Perú, después de Colombia, es el segundo país con más extranjeros de nacionalidad venezolana. A septiembre del 2021 registraba 1,286,464 en la Plataforma de Coordinación para Refugiados y Migrantes de Venezuela. Muchos tienen estudios superiores, sin embargo no logran insertarse en el mercado laboral formal, y tampoco pueden homologar sus títulos en el país.
Hay quienes desempeñan labores diferentes a sus profesiones y otros deciden emprender con algún negocio. No se sabe con precisión el número de emprendimientos venezolanos, tampoco cuántos había previo a la pandemia y si esta tendencia aumentó debido a que el COVID-19 dejó a muchos sin empleo.
Según datos de una encuesta regional publicada por Equilibrium Cende, entre 43% y 48% de la población migrante en Perú, Colombia y Ecuador, se había quedado sin empleo por las medidas sanitarias y gubernamentales para frenar la propagación del virus.
Venezuela Migrante recogió la historia de dos emprendedores que llegaron a Perú y tuvieron la ilusión de construir una idea de negocio, para dejar en alto el sabor de la casa, el sabor venezolano en otras tierras.
Embutidos venezolanos en el paladar peruano
Yajaira González es odontóloga venezolana radicada en Perú desde el año 2017. Salió en septiembre de ese año en busca de mejores oportunidades para ella y su familia. Desde que se graduó no había dejado de ejercer. Ya en Venezuela en sus ratos libres, junto a su esposo, Giovani Solórzano, preparaban embutidos para sus reuniones familiares y amigos.
Con el paso del tiempo fueron elaborando más y más salchichas hasta que decidieron capacitarse para mejorar la producción de estos productos. Esto les permitió reinventarse cuando emigraron.
“Allá en Venezuela nosotros teníamos nuestros trabajos y esto lo hacíamos por hobby, porque nos gustaban los embutidos de calidad” comenta Yajaira en una videollamada.
Con la venta de sus bienes lograron alcanzar un capital de inversión para emprender su negocio: Embutidos 3G.
Embutidos 3G
Yajaira ve el lado bueno de la crisis en Venezuela. Dejar su país no fue fácil, pero le permitió emprender y concretar su propia empresa en Lima. Cuenta que todos sus proyectos los planifica y así obtiene buenos resultados. Proyectó la migración de su familia y ahora se prepara con su emprendimiento llamado “Embutidos 3G”. Le puso así por las letras iniciales de los nombres de sus hijos y su esposo: Giovani (padre e hijo) y Giovana.
Entre sonrisas cuenta que empezó vendiendo los embutidos a sus amigos del trabajo, ellos fueron el puente para captar a más clientes. Actualmente ejerce su profesión de odontólogo en una clínica de Lima, tras revalidar sus certificados de profesión y se integró al Colegio de Odontólogos del Perú. A Yajaira no se le escapa ningún detalle.
“Llegamos, nos regularizamos y ambos conseguimos trabajo en nuestra profesión, pero queríamos tener un negocio propio en caso de que más adelante nos quedáramos sin trabajo” confiesa Yajaira, mientras se prepara para la entrega de chorizos de pollo por delivery. Aunque no cuenta con local propio, la demanda de sus productos se cotiza con gran aceptación en el paladar peruano, siendo el chorizo de pollo, uno de los más solicitados. El pollo es uno de los alimentos más consumidos en Perú y la mayoría de embutidos en el mercado son de cerdo. Al año los peruanos consumen en promedio 47 kilos de carne de pollo por persona, según la Asociación Peruana de Avicultura (APA).
Yajaira ya conocía muy bien esos indicadores y por eso la salchicha artesanal de pollo fue la más solicitada. Antes de emprender, estudió el mercado peruano y llevó cursos de administración de empresas. Ahora se proyecta a cambiar el nombre de su marca y a obtener el Registro Sanitario de Alimentos del Ministerio de Salud, que es un requisito para poder comercializar el producto en los supermercados.
La oriunda Anzoátegui, región nororiental de Venezuela, participó y ganó un concurso en el que recibió formación y un capital semilla, para impulsar su negocio. “Postulamos porque el concurso iba a inyectar capital a cambio de ser socios. Nosotros tenemos problemas con los registros sanitarios, también porque es costoso”.
Retos a la hora de emprender
Para Yajaira el primer obstáculo al que se enfrentaron en este camino del emprendimiento fue llegar a la población local. Perú es reconocido como el centro de la gastronomía por su amplia variedad de platos y un sabor desconocido puede tardar en conquistar a los nacionales.
