Johan Rojas es un licenciado en Física que reside en Buenos Aires desde hace tres años. En 2016, migró de su país por las razones que motivaron a muchos a dejar de Venezuela: mejorar su calidad de vida, garantizar su seguridad personal, crecer profesionalmente y ser independiente.
Él es un número más de la población de migrantes venezolanos en Suramérica, cifra que supera al medio millón de personas, según la Plataforma de Coordinación para Refugiados y Migrantes de Venezuela de la Organización de Naciones Unidas (ONU). Aunque él puede ser otro dígito que ratifica la realidad de la migración venezolana, Johan Rojas también es la primera persona en graduarse de la carrera de Especialización en Física de la Radioterapia que promueve la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) de Argentina.
“Cualquier argentino pudo haber sido el primer egresado. Pero, al ser venezolano, va a ser más notorio aún por el hecho de ser el primer egresado de este programa. No solamente en Argentina, sino en mi país”, confiesa mientras reprime un sollozo al recordar que su logro ha sido un ejemplo para el resto de su familia.
El éxodo de los venezolanos ha evidenciado dos realidades indiscutibles: la crisis política, económica y social por la que atraviesa la nación suramericana desde hace más de 5 años; y el alto nivel de preparación profesional de la mayoría de sus ciudadanos, una cualidad de la que se han beneficiado las naciones que los reciben en sus territorios.
“El flamante Especialista, Johan Rojas Zabala, defendió su trabajo sobre el abordaje de la dosimetría in vivo en pacientes con diversas patologías. El método desarrollado (dosimetría tipo MOS, con dispositivos estudiados en colaboración con la Facultad de Ingeniería, UBA) es novedoso en nuestro país y permitiría, de concretarse a futuro, llevar a cabo la dosimetría in vivo con costos totalmente accesibles a nivel hospitalario.”, reseña el gobierno de Argentina en su página web.
Profesionales venezolanos en Argentina
De acuerdo con el estudio La migración Venezolana en Argentina, elaborado en julio de 2019 por Adecco Group, 51,96 % de los criollos que viven en este país tiene un título universitario o terciario completo. La profesionalización de los venezolanos resalta si se compara con el último Censo Nacional de ese país que revela que solo 14 % de la población argentina, mayor de 25 años, tenía un título universitario o terciario.
Sin embargo, que un migrante tenga un título de estudios superiores no le garantiza obtener un empleo formal en Argentina, o en cualquier otra parte del mundo.
Johan Rojas comenzó su primer trabajo tres meses después de haber llegado a Buenos Aires, en noviembre de 2016. Su tiempo de espera se corresponde con los datos que revela el estudio de Addeco Group. Precisan que alrededor del 35% de los venezolanos que se establecen en Argentina tardan entre 1 y 3 meses en conseguir empleo.
“Logré hacer todos mis trámites. Conseguí mi DNI temporario y como a unos tres meses de estar acá conseguí un trabajo, en una casa de herrajes. Trabajé ahí más o menos un año y renuncié”, menciona Rojas.
La mayoría de los venezolanos que buscan su primer empleo en Argentina tienen que ocultar su nivel profesional en su resumen curricular para acceder a un puesto de trabajo, sea formal o no. La experiencia laboral de Venezuela puede jugarle en contra a los migrantes porque son considerados como personas sobrecalificadas para las plazas disponibles.
“Me afectó el hecho de que por ser licenciado en Física me era muy difícil conseguir un trabajo. De hecho, para conseguir el trabajo en la casa de herraje no pude colocar mi profesión en el CV, nada más coloqué que era bachiller porque sabía que no me iban a contratar. Venía con esa mentalidad: no iba a trabajar como físico de buenas a primeras, sino que me iba a costar llegar a lo que quería y bueno, nada, lo acepté, me adapté”, comparte el egresado de la Universidad Central de Venezuela (UCV).
Científicos venezolanos, la academia como puente
Una de las opciones a la que recurren los venezolanos en Argentina es realizar algún tipo de estudios en esa nación para hacer networking y lograr entrar en su área profesional. Ese es el camino que se trazó Johan Rojas. Después de ahorrar lo suficiente, pagó un curso obligatorio que le permitiría ingresar en la especialización en Física de la Radioterapia, promovido por el Gobierno Argentino, la Universidad de San Martín y la CNEA. Al terminarlo, solicitó una beca para ser alumno oficial del programa académico.
