Lo que comenzó como una oportunidad especial ha terminado en un calvario. Venezolanos que viajaron al Medio Oriente desde finales del año pasado para cumplir compromisos contractuales, están varados y alejados de sus familias. Algunos trabajaron en el sector de servicios de la industria petrolera y otros para la atención de animales. Sin embargo, la pandemia de la COVID-19 les complicó los planes.
Víctor Guevara llegó a Arabia Saudita el 14 de noviembre de 2019. Es médico veterinario y había sido contratado para el manejo y cuidado de un establo dedicado a la reproducción de equinos. No obstante, para su sorpresa, la organización para la que se desempeñaba prescindió de su contrato con la llegada de la pandemia. Desde ese momento, ya sin poder regresar a Venezuela, quedó varado y su situación económica se deterioró.
«Un médico veterinario siempre tiene trabajo, pero la mayoría se valía de la ocasión para pagar lo que ellos creían», cuenta Guevara. Tuvo un salario de 1.500 dólares desde diciembre hasta febrero, mes en el que le comenzaron a rebajar los montos. «Me descontaron hasta unas pastillas para el dolor de cabeza y bajaron mi salario a 1.000 dólares», ello, sumado a otras deducciones, terminó ubicando sus ingresos en apenas $280. Si bien su contrato culminó en junio, no le pagaron ese mes ni mayo.
Ante esa situación, y en medio de la desesperación, consiguió ayuda de un ciudadano saudí que le ofreció alojamiento, pero con una condición: atender su granja sin salario alguno. Sin más opciones, Víctor tuvo que aceptar. El poco dinero que pudo ahorrar ya se le terminó, pues envió una parte a sus familiares en Venezuela.
El idioma ha sido otra de las tantas dificultades para Víctor. Para comunicarse aprendió lo que considera algunas «palabras claves» que, junto al apoyo del traductor de Google, ha podido desempeñarse todo este tiempo. «Lo que más me ha afectado es apegarme a sus costumbres. Estoy como un preso porque muy poco salgo», lamenta.
Su estadía en el país saudí, que ya se ha extendido por casi 10 meses, ha afectado su salud mental. Tiene tres hijos en Venezuela y a su madre, una señora mayor de edad jubilada de educación. Él es el soporte económico de su familia.
«Lo más difícil es mantenerse fuerte mentalmente»
Los trabajadores del sector petrolero y gasífero también se vieron afectados. Entre ellos se encuentra Alberto Cedeño, quien trabajó con la empresa española Técnicas Reunidas como encargado del departamento de Planificación y control del proyecto Haradh, en Arabia Saudita. «Tenia rotación cada tres meses a Venezuela; con dos semanas de vacaciones y me encuentro varado desde el mes de marzo», explicó.
En ese mismo mes debió tomar su rotación por vacaciones, pero por la pandemia ya acumula seis meses sin poder viajar. Desde el 13 de julio, además, está sin trabajo, fecha en la que la empresa terminó con el contrato.
Ahora pasa los días encerrado en una habitación que la misma empresa le provee, ubicada en el campo de trabajo. En ese tiempo ha visto, incluso, tormentas de arena; la más reciente el 31 de agosto. A causa de éstas pasó tres meses enfermo, principalmente sufriendo alergias.
«En esos meses me dio depresión, un poco de nervios y ansiedad», recuerda. Los efectos le duraron hasta finales de junio, cuando se pudo recuperar, exceptuando irritaciones en la garganta durante algunos períodos.
En todo este tiempo ha sido atendido por tres médicos diferentes, quienes terminaron por diagnosticar lo mismo: «tengo problemas con los cornetes y me tengo que operar», cuenta Alberto. «Por eso tengo que salir de aquí», sostiene.
«Aquí lo más difícil es mantenerse fuerte mentalmente», dice Cedeño. Intenta ocupar el tiempo estudiando por Internet, conversando con su esposa por videollamadas, haciendo deporte y leyendo.
Ahora, cansado de esperar por una solución por parte del Gobierno venezolano, intenta encontrar una ruta para regresar a Venezuela a través de la frontera con Brasil, tal como hizo a finales de agosto un grupo de turistas venezolanos varados en España.
Venezolanos varados sin respuesta de las autoridades
Wilson Fuentes también forma parte del grupo de venezolanos varados. Ingeniero eléctrico, laboró como consultor para Weatherford OilTools en Omán, desde el año pasado. «Trabajaba con un régimen de rotación de seis semanas en Omán y tres semanas de descanso en Venezuela», afirma.
Regresó a Omán en febrero, pero debido a la pandemia no pudo retornar. La compañía terminó su contrato en mayo y desde entonces no recibe salario, por lo que ha tenido que cubrir gastos con sus ahorros.
Su caso es similar al de César Zurita. También fue despedido, pero a finales de junio. «Desde entonces la empresa me brinda techo y un seguro médico, mas no salario», sostiene. Ha llamado a la embajada en numerosas ocasiones, «pero lo que me han dicho es que hay que esperar por las autoridades en Venezuela».
El 20 de agosto un funcionario de la embajada venezolana en Líbano comunicó a través de un grupo de Facebook que se dispondrían próximos vuelos de repatriación con un precio de 750 dólares con la ruta Beirut-Caracas. Para muchos de los venezolanos varados era una opción, pero hasta la fecha tampoco han recibido respuesta alguna.
Ante ello, y el aumento de la incertidumbre, se coordinan para viajar a Venezuela desde su país vecino, Brasil.