El limbo de emigrar

Era un miércoles de octubre, no recuerdo la fecha. Estaba acostada porque tenía una indigestión. Reviso mi celular y veo un correo: “Cita de pasaporte otorgada” ¡Bingo! -fue lo primero que dije-. El dolor estomacal bajó un poco. Quizás fue el efecto placebo de recibir la noticia. Solo un migrante venezolano sabe la emoción que le genera cuando le otorgan la cita del pasaporte, y ni hablar cuando lo tiene en sus manos.

Me puse en marcha para ordenar mis documentos: copia de la cédula; copia de la partida de nacimiento; copia del pasaporte; copia del carnet de extranjería. También fui al banco para cambiar dinero y obtener los 80 dólares que solicitan para la cita consular. Dinero que debe estar intacto, ya que hay mucho miedo alrededor de ello: “que no debe estar rayado, ni doblado, ni manchado”, es lo que he escuchado de otros que ya pasaron por esto. También deben ser exactos porque no dan vuelto. 

Llegó el día de mi cita. 4 a.m. marcaba el reloj cuando me desperté.  Rellené un par de sandwiches con jamón y queso, tomé un termo con agua, mi carpeta con los papeles  y pedí un taxi. A las 4:55 a.m. ya estaba en la Embajada de Venezuela. 

“¿Tienes todas tus copias y trajiste la planilla del pasaporte?” me pregunta una mujer. Le respondo que sí. “Estamos a la orden, mi amor. Tenemos cafecito, negrito, con leche, pastelitos y también sillas, mira que la Embajada abre a las 9:00 a.m”. Como diciéndome para que no esté casi cuatro horas así. 

A esa hora ya había una larga fila. Algunos de pie y otros sentados.

Aunque el comercio -al parecer- en ninguna parte duerme, esta no sería la ocasión para que bajara santamaría, y al cabo de media hora me invade la indecisión del consumo: si pagar una silla para sentarme o seguir de pie, como los condenados del Primer Círculo del Infierno de Dante.  “Tengo YAPE, PLIN para que pagues” (aplicativos móviles). Al final, opté por ir como los condenados, pero de forma cómoda. El precio fue de 2 soles ($0.5). 

Una vez acomodada en mi asiento, mis pensamientos fueron atomizados por los comentarios de los asistentes. En voz baja, expresaban su pesar de lo que es obtener un documento, tanto como venezolano como extranjero. También otros hablaban de los planes de salir del Perú, y otros de transitar la selva del Darién. “Ya sé todo, cómo es la movida. Me la paso viendo los TikToks” dijo uno de ellos.

Como si se tratara  del Limbo de Dante, pareciera que los venezolanos dentro y fuera del país estuviéramos juzgados por Minos, y condenados a dar tantas vueltas, según nuestros pecados. No en vano, el último informe de la Plataforma Regional de Coordinación Interagencial, dirigido por la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) y la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), indica que hasta la fecha hay 7,1 millones de refugiados y migrantes de Venezuela en todo el mundo. 

Perú es el segundo país, después de Colombia, que alberga la mayor cantidad de migrantes venezolanos con 1,49 millones

Lima, capital de Perú, se ha convertido en la primera ciudad con más de 1 millón de migrantes venezolanos, según informó David Smolansky, comisionado de la Secretaría General de la Organización de Estados Americanos (OEA).

Segunda migración

El tema de volver a emigrar fue una constante en la fila de la cita del pasaporte. Algunos dijeron que para ellos era “más barato” tramitarlo desde afuera. “Para ir a Venezuela en avión tengo que gastar un dineral, más los días que voy a pasar allá. Ponle que uno pasa un mes y medio porque estás con la familia y esperando que te den el pasaporte, pero igual ese mes uno no está produciendo”, fue la razón de uno de los presentes.

Ya hay quienes están haciendo una segunda y tercera migración. Se repiten las historias. Seguimos condenados a dar vueltas en este primer círculo de Dante. Aunque lo veo como un gran barco, en el que aramos en el mar en busca de una mejor condición de vida, y cada uno habita un camarote distinto. Así, esa mayoría migratoria que se encuentra en Latinoamérica -según un informe de R4V – y transita su migración en bus, otros tantos en avión, otro puñado caminando, y así, cada uno ha ido dibujando la diáspora venezolana

Ese mismo informe, R4V,  también indicó que alrededor de unas 4,3 millones de refugiados y migrantes de Venezuela tienen dificultades para acceder a alimentación, vivienda y empleo formal

En Perú, previo a la pandemia, más del 80% trabaja en la informalidad, según el reporte de la BBVA Research, pero declararon emergencia sanitaria y la situación se agravó, por lo que todavía hay quienes aún no se han recuperado de esta situación.

