Dos venezolanos corren 160km a beneficio de los más vulnerables en Bogotá

Cinco semanas les tomó cristalizar la iniciativa que obtuvo el apoyo de al menos 200 colaboradores

Desde mediados de 2020, Andrés y Jaime tomaron la decisión de volver a correr juntos. El zuliano y el paraguanero lo hacen en Colombia, por interés personal, desde hace un par de años. Incluso, recientemente, pedalearon con sus bicicletas desde Bogotá hasta Medellín. Pero en esta oportunidad, con esta nueva meta trazada, la motivación sería otra.

Justo cinco semanas antes de la fecha acordada para la carrera, ambos decidieron hacerla pero con una finalidad mayor. La meta ya no era justamente alcanzar mejoras de tiempo sino cumplir con un propósito: llevarle el alimento a más de 500 personas en situación de vulnerabilidad, en Bogotá, a propósito de la pandemia del Covid-19.

El 11 de octubre ambos venezolanos iniciaron una de las rutas más famosas en la capital colombiana como lo es “La vuelta a la sabana” un trayecto que recorre los principales municipios de la Sabana de Bogotá, pasando por los municipios de Chía y Sopo.

Esta vuelta de aproximadamente 90km recorre los principales municipios de la Sabana de Bogotá y es decisión del aficionado si la quiere iniciar en plano o en ascenso. Wikiloc.com

Aunque por lo general esta ruta la recorren principalmente ciclistas, este par de venezolanos decidió correrla y colocarle un costo y un objetivo a cada pisada, a favor de las fundaciones Clínica del Hogar y El Banquete del Bronx. 80 kilómetros eran los que debían alcanzar cada uno.

“Escogimos estas dos fundaciones porque Andrés ya sabía de gente que había hecho ciertas jornadas con ellos. En principio, obviamente, la primera opción que pensamos fue una fundación que ayude a venezolanos. Pero concluimos que la causa venezolana tiene mucho apoyo internacional y apoyo del gobierno colombiano. Por eso optamos por una fundación local. Primero El Banquete del Bronx, y ellos, a su vez, nos refirieron a Casa Hogar”, dice Jaime Benazar, de 31 años de edad, ingeniero mecánico con experiencia internacional en la industria del petróleo y el gas, pero con una marcada pasión por el deporte, particularmente desde el 2012 cuando recién llegado a Colombia hizo su primera media maratón. 

El incentivo para dar con esta iniciativa fue la idea de un amigo cercano que le vendió a una fundación en Venezuela los kilómetros que próximamente recorrerá en el Maratón de Nueva York. Ellos quisieron replicar la idea en Colombia. Así nació “Proyecto Meta 500”, que buscaba brindarle un almuerzo a al menos 500 personas en situación de calle.

Cada kilómetro que correrían Andrés (izq.) y Jaime (der.) representaba tres platos de comida que iban a donar. Foto: @FlouLab

El costo total de la iniciativa de Andrés y de Jaime con este ultramaratón —como se le conoce a las carreras a pie de recorridos mayor que la longitud de un maratón tradicional de 42,195 metros— la estimaron, en principio, en unos 1.000 dólares, aproximadamente.

“Nuestro estimado para esas 500 comidas eran 4 millones de pesos. Lo que hicimos fue asignarle tres comidas a cada kilómetro (de los 160km que iban a correr entre los dos). Y cada comida costaba unos 8 mil pesos. Por tanto, cada kilómetro costaba 25 mil pesos (6 dólares, aproximadamente). La persona podía comprar 1km, 2km, 3km o máximo 4km que eran 100 mil pesos. Nosotros creamos un link de pago que estaba asociado directamente a la cuenta de la fundación. Nosotros no recibimos nada. El día que lanzamos el Proyecto alcanzamos las 500 comidas. Al final recaudamos 8 millones de pesos. Por lo que decidimos organizar no solo los 500 almuerzos sino otros 250 más. Al final fueron 750 platos de comidas. Esos 250 los entregamos en ‘las ollas de consumo’, que son los lugares a donde van personas que consumen sustancias”, explica Jaime, quien lleva ocho años en Bogotá y emigró por aspiraciones profesionales.

«Nos demoramos dos semanas en hablar con cada una de las partes para que me compraran la idea. Fue duro sacarlo adelante. No veían claro el tema pero insistimos. Sabíamos que era buena idea. Tuvimos dos semanas de recolecta alrededor de la corrida y una semana para alistar detalles y la cocinada. Entrenando para correr los 80k estuvimos tres meses», explica Andrés Urdaneta, quien llegó al país neogranadino en 2011 con el ánimo de emprender en el negocio de venta con tiendas especializadas en running y que luego se convirtió en un equipo de corredores, ciclistas y triatletas.

La ruta

La Sabana de Bogotá es una subregión ubicada en el centro geográfico de Colombia, sobre la Cordillera Oriental, la altiplanicie más extensa de los Andes colombianos, con una altura en promedio de 2650 metros sobre el nivel del mar. 

Es tradición en la ciudad de Colombia que ciclistas la recorran desde distintos puntos de la capital, en un promedio de al menos cinco horas, a pedal. En ella hay frecuentes lluvias y las temperaturas son, generalmente, menores de 20º C.

En el caso del dúo venezolano, el recorrido representó casi el doble de tiempo. Iniciaron a las 5:00 am y culminaron a la 1:00 pm. “Yo nunca había corrido más de 40km. Andrés sí había hecho la ruta por varios años”, comenta Jaime.

“Alcanzamos ocho horas de ruta entre plano y montaña. Los primeros 40 kilómetros los corrimos en tres horas, cuarenta minutos; y donde estaban las montañas, en cuatro horas, veinte minutos, que para la diferencia de terreno es bastante parejo”, explica Andrés, contador público y también ciclista, de 30 años de edad.

