La pandemia sigue constriñendo la vida de muchos migrantes venezolanos en toda Suramérica, por eso el retorno a la patria se ha convertido en una alternativa que forzosamente han tomado ya casi 90.000 de ellos, según datos de Migración Colombia.
Winston era un migrante pendular de la zona fronteriza colombo venezolana. O sea, Wiston cruzaba la frontera por trabajo y tras la jornada, la cruzaba de vuelta a casa. Antes de la pandemia residía en Rubio, estado Táchira, y vendía tarjetas sim para celulares en Cúcuta.
Se quedó represado del lado venezolano cuando se decretó la cuarentena. Durante los primeros 70 días, agotó sus recursos económicos y tomó la decisión de cruzar a Colombia pasando por trochas.
Llegó a vender panes en Cúcuta, lograba recaudar como ganancia hasta 10 mil pesos diarios. Se conformaba con usar tres mil para almorzar, otro poco para costear la colchoneta donde dormía por las noches y lo demás lo guardaba para poder mandarle a su familia en Venezuela.
Pero no, el trabajo no alcanzó ni le generó los ingresos suficientes. Debió retornar.
Asegura que él sería capaz de volver a Venezuela por trocha, pero teme hacerlo porque al llegar sería “mal visto”. Así que necesita la prueba que lo acredita libre del coronavirus, la que le darían en uno de los PASI ubicados en la frontera. Está arrepentido de haber migrado a Colombia. “Me engañé a mí mismo. Me dejé llevar por las experiencias de personas que decían que en Colombia te puedes ganar 30 mil pesos en un día. O que te puedes comprar un par de zapatos de una vez, y es cierto. Compré zapatos, compré colonia, envié dinero a Venezuela para arreglar una parte de mi casa; pero me perdí de mi familia durante tres años”.
Una parada, un nuevo comienzo
Yeison había decido retornar a Venezuela. Partió a pie desde Ecuador con su novia, Mari. Los dos aseguraban que solo soñaban con llegar a su casa en Miranda, pero una tía que vive cerca de la frontera les pidió que la visitaran. Quedaba en el camino, así que la complacieron. Resultó que se quedaron. Consiguieron trabajo, él en un autolavado y ella vendiendo café, también consiguieron un lugar para vivir.
“Aquí en Cúcuta sí vi la posibilidad de un trabajo estable porque en Ecuador yo no estaba trabajando, pasaba mucho tiempo sin generar ingresos”, expresa Yeison esperanzado. “Mi mamá me dice que me espere, porque las cosas en Venezuela no están fáciles”, completa el joven.
Ya ha pasado casi un mes desde que llegó, y aunque admite las dificultades económicas en medio de la pandemia, está dispuesto a seguir luchando junto a Mari. Una parada durante el retorno que los hizo cambiar de parecer.
Las consecuencias de un retorno por los caminos verdes
Yohander estaba desesperado por llegar a Venezuela. Decidió aventurarse a pasar por una trocha de Puerto Santander que lo llevó hasta el poblado de Boca de Grita del lado venezolano, allí fue interceptado por efectivos de la policía.
Al ser requisado, los funcionarios no perdieron oportunidad de revisar su teléfono celular y se percataron de que el joven venía desde Medellín, Colombia, por lo cual fue retenido durante tres días en el lugar junto a cinco personas más.
“Me mandaron a San Antonio del Táchira, ya aquí me hicieron exámenes y todo, y ya estoy cumpliendo cuarentena. Aprendí, estas son experiencias que a uno lo enseñan”.
Yohander atravesó días difíciles mientras cumplía la cuarentena obligatoria al llegar a Venezuela, pero ya está junto a su familia, en Cabimas, estado Zulia. No sale de su doloroso asombro por la situación en la que encontró a su país. “Todo está dolarizado, todo está acabado, no hay trabajo, y sí mucha pobreza. La vida que se vive aquí no se la deseo ni a mi peor enemigo”.
Un retorno pendular desde antes de la pandemia
Mucho antes de que se hablara de este coronavirus, varios administradores de los refugios de la Red Humanitaria, que suelen albergar a los migrantes venezolanos de paso en la vía que va desde Bucaramanga hacia Cúcuta, habían estado atendiendo numerosos casos de retorno.
Destaca la referencia a viajes cíclicos. Es decir, iban y venían, desde Venezuela hacia Colombia y viceversa, de manera recurrente. Se trata de lo que los investigadores acuerdan en denominar reflujo migratorio.
Adriana Parra, de la fundación Entre dos tierras ubicada en Bucaramanga, dice que “al salir, se hacen una promesa: regresar en corto tiempo, en cuanto la pandemia se los permita”.
Katerine Bastidas, encargada del Refugio Chirimoya en Pamplona, calcula que aproximadamente desde el mes de febrero se veía mucho el fenómeno del retorno de migrantes venezolanos hacia su país.
