Antes de aterrizar con su familia en Chile, Audy Atay, un médico oriundo del estado oriental de Anzoátegui, intentó vencer las adversidades económicas en Venezuela. Renunció a Inelectra, donde trabajó durante años, e inauguró un consultorio en la ciudad venezolana de Barcelona. El emprendimiento que duró casi un año no prosperó, producto de la crisis.
Su sobrino, Samuel Pararia, un joven ingeniero mecánico, lo invitó a Santiago de Chile, donde está radicado desde 2016 junto a su esposa. “Yo lo convencí. Él siempre se rehusó a emigrar. Hace unos seis años se abrió una posibilidad de irse a Estados Unidos y a los Emiratos Árabes para trabajar, pero tenía la barrera del idioma y tampoco en ese momento estaba tan mal en Venezuela. Pero no deseaba irse”.
Así, en 2018, Audy, junto a su esposa Brigit Beyk y su hijo Fouad, aterrizó en el país austral. La familia se estableció en el centro de la capital chilena y enseguida hicieron contactos con la iglesia evangélica, adonde asistieron de forma religiosa. “Eran muy queridos”, relata Samuel.
Audy era un hombre polifacético. Graduado de la Universidad de los Andes como médico y con una especialidad en España, este venezolano dedicó gran parte de su vida a la música. Sus seres queridos recuerdan cuando tocó el piano con figuras famosas de la década del 90, entre ellos Porfi Baloa y los Melódicos.
De hecho, en los últimos años alternó el oficio de la medicina y la música. De este modo, dictó clases para aprendices de piano y tocó el instrumento, ad honorem, en un templo evangélico de Santiago. “Siempre quiso regresar a Venezuela, obviamente cuando estuviesen dadas las condiciones. Tenía la esperanza de un cambio en el país”, dice su sobrino.
El fatídico COVID-19
Chile acumula más de 313.023 mil casos confirmados de COVID-19 y casi 6 mil muertes desde que llegó la enfermedad al país, en marzo. Salvo Audy, la familia Atay Beyk se mantuvo en aislamiento estricto para evitar el contagio del virus. “Ellos evitaban salir, él tenía miedo al coronavirus”, recuerda Samuel.
El doctor, especializado en salud ocupacional e higiene del ambiente laboral, tenía un año ejerciendo, tras aprobar la prueba de homologación de la carrera de medicina en Chile. Antes, entre 2018 y parte de 2019, prestó servicios de traslados de pacientes en ambulancias, un oficio descrito por sus familiares como parecido al de paramédico.
Por su empleo, en un centro médico destinado a trabajadores, el médico salía frecuentemente a la calle. En ocasiones atendía a pacientes a domicilio y otras en un consultorio. A principios de junio, el venezolano presentó todos los síntomas del coronavirus: fiebre alta, tos, dificultad para respirar, entre otras.
Solo duró más de una semana con los síntomas. Falleció la madrugada del 16 de junio. Días antes acudió al Hospital del Trabajador, pero la versión de su sobrino, Samuel, es que recibió una inadecuada asistencia. “Ingresó por urgencia y el servicio que recibió fue pésimo. Lo vieron media hora y lo dieron de alta, y ni licencia le dieron”, explicó.
Audy decía que se sentía “muy mal”. De ahí que otro médico, amigo de él, le practicó un test rápido que salió negativo. Por el empeoramiento de su salud lo trasladaron al Hospital Clínica de la Universidad de Chile, donde lo hospitalizaron y, posteriormente, falleció. Según Samuel, luego se confirmaría que murió como consecuencia del coronavirus. “Presumimos que la atención en el primer hospital influyó en su muerte, pues fue muy deficiente”, asegura.
El venezolano, de 56 años, se convirtió en el primer médico extranjero en fallecer en Chile debido a la enfermedad. Ninguno de sus familiares pudo acudir a su entierro, que se hizo en completo aislamiento como dictan los protocolos sanitarios.
Por el duelo, Brigit, esposa de Audy, delega en Samuel la potestad de declarar sobre el deceso. “Mi tío era como un segundo padre para mí. Él nos deja un gran legado en la familia: era el más alegre de todos, siempre buscaba la unidad familiar. Siempre nos inculcó ser buenos estudiantes y el amor a la música”, dice el sobrino.
Él pide solidaridad con los dolientes que, considera, quedan en condiciones de “precariedad” frente al deceso. “Mi tía debe enfrentar una nueva y dura realidad, por lo que ahora estamos en búsqueda de un apoyo, que consiste en una ayuda para pagar los gastos médicos de la atención que recibió en el Hospital Clínico de la Universidad de Chile”, menciona.
Para este ingeniero lo ocurrido con su tío debe ser considerado como “enfermedad laboral” porque “su contagio fue por ocasionado por su profesión”. Pide al Gobierno de Chile dar resolución al trámite de Residencia Definitiva de su tía y su hijo, una gestión que lleva casi un año en proceso. También ruega por apoyo con “empleo digno” para Brigit, administradora de profesión, que ayude a “enfrentar esta nueva realidad”.