El otro desafío ha sido el de los trámites para registros sanitarios -documento expedido por la Dirección General de Salud Ambiental (DIGESA); en el que un producto indica que es apto para el consumo humano- sin esto era imposible ofrecer el producto en las bodegas o supermercados.
De cada 100 emprendimientos en Perú se espera que 37 lleguen a consolidarse, según un informe del Global Entrepreneurship Monitor Perú 2018-2019. Los demás se quedan en el camino por diferentes obstáculos. En el caso de los migrantes venezolanos las barreras se multiplican.
Yajaira lleva un año y medio con su empresa y aún le es difícil obtener el Registro Sanitario por sus propios medios. Ella asegura que tener sus papeles y documentos en orden le permitió formalizar su empresa rápidamente, pero aún le falta para seguir creciendo.
Chamo´s Burger
Son las seis de la tarde de un sábado y Fran José Gómez Gómez empieza su jornada como todos los días. Tiene pollo, carne y cerdo cocinándose en trozos sobre la parrilla, previo aderezo y sazón venezolano. El pan canilla, al estilo peruano, ya está cortado a la mitad y todos los demás ingredientes están listos para preparar los pepitos venezolanos. Los clientes ya van llegando al local para degustar el plato que los traslada a Venezuela, al menos con el sabor de la casa.
Así se inicia la tarde de Fran, un joven venezolano que acaba de cumplir 30 años en una tierra que no imaginó emigrar y emprender su propio negocio de venta de comida y aperitivos llamado “Chamo´s Burguer”.
Fran es natural de Mérida, una ciudad de los Andes venezolanos. Estudió Ciencias Agrícolas en la Escuela Técnica Agropecuaria Mistaja en su ciudad natal y trabajaba junto a su familia en la siembra y cultivo de tomates, cebollas y otros productos del campo. Para aumentar sus ingresos económicos, los fines de semana trabajaba organizando fiestas. Todo iba bien, hasta que la crisis económica en su país se fue agravando. “Un día las cosas ya se estaban poniendo demasiado fuertes, ya no alcanzaba lo que uno ganaba. No alcanzaba ni para la semana”, recuerda Fran sentado en una de las mesas de su sangucheria-restaurante, mientras se alista para servir el menú venezolano del día.
Un 11 de diciembre del 2018 partió con destino a Perú. Ya tenía la decisión tomada y el apoyo de sus amigos para recibirlo en Lima. Luego de cinco días de viaje en bus, pasando por Colombia y Ecuador, llegó a Tumbes a la frontera de Perú. Con su pasaporte en mano pudo ingresar fácilmente y este documento lo había sacado años atrás sin imaginar que iba a emprender este viaje, sin retorno aún.
Fran vino de Venezuela con tres amigos y con el dinero exacto para el viaje. Sus amigos que ya estaban en Perú le ayudaron a conseguir trabajo a su llegada. “Yo llegué un día viernes a Chaclacayo y el sábado comencé a trabajar de lavaplatos, mis amigos me ayudaron a conseguir el trabajo en un restaurante”, cuenta Fran.
Lavaba platos por la mañana y por las noches trabajaba de mozo en un Chifa, restaurante donde se vende comida fusión china-peruana. No tenía tiempo que perder, sino dinero que ganar. Este trabajo no era suficiente. Hizo su currículum y empezó a repartir en varios negocios, hoteles y restaurantes, a fin de conseguir un nuevo trabajo y poder solventar sus gastos. Dio resultado. Recibió una llamada y como ya se acercaban las fiestas de fin de año, consiguió trabajo en un hotel. Allí recibió el 2019 trabajando de camarero, lejos de su tierra, de su madre, hermano y amigos. Pasaron seis meses y consiguió otro trabajo con mejor sueldo.Ya con unos ahorros en el bolsillo, Fran trajo a su mamá a Perú, mientras que su hermano estaba en Colombia junto a su esposa. “Mi mamá viajó de Venezuela a Colombia a visitar a mi hermano y le propuse que viniera a Perú, porque la situación era muy dura”, recuerda Fran. Ahora su mamá lleva dos años en tierras incas, trabajando en un asilo. El hermano de Fran y su esposa también migraron a Perú, viven y trabajan en Barranca, una ciudad al norte de Lima.
Los «perros calientes» comenzaron el negocio
Un domingo de descanso y con ganas de volver a saborear los antojos de Venezuela dieron comienzo al emprendimiento de Fran. Un fin de semana salió a pasear a Chosica, un distrito aledaño a 15 minutos de Chaclacayo. “Fui a buscar algo diferente para comer y no encontramos. Entonces me pregunté ¿por qué aquí no hay algo de comer que sea de Venezuela? y así empezó Chamos Burguer”, cuenta Fran al recordar sus inicios.
