El mediodía del martes 24 de noviembre, Eduar Cipriani salió a almorzar con su madre, Elizabeth Cipriani. Ambos llevaban más de dos años juntos en Bogotá. Escogieron Colombia porque su abuela materna es de Cartagena y les resultaría más fácil tramitar sus papeles para abrirse camino en tierras vecinas. “Primero por la oportunidad; segundo por la situación en Venezuela”, explica Marcial Tovar, un amigo de la familia.
Primero decidió emigrar su madre, en 2016, para avanzar con el trámite de los papeles; luego llegaría Eduar, a sus 23 años, para buscar alguna oportunidad laboral.
Nacido en Punto Fijo, estado Falcón, y graduado como técnico en Ingeniería de Sistema en el Instituto Tecnológico Antonio José de Sucre, llegó a la capital colombiana el 25 de junio de 2018. Desde entonces, aún con su estatus legal, no le resultó tan fácil labrar su camino.
Actualmente en Colombia, al corte del 31 de agosto, residen 1.722.919 venezolanos, según cifras de Migración Colombia. De la cifra, apenas el 44% de la población migrante (766.296) estarían en condición regular, como Eduar.
“A él le tocó duro cuando llegó. Al comienzo no tenía un trabajo estable. Él duró tres meses desempleado. Consiguió un trabajo en un restaurante pero, lo explotaban mucho. En ese lugar duró tres años. Y ya luego llegó la pandemia y quedó sin trabajo, y pues gracias a Dios, ahí mismo consiguió otro en una farmacia”, explica Arianny Sánchez, una de sus mejores amigas de la infancia, quien también se encuentra en Bogotá actualmente.
Así, Eduar cambió la cocina donde preparaba hamburguesas y salchipapas por el pedaleo constante en su bicicleta para cumplir como repartidor de medicamentos. “Él quería ejercer su carrera pero los ojos eran su hija; darle buena educación y una vida estable”, señala Sánchez, mientras confiesa que uno de los hobbies de su amigo era salir a pedalear los domingo y conocer los pueblos de la ciudad.
La personalidad de Eduar y su compromiso le hicieron ganarse, en pocos meses, el respeto y el cariño de sus compañeros. “Él se caracterizó por ser una persona muy trabajadora y alegre”, dice Darío García, uno de sus compañeros laborales quien hoy lo recuerda con profundo dolor.
El hecho
En su trabajo como delivery, Eduar tenía dos jornadas: una semana trabajaba en el horario de 6:00am a 2:00 pm y otra semana trabajaba de 2:00 pm a 10:00pm. En la última semana de noviembre cumplía con su turno de la tarde.
Ese martes 24 de noviembre celebraba su cumpleaños número 27. Por eso, había decidido buscar a su madre para almorzar juntos.
Ambos laboraban cerca de donde vivían. Esa tarde, después de comer en la zona, Eduar volvió a su casa para cambiarse e ir a trabajar. Su madre haría lo propio en una peluquería justo al lado de la drogería, como se le conoce a las farmacias en Colombia.
Según la versión que manejan sus familiares y allegados, esa tarde Eduar llegó a su puesto de trabajo, le asignaron un pedido, tomó su bicicleta y cruzó la cicloruta entre los barrios Minuto de Dios y Morisco, al occidente de la ciudad. “En el camino chocó con la bici de otro hombre. Éste discutió con él y le dijo que lo mataría. Cruzaron palabras y Eduar siguió para entregar el domicilio. Cuando regresó, por el mismo punto, lo estaba esperando el mismo sujeto. Con una navaja lo atacó. Eduar tuvo una herida en el mentón, muy pequeña, porque imaginamos logró esquivar. La otra fue directo en la aorta”, explica Marcial, su amigo.
Fue el número de teléfono de la farmacia para la que trabajaba, que estaba grabado en el chaleco azul que llevaba ese día, al que marcaron unos ciudadanos que vieron la escena. Así informaron que uno de sus empleados había sido agredido. El encargado se acercó al lugar y fue quien hizo las diligencias para el traslado al hospital.
Su cuerpo quedó tendido en el piso junto a su bicicleta. “Un señor que estaba por ahí cerca, también venezolano, bombero, le dio los primeros auxilios cuando quedó agonizando. Él murió camino al hospital por un paro respiratorio, a consecuencia de la pérdida de sangre que tuvo”, agrega su amigo.
“Personalmente estamos muy conmovidos. Principalmente por la inseguridad en Bogotá. No es, lamentablemente, el primer biciusuario que pierde la vida por robo y falta de asistencia. Pareciera que a la gente no le importara. Fue, al parecer, un hecho de intolerancia. No puedo entender cómo ese personaje acabó con la vida de mi gran amigo, como si no tuviera alma ni sentimientos”, comenta su compañero Darío.
Desde 2017 y hasta mediados de 2020, al menos 2.061 migrantes venezolanos han perdido la vida en Colombia, según cifras del Instituto de Medicina Legal, que estudia como tema puntual la incidencia de las muertes de ciudadanos venezolanos en el comportamiento de los hechos de violencia en Colombia.
Precisaba que la cifra de venezolanos muertos violentamente en el país se ha incrementado. De los 224 reportados en 2017, se pasó a 544 en 2018. En 2019 hubo 1.015 casos, y en los primeros cuatro meses del 2020 se reportaron 278, lo que equivale a 2,3 al día.
El informe señala que del total de venezolanos muertos en el país, en 2019 murieron en homicidios con arma de fuego 332; en homicidios con arma blanca, 140; en muertes violentas por otras causas, 129; muertes en hechos de tránsito, 173; suicidios, 29; homicidio en riñas, 7, y 205 de muerte natural.
Estos resultados, sin embargo, no representan una vinculación directa de venezolanos con hechos delincuenciales. Organizaciones como la Fundación Ideas para la Paz (FIP), e inclusive la misma Migración Colombia, han señalado que a pesar del incremento de la llegada de venezolanos a Colombia, “los migrantes no son los causantes del deterioro de la seguridad”.
Su hija, su motivación
Eduar llevaba colgado en su cuello un placa con algunos números a los que podían llamar en caso de emergencia. Fue así como Elizabeth, su madre, recibió una llamada del hospital y se enteró de la muerte de su único hijo.
Aún devastada por esta pérdida, fue ella quien tuvo que comunicarle la noticia a su nieta y nuera, en Falcón: “Eduar está con los ángeles”, les dijo. Estefani, de siete años, lo esperaba para cantar cumpleaños juntos, en la distancia, a través de una videollamada de WhatsApp.
Hoy la Elizabeth Cipriani solo le exige a la justicia colombiana “que resuelvan el caso y no quede impune». Ayer fue Eduar, un chico trabajador. Pero hoy y mañana podría ser también cualquier otra persona trabajadora”, al tiempo que confiesa que quiere se le recuerde a Eduar como “un gran hijo y un gran padre”.
“Su hija era su mayor motivación. Trabajaba para darle un mejor futuro. Él siempre le enviaba dinero. Ni él ni su madre querían volver a Venezuela. Lo único que los ataba era Estefani. Él solo aspiraba volver para buscarla”, dice Marcial.
“Él fue una excelente persona. Su vida no tenía que terminar así. Era un muchacho con sueños que no se metía con nadie. Sólo tenía amor en su corazón”, sentencia su amiga Arianny.
Eduar fue enterrado el sábado 28 de noviembre en Bogotá, en estricto protocolo de bioseguridad por la pandemia del Covid19. La empresa para la que trabajaba corrió con todos los gastos.