Él obtuvo una beca en la especialización en Física de la Radioterapia que consistía en una ayuda económica mientras estudiaba.
“No era mucha, pero me ayudaba un montón, muchísimo. No tenía una entrada fija y mi pareja en ese momento era la que me ayudaba totalmente con mis gastos. A veces conseguía dar clases, trabajaba en una hamburguesería los fines de semana, pero eso no me ayudaba lo suficiente. Pero bueno, sí, con esa beca me ayudé un poco para sobrevivir”, explica.
La estrategia de Rojas también la aplicaron José Pittaluga y Luis Castillo, bionalistas de la UCV y la Universidad de Carabobo, respectivamente. Ambos aplicaron en el concurso de becas doctorales que promueve el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) de Argentina. Actualmente son becarios del Doctorado de la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la Universidad de Buenos Aires, mención Ciencias Biológicas. Ambos reciben un estipendio del Conicet, dentro del programa de becas doctorales latinoamericanas, por su dedicación exclusiva estudiando la inmunidad innata en procesos de infecciones.
“La tesis se trata de evaluar la respuesta de nuestro sistema inmune frente a la infección causada por una bacteria resistente a casi todos los antimicrobianos disponibles y que genera grandes problemas, sobre todo a nivel hospitalario, no solo en Argentina, sino en todo el mundo. La idea a largo plazo es entender cómo afecta la bacteria a nuestro sistema inmune y eventualmente, con mucho trabajo y algo de suerte, quizá, llegar a desarrollar mejoras estrategias para defendernos”, explica Luis Castillo.
Los científicos venezolanos escogieron Argentina tanto por las facilidades migratorias como por la posibilidad de continuar con su formación profesional. Los tres coinciden que, de seguir en su país natal, les hubiera sido imposible desarrollar su talento.
“En condiciones normales, sí pude haberlo hecho en el Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas. Hasta 2012 el IVIC funcionaba bien, pero como todo en el país, se cayó. También cayó la calidad de la gestión del IVIC. Creo que no hubiera podido desarrollar mi carrera en Venezuela”, comparte Pittaluga, quien llegó con 24 años a Buenos Aires en 2018.
Oportunidades para continuar su formación
La Directora de la Especialización en Física de la Radioterapia, Diana B. Feld, ratifica que los concursos de becas que promueven no discriminan entre argentinos y extranjeros. Asegura que todos los profesionales tienen las mismas posibilidades de acceder al beneficio, si cumplen con los requisitos exigidos. Además, destaca la preparación y el nivel de los profesionales venezolanos con los que ha trabajado.
“El desempeño de Johan Rojas fue excelente, muy trabajador e interesado en el aprendizaje; su trabajo final fue muy bueno, obtuvo la máxima calificación, y fue muy interesante la temática. Abordó la posibilidad de realizar mediciones en pacientes con dispositivos fabricados en el país, que aumentarían la calidad del tratamiento que se le brinda al paciente que realiza un tratamiento de radioterapia.”, añade Feld.
Johan Rojas explica que defendió su tesis mediante videoconferencia, debido a las políticas sanitarias que rigen en Buenos Aires para prevenir la propagación del coronavirus. Tras aprobar, le informaron que su excelente calificación le abrió las puertas para continuar su formación con otra beca del CNEA. Esta se desarrollará en la División Física Médica, en el ámbito de la Radioterapia.
Además, la máxima nota que recibió por su trabajo le hizo entender que sus sacrificios valieron la pena, después de tanto tiempo. Su reflexión también es un mensaje para el resto de sus connacionales:
“Cuando aprobé en mi defensa del trabajo no sabes la felicidad que tuve. Tengo tres años acá y siento que me ha sido muy difícil poder desenvolverme en mi área. La idea es seguir adelante y luchar por lo que quieren. Sí, toca estudiar todos los días. Trabajar todos los días 12 horas, 14 horas. Estar de pie tantas horas al día, que es horrible y nos toca pasar eso a muchísimas personas. Pero hay que seguir. Uno tiene que dar el ejemplo; no es que vamos al extranjero a pasarla bien. En realidad no vamos pasarla bien. Si queremos tener un buen futuro adelante, hay que luchar. Esto es un logro que sé que sí me lo merezco, sé que luché por él y estoy muy feliz por esto”.