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Trasladan a San Cristóbal a migrantes venezolanos por falta de refugios en la frontera

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Al menos ocho autobuses con migrantes venezolanos arribaron este Viernes Santo muy temprano a San Cristóbal, capital del estado Táchira, procedentes de la frontera colombo-venezolana, donde los albergarán en instalaciones deportivas del sector de Pueblo Nuevo.

El arribo de los autobuses a la capital tachirense, tipo Yutong, alertó desde muy temprano a habitantes de la ciudad, quienes, a través de redes sociales, informaron sobre la presencia de este grupo de personas en el gimnasio de fútbol sala “Campeones del 97”.

Estas instalaciones cuentan con unos camerinos que serán utilizados para que los venezolanos retornados puedan cumplir los 14 días de cuarentena  y luego ser trasladados hasta sus sitios de origen, se informó este 10 de abril.

Trascendió que el estadio Metropolitano de béisbol, ubicado muy cerca del gimnasio de fútbol sala, también será utilizado para recibir a los migrantes. Una fuente aseguró que las mujeres estarán en el gimnasio y los hombres en el estadio.

Se desconoce la cantidad de personas que en las próximas horas serán enviadas a la capital tachirense, pero desde este jueves los rumores sobre la llegada de los migrantes a San Cristóbal hizo que los habitantes de esta ciudad salieran a las calles a resguardar las instalaciones educativas, por cuanto la información era que serían llevados a las escuelas.

Protestas y toma de escuelas

El jueves en horas de la mañana en la carretera que conduce desde la frontera a San Cristóbal, específicamente en el sector El Valle, los pobladores trancaron el paso de vehículos para impedir que los migrantes pasaran a la ciudad.

Allí se presentaron altercados con organismos de seguridad; sin embargo mientras las personas protestaron no llegaron los autobuses.

En sectores como el Barrio Alianza, Unidad Vecinal, Zorca, La Ermita y la avenida Rotaria los vecinos se organizaron y durante todo el día estuvieron pendientes para no permitir que esos sitios no los usen como refugios.

En Zorca, por ejemplo, las personas soldaron las puertas y el portón de la escuela, después que una comisión de Salud y de cuerpos de seguridad se hicieran presentes.

En la avenida Rotaria, específicamente en el sector Genaro Méndez, colocaron obstáculos en la entrada del lugar para que no tomaran la escuela estadal Manuel Felipe Rugeles para ayudar a los retornados venezolanos. En horas de la noche cuerpos de seguridad retiraron los obstáculos que impedían el paso.

Luego de las 10 de la noche y en medio de un apagón general, las personas seguían en las calles para resguardar las escuelas. En La Ermita  se escuchaban  gritos, tocaron pitos, les daban golpes a los postes de electricidad cada vez que sentían que estaban en peligro, inclusive en otros lugares como Qunimarí, Barrio Obrero y la avenida Rotaria se escucharon detonaciones, pero no se logró determinar de qué se trataba.

Más de tres mil venezolanos retornados

Hasta este jueves, Freddy Bernal, delegado político de Nicolás Maduro en Táchira, informó en cadena de radio que 3.974 personas habían llegado al estado, procedentes de Colombia, Ecuador y Perú.

Según Bernal, el 95% retornó a Venezuela por el puente internacional Simón Bolívar y el resto lo hizo por los pasos irregulares.

El dirigente del Psuv explicó que en los municipios fronterizos Bolívar, Ureña y Junín fueron habilitados 10 puntos de atención social integral (Pasi), en las instalaciones educativas que han sido adecuadas para albergar a los retornados.

Dijo que en estos tres municipios se ubicaron a unas 2 mil 800 personas, pero unas mil permanecían en el terminal de San Antonio por lo que se presume que son esas a quienes enviaron a San Cristóbal.

Bernal también informó que han coordinado e intercambiado información con organismos colombianos como la secretaría de Gobierno de la Gobernación del Departamento del Norte de Santander y los equipos epidemiológicos,  para saber exactamente el número de personas que llegan desde el vecino país a territorio venezolano.

 

Regresar a su país sin nada, la odisea de miles de venezolanos en Colombia

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Por la carretera que conecta a Bogotá con la ciudad de Tunja (centro), un grupo de 17 venezolanos camina con sacos, maletas, bolsas, un coche para bebés y hasta un colchón; su objetivo es regresar a su país porque en Colombia no han recibido ayuda ante la pandemia del coronavirus y no quieren morir de hambre.

