Una vida llena de béisbol. Durante su carrera, con adversidades pero también repleta de superaciones, Mari Montes ha sabido destacar en todos los escenarios para llegar al estrellato profesional de cualquier periodista especializado en este deporte: ser integrante de la Asociación de Escritores de Béisbol de América (BBWAA, por sus siglas en inglés). Y lo logró apoyada en su condición de emigrante, que le ha permitido abrirse paso en los Estados Unidos.
Pero alcanzar la cúspide, sobre todo en un deporte marcado por estereotipos hacia las mujeres, no fue fácil. Inició su carrera como joven reportera. Su primer paso, rememora, fue la cobertura de la final de 1993 entre los “eternos rivales” del deporte venezolano: Leones del Caracas y Navegantes del Magallanes.
«Allí fue que decidí quedarme en el béisbol», dijo Montes en entrevista a Venezuela Migrante. Se lo comentó a su jefe, el director de Radio Capital en aquel entonces, quien aprovechó para advertirle que «no había ninguna mujer que hacía eso».
Así fue como, apenas meses después, ya tenía su propio segmento radial junto a Jesús Romero Anselmi. Se llamó «Por la goma», nombre que marcaría la carrera de Mari a través de columnas en periódicos como El Mundo, El Universal, Líder e, incluso, hasta la actualidad con su usuario en la red social Twitter.
«Al principio, en 1994, tuve apoyos importantísimos. El más valioso fue el de Gonzalo López Silvero, que me cantó la zona clarísima. Me dijo, mira Mari, cuando yo me equivoco lo hago porque soy humano, pero a ti te van a juzgar por ser mujer”, rememora la periodista.
La rutina de Mari cambió. Se dedicó a estudiar mucho más sobre el béisbol, a preguntar y a escuchar, «para equivocarse menos». Su actitud reflejó la seriedad de su trabajo y, poco a poco, se posicionó. Eso sí, en la senda, recuerda, hubo comentarios desagradables o desplantes: no tomaban en cuenta su opinión o creaban rumores de romances entre ella con peloteros que accedían a ser entrevistados.
«De los jugadores no tanto. La gran mayoría me trató con respeto», sostiene. No obstante, cuando comenzó a los 25 años de edad, ocurrió que un jugador, a pesar de haber sido avisado con antelación sobre la entrada de Montes al clubhouse, no se vistió. «Los mismos peloteros le pidieron que se vistiera», explica.
Su paso como anunciadora en el Estadio Universitario
«Ese fue un trabajo que yo agradezco mucho y que, además, fue muy casual», resalta. Corría la temporada 95-96 de la Liga Venezolana de Béisbol Profesional cuando, de pronto, en medio de un encuentro entre Leones y Tiburones, el tradicional sonido del rugido del león no se escuchaba. En seguida, Mari subió a los palcos del estadio para averiguar la razón.
Oscar Prieto, uno de los propietarios del equipo capitalino, le notificó que el rugido no podía sonar debido a la neutralidad del presentador ante ambos equipos. Así que, para su sorpresa, le ofrecieron el puesto. Y, nada más y nada menos, que para comenzar en el próximo encuentro entre los “eternos rivales”. Mari aceptó.
«Yo voy al juego, llego a las 4 de la tarde, veo la práctica, copio el lineup y, cuando abro el micrófono para presentar el partido, pitaron como 17 mil personas que había en el estadio. Estaba sudando. Estaba muy nerviosa. Pero, ¿por qué me pitan si yo no he hecho nada malo? Y era porque nunca hubo ninguna mujer ahí», relató.
Más adelante, durante el desarrollo del juego, la volvieron a pitar. Pero reconoce que fue por una equivocación al momento de presentar a los bateadores. Si bien al principio creyó que había sido un «debut y despedida», terminó conservando el puesto por ocho temporadas completas, hasta que decidió abandonarlo para dedicarse al cuidado de su hijo Santiago.
«Seguí siendo fanática. Hasta el día antes de venirme para Estados Unidos», asegura orgullosamente.
El momento de emigrar
El día que debió salir de Venezuela siempre lo tiene fresco en su mente. «Nosotros emigramos el 27 de diciembre de 2014. Llegamos acá (a Estados Unidos) terminando ese año. Al día siguiente se retiró Bob Abreu y no pude estar, pero los Leones me habían invitado a unos juegos antes para ser anunciadora por tres innings».
Con anterioridad la gerencia capitalina conocía que Mari y su familia emigrarían. En 2014, por primera vez en 12 años, no habían comprado el abono para los partidos de la temporada.
«Emigré porque mi hijo Daniel tenía ya 17 años en 2014 y empezó a manifestar en las protestas. Habíamos tenido situaciones muy incómodas. Las mamás acompañábamos a los chamos a marchar y un día se me perdió por horas y me quedé muy preocupada». Unas horas después supo que su hijo estaba bien, que se había escondido en un garaje para evitar ser aprehendido por la Guardia Nacional.
