El arrollamiento de 13 ciudadanos venezolanos en la provincia limeña de Barranca, que dejó tres víctimas fatales el 1 de mayo de 2020, puso en evidencia parte de los peligros a los que se exponen los caminantes cuando deciden retornar a Venezuela. Debido a las restricciones de movilidad humana, deben recurrir a caminos poco transitados y a largas caminatas por los costados de las carreteras para poder pedir aventón.
Kenny Buyón se reconoce como un caminante con experiencia. Se tomó el tiempo para estudiar la ruta, calcular kilómetro por kilómetro, prever dificultades y organizarse para llegar a Venezuela de manera segura. A pesar de su minuciosa planificación, no pudo evitar ser víctima de una lesión que lo obligó a detener su periplo el pasado 17 de mayo. Había logrado atravesar todo Perú en tres días de recorrido (aproximadamente 987.8 km) junto a tres compañeros, entre los que se encontraban Uriel Molina.
En el trayecto pudo esquivar a los policías y militares. Según su testimonio, los funcionarios pueden cobrar hasta 15 dólares para pasar por las trochas. «Lo que no pude esquivar fue un matorral que tuve que cruzar para poder salir de Tumbes (Perú), y fue allí donde me doblé el pie». Esta lesión se convirtió en esguince, según cuenta y le generó una fuerte hinchazón en el tobillo que le impidió caminar. Se automedicó con diclofenaco, gracias a que unas personas en el camino le donaron un blíster de pastillas.
“Estábamos caminando por la trocha, que es muy fuerte, porque se deben atravesar matorrales y cultivos. Nos topamos con uno de plátano y, al pisar de manera indebida, se me dobló el pie y tuve un esguince en el tobillo”.
Siente agradecimiento con Dios porque ninguna autoridad les impidió el paso, pero igual pasaron un susto en medio del camino: “Afortunadamente el ejército peruano no nos detuvo, pero tampoco nos ayudó. En nuestra travesía nos conseguimos un criadero de camarones y el dueño de la camaronera avisó a un grupo de gente que nos obligó a salir del lugar donde ya teníamos caminando cuatro horas”.
El dolor aún no se manifestaba cuando llegaron a Ecuador. “Salimos en el puerto de Huaquillas y caminamos hasta la plaza central donde pasamos la noche con más de 100 venezolanos que estaban ya ahí descansando para seguir sus rutas”.
Horas más tarde, vino lo que se temía. El pie comenzó a crecer y el dolor a aparecer: “En la Plaza de Huaquillas recibí ayuda de otro compañero mochilero que se quedaba en Ecuador con su familia. Desde abril es él quien me está apoyado para que sane mi pie y continuar mi viaje”.
No quiso ser una carga
Quería continuar, pero no podía. “No tengo los medios económicos para pagar un vehículo que me pueda llevar hasta la frontera de Ecuador con Colombia y menos para dar dinero para que me pasen por la trocha para Colombia”, relató durante los primeros días de abril cuando Venezuela Migrante estableció el contacto.
Buyón quedó varado en Iberia, un poblado de Ecuador. Desde allí debió decirle a sus compañeros que continuaran sin él. “No pierdan el tiempo esperando por mí, si yo no puedo ayudarlos, tampoco seré una carga más”.
Buyón reconoce que tenía pocas alternativas. Prefirió no frustrarse. Puso en práctica la resiliencia para recuperarse más rápido.
“Es difícil explicar cómo me siento. No es fácil estar lejos de las personas que amamos: de nuestra madre, hijos y hermanos. Pero lo peor es estar imposibilitado de continuar y de poder ayudarlos. Aunque es rudo emocionalmente, hay que ser resiliente para reponerse cada segundo”, dice en todo más reflexivo.
Para agosto de 2020, Kenny Buyón se encontraba todavía en Ecuador. Mantenía contacto con compañeros que le relataban su travesía de retorno a Venezuela. «Tengo un amigo que me dice que estuvo más de 15 días en un paso fronterizo hasta que pudo pasar y después permaneció más de un mes en un refugio. La cosa está muy ruda». Tiempo después, Kenny cambió de número telefónico. Su relato, incluyendo los riesgos físicos, y la cantidad de kilómetros recorridos se repite en la voz de algunos caminantes que participan en grupos de WhatsApp. En esos espacios de discusión e intercambio aparece la ayuda voluntaria.
Los riesgos del camino y la respuesta voluntaria
Más de 30 días puede durar el viaje para los caminantes que deciden partir desde Perú con rumbo a Venezuela. Tal y como los han manifestado algunos ciudadanos que contado su historia a Venezuela Migrante de cómo fue el retorno a su tierra natal durante la pandemia.
El camino, como también han relatado varios, implica riesgos: rutas inhóspitas y vías alternativas para sortear controles y fronteras cerradas por las medidas sanitarias. Es por que eso que en algunos casos —como le ocurrió a Buyón— deben atenderse ellos mismos.
Katherin Padilla, médico venezolana con dos años en Perú, es voluntaria en un grupo de WhatsApp que realiza un monitoreo de los migrantes que salen a pie del país. En esta red participan personas que brindan orientación de la ruta bien porque ya la han hecho o porque conocen la ubicación de refugios temporales.
Explica que no se trata solo del COVID-19, pues también están expuestos a resfriados, lesiones en los pies, dolores lumbares, abscesos y otras dolencias imprevistas que pueden retrasar el viaje.
«Podría decir que los pies son una de las partes del cuerpo más sensibles, de las más afectadas por los largos recorridos». Entre las afecciones más comunes destaca las torceduras de tobillo, esguinces, ampollas y hongos.
El monitoreo que realizan a través del grupo ha servido para conocer que entre los problemas más comunes está la dificultad de asearse en el camino. En ese sentido, una de las afecciones más comunes suele ser la aparición de abscesos en diferentes partes del cuerpo, especialmente en los glúteos y entrepiernas. Esto puede ocurrir por el roce constante de la piel con la ropa, algún vello infectado, la humedad y el sudor.
En el grupo que participa Padilla se ha identificado, según relata, que es frecuente el retorno de mujeres embarazadas. «A veces desconocen el estado del bebé, debido a los pocos controles médicos que recibieron. En el caso de ellas, que no pueden tomar ningún medicamento, a través del grupo les recordamos la importancia del consumo frutas que contengan vitamina C: naranjas y mandarinas».
Padilla también explica que a través de ese canal digital se ha brindado orientación a familias que viajan con niños menores de 4 años. “Les decimos que si pueden ayudarlos con un coche, lo hagan. Que les den alimentos ligeros como arepas o sándwich para evitar los gases. Hemos orientado para que se les explique lo que está pasando porque solo así se puede lograr la colaboración de un niño».
Reiterar las precauciones ante el COVID-19
Los especialistas de la salud destacan que la clave es el distanciamiento social y el lavado frecuente de manos. Y en ese sentido, en los grupos de Whatsapp esto es algo que se menciona frecuentemente: cada vez que haya contacto con un objeto o una persona, aplicarse gel antibacterial o alcohol. Y, sobre todo, no llevarse las manos a la cara.