En el peaje de Los Andes, punto de salida de la capital colombiana hacia el departamento de Boyacá, cuya capital es Tunja, los miembros de la familia Rojas compran algo con el poco dinero que les queda y caminan abrigados para combatir el frío mañanero de Bogotá, ciudad a la que habían llegado hace nueve meses buscando un mejor futuro.

«Nos sacaron de donde vivíamos ¿y cómo hacemos con nuestros hijos? (…) Dormir bajo un puente con nuestra familia no se puede. En Venezuela tampoco se puede, la situación está demasiado fuerte y todo el mundo lo sabe», comenta a Efe Manuel, miembro de la familia Rojas que estaba radicado en Bogotá y ahora cubre su rostro con una mascarilla improvisada.

Sin embargo, tiene la esperanza de que en su país, a pesar de la crisis en que viven, encuentren algo mejor porque conocen a más gente y pueden pedir más ayuda.

Larga caminata de regreso

Para regresar a Venezuela los migrantes comenzaron este viernes, 10 de abril, una caminata que debe terminar en ocho días en la ciudad colombiana de Cúcuta, que tiene el principal paso fronterizo con Venezuela, donde saben que la situación no es fácil pero por lo menos estarán entre los suyos.

Ciudadanos venezolanos regresan a su país este viernes, por el peaje norte de Bogotá

En total son más de 530 kilómetros los que deberán recorrer para llegar a Cúcuta, un trayecto que harán por el momento a pie y que contrasta con lo que ocurría hace un año, cuando eran miles los venezolanos que caminaban desde su país hacia el interior de Colombia e incluso hacia otras naciones como Ecuador y Perú.

«Pedimos al señor presidente (de Colombia, Iván Duque) que ayude a los venezolanos y nos mande una buseta (autobús) para que nos saque de aquí, nos están sacando de los arriendos», dice, por su parte, Antonio Rojas.

Por toda Colombia son miles los venezolanos que quieren llegar hasta el puente Simón Bolívar, en Cúcuta, y de allí cruzar a San Antonio, en el estado Táchira.

Según Migración Colombia, poco más de 2.200 han pasado por los corredores humanitarios habilitados por las autoridades en la frontera cerrada desde que comenzó la cuarentena obligatoria para contener la pandemia.

Ante la falta de un refugio y posibilidades económicas ocasionadas por el COVID-19, la familia Rojas compuesta por 17 personas, regresan a Venezuela luego de permanecer un año en la capital.

Sin medios y sin hogar

Con la parálisis económica que conlleva la cuarentena, miles de venezolanos que habían emigrado a Colombia se quedaron sin fuente de ingresos y en consecuencia sin medios para comer o para pagar un arriendo, por lo cual optan por el regreso.

Como la familia Rojas, a muchos les toca apelar a la caminata, a pesar de la prohibición de salir de casa vigente desde el pasado 25 de marzo y hasta el 27 de abril, mientras que unos pocos afortunados han podido alcanzar la frontera en autobuses.

Sin embargo, las autoridades alertaron de que hay «un grupo de transportadores, quienes portando documentación falsa supuestamente expedida por la autoridad migratoria colombiana, buscan evadir los controles».

Uno de esos casos ocurrió el domingo pasado, cuando seis conductores de autobuses de servicio especial que fueron «detenidos en un control vial a la altura de Tunja, presentaron a las autoridades un comunicado falso, con sellos del Ministerio de Relaciones Exteriores», detalló Migración Colombia.

El organismo señaló que en el documento los hombres «aseguraban que estaban prestando un servicio de apoyo logístico y administrativo a las seccionales de Migración Colombia de las ciudades de Bucaramanga y Bogotá para el transporte de ciudadanos venezolanos», lo que es falso.

El parque de los venezolanos

En Bucaramanga, capital del departamento de Santander (noreste), centenares de venezolanos se han aglomerado esta semana en el Parque del Agua, donde piden con urgencia al Gobierno colombiano una ayuda para poder regresar a su país.

La imágenes de la multitud preocupan a las autoridades, pues temen que pueda haber un foco de contagio del coronavirus entre quienes pasan los días a la espera de soluciones para situación.

En la ciudad de Bucaramanga se congregan en el parque del Agua. Foto: RCN Radio

Por ello, el gobernador de Santander, Mauricio Aguilar, dijo que su despacho acompañó el jueves «el proceso de 300 venezolanos que querían retornar a su país de origen».