Había conversado antes con varios migrantes y en esta cita del pasaporte comprobé que hay una percepción y sensación de que las calles están vacías. “Ya no hay tantos venezolanos. Muchos se fueron; “El edificio donde vivo estaba lleno de venezolanos y ya no están”; “Trabajo de mototaxista y de 17 que estábamos ya solo quedan 4”. Son algunos de los testimonios. 

¿Por qué atravesar la selva del Darién?

Aunque el Darién representa un enorme peligro, hubo quienes lo hicieron para alcanzar el sueño americano. 

¿Por qué tomarás esta ruta? Le pregunté a un migrante en esta cita consular del pasaporte. 

“Todos queremos superarnos. Aquí uno trabaja 12 horas y la paga es baja, no hay tantas oportunidades, mientras que en Estados Unidos trabajas pero le ves el queso a la tostada” alega. 

Diversos periodistas han reflejado la situación que viven los migrantes en este recorrido. Un ejemplo de ello fue Carolina Amoroso, quien viajó al Tapón del Darién para realizar el documental “Darién, la selva del infierno”.

En un cineforo titulado La selva del Darién: la ruta migratoria más peligrosa de América, organizado por el Foro Pamela Howard sobre Cobertura de Crisis Mundiales, detallé los peligros a los que se enfrentan miles de migrantes por esta selva para llegar hasta Estados Unidos. 

La pieza audiovisual reflejó el dolor y el viacrucis que tienen cuando hacen el recorrido. Hay muchos testimonios desgarradores. La meta es “por un futuro mejor”. 

Eso también lo quiero yo: que el presente me permita sentar las bases para abrazar el futuro sin tanta incertidumbre. 

Los datos que mostraron en este documental indicaron que para 2021 más de 130.000 migrantes cruzaron el Darién y que se estima que 1 de cada 5 migrantes son niños.

Para controlar la migración venezolana, recientemente, Estados Unidos anunció el ‘parole’.

Caminar, seguir andando y hallar en ese Limbo dantesco, un lugar parecido a ese hogar que fue una vez Venezuela. 

Un Limbo que tiene muros y visas. Para controlar la migración venezolana, recientemente, Estados Unidos anunció el ‘parole’, programa que da estatus legal por dos años a quienes lleguen en avión.

He escuchado diversas opiniones; unos están a favor y otros en contra. Hay quienes dicen que la culpa de que USA haya impuesto esta medida se debe en gran parte a los mismos migrantes. “Muchos se fueron por moda y lo publicaron en las redes, y por uno pagamos todos”. 

¿Qué pasa cuando somos expulsados? ¿Qué pasa cuando intentamos migrar y no nos fue como lo esperábamos y tenemos que emprender de nuevo el viaje? 

Concuerdo con las palabras que expresó Carolina Amoroso durante el cineforo y seminario del Foro Pamela Howard sobre Cobertura de Crisis Mundiales:

“Cuando uno se siente expulsado; cuando uno viene del derrotero de varias migraciones. Cuando uno ha sufrido xenofobia, cuando uno no ve un futuro posible dónde está, ‘mi pregunta es cuánto hay de decisión en esto, cuánto hay de espacio de decisión cuando una persona es expuesta a tanta deshumanización»’. 

Todo esto me hace pensar que la deficiente gestión del gobierno venezolanos nos persigue, no importa en cuál selva estemos, si una inhóspita o de concreto; o si estamos dentro o fuera del país. 

Después de haber ido a mi cita, solo queda esperar. No sé cuántos meses más para obtener el documento más anhelado de los venezolanos y uno de los más costosos del mundo. 

“No hay una respuesta humanitaria a una crisis humanitaria, hay una respuesta insuficiente”, fue una de las conclusiones de Amoroso. 

Y sí, no es suficiente para todo el sacrificio que pagamos los migrantes para estar legales en los países de acogida, tanto en dinero como en tiempo.