Aunque el establecimiento está suspendido por medidas preventivas contra el Covid-19, Bastidas explica cómo llaman a la puerta para tratar de obtener ayuda. “Tocan la puerta para pedir agua, y uno les da, más cualquier cosita que uno pueda. Algunos dicen que vienen bajando desde Bogotá. Dicen que se fueron porque no tienen para pagar el arriendo, que por eso prefieren irse a su país otra vez. Hay otros que sí andan todos los días subiendo y bajando, como si se les hubiese vuelto una costumbre ir y volver”.
Por su parte, Douglas Cabeza, del refugio ubicado en la entrada de la ciudad de Pamplona, comenta que la movilidad se incrementó desde hace poco más de un mes. “Algunos cruzaron, fueron hasta su casa en Venezuela; vieron la situación económica, todo demasiado difícil; vieron que no había forma, y empezaron a regresar a Colombia”. Cabeza contabiliza que hay migrantes que han hecho el viaje hasta cinco veces.
Ya sobre la carretera que va hacia Cúcuta, en el albergue de paso Fundar 1, Junior Méndez, coordinador del recinto, avisa que “todavía están pasando muchos migrantes. Pero la gente está retornando otra vez desde Cúcuta. Por ejemplo, el 22 de julio contabilizamos 270 personas”.
Calcula Méndez que desde finales de 2017 empezó a ver “gente yendo y gente viniendo”. Coincide con Cabeza en que las posibilidades producir dinero de manera sostenible determinaban ese tipo de movilidad, pero insisten en que nunca habían visto tantos retornados como en medio de esta pandemia.
En este punto, cabe la advertencia del secretario de Fronteras, Victor Bautista, quien apunta que la zona es un corredor migratorio. “Como corredor migratorio este sitio tiene memoria. Cuando alguien se devuelve, se recupera el recuerdo: por los caminos que vino, por ellos se devuelve”.
Pensar la migración venezolana
El retorno se sabe forzado al constatar la imposibilidad de sobrevivencia económica de los migrantes venezolanos en países como Colombia. Allí las medidas de auxilio del Estado colombiano han resultado insuficientes hasta para su propia población vulnerable, tal como opina el internacionalista Ronal Rodríguez, investigador del Observatorio de Venezuela de la Universidad del Rosario de Colombia.
“Según los datos que tengo, se entregaron aproximadamente 50.000 ingresos solidarios a venezolanos. Con este monto de dinero se busca atender a personas que no están en ninguno de los programas de asistencia del Estado colombiano y que por lo tanto habían quedado desprotegidos en esta pandemia, particularmente aquellos que dependen de la dinámica de los mercados informales. Y se entregaron 200.000 mercados en 47 municipios”.
Sobre esta dimensión del retorno de los migrantes venezolanos a su país, dice que si bien la frontera compartida entre el departamento colombiano de Norte de Santander y el venezolano estado Táchira estaba acostumbrada a altos flujos de migración pendular, este regreso resulta más preocupante.
Rodríguez avizora que “muchos de ellos van a regresar, pero no solos, sino con sus núcleos familiares o con amigos, o por lo menos van a tratar de regresar con un hermano o con un amigo, que les permita conseguir más recursos. Esto, a pesar de las dificultades de la estructura económica de Colombia, que al final es muchísimo más robusta que la de Venezuela”.
El investigador colombiano reflexiona en una respuesta a la pregunta: ¿cómo evitar que la situación colapse en la zona de frontera?
¿Una de las soluciones? Que tanto las autoridades colombianas como las venezolanas, en algún momento determinado, generen algún espacio para poder coordinar esta dinámica y dar respuesta a la población. “Lo que ocurre en la frontera podría convertirse, tal vez, en una situación de atención humanitaria más compleja, como lo reflejó la encuesta Encovi en materia de salud pública. Podría ser devastador”.
Rodríguez explica que ese reflujo es parte de la naturaleza de esta situación. De eso se trata la movilidad humana, que ha sido particularmente agudizada por la pandemia. Conduce a los migrantes a tomar decisiones creyendo que la situación está mejor en Venezuela. ¿Qué pasa cuando llegan allá? Se dan cuenta de que no es así y empiezan a regresar”.
Una mirada desde lo humano de los derechos para los migrantes
Desde el Centro de Derechos Humanos de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), de Venezuela, su director, el abogado Eduardo Trujillo Ariza, pronostica el crecimiento del fenómeno migratorio venezolano, una vez empiece a menguar la crisis sanitaria de la pandemia.
En cuanto a los venezolanos que se habían ido y están regresando por las consecuencias económicas del Covid-19 a su tierra, resalta que es un retorno forzoso. Asimismo, manifiesta su desacuerdo con las restricciones impuestas en las fronteras para el ingreso de los connacionales.
“Estamos claros en que debe haber un control sanitario en unas condiciones de dignidad, pero que se impongan restricciones para el ingreso al propio país, eso me parece inconcebible. Esperemos que todos aquellos que tienen la necesidad de volver, vuelvan; y puedan permanecer en sitios dignos para realizar la cuarentena hasta que lleguen a sus hogares”.
Los riesgos de revictimización en esta población retornada cobran una necesaria alerta, porque “están siendo señalados por las autoridades como individuos que han cometido una acción indebida al haber querido dejar el país en algún momento determinado, ahora cuando muchos de ellos vuelven de brazos caídos”.