Esa operación de traslado a Cúcuta para desde ahí cruzar la frontera estuvo acompañada por el Ejército y la Policía, quienes han garantizado la seguridad de los migrantes en el Parque del Agua.

Más de 1,8 millones de venezolanos están radicados en Colombia, según el más reciente informe de las autoridades migratorias divulgado a principios de mes, de los cuales hay miles que agregan una incertidumbre más a sus vidas por cuenta del coronavirus.

Efe

Refugios para venezolanos en Lima: en contingencia por la pandemia

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El COVID-19 cambió muchas de las dinámicas que conocemos. Los refugios en Lima que atienden a los venezolanos sin hogar también han tenido que modificar su funcionamiento. Por ello, se han activado planes se contingencia para la redistribución de alimentos y para atender la salud mental de los migrantes que permanecen confinados. 

Debido a las restricciones propias de un estado de emergencia, algunos refugios han reportado dificultades con la llegada los alimentos. Pero, como coinciden sus voceros: «Afortunadamente ningún migrante se ha acostado sin comer».

Oscar Huapaya, representante del refugio Cristo Resucitado, afirmó que la pandemia los tomó por sorpresa y por eso algunas veces necesitan dotación adicional para cubrir las necesidades de todos. «Necesitamos más apoyo con los alimentos y los víveres. Adicionalmente, por la pandemia necesitamos que nos donen alcohol, lejía, artículos de aseo personal, detergente y agua potable para sostenernos y poder llegar hasta el final de esta coyuntura».

Actualmente, 32 personas —distribuidas en 7 habitaciones— comparten los espacios de este refugio ubicado en el distrito de Villa el Salvador, de la capital peruana.

En la Casa de la Esperanza, un refugio metodista ubicado en el distrito limeño de San Miguel, residen temporalmente 33 venezolanos. Antes de la pandemia, a cada familia se le entregaba mensualmente una canasta con los alimentos básicos, que también incluía la harina para las arepas. Como alguno de los miembros de la familia trabajaba de manera informal, tenían la posibilidad de complementar su alimentación con los productos que prefiriesen. Pero debieron hacerse ajustes. «Se estaba haciendo difícil conseguir alimentos. Así que lo que decidimos implementar la alternativa de una olla común», como relata la vocera Carmen Mollo.

refugios en Lima abril 2020
A través de las iglesias a las que pertenecen administrativamente estos refugios en Lima se gestionan las donaciones y ayudas, según explicaron sus voceros.

Medidas de prevención en los refugios

Actualmente, se tiene como política no recibir a más personas en los albergues donde aún queda disponibilidad para evitar contagios del COVID-19. Tampoco están permitidas las visitas y las labores de limpieza están distribuidas entre todas las personas, según sus capacidades físicas.

Por ejemplo, en el refugio Virgen de Coromoto, ubicado en el distrito limeño Villa María del Triunfo, extremaron las medidas de seguridad. En ese espacio se encuentra una embarazada y solo se autoriza el ingreso al médico de la posta —el ambulatorio de salud de la zona— para que le realice el control de rutina.

Mientras tanto, el resto se encarga —entre otras labores— de desinfectar las áreas comunes. «Acá, la única que entra y sale, además del médico, soy yo. Y eso porque estoy encargada de comprar los alimentos o productos que se necesiten en el albergue», explica Minerva Morales, representante del refugio.

Cuidados emocionales y mentales

La preocupación colectiva, como relatan los representantes de los refugios, no es solo la alimentación. Esa incertidumbre, ese qué va a pasar después de la cuarentena y cómo enviar dinero a Venezuela cuando no están generando ingresos se manifiesta a diario. 

En este sentido, en la Casa de la Esperanza se realizan charlas motivacionales para mantener el buen ánimo de todos. «Es verdad que los venezolanos son muy alegres, pero a veces se me deprimen. Por eso también los mantenemos bastante ocupados con la asignación de actividades de mantenimiento del refugio: es importante que se sientan útiles y productivos. Para los que desean, también ofrecemos contención a través de la fe, ese otro apoyo emocional», cuenta Carmen Mollo.

Por esa razón, además de ropa o alimentos, estos refugios necesitan ayuda para crear espacios recreativos: donación libros y cuentos, así como también juguetes en buen estado para los más pequeños.

Se estima que solo en Lima funcionen un aproximado de 22 refugios administrados por iglesias de diferentes credos, 21 de los cuales atienden exclusivamente a migrantes extranjeros y otro a mujeres en situación de violencia.

