El aeródromo naval Floyd Bennett Field de Nueva York está siendo usado como un albergue para inmigrantes, la mayoría latinoamericanos, y se ha convertido en un símbolo polarizante para los neoyorquinos que se oponen a su uso Usuarios comentan por horas en foros en línea contra los residentes del refugio, culpándolos por el aumento en la delincuencia en la zona y por un incremento de personas pidiendo limosna.
En entrevistas realizadas por Documented cerca del recinto, los migrantes dijeron que han buscado trabajo en la zona, pero que la instalación está tan aislada del resto de la ciudad que es difícil encontrar empleos y ser completamente autosuficientes.
La instalación está a varios kilómetros de la parada de metro más cercana. Los padres de familia contaron que les toma horas llevar a sus niños de ida y vuelta a la escuela. Sobre las instalaciones, algunos migrantes duermen con su ropa de invierno puesta para protegerse del frío debido a la falta de calefacción.
«Nos trajeron aquí porque no había otro sitio. ¿Qué íbamos a hacer?» dijo Carmen, una migrante de Venezuela que solo dio su segundo nombre y vive en Floyd Bennett Field con otros tres miembros de su familia. «Era esto o quedarnos en la calle con este frío».
La ciudad ha enfrentado la resistencia de residentes, defensores de inmigrantes y políticos de todos los lados del espectro político por establecer un refugio para migrantes en Floyd Bennett Field. Algunos residentes locales se han quejado en grupos de Reddit y Facebook sobre los migrantes que viven ahí. El año pasado, legisladores presentaron una demanda en la Corte Suprema Estatal para detener la apertura del refugio, mientras que ya se registraron varias protestas cerca del sitio desde que la ciudad anunció su apertura.
Actualmente, el municipio tiene un acuerdo de arriendo con el gobierno federal para albergar a migrantes en el recinto militar.
Una base aérea reconvertida en refugio para migrantes
La base aérea ahora alberga a casi 2,000 migrantes, todos familias con hijos. El sitio se ha convertido en un punto focal de la crisis humanitaria de los migrantes, con algunos residentes quejándose de que los migrantes estarían pidiendo dinero y alimentos.
Por su parte, grupos defensores de inmigrantes calificaron el sitio como inseguro, especialmente para niños, mujeres embarazadas o personas con discapacidades.
«Estas no son las mejores condiciones, pero estamos manejando una crisis», dijo el alcalde Eric Adams en un video de noviembre publicado en X, hablando desde el refugio de Floyd Bennett Field. «No podemos decirlo de mejor manera: necesitamos ayuda». La instalación está compuesta por varias tiendas de campaña, que consisten en cientos de habitaciones improvisadas tipo compartimento con literas.
Hace tres semanas, el albergue llamó la atención nacional cuando fuertes lluvias y vientos hicieron evacuar las instalaciones. Luego trasladaron a los migrantes a un gimnasio escolar, debido a preocupaciones sobre la estructura de la base militar. Y, aunque los migrantes regresaron en autobuses al día siguiente, la escuela tuvo que cerrar para los estudiantes.
Esto hizo que, a su vez, los residentes cerca de la escuela protestaran por el cierre temporal de las clases presenciales, e incluso se registró una amenaza de bomba en la escuela al día siguiente. Algunos migrantes dijeron que la experiencia los hizo temer por sus condiciones de vida.
Luego de este incidente, aparecieron políticos de todo el espectro político, tanto a nivel federal como estatal, para pedir el cierre del recinto militar como albergue de inmigrantes.
Los solicitantes de asilo dijeron a Documented que a veces buscaban empleo en el shopping center más cercano, pero sin éxito. Cuando Documented visitó el área el lunes, no se registraron migrantes pidiendo ayuda financiera en los vecindarios cercanos.
Apoyos momentáneos mientras los migrantes logran trabajar
Muchos de los inmigrantes que residen en el albergue dijeron que necesitan ayuda de vivienda sólo hasta que puedan reunir suficiente dinero para pagar un alquiler independiente. Todos tenían hijos, desde bebés en cochecitos hasta adolescentes que asistían a escuelas secundarias de Brooklyn.
«Estoy muy agradecido», dijo Luis López, de 41 años. Es un padre que viajó desde Riobamba, Ecuador, cuya familia fue desalojada de Floyd Bennett y se dirigía a un autobús con su esposa, hijos y todas sus pertenencias. Contó que su objetivo fue independizarse en 60 días, pero que no pudieron encontrar un apartamento a tiempo. «El estado, el gobierno, nos hicieron un gran favor y nos proporcionaron todo lo necesario», dijo López. «Fueron personas con grandes corazones».
Aunque muchos migrantes estaban agradecidos por tener un lugar para dormir, dijeron que la falta de infraestructura en medio de las bajas temperaturas y el viento se sentía inestable. «Tengo que vestir impermeables porque a veces no encienden la calefacción», dijo Carmen, de Venezuela. «Vestirte con una chaqueta, con un sombrero y todo dentro del albergue».
Para ducharse e ir al baño, las familias tienen que salir a los remolques que están fuera de donde duermen. A menudo están sucios, dijo Luisa Ramos, una madre migrante de Colombia que ha vivido en el refugio con su esposo, Alex Villalobos, y su hijo de 10 años durante 20 días. Estos padres dijeron que no querían ser una carga para el gobierno, por lo que estaban buscando trabajo en los alrededores del albergue. Agregaron que están agradecidos por la ayuda que les habían brindado, pero reconocieron que la vida en el refugio no era lo que esperaban. «Definitivamente es diferente. Teníamos otra perspectiva», dijo Villalobos, el esposo. Ramos agregó: «Es mucho más difícil de lo que pensé que iba a ser».
El municipio de Nueva York instauró una regla que los inmigrantes no pueden pasar más de 60 días en el albergue. Una vez terminado el plazo, deben volver al centro de procesamiento de inmigrantes para ver si hay plazas en alguno de los otros albergues de la ciudad. Si no hay, quedan a su suerte.
Margarita Díaz, también ecuatoriana y esposa de Luis López, se mostró preocupada por el futuro para su familia, compuesta por su hija de 11 años y su hijo de 16. «Estamos tirados para allá, tirados para acá», dijo Díaz, de 39 años. «Es difícil. No es como estar en un solo lugar. Y ahora nos vamos otra vez, con nuestras cosas. Muy duro».
La ubicación del sitio ha dificultado el movimiento de los residentes del albergue. Guscary García, que vive en el refugio con sus tres hijos, de 12, 10 y 8 años, tiene que levantarse todas las mañanas a las 5 a.m. para llevar a sus hijos por más de una hora a la escuela, ubicada en Coney Island.
Su esposo solía vivir en el refugio con la familia, pero no pudo conseguir empleo en la ciudad de Nueva York. Entonces se fue a Miami, donde una amiga de la familia le ofreció un trabajo. Por el momento, mientras su esposo se establece en Florida, García se quedó sola con sus hijos en el albergue.. «En realidad, al menos tenemos un techo sobre nuestras cabezas», dijo. «Son oportunidades que no puedes desperdiciar».
Este reportaje forma parte de una colaboración del medio neoyorquino Documented con Venezuela Migrante.