Tomar la decisión de emigrar no es tarea fácil. Tampoco lo es el asumir las consecuencias de ello, sobre todo cuando dicha decisión resulta de una obligación. Se convierte así en una dolorosa tarea el despedirse de los afectos, de los lugares y de todo aquello que se labró con amor y con esfuerzo. El reunir una vida en dos maleta también es una tarea titánica. Sin embargo, lo que para algunos venezolanos les resulta indispensable, y casi imperativo, es viajar junto a quien consideran su madre protectora, guía espiritual y refugio: la Divina Pastora
“Se trata de una devoción que se ha irradiado desde el centro occidente a toda Venezuela, y ahora que los venezolanos, lamentablemente, están teniendo esta experiencia de diáspora, donde quiera que han ido, han hecho presente su amor por la Virgen. Vemos cómo cada 14 de enero, buena parte del mundo también está conociendo el amor de los venezolanos hacia la Divina Pastora. Porque en muchos países donde están presentes los barquisimetanos, y devotos, allí se están celebrando esta fiesta en honor a esta querídísima advocación de la Virgen María que se venera en Barquisimeto”, señala Monseñor Víctor Hugo Basabe, Administrador Apostólico de la Arquidiócesis de Barquisimeto.
De madera, de hierro o en lienzo; grande o pequeña; enmarcada en un cuadro o en impresa en una estampita, esta advocación mariana resulta el refugio de varios migrantes venezolanos en distintas partes del mundo.
“Es tener un pedacito de mi tierra en mi nuevo hogar. Es recordarme por qué me fui y por qué debo volver”, dice Gustavo Martínez, un venezolano, analista de sistema, radicado desde hace cuatro años en Costa Rica.
Él explica que desde pequeño, y por sus abuelos y padres, se convirtió en devoto de la Virgen, a quien considera como intercesora de Dios.
El comienzo de la veneración por la Divina Pastora se remonta al año de 1736, fecha en que la escultura llegó al pueblo. Años después, tras un terremoto que devastó el templo donde permanecía, su imagen resultó intacta y consolidó la fe de su feligresía. No fue sino hasta 1855, cuando se desató en Venezuela una epidemia de cólera, que los pobladores decidieron sacarla en procesión por las calles de Barquisimeto para implorarle el cese de la epidemia; y así fue. Desde entonces, hace 165 años, sus devotos peregrinan junto a ella en muestra de gratitud y amor por los favores concedidos.
Pintarla como ofrenda
La procesión de la Divina Pastora es considerada como la peregrinación más multitudinaria de Venezuela, así como una de las más grandes de América Latina y Europa, junto con la concentración de la Virgen de la Guadalupe, en México, y las festividades de Nuestra Virgen de Fátima de Portugal, en Europa. Miles de devotos recorren las calles para acompañar a la imagen mariana en su recorrido de más de siete kilómetros en el pueblo de Santa Rosa, en Barquisimeto, estado Lara.
“En mi familia esperábamos cada 14 de Enero para acompañar a la virgen en su recorrido. En la procesión del 2012 conocí al amor de mi vida. Cuatro años después nos casamos y hasta el día de hoy sigo más enamorado que nunca. El 14 de enero es una fecha muy especial para mí porque además de ser el día de mi Virgencita, y el día en que conocí a mi esposa, también nació mi hijo. Actualmente, muchos familiares y amigos me preguntan por «Pastorcito», haciendo referencia a mi hijo”, comenta de forma jocosa Martínez, de 31 años, quien ahora por falta de proyectos de instalaciones de cámaras y alarmas de seguridad a consecuencia del Covid-19, se ha dedicado a trabajar con su vehículo como taxista.
Como Martínez desde que emigró en 2017 no ha podido volver a peregrinar junto a La Divina Pastora, él junto a su esposa decidió pintar la imagen mariana y así encontró una nueva forma para honrarla y venerarla.
“Al principio solo teníamos una imagen de madera. Eventualmente mi esposa empezó a pintar y como me gusta dibujar nos atrevimos a hacer un cuadro donde aparece la Divina Pastora, La Catedral y El Obelisco. Actualmente mi esposa esta haciendo otro cuadro como ofrenda, ya que no podemos caminarla. Es la forma de agradecimiento por todo lo que nos ha pasado”.
“Yo extraño a mi Virgen”
Al igual que Martínez, la señora Rosan Padrón, migrante venezolana en Panamá, aguarda en la distancia, con amor y profunda devoción, la imagen de su Divina Pastora. Ella confiesa que, aunque fue hace siete años que junto a sus hijos dejó su ciudad natal, Barquisimeto, la nostalgia y la añoranza siguen siendo sus compañeras.