 

Con la mente en Venezuela y confinados en casa, así viven migrantes venezolanos la pandemia en Londres

“Gracias a nuestros increíbles trabajadores del Sistema Nacional de Salud”, rezan las pantallas de King’s Cross en azul brillante. Ubicada en el este de Londres, King’s Cross es una de las estaciones de tren más importantes que conecta la capital con el norte del Reino Unido. Al igual que en el resto de la ciudad, los negocios de la terminal han cerrado sus puertas.

Una mujer recomienda por el autoparlante no usar el servicio si no se trata de un viaje “esencial”. No hay pasajeros corriendo de un lado a otro para tomar el tren a casa. Tampoco está la interminable fila de turistas esperando para hacerse una foto con las pertenencias de Harry Potter en la plataforma 9 y 3/4.

Londres, una ciudad con 8,9 millones de habitantes, ha quedado vacía por la pandemia del COVID-19. El tráfico en las intersecciones de Piccadilly Circus desapareció, mientras que pocos negocios operan a puertas cerradas y por delivery para mantenerse en pie.

Migrantes venezolanos en Londres durante la pandemia

La comida y Venezuela

Pero la disrupción de la normalidad en Londres no es la principal preocupación de Solange, una joven venezolana que se mudó a la capital británica hace más de cuatro años y que trabaja en el departamento de mercadeo de una empresa de tecnología en Soho.

“Una de mis mayores preocupaciones es abastecerme de comida. Donde vivo solo hay dos tiendas pequeñas que no tienen tanta variedad. La gente también está comprando por impulso y con pánico. Estoy trabajando desde casa e igual tengo que cumplir un horario, como muchas otras personas (…) pero aún así estoy agradecida de vivir en un país en el que me puedo lavar las manos todas las veces que quiera”, explicó a Efecto Cocuyo vía telefónica.

La otra preocupación de Solange está a más de cinco mil kilómetros del Reino Unido, en Caracas, donde reside su madre y adonde planeaba viajar durante la Semana Santa.

“Mi mamá es dentista y tuvo que dejar de trabajar. Yo la apoyo mandándole remesas porque aún tiene que pagar el alquiler del consultorio. Le dieron la posibilidad de atrasar el pago durante seis meses, pero después de ese período igual tendría que cancelar la deuda. Tenemos que tomar la decisión de si vale la pena continuar con el contrato o no”, relató.

La suspensión de clases presenciales y la paralización de las prácticas de laboratorio preocupan a Juan Carlos Gabaldón, un joven médico venezolano que se mudó a la capital británica el año pasado para hacer un posgrado en la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres, pero no más que la situación en Venezuela.

“Mis padres son médicos jubilados y viven en Mérida. Seguían yendo al hospital hasta que empezó la cuarentena. La pandemia se suma a todas las otras crisis que ya estaba atravesando el país, como la de gasolina. Definitivamente me preocupa más la situación en Venezuela que en el Reino Unido”, dijo el joven médico.

Dos meses y siete días han transcurrido desde la detección del primer caso confirmado de coronavirus en el Reino Unido. De acuerdo con las últimas cifras divulgadas por el Departamento de Salud y Seguridad Social, 55.242 personas han dado positivos para el virus y 6.159 han fallecido.

El Shard, el edificio más alto del Reino Unido, se alumbra de azul todas las noches en honor a los trabajadores de la salud y el Excel, un centro de conferencias a las afueras de la ciudad, se transformó en un hospital de campaña con capacidad para atender a cuatro mil personas.

Las últimas 72 horas han sido cruciales para los británicos: los casos de coronavirus siguen en ascenso, la reina Isabel II dio un solemne mensaje a la población el pasado domingo, 5 de abril, y el primer ministro, Boris Johnson, ingresó a cuidados intensivos la noche del lunes.

En Londres acatan cuarentena

Para Andrea Pinza, venezolana que trabaja en el departamento de operaciones de una editorial con sede en Londres, los últimos hechos representan un claro llamado de que hay que acatar la cuarentena.

“(El mensaje de la reina Isabel y el traslado de Johnson a cuidados intensivos) representan un recordatorio mucho más fuerte para la población que todavía estaba escéptica o que no se tomaba las medidas tan en serio”, explicó la venezolana.

“Toda mi familia vive en Venezuela, yo soy la única que vivo afuera y estoy viendo lo complicado que es prevenir la expansión del virus incluso en un país con un sistema de salud muy bueno. Les comento lo grave que es la situación aquí para que tomen conciencia”, explicó Pinza.

