Desde cinco hasta ocho meses varados. La escasez de recursos económicos, las dificultades para movilizarse, los riesgos de salud y la desesperación por regresar a su hogar, en Venezuela, se convirtió en el cúmulo de preocupaciones que al menos 300 venezolanos sufren día a día en Italia, donde se encuentran en espera de un vuelo humanitario.
Lo que inició como un viaje para resolver trámites de documentación, o una simple visita turística, ha terminado siendo un calvario que aún sigue sin dar muestras de finalizar. De los varados, algunos pasan los días en casas de familiares y otros, incluso, hacinados en una habitación, pues es lo único que pueden pagar.
Es el caso de Paulina*, madre de dos niños de 16 y 17 años que, junto con su esposo, llegaron a Italia el pasado 24 de febrero. «Vinimos a arreglar unos documentos de mi esposo. Pero, a la semana siguiente de haber llegado, cerraron y empezó la cuarentena», dijo en conversación telefónica con Venezuela Migrante.
Solo días después de su arribo, el Gobierno de Giuseppe Conte ya había anunciado restricciones a la movilidad ciudadana en el norte del país. Y, ya para el 10 de marzo, las medidas habían sido extendidas por todo el territorio. Entre ellas, se prohibieron los viajes y las reuniones públicas, con ciertas excepciones.
A su esposo, comenta Paulina, le dieron dos meses de permiso en el trabajo, en Venezuela. Lo mismo con sus hijos. Pero hoy, confinados en medio de cuatro paredes, transcurren los días sin ni siquiera poder salir. Lo hacen para estirar el presupuesto lo más que se pueda. Para ella, y su familia, ya son seis meses en Italia sin poder trabajar, ni conocer el país, ni resolver el trámite por el que originalmente habían viajado.
«No salimos a ningún lado a causa de la pandemia. Desde que llegamos aquí, hemos permanecido encerrados en un cuarto que nos facilitó una persona que conocimos. Durante este tiempo, el único gasto que tenemos es el de la comida. Sólo comemos pasta con salsa, que es lo que podemos comprar y comer», explicó.
No tienen familiares en el país, así que les ha tocado lidiar por su propia cuenta. Ni la Embajada de Venezuela en Roma, a quien Paulina ha enviado numerosos correos, les ha dado respuestas satisfactorias. Tampoco el Consulado. «Cada vez que les mando un correo y llamo, su respuesta es la misma: que nos pongamos en contacto con la aerolínea, que por los momentos no hay información de vuelos humanitarios», lamenta.
Así, en medio de la incertidumbre, les ha tocado intentar seguir con las que eran sus rutinas cotidianas en Venezuela. Sus hijos, por ejemplo, continuaron sus estudios de forma online a pesar de la diferencia horaria entre ambos países. Mientras tanto, con respecto al trabajo de su esposo, aún lo conserva y esperan por su pronta incorporación.
«Sólo estamos a la espera de que el Gobierno venezolano nos ayude a todos los que estamos varados, en situaciones difíciles y económicas, a regresar pronto a nuestro país», es su única petición.
«Vine por la operación de mi madre»
Oscar llegó a Italia el 2 de febrero. En su viaje, previsto para un mes y medio, venía a visitar a su madre. No la veía desde hace dos años, cuando ella emigró al país europeo. Justo en febrero, días antes del inicio de las medidas de cuarentena, a su madre la operaron de la cadera; le pusieron una prótesis. Ello fue una de sus principales motivaciones para que fuera este año, 2020, el de estar con ella. Sin embargo, en ese lapso también llegó la pandemia de la COVID-19.
A Oscar, comerciante durante al menos 22 años en Venezuela, le ha tocado buscar la manera de sobrevivir a la situación. En sus meses como varado se ha desempeñado como pintor y jardinero. También ha recibido ayudas de organizaciones como Cáritas, que le ha proporcionado alimentos.
Un mes le llevó pintar una casa de tres pisos, cuenta. Por esa labor, que la consiguió en el «mercado negro», logó que le pagaran 500 euros. También obtuvo otros 100 euros por limpiar un jardín. Con el dinero, que suma 600 euros, le alcanzó para comer y pagar el arriendo del sitio donde habita.
«Acá (en Italia) es súper complicado percibir algún ingreso sin el permiso de trabajo, código fiscal, ni carta de residencia. Aparte de que quien me pague para hacer algún trabajo, está expuesto a ser multado», detalla Oscar.
Su regreso estaba pautado a Venezuela en un vuelo con la aerolínea española Iberia. Pero ésta, tras la crisis generada por la pandemia y al igual que las autoridades diplomáticas venezolanas, tampoco le da soluciones. Se limitan a comentarle que, como la compra de su boleto fue a través de una agencia de viajes, debe comunicarse directamente con ellos. Sin embargo, no puede hacerlo; está cerrada.
«Ya no dispongo de ningún dinero para movilizarme a algún aeropuerto; mucho menos a España. Tengo seis meses acá», asegura. Por esa razón descarta un traslado a España, desde donde salió un vuelo humanitario el 21 de julio y otros cientos de venezolanos varados esperan por su turno.
Varados y «en situación de calle»
Los hermanos Annese, Gerardo y Luis Antonio, tienen ya ocho meses varados en Italia. Gerardo define la situación como «bastante crítica económicamente». Ambos tienen a sus familiares esperándolos en Venezuela, incluyendo a sus hijos. «Tenemos que retornar a nuestras casas porque ya no podemos más», insiste mientras conversa con Venezuela Migrante.
En noviembre de 2019 fue el inicio de su travesía. «Vinimos por turismo», dicen. Aunque su fecha de retorno era a finales de febrero, el vuelo se ha pospuesto en infinidad de ocasiones por los efectos de la pandemia. Actualmente viven en casa de un tío, su único conocido en Italia, con quien están «sobreviviendo». Si no fuera por él, estarían completamente en «situación de calle», alega.
«Hemos llamado a la Embajada y al Consulado, y nos dijeron que hay 300 personas varadas. Siempre nos dicen que hasta que el Gobierno no autorice un vuelo humanitario, no se puede hacer nada», cuenta impotente.
Tulio Rodríguez, oriundo de Maturín, estado Monagas, también está en un escenario similar. Llegó en enero y debió regresar el 28 de abril. Tiene seis meses varado. En ese período no ha podido trabajar y ya el poco ahorro que tenía se vino abajo. Pasa los días en un apartamento que comparte con los suegros de su cuñada, lo cual, asegura, es un «poco incómodo». Allí duerme en un colchón en plena sala.
«Yo lo que quiero es devolverme a mi país. Allá están mi esposa y mis hijos. Mi familia está es en Venezuela. Estoy en la urgencia de regresar. Yo vine para acá como turista, pero también con miras a tocar puertas, a ver si uno consigue una oportunidad por otro lado, pero todo se cayó», afirmó.
*Identidad reservada a petición del entrevistado