Ese domingo de paseo, Fran vio a un joven que vendía las clásicas hamburguesas peruanas en una esquina de un parque y a la siguiente semana volvió, pero ya no lo encontró. Entonces, comenzó a buscarlo para poder alquilarle la carretilla -carrito de perrocalientes- y vender en ese mismo espacio. Lo encontró e hizo el negocio.
Con la carretilla alquilada empezó a preparar los perros calientes y los pepitos. De 8 de la mañana a 4 de la tarde trabajaba de mozo en el centro recreacional y por la tarde y noche vendía “perros calientes” junto a un amigo. Así fueron todos los días, sin descansar.
El negocio fue creciendo, pero los problemas para vender en la calle también vinieron. No tenía un lugar propio o alquilado y era movilizado constantemente por los fiscalizadores de la municipalidad de Chosica. “A veces salía a las 5 de la tarde y dejaban que uno armara todo. Llegaban y nos decían “tienen que retirarse”`, porque no teníamos permiso. Bueno, después nos brindaron el apoyo y nos dejaron poner el carrito. Allì estuvimos un tiempo hasta que nos sacaron”, recuerda esos dìas del 2019 cuando Fran empezaba en una carretilla.
Fran pasó a formar parte de la masa de vendedores informales que mueven la economía. Se compró un carrito de comida propio y consiguió otro espacio, también en la calle, para seguir vendiendo. Las ventas iban creciendo y cada vez más gente los buscaba, pero nuevamente fueron retirados de la calle, pese a que Fran buscó formalizarse y conseguir un permiso de la municipalidad. Solicitó tener un puesto formal, pero no recibió respuesta.
“Hice mi solicitud, primero tenía que hablar con el jefe que estaba en el mercado, pero para llegar a él tenía que hablar con los de abajo, entonces era muy engorroso. Y dije bueno voy a seguir dándole hasta dónde me dejen trabajar en la calle”, cuenta Fran.
Entonces siguió con su carretilla y los comensales nacionales y locales hacían filas para saborear los pepitos y las hamburguesas con sazón venezolano.
Fran consiguió el alquiler de un espacio pequeño en el mercado Señor de Muruhuay, en Chosica. Allí instaló su carretilla. Era un espacio alquilado y dentro de un mercado. Aquí el negocio siguió creciendo.
El auge de Chamo´s Burger y la pandemia
Fran amplío su equipo tras la demanda de sus platillos los fines de semana. Largas filas se hacían de sábado a domingo, para degustar los pepitos y las hamburguesas venezolanas. Hasta que llegó la pandemia y el país entró en confinamiento en el mes de marzo de 2020. Un par de meses después, la economía se fue reactivando y los negocios se fueron abriendo. Entonces, Fran vendió su carro que estaba en Venezuela a US$1500 para invertir y alquilar un local y así abrir su restaurante-sanguchería, en el mismo mercado donde ya era conocido.
Con el dinero obtenido, compró equipos y contrató a Ronal, Vetsin y Merli, los tres también naturales de Mérida. Cada uno con una función diferente: Ronal prepara las hamburguesas y pepitos, Merli se encarga del menú del día y Vetsin toma los pedidos, todos bajo la supervisión de Fran. Al igual que creció el negocio, también la oferta de platos y aperitivos venezolanos. Ahora la carta es variada que va desde cachapas, arepas, empanadas, patacones, pastichos, pizzas hasta los tradicionales como el pabellón y el sancocho.
“Gracias a Dios hasta ahora no he tenido nada para desanimarme, siempre la gente se va contenta y a veces hay algunas críticas, pero constructivas. Al peruano y venezolano les gusta”, cuenta Fran contento sobre el crecimiento de su emprendimiento.
Entre sus planes a futuro están continuar con el negocio y hacer una fusión de comida venezolana-peruana, pero también tiene la esperanza de regresar a su tierra y reencontrarse con sus amigos y familia..
Los desafíos para crecer en la nueva tierra
Para Gustav Brauckmeyer, politólogo y director ejecutivo de Equilibrium – Centro para el Desarrollo Económico, manifestó que la primera barrera a la que se enfrentan los migrantes y refugiados a la hora de emprender es la regularización migratoria. Seguido del desarrollo de habilidades en diferentes áreas. “Un migrante cuando emprende tiene que saber de contabilidad, de administración, de ventas, de comercial, de desarrollo web, de redes sociales, para poder crecer”, precisó.