Tras realizar una alocución para felicitar a los trabajadores de la salud y llamar a la ciudadanía a cumplir las medidas preventivas, la reina Isabel aseguró a la población “nos volveremos a encontrar”.

El mensaje, que duró menos de cinco minutos, resonó en Gabaldón. “Es un contraste importante cuando lo comparamos a lo que acostumbramos a ver en Venezuela. Fue un discurso impecable hecho en un momento crucial, mientras que en Venezuela este tipo de alocuciones se hacen tan seguido que carecen de legitimidad”, explicó.

Inicialmente el Gobierno británico adoptó la inmunidad del rebaño o inmunidad colectiva como estrategia para combatir la pandemia, además de promover el distanciamiento social y el lavado de manos constante. Esta estrategia consiste en exponer a una proporción de la población al SARS-CoV-2 para que se vuelva inmune y se detenga la expansión del virus.

Sin embargo, luego de que investigadores de Imperial College, en Londres, proyectaran que 250 mil morirían de continuar con la inmunidad del rebaño, el primer ministro anunció un cambio de estrategia.

Desde el 23 de marzo, los londinenses están bajo cuarentena para prevenir la expansión del virus y evitar que el Sistema Nacional de Salud (NHS por sus siglas en inglés) colapse.

Ecuador: la burocracia de la muerte

Dejó de respirar dentro de la camioneta. Antonio García, de 74 años, llevaba 15 días en su casa con fiebre y problemas respiratorios sin que ningún médico del sistema de salud ecuatoriano lo asistiera. La operadora de emergencia del 911  de Ecuador no le asignaba cita porque sus síntomas no eran lo suficientemente graves. 

Su hijo Arturo veía con frustración cómo su padre sufría. La madrugada del 3 de abril empezó a respirar con mucha dificultad: “Me lo tuve que llevar rápido al hospital”. No llegó a tiempo. Antonio García murió en el interior del auto frente a un centro hospitalario ubicado en Guayaquil, Ecuador. 

Una muerte más en medio de la pandemia por el COVID-19, que hasta el 3 de abril ha cobrado la vida de 145 personas en Ecuador, de acuerdo con el Ministerio de Salud. Es posible que la cantidad de fallecidos y afectados sea mayor. El mismo presidente de Ecuador, Lenín Moreno, confesó el 2 de abril que los números oficiales “se quedan cortos”

En la espera

Anita Cando vive en carne propia el “desastre”, como califica a la situación sanitaria actual. Su suegro, de 73 años, murió a las 7:30 de la mañana del martes 31 de marzo. “Todavía no lo han retirado de su casa”, aseguró a Efecto Cocuyo, el jueves 02 de abril.

El suegro de Cando se llamaba Alberto Quijije Espinoza y vivía con otras seis personas: su esposa, una de sus hijas, su yerno y dos nietos. Ellos consideran que la muerte de su familiar fue por una falla respiratoria. Durante varios días estuvo quejándose por una constante tos seca, decaimiento y fiebre. De acuerdo a lo que le manifestaba a sus familiares, creía que estaba infectado por el nuevo coronavirus. 

El viernes 27 de marzo se dirigió a un hospital del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social (Iess) en el sur de la ciudad de Guayaquil, pero no fue atendido. Su estado de salud no parecía crítico. Podía respirar sin mayor dificultad.   

El hombre decidió ir a un médico particular, quien le pidió que se mantuviera en casa. Dos días después falleció. “Ahora no sabemos si fue por coronavirus o no. Es increíble que no lo atendieran, a pesar de que allí tienen su historial médico. Él era diabético”, se quejó Cando. 

Irregularidades

Luego de constatar que el señor Quijije estaba muerto, sus familiares llamaron al 911 para informar el deceso y solicitar un médico que hiciera el informe para poder enterrarlo. No enviaron a nadie. Sin ese documento ni las funerarias ni los funcionarios públicos pueden manipular el cadáver. “Unas funerarias nos ofrecieron sacarnos el informe si les pagábamos 300 dólares. Un abuso”, dijo Cando. 

El informe médico no es el único obstáculo para enterrar o cremar un familiar en Guayaquil. La capacidad de los cementerios de la ciudad fue llevada al límite, debido a la cantidad de cadáveres que requieren ser inhumados en tan poco tiempo.

“Se tiene que madrugar para que te den un ticket para el otro día, solo 50 por día. Y no para el entierro, ese número es para que te atiendan y luego te asignan un día”, según Cando fue lo que le explicaron a su esposo en la Junta de Beneficencia de Guayaquil, ONG que administra los tres cementerios más importantes de la ciudad. 

