Ella en Caracas y él en Hong Kong: obligados a llevar un embarazo a distancia

Desde 2019 la pareja venezolana vive en Asia. Ella regresó en enero a Venezuela para tramitar su pasaporte y quedó atrapada por la pandemia. La noticia de su embarazo los tomó a los dos en la distancia

«¿Qué hago?, ¡No sé qué hacer!», fue lo primero que solté. «El apego, Mayra. ¡Pégatelo al pecho!», me dijo mi obstetra.

Aquella noche del domingo 27 de septiembre de 2020, Mayra se convertía en madre por primera vez. Su experiencia: un trabajo de parto de 17 horas que inició en la casa de sus suegros, donde vivió la mitad de su embarazo; el resto fue en casa de sus padres.

Las contracciones se extendieron desde las cuatro de la madrugada hasta las ocho de la noche cuando decidió ir a una clínica en Caracas. Su esposo, David, también estaba presente, pero desde la pantalla del celular, en otro huso horario, en otro continente.

“Yo ese día me llevé trípode, extensión, le metí saldo suficiente al teléfono, ligando que en el quirófano hubiese buena señal. Me cercioré para que él estando en el teléfono tuviese un buen ángulo. Siempre estuvo conectado conmigo. Yo no lo escuchaba. Solo lo veía”, cuenta hoy mientras Mateo, su bebé, duerme.

Mayra y David se casaron por la Iglesia en diciembre de 2019. Ya en enero de ese año, habían formalizado su unión por el civil. Pero por compromisos laborales, él, como deportista, debía irse a principios de 2020 a cumplir compromisos laborales. Por tal razón, Mayra, decidió también viajar por el sur de América para visitar a familiares y amigos y así no volver sola a Hong Kong, región de China donde ambos ya se habían residenciado desde meses atrás cuando a David le ofrecieron un cargo para desempeñarse en uno de los programas de tenis más prestigiosos de Asia.

Aunque se desconoce la cifra exacta de venezolanos en el continente asiático, David y Mayra son dos de los más de 26.000 migrantes que están en Hong Kong, según el reloj de población Countrymeters. La población actual en la región es de 7.613.917 ciudadanos.

 “En Hong Kong el parto no hubiese sido así”, dice Mayra de 29 años de edad. “Hubiese sido más frío, de seguro”, agrega, al tiempo que confiesa lo afortunada que fue de contar con el apoyo de su familia y particularmente el de su madre. “Yo no quería cesárea pero no había opción para parto natural. Lloramos. No dejaron entrar a mi mamá. Este año todo ha sido diferente para mí”, suelta con determinación.

En los planes de ambos no estaba aún convertirse en padres. Tampoco lo estaba estar separados al menos diez meses, incluidos, por supuesto, los nueves del embarazo.

“Estamos acostumbrados a no vernos. Pero lo máximo había sido tres meses porque él viaja mucho, ahora como coach y antes como tenista”, señala Mayra mientras admite que lo más difícil de lo que vivió fue el estar sola durante el embarazo, sentir los dolores y tomar las decisiones.

“Nunca nos vimos llorar delante del otro. Yo sabía que él la estaba pasando duro y él también pensaba en mí. Pero yo sentía que él la estaba pasando peor que yo. Yo sentía que tenía que estar bien, por él, por mi bebé y por mí. La única vez que lloramos fue un día antes del parto. Pero yo le dije: ‘Yo no quiero que cuando nazca Mateo sea una tristeza. Creo que somos muy fuertes y vamos un paso adelante para prepararnos mental y espiritualmente a lo que podamos enfrentar’”, cuenta hoy día Mayra al tiempo que confiesa que fue el temple y carácter de David lo que la inspiraron a ser fuerte. “El no cae ante las adversidades”, dice hoy día Mayra.

Una vida en Hong Kong

La diferencia horaria entre Venezuela y China son 12 horas. Desde que están separados se las ingeniaron para acortar la distancia de 16.356 kilómetros que separa Hong Kong de Caracas y ajustar las rutinas de ambos, incluso los malestares propios del embarazo. “Mientras él dormía, yo los superaba y ya está. Yo siempre estaba hablando con él. Lo acompañaba a comer, a hacer mercado. Mientras él estaba desayunado yo estaba cenando. Nos tocó ser fuertes solos. Cuando uno caía, el otro estaba ahí. Trabajamos siempre en motivarnos”, dice Mayra.

Aquél 29 de enero, estando ella en Argentina y él en Hong Kong, un test rápido de embarazo fue el primer giro de sus vidas; luego el reto sería otro.

“Ese día le envié una foto con el resultado de la prueba. Él estaba impresionado pero estaba contento. Le alegró mucho, más que a mí. Yo estaba confundida”, dice Mayra.

En medio de la sorpresa, ella, graduada en Ciencias Políticas de la Universidad Central de Venezuela, acordó con su esposo que por la cercanía geográfica aprovecharía pasar por Venezuela para renovar su pasaporte, antes de regresar a su nuevo hogar, en el continente asiático.

“Yo vivo en Hong Kong. Me vine a hacer la renovación de pasaporte. Yo no podía estar allá con el pasaporte vencido. Se me vencía en julio y en agosto cumplía un año en Hong Kong. Yo estaba solicitando pasaporte porque el mío ya no tenía hojas. El procedimiento era anular y pedir pasaporte nuevo para regresar con mis papeles en regla”, explica.

“Mi cita para el pasaporte fue el 9 de marzo. El costo del trámite fue unos 200 dólares por el pasaporte. Ese día me dijeron que en 15 días lo tendría. Cuatro días después, el 13 de marzo, decretaron la pandemia”.

