiares mayores pidiendo la bendición. Yo no me di cuenta de que eso era algo religioso hasta que migré”.
En el caso de Caacupé las manifestaciones religiosas se fueron transformando en otros tipos de cooperación, y ahora la iglesia es un espacio donde se brinda ayuda social: hay un comedor al que asisten más de 300 personas, se creó un sistema integral de salud en donde los pacientes se atienden con diferentes especialistas y hasta se organizó una campaña de vacunación contra el COVID-19 para personas en situación de calle y migrantes sin documentación.
“En Caacupé bailamos, reímos, dejamos las tristezas, llevamos las tristezas también. En Caacupé tenemos intercambio cultural, música, arte, hay todo”, resume Romero, quien asegura que la iglesia se transformó en “la casa de todos los venezolanos”.
La música de casa
Durante la celebración de la Virgen de Chiquinquirá no pueden faltar las gaitas. “La gaita salió de la unión de cantos traídos desde la conquista como los villancicos, mezclados con manifestaciones de la población negra”, dice en su página la Fundación Bigott, una institución privada de Venezuela especializada en la cultura popular de ese país.
“Tambor palenke” es una agrupación musical de venezolanos que también se ha sumado a la feria de la Chinita en Buenos Aires. Hacen una fusión de gaita zuliana con tambor afrovenezolano. “Aquí lo relacionan mucho con lo que sería el candombe uruguayo, que es una cultura afro también”, dice Elvin Aguilar, integrante de la banda cuyos miembros provienen en su mayoría de Maracaibo, Caracas y Cumaná. David Morales, fundador del grupo, cuenta que la idea es difundir sus raíces: “Es traer un poquito de casa a todos los venezolanos”. José Tremont, compositor y también miembro de la agrupación, reconoce la importancia de la parroquia de Caballito y de la feria de la Chinita en ello: “La iglesia se ha encargado de devolvernos las costumbres que dejamos en nuestra patria”.
Pero su música no solamente se encarga de volver a las raíces con los recuerdos, sino que también echa raíces en Argentina. Se hicieron fusiones con cumbia local y recientemente lanzaron un tema musical en conjunto con el artista argentino Mariano Magnifico, que le da voz a la canción “Cuando te miro”. “El aprendizaje que nos deja es que podemos seguir haciendo música tradicional venezolana ligada a otras cosas para que la gente la conozca”, resume Morales.
“La gaita es muy parecida a la chacarera argentina y por lo tanto el ritmo puede ser que lo sientan como suyo también”, comenta Marivé Montiel, cantante del grupo “Gaiteros de CABA” y oriunda de Maracaibo. El grupo participa desde las primeras celebraciones de la Virgen en Argentina, y entona gaitas que “muestran nuestro amor y nuestro fervor hacia la Chinita”.
“Hemos tenido oportunidades en las que tenemos público argentino en nuestros shows y los vemos bailar, los vemos disfrutar, corear las canciones. Es una experiencia súper linda”.
Baudilio Zapata, director y cantante de la agrupación, se define como “amante de la gaita desde que tengo uso de razón”. Llegó a Argentina en 2017 e inmediatamente se propuso formar un grupo que cultivara la gaita en el país. “Venía de hacer gaita en Caracas. En seguida creé las redes sociales y empecé a publicar que estaba en busca de músicos con experiencia en gaita”.
Con experiencia en las agrupaciones gaiteras “Los Zangalines del padre Vilchez” y “Rincón Morales”, Andrés Ocando empezó como cuatrista de la banda formada en Argentina. Para él, tocar gaita en el país es reconectarse con “los recuerdos, los olores y las personas” de Venezuela. “Es muy satisfactorio ver cuando músicos argentinos o de otras nacionalidades se interesan, les causa curiosidad ver la forma en la que tocamos, los acordes, los instrumentos”.
Montiel recuerda las peñas compartidas con músicos argentinos, en las que sonaban ritmos musicales de ambas nacionalidades. “Es maravilloso nutrirnos de la sapiencia musical de los argentinos”.
El grupo participó en varios encuentros que le permitieron traer la gaita a Argentina: “Empezamos seis o siete personas nada más, no teníamos todos los instrumentos tradicionales, no teníamos tambora ni furro y la parte de percusión la hacíamos con un cajón peruano”, cuenta Zapata, que recuerda su primera presentación en otra feria venezolana que se realiza en Buenos Aires: Popurrí.
La agrupación está compuesta por doce integrantes y con los instrumentos necesarios para hacer la música que querían, aquella que trajeron de su país, de su casa. “Fuimos creciendo hasta ser lo que somos hoy, una agrupación con dos temas propios, creados 100% en Argentina. Es la primera vez que se hace una gaita en Argentina”.
Se trata, en definitiva, de una gaita argentina con raíces venezolanas.
“El país que merecemos” es una canción que, dice Ocando, habla sobre anhelos, la esperanza “y la recompensa de todos los venezolanos que salimos del país en busca de un mejor futuro”.
Es esa misma esperanza y fe con la que tanto ellos como muchos otros salieron de Venezuela, tal vez con alguna promesa: unas cumplidas, otras por cumplir.