Corrieron juntos 160 km, el 11 de octubre. Salieron a las 5:00 am y terminaron a la 1:00 pm. Foto: @FlouLab

Ambos están satisfechos con la hazaña, pues su intención no era la de alcanzar óptimos tiempos sino llegar para cumplirles, por un lado a los beneficiarios de la fundación; y por otro, a los casi 200 colaboradores que hicieron posible la recaudación de fondos. 

¿La estrategia de la ruta? Estar siempre en movimiento; los break, lo harían caminando. “Fuimos a un paso relativamente suave. Decidimos que cada 50 minutos que corriéramos, caminaríamos dos minutos para comer”. Ese día llevaron arroz, panquecas, arepas, plátanos y waffles para reponerse en el camino. Además, estuvieron escoltados por dos carros, uno con sus coach y otro con los encargados de hacer el registro audiovisual de su reto.

“He tenido maratones que son la mitad, 42k, que me han dejado peor físicamente que este ultramaratón porque son maratones donde busco tiempo y le doy muy duro por menos de tres horas. Aquí fueron ocho horas pero más controlado. Solo quedé sentido de un tendón. Pero hay maratones que me han dejado mucho más golpeado”, comenta Jaime.

Sobre su preparación, Jaime explica que se abocó en sesiones de distancias medias: corría 21km, dos veces por semana, a baja intensidad. “Nunca lo había hecho antes. Pero más allá de una preparación física es ya tener años haciéndolo”, dice.

Una medalla de satisfacción

Casi dos semanas después de haber cumplido con la ruta propuesta, Jaime y Andrés se alistaron para asistir a los voluntarios de ambas fundaciones que organizaron el banquete en la calle Caracas con 24b, el pasado sábado 24 de octubre.

El plato escogido, y hecho por un reconocido chef colombiano, fue costillas, chorizo, plátano sancochado, papas criollas, pan y guacamole. Este último producto de una donación de 60 kilos de aguacate. También recibieron una donación de jugos para acompañar el almuerzo.

“Queríamos darle una comida que a ellos nunca se les fuera a olvidar. Y eso fue lo que hicimos. Ayudarlos con comida y demostrarle que hay gente a quienes les importan. Ese fue nuestro objetivo”, señala Andrés.

Durante dos días hicieron la elaboración del almuerzo, junto al chef colombiano, José Luis Rivera

La preparación de los alimentos se hizo entre jueves y viernes. «Fue una jornada larga, hasta de madrugada. La idea era que comieran fresco. De hecho, se les entregó caliente. Terminamos de empacar a las 12:20 del mediodía y a las 12:50 estábamos en el lugar”, señala Jaime.

Explican además que como ambas fundaciones ya habían realizado jornadas durante la pandemia, estaban muy bien organizadas para la distribución de los platos de comida. 

“Ellos organizan 9 islas de 50 personas y van rotando a las personas”, cuenta Andrés.

“Es un ambiente muy controlado. Las personas hacen sus filas. A ellos se les desinfectan las manos. Se hacen todos los protocolos de bioseguridad y se le cambian los tapabocas”, agrega Jaime.

Sobre los riesgos, en medio del contexto actual Jaime explica: “El temor (de contagio) existe pero digamos que una de las personas menos afectadas por el tema de la pandemia son los habitantes de calle porque al vivir en la calle generan unos anticuerpos muy fuertes. Pero pueden ser portadores y ser asintomáticos. Yo tuve que llevar franela manga larga para evitar el contacto piel con piel”.

Ambos recuerdan que ese día recibieron a personas en situación de calle, con adicciones, familias con hijos, vendedores ambulantes. “Tuvimos una variedad muy grande de personas en esa jornada. Sí habían venezolanos. Había una familia que pasó por el lugar y se metieron porque estábamos regalando comida. Hay un venezolano que estuvo trabajando aquí por mucho tiempo, se llama Freddy, de Cabimas. Logró reunir un dinero y le robaron todo el dinero que tenía y ahora está en condición de calle y cayó en las adicciones”, recuerda Jaime y explica que lo están trabajando para ayudarlo a superar su situación.

“Todos fueron muy agradecidos”, agrega. 

Jaime y Andrés , además, con parte del dinero recaudado, lograron invertir en 50 sillas y 5 radios para ayudar en la labor de ambas fundaciones.

El día del banquete, ambas fundaciones sorprendieron a los corredoras con una medalla con sus nombres grabados. Foto: andres_runnerslab

“Es muy emocionante saber que gracias a lo que más nos apasiona, correr, pudimos involucrar a tantas personas para darle un día de felicidad a muchísima gente ofreciéndoles tremendo almuerzo”.

Aunque recibieron donaciones hasta el 15 de octubre, explican que el remanente de lo recolectado será invertido en otra iniciativa de labor social. 

“Lo que quede de esto va a ser el inicio de un fondo de vacunación que quiere comenzar a hacer una de las personas involucradas en esto”, adelanta Andrés mientras que Jaime asoma la posibilidad de organizar una novena en la calle, en diciembre, con una parrilla o “asado” como se le conoce en el país vecino.

Tanto Jaime como Andrés son dos de los casi 1.700.000 venezolanos que actualmente están en Colombia. Aunque el volver a correr este año un ultramaratón ambos lo ven un poco lejano, de lo que sí están seguros es que seguirán involucrados con ambas fundaciones para ayudar a más personas en condición de vulnerabilidad, sin importar nacionalidad.

Jaime y Andrés insisten que el regalo fue para ellos y confiesan que la iniciativa marcó sus vidas. Foto: @jaimebenazar