Desde entonces, el nuevo reto fue buscar la manera de rescatar su documento y poder viajar, ahora con Mateo en su vientre.

Actualmente miles de venezolanos alrededor del mundo, y en Venezuela, padecen lo que es no tener pasaporte. Desde mediados de marzo, el Servicio Administrativo de Identificación, Migración y Extranjería cerró operaciones por la pandemia del Covid-19, aunque inclusive meses atrás usuarios denunciaban fallas y deficiencias en la atención.

Las opciones

“Ha sido duro porque desde que nos enteramos de que Mayra estaba embarazada ya empezamos la lucha para poder renovar y recibir su pasaporte. Ya ella había hecho los trámites y estaban bastante avanzados cuando nos enteramos del cierre de vuelos en Venezuela. Lo único que faltaba era la impresión y que se lo entregaran. Así que fue un poco complicado. Buscamos la manera para que le entregaran el pasaporte. Lo intentamos hasta finales de agosto cuando ya decidimos que era muy tarde para viajar porque el embarazo ya estaba muy avanzado. Desde ese momento empezamos a evaluar otras alternativas: ¿iría yo a Venezuela? Eso no se dio porque no había vuelos, porque lamentablemente las fronteras siguen cerradas. Es increíble que uno ni siquiera pueda regresar a su país”, señala David, exjugador profesional de tenis, de 28 años de edad.

“Estudiamos todas las alternativas. Incluso evaluamos para que David viniera por los vuelos que se toman desde República Dominicana, pero oscilan entre 4 mil 5 mil dólares”, recuerda Mayra.

La apuesta

Cuenta David que después de que nació Mateo, aquél 27 de septiembre, ambos solo esperaban por lo que se solucionara primero. “Si los papeles de Mayra, lo cual era complicado porque ahora no solo eran los papeles de Mayra sino los del bebé también, o la posibilidad de tomar un vuelo humanitario, por enlace con el Ministerio de Deportes”.

Lo último fue lo que se concretó. David, como tenista Junior, alcanzó el puesto número 10 del ranking mundial en el año 2009 y como profesional alcanzó la posición número 208 de la Asociación de Tenistas Profesionales. Representó a Venezuela en Copa Davis desde el año 2010. Aunque en 2015 oficializó su retiro, dos años después volvió a las canchas. Ahora se desempeña como Director de Alto Rendimiento de la Academia de Tenis Bruguera, una academia española con base en Hong Kong. Sus logros y trayectoria en el mundo del tenis, más sus razones de peso para viajar a Venezuela, fue el aval para abordar ese vuelo humanitario.

“Para poder optar a este vuelo tuve que viajar a Roma y hacerme todos los test y todos los trámites pertinentes para asegurar que no tenía el Covid-19 y así poder entrar a Venezuela y finalmente conocer a mi bebé y luego comenzar con la próxima lucha: recuperar los documentos de Mayra, que deben estar extraviados en algún lugar y sacarle los papeles al bebé para poder regresar a Hong Kong, que es  lo que nosotros queremos”, señala David quien al momento de hacerse la PCR en Italia coincidió con al menos 114 venezolanos más.

“Eran venezolanos de todo el mundo. Varados principalmente en Europa: Italia, España… venezolanos que estaban en países europeos y que tuvieron la oportunidad de tomar ese avión. El vuelo Roma-Caracas no tiene costo. Pero cada pasajero cubre gastos de estadía. Yo me pagué mi vuelo Hong Kong-Roma y mi estadía en Roma”, explica.

Actualmente Venezuela es de los pocos países que hasta finales de octubre no había retomado los vuelos comerciales. Las restricciones de vuelos internacionales aún prevalecen, en principio, hasta el 2 de diciembre, según un comunicado emitido este 2 de noviembre por el Instituto de Aeronáutica Civil.

David llegó a Maiquetía el 17 de octubre. Tres días después, cuando la prueba que le hicieran en Venezuela también saliera negativa, pudo cargar, por primera vez a su hijo mateo y abrazar, después de casi diez meses, a su esposa Mayra. Ahora, los tres, sí se disfrutan como familia.

Sin embargo, David admite que la ilusión de su primogénito fue su foco durante estos diez meses, aunque no niega que lo más difícil fue estar lejos de su esposa y manejar la frustración de no poder hacer nada. “Para llevar estos momentos me apoyé en el pensamiento que iba a ser papá, que soy padre y que todos los esfuerzos que estaba haciendo eran por mi hijo, que lo mejor que podía hacer ante una situación que no podía cambiar era seguir trabajando con la mejor actitud posible para ahorrar, para poder brindarle el mejor futuro que se pueda y trabajar lo mejor posible con la mejor actitud. Eso fue lo que me mantuvo con la mente limpia para levantarme cada día con motivación y buena actitud: intentar poner todo en un poco de perspectiva. Todo pasa; todo cambia”.

“No podría hacer una analogía con un partido de tenis si gané o perdí. Pero sin duda podemos decir que fue un torneo en el que hubo momentos difíciles, derrotas, y en el que me llevo un gran aprendizaje que me va a servir para el futuro, para la vida. “El haberme perdido de lo que me perdí, no lo voy a poder cambiar, simplemente ahora a disfrutar de Mateo y saber que me queda una vida por delante, con nuevos desafíos, y esta experiencia difícil que tuvimos seguro va a servir de motor para hacer las cosas mejor. Al final el deporte es como la vida, se gana, se pierde, se aprende. Y eso es lo que ha tenido este año: se ha ganado, se ha perdido, y principalmente se ha aprendido. Con eso me quedo”, sentencia David.