“Yo extraño todo. Yo extraño a mi gente, la que queda. Mis amistades. Lo que yo dejé cosechado. Pero especialmente a mi Virgen. A mí me reconfortaba mucho cuando llegaba al pueblo de Santa Rosa y me sentaba a orar. Entre las cosas que me traje fue a mi virgencita, así como me traje mi bandera de Venezuela. Es lo que me hace recalcar de donde vengo y de donde soy”, señala con emoción.
Durante su estadía en Panamá, y al no poder estar en su ciudad natal, Padrón explica que ha seguido los detalles de la festividad por televisión. Inclusive, alcanzó a venerar una imagen de esta advocación mariana, cerca de su hogar en el país receptor.
“En años atrás iba a una misa en una iglesia relativamente cerca de la casa. Tenía acceso al transporte. Pero de un tiempo para acá no pude volver porque la mudaron a una iglesia muy lejana, donde sacan una pequeña réplica de la virgen en procesión. Las veces que fui no paré de llorar, porque te llenas de gozo. Porque la tienes cerca, no como en tu ciudad, pero la sientes cerca”.
La señora Padrón, de 61 años, le pide a la Virgen el cese de la pandemia y un cambio en Venezuela. “Porque yo creo que se va a reconstruir. Yo deseo que vuelva a hacer la Venezuela que vivimos nosotros, la que vivieron mis hijos…que salieron profesionales para ‘meterle el pecho’ en otro país. Me conmueve el no poder estar ahí. Lo que yo más anhelo ahorita es estar en mi país. Tengo la esperanza que vamos a retornar”, dice con vehemencia Padrón, al tiempo que lamenta que su familia actualmente esté repartida entre Panamá, Estados Unidos, Chile, España y Argentina.
Una celebración atípica
Este año, por restricciones sanitarias a consecuencia de la pandemia del COVID-19, dicha tradición, por primera vez, está pospuesta. Su peregrinación será virtual, a través de las redes, por lo que, según lo han advertido miembros de la Iglesia, se trata de una celebración muy íntima pero universal.
Para Sofía Balza, venezolana en México, le resulta extraño las imagenes de La Catedral y las calles vacías. “Este año sé que es diferente, pero no por ello la fe se pierde. Aunque desde hace 4 años no puedo acompañar a la Virgencita, mi manera de vivir la fe es inculcándosela a mi hija. De hecho tengo un cuadro de la Divina Pastora que me traje de Barquisimeto y lo tengo en un lugar muy especial de su habitación. Y todos los días le cuento de ella y le rezamos. A mi hija le digo que ella tiene una virgencita pastorcita, que la protege y la cuida”.
El consuelo de los migrantes
Explica Monseñor Basabe, que este año decidieron asumir la festividad de la Virgen como consuelo de los migrantes, «pensando en tantos hermanos nuestros que están sufriendo y que han tenido que salir del país en búsqueda de mejores condiciones de vida. Para nadie es un secreto que el fenómeno migratorio venezolano ya está pasando a ser el fenómeno migratorio más numeroso del mundo, aún cuando en nuestro país no existe una confrontación bélica”, dice. “Nosotros a esos compatriotas, que en estos momentos están afuera, que no la están pasando bien, nosotros les recordamos que tienen un madre que es para ellos consuelo, esperanza y portadora de misericordia. Ese es el mensaje”, agrega.
Para el Administrador Apostólico de la Arquidiócesis de Barquisimeto es muy importante que los migrantes venezolanos, por las distintas razones por las que decidieron migrar, recuerden que no solo cuentan con la Madre de Dios sino también con otra madre que los espera con los brazos abiertos.
“Yo quisiera invitar a todos esos hermanos que han tenido que salir por estas circunstancias de tanta dificultad que tenemos en el país, que no olviden que tienen una madre tierra a la que pertenecen y en la que nunca serán extranjeros, en la que nunca serán objetos de xenofobia, en la que nunca serán objeto de discriminación racial ni de desprecio. Esa madre mantiene su corazón herido con tantos hijos que ha tenido que ver partir, y compungida porque aún en medio de esta pandemia, dolorosamente, está viendo cómo tantos hermanos nuestros, desafiando el Covid-19, pero llevados por la necesidad y el temor de que permanecer en este país pudiera significar para ellos la muerte (sino por el virus, por el hambre o por la necesidad), están viéndose obligados prácticamente a salir. Yo quisiera recordarles a esos hermanos que junto a esa Madre en el cielo tienen también una Madre Patria que los ama, que los espera. Aquí estamos rezando por ellos, acompañándolos, y en este momento, de manera particular, poniéndolos en manos de la Divina Pastora para que ella como Madre los guíe en caminos del bien y para que ella los pastoree, para cuando este país se recupere para la bondad y el progreso, y los guíe en este nuevo regreso a sus hogares”.