Venezolanos en el mundo: de Alaska a la Patagonia

Maiby y Merylé son ejemplo de los kilómetros recorridos por la diáspora venezolana: alcanza los extremos de la región

Merylé Carreño, oriunda de Monagas que reside en Alaska, y Maiby Moreno, una tachirense en la Patagonia chilena, coinciden en que “hay más venezolanos” de lo pensado en estas localidades. Se trata de diferentes experiencias, las cuales convergen en zonas impensables hasta hace unos años para muchos venezolanos.

Merylé Carreño: “Vengo del polo sur al polo norte”

Merylé Carreño, administradora de 38 años, está en la ciudad de Anchorage, en Alaska, desde 2018. “Hay muchos venezolanos aquí, somos más de lo pensado, tenemos un grupo de WhatsApp y somos alrededor de 15 familias”, relata.

Su mayor satisfacción es cocinar sancochos a leña, los cuales regala muchas veces a vecinos o conocidos. “Alaska es hermoso, la gente cree que es solo nieve; pero esto es como vivir en una eterna película, todas las estaciones son bellísimas”.

Como anécdota destaca que suele ver osos, alces, y otros animales merodeando. “Ellos son los dueños de la ciudad, nosotros somos los que estamos de más… Al patio de casa, que es abierto, llegan alces”.

Merylé Carreño suele ver osos en Anchorage: “Ellos son los dueños de la ciudad, nosotros somos los que estamos de más.

Ella vivió antes en Neuquén, Argentina. O, para ser precisos, en la Patagonia argentina, donde estuvo desde 2016 y 2018. “Vengo del polo sur al polo norte. No pensé nunca que esa frase iba a tener sentido en mi vida”.

Nacida en Maturín, estado Monagas, Merylé no tenía entre sus planes emigrar. Pero su esposo, de nacionalidad mexicana, fue trasladado por trabajo a Argentina. En este país se involucró con la diáspora, ayudó a varios compatriotas que emigraron y creó una cuenta de Instagram que se llama Venezolanos en Neuquén para conectar a la comunidad. “Como no estaba trabajando tenía el tiempo para eso. Me puse a vender arepas, tequeños, en fin… Nos tocó luego irnos a Alaska porque mi esposo volvió a ser transferido por la empresa en la cual trabaja a Estados Unidos”.

Muchos están vinculados al sector petrolero. “La gente que es de Alaska no quiere vivir acá, así que hay mucha oportunidad de empleo, sobre todo con la pesca”. Otra facilidad que destaca del sitio es que después de un año de vivir ahí, el Estado subsidia a migrantes.  

Cree que se adaptó con facilidad, lo cual atribuye a su carácter. “Soy conocida como `risita´, por mis carcajadas… La personalidad que tengo me ha ayudado muchísimo a enfrentar todo esto”.

Merylé Carreño vive en Alaska desde 2018. «La gente cree que es solo nieve; pero esto es como vivir en una eterna película».

Maiby Moreno, la vida silvestre en la Patagonia, Chile

Maiby Moreno: «Fiordo es una palabra que no conocía hasta que viví aquí».

Maiby Moreno siente que es una suerte estar en la Patagonia de Chile. “He visto animales que en mi vida pensé ver, como los guanacos, veo zorros, chingue. Se puede conducir por tres horas y media en Natales y no ver a nadie, solo hay vacas, animales de la fauna silvestre, árboles milenarios”, comenta.

Llegó en enero, después de vivir en Córdoba, Argentina, y en Santiago de Chile. Oriunda de Palmira, en Táchira, y estudiante de Derecho en la Universidad de los Andes; pero por la situación del país decidió abandonar su carrera para emigrar en 2015. En el exterior se apasionó por la gastronomía y ahora se dedica a esta profesión en un hotel de Natales.

Siente que se redescubrió en esta zona del mundo. De hecho, como pasatiempo se dedica a identificar aves y flores nativas. “Es un lugar silencioso, hermoso. No tengo, sino cosas buenas qué decir de la Patagonia”. Por ser turística, Maiby dice sentirse encantada, y asegura que no es la única venezolana ahí. “Tengo un compañero de trabajo, y su novia; y hay muchos médicos venezolanos. Aquí, hasta hay Malta Polar”.

Dice que lo más asombroso son los paisajes. “Yo me asomo por la ventana de mi casa y veo las montañas nevadas, alcanzo a ver a lo lejos un glacial; un fiordo, que es una palabra que no conocía hasta que viví aquí, y tiene agua de mar y de glaciares.

Además, en pandemia de Covid-19, ella se siente protegida, porque hasta hace poco solo había dos casos activos. “Como es un lugar tan pequeño, nosotros estamos totalmente aislados porque la ciudad chilena más cercana es Punta Arenas, pero está todo cerrado. Nosotros literalmente estamos aislados”. Solo llegan barcos con alimentos, funcionan farmacias y supermercados, pero se puede caminar por las calles. Hay toque de queda, como en el resto de Chile.

«No tengo sino cosas buenas qué decir de la Patagonia».