Ante la ausencia de una respuesta, la familia de Quijije decidió dejar la casa y mudarse temporalmente. El cadáver se descompone sobre una cama. “Lo dejaron como lo encontraron. La familia de mi esposo siente que tirarlo a la vereda es una humillación”.  

Burocracia

Desde hace una semana, en las redes sociales se comparten videos de cadáveres frente a viviendas, dejados allí por sus familiares. De acuerdo con Cando, en la lista de los que procuran enterrar a sus familiares hay quienes tienen hasta 7 días de espera, “por eso los sacan de sus casas”, explicó.  

El esposo de Cando fue al Registro Civil frente a la Unidad Judicial de Valdivia (al sur de la ciudad), el primero de abril para gestionar el registro de defunción de su padre. Le dijeron que debía llegar temprano en la mañana porque solo estaban atendiendo 90 personas. “Todo esto nos hace más duro el dolor”, expresó la nuera del señor Quijije. 

De acuerdo con una publicación del diario ecuatoriano El Universo, del 31 de marzo, la policía de Ecuador tenía una lista de 450 personas con familiares muertos en sus casas a la espera de ser recogidos por las autoridades. Según representantes del Estado, los cadáveres son almacenados en las morgues temporales de cuatro hospitales de la ciudad hasta que puedan ser inhumados.  

Solo hay pruebas para quienes tienen síntomas 

Jorge Wated, funcionario encargado de la fuerza conjunta en la provincia del Guayas, informó en cadena nacional el primero de abril que en Guayaquil el Estado recoge alrededor de 150 fallecidos en sus casas, sin especificar cuántos de esos muertos fueron víctimas de COVID-19. 

La doctora Mayra Malavé, quien atiende en una clínica privada en el norte de la ciudad, declaró a Efecto Cocuyo que actualmente recibe alrededor de 20 personas diarias, de las cuales 14 llegan con síntomas propios de la pandemia. 

“Los mando a que se hagan la prueba. Sin embargo, una parte no regresa, algunos porque deciden quedarse en casa y otros porque mueren”, afirmó la médica. Contó que la semana pasada asistió un hombre cardiópata con síntomas de COVID-19. “Murió a los dos días. Lamentablemente muchas personas buscan atención después de padecer lo síntomas durante días”, agregó. 

La doctora Malavé considera que las cifras dadas por el Gobierno Nacional son imprecisas, debido a que solo cuentan a los pacientes infectados fallecidos dentro de los hospitales o a quienes mueren en casa y ya tenían diagnóstico. “Muchos de mis pacientes tienen miedo de hacerse el examen y prefieren guardarse en casa y no avisar a las autoridades. Temen ser internados en un sistema de salud público al borde del colapso”. 

Explicó que no se están haciendo pruebas suficientes. “El ministerio de salud no da abasto y los laboratorios privados están en una situación similar”, indicó. Uno de los laboratorios privados más grandes de Guayaquil, Interlab, emitió un comunicado el primero de abril para informar que solo tomarían 50 muestras, estas para personas con solicitudes previas y con síntomas de COVID-19.

Para Malavé, que hagan las pruebas solo a personas con síntomas es un error. De acuerdo a su experiencia durante estas tres semanas, los síntomas indicados por el Ministerio de Salud son insuficientes porque hay otros síntomas constantes que no son tomados en cuenta: el decaimiento y la fatiga extrema. Desde su punto de vista ese criterio no ayuda a disminuir la propagación o a “salvar vidas”.  

La médica con experiencia en salud pública explicó que la COVID-2019 es una enfermedad emergente, es decir, todavía no se la conoce suficiente. “En este contexto pandémico hay que tratar a los pacientes como infectados hasta demostrar lo contrario, para que podamos identificar y descartar con velocidad. Así evitaríamos más muertes”, añadió. 

Ecuador ha realizado alrededor de 9.000 pruebas para detectar COVID-2019, de las cuales 3.368 dieron positivo, como señala el informe del Gobierno de ecuador del 3 de abril. Para atender a esas personas Ecuador cuenta con 1.183 camas de cuidado intensivos (UCI). Es decir, 6,77 por cada 100.000 habitantes. España e Italia, los dos países con mayor mortalidad por la enfermedad, tenían al comenzar la pandemia 9,7 y 12,5 por cada cien mil habitantes. El sistema de salud ecuatoriano no da abasto.