Daniel le comentaba a sus padres que seguiría protestando, pues «era mejor que lo matara un guardia a que lo hiciera un malandro». Esta situación generó mucha preocupación para la familia. Y, en ese escenario, le surgió una oportunidad laboral a su esposo. Fue allí cuando tomaron la decisión: se radicaron en Miami, Florida.
Los primeros meses, además de adaptación, resultaron un poco complicados. Montes no podía trabajar pero, luego de una reunión de inmigración con un abogado, se abrió una nueva oportunidad: «me dijo que como escritora de béisbol podía solicitar una residencia directa».
Algunos de los libros escritos por Mari, entre ellos Mis Barajitas, rellenan los estantes de la biblioteca en Cooperstown, lugar donde se encuentra el Salón de la Fama de las Grandes Ligas. Ese hecho, y la posterior carta de agradecimiento que recibió, resultó de suma importancia para su archivo migratorio.
«En septiembre (de 2015) nos contestaron que me daban la residencia a mí y a toda mi familia». Su esposo, productor de televisión, consiguió mayor estabilidad laboral y ahora trabaja en Disney. Ella empezó a trabajar en El Venezolano Tv hasta la llegada de la pandemia de la COVID-19, y ahora reporta y escribe para El Extrabase y Prodavinci.
Camino al estrellato del periodismo deportivo
Mari, junto a su hijo Daniel, comenzó la cobertura del béisbol de las Grandes Ligas en 2017. Desde ese momento le siguen la pista al equipo de la ciudad: los Miami Marlins. Si bien al comienzo no lo hacía con tanta regularidad, eso cambió con el pasar del tiempo.
En 2018 tuvo que enviar una carta diaria, por correo electrónico, a la Cámara de Escritores de Miami para pedir una credencial que les permitiera cubrir los partidos en Miami. Pero, de repente, en 2019 consiguieron el acceso total. «Eso es algo que te vas ganando, no me preguntes de qué depende. Me imagino que es como dicen: siempre hay alguien que está viendo».
También, esa misma campaña, ambos cubrieron la Serie Mundial entre los Houston Astros y Washington Nationals. Fue una experiencia increíble, asegura.
Durante su labor, incluso, coincidió con jugadores estrellas del deporte como el lanzador John Smoltz, a quien se encontró en un ascensor subiendo a los palcos de prensa, o con escritores a quienes anteriormente había leído en su formación. «Éramos solo tres venezolanos en esa cobertura y fue una experiencia muy sabrosa de hacer».
Y tocaron las puertas de la Asociación Americana de Escritores del Béisbol. «Comenzando este año (2021) hicimos la solicitud mi hijo y yo; cada quien por su lado. Yo creo que ni se han enterado que entró una mamá con su hijo. Nos aprobaron la solicitud. Nos comunicaron que vamos a tener acceso al Spring Training». Siendo integrante de la asociación, siempre contará con una acreditación para la cobertura de los encuentros de la liga.
Ahora pertenece a una lista exclusiva que comparte con otros ocho venezolanos en la BBWAA: Juan Vené, Manolo Hernández, Luis Enrique Rangel, Efraín Ruiz Pantin, Iván González Romero, Octavio Sequera, Ricardo Montes de Oca, y su hijo, Daniel Álvarez Montes. Mari Montes, hasta ahora, es la única mujer criolla en alcanzar ese puesto.
Solo le restan diez años para marcar otro hito: ser habilitada para votar a los futuros miembros del Salón de la Fama.
En primera persona: ¿qué es lo que Mari Montes extraña más de Venezuela?
Todo.
Extraño a la gente. Acá hay mucha frialdad en el estadio. En el Universitario yo solo ponía a rugir al león y la gente se alegraba con eso.
Extraño amigos que tengo allá. A mi sobrina Bárbara la extraño bárbaramente.
Es muy duro cuando se muere alguien y no puedes abrazar a esa persona. La impotencia que te da y no poder estar con alguien, es muy duro. Estar en Twitter y ver que alguien pone sin luz. Esas cosas a uno le duelen mucho porque uno no quiere que la gente pase esas cosas que suceden en Venezuela y no le dejan de pegar ni un día.
Hay gente que me dice que termine de cortar el cordón, pero no sé si quiero. Porque ese es mi país.
Yo le decía a unos amigos cubanos, miren yo nunca me he sentido miss Venezuela, pero ahora la responsabilidad que uno tiene en la cobertura en el estadio es mayor. Porque yo soy la venezolana en la asociación, o sea, yo tengo que cuidar todo lo que hago, estoy clara. Pero yo no puedo ni de broma hacer algo en un estadio o en un palco de prensa que pueda salpicar a Venezuela. Yo sé que yo soy la venezolana en la Asociación de Escritores y que eso es una responsabilidad. Me guste o no me guste, le guste a los venezolanos o no. Soy la primera mujer venezolana que está ahí. Hay una responsabilidad que no es impuesta, pero que yo me la impongo. No es una carga, es algo que yo debo honrar siempre.