Señaló que esta población se enfrenta a una desinformación con respecto a los programas que ofrece el Estado para su formalización
Román Pizzolante, presidente de la Cámara Empresarial Venezolana Peruana (Cavenpe), dice que los migrantes tienen que enfrentar tres principales barreras: la falta de Networking o el relacionamiento con abogados peruanos o conocidos que les ayuden a realizar los documentos para formalizarse. El segundo es la falta de acceso al capital y por último, entender al país para emprender el negocio.
“En un país desconocido va a ser complicado acceder al capital, porque no tienes nexos y es más difícil que las instituciones financieras te den un capital, porque no tienes el historial crediticio”, dice Román, quien también es venezolano y emprendió su propia firma, Fintech, para dar créditos a mujeres emprendedoras peruanas.
Hasta mediados de octubre del 2020, la Agencia de la ONU para los Refugiados en Perú (ACNUR) ha apoyado a 380 negocios de personas refugiadas y migrantes. Cerca del 60% de los emprendimientos se encuentran en el rubro de producción, con actividades económicas específicas relacionadas a la gastronomía (repostería, panadería, comida rápida, embutidos, productos naturales como miel de abeja, mermelada), a la bisutería y manualidades.
El otro 40% se dedica a los rubros de comercio (20%) vendiendo ropa, alimentos, accesorios y al de servicios (20%) como peluquería, cosmetología, reparación e instalación de equipos, informática y diseño gráfico, fisioterapia y rehabilitación, lavandería, etc.
Dificultades para acceder a un empleo formal
Muchos venezolanos que escogen a Perú como su país de acogida no saben que el sector informal representa el 70% de la población, según datos del Instituto Nacional de Estadística e Informática. Y muchos no corren con la suerte de encontrar un empleo formal, por eso hay quienes toman la decisión de emprender.
Yajaira trabajaba como odontóloga en el Ministerio de Salud en Venezuela y una vez que llegó a Perú, revalidó su título, lo que le permitió seguir ejerciendo su profesión.
Sin embargo, no todos corren con la misma suerte de Yajaira. De acuerdo con el estudio Impacto de la inmigración venezolana en el mercado laboral de tres ciudades: Lima, Arequipa y Piura, la mayoría de venezolanos se encuentra en situación de informalidad laboral o empleo informal. El 7.8% de los venezolanos ocupados en empleos asalariados cuentan con un contrato de trabajo, mientras que el 92.2% se encontraría en condiciones de informalidad laboral.
Y el emprendimiento ha sido un camino de autoemplearse y de generar ingresos ante la falta de oportunidades laborales formales. De hecho, los emprendimientos han marcado la pauta que hoy en día muchos son formales y han tenido un impacto positivo en el Perú.
Román Pizzolante, presidente y director de la Cámara Empresarial Venezolana Peruana (Cavenpe),indicó que ahora la entidad cuenta con más afiliados. “Eso es un logro, porque no contábamos con la crisis de la pandemia, a pesar de eso hoy la cámara tiene 121 afiliados y varios en proceso de afiliación.
De acuerdo al Observatorio de Formalización Laboral del Ministerio de Trabajo del Perú, en enero del 2017, 2 mil venezolanos fueron contratados en una empresa. Es decir, tenían un trabajo formal y registraban tributos ante Sunat. Cinco años después, en enero del 2021, se registran 51 mil. Se nota un crecimiento, no obstante esta cifra solo representa el 4.8% de la población total de migrantes en Perú.
Asimismo, Pizzolante señaló que actualmente Cavenpe está trabajando en la realización de un directorio, es decir un censo de empresas venezolanas en el Perú. “La idea es levantar información y medir el impacto que tiene la migración venezolana en la economía peruana, desde el punto empresarial”, agregó.
El impacto positivo
Según el informe “Una Oportunidad para Todos Los Migrantes y Refugiados Venezolanos y el Desarrollo del Perú” del Banco Mundial, un 8% del crecimiento del Producto Bruto Interno (PBI) en 2018 se debió al aporte de los venezolanos como consumidores y trabajadores
La entidad proyecta que esta población de migrantes y refugiados podrían aportar más de US$8,558 millones en ingresos fiscales netos en los próximos cinco años o podrían aumentar la productividad laboral en un 3,2%, más si ocupan los puestos según sus profesiones.
Para el politólogo Brauckmeyer, el impacto de los emprendimientos siempre será positivo, ya que es una fuente de empleo y oportunidades. “Así sea un autoempleo o un emprendimiento independiente implica que por lo menos a lo mínimo te estás dando empleo a ti mismo, y ya eso es una contribución importante al desarrollo de un país”, añadió.
Este trabajo se ha realizado en el marco del taller virtual ‘Cobertura de la migración y su vínculo con el desarrollo sostenible’, a cargo de María Teresa Ronderos, con mentoría de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).