El 26 de octubre fue el último día de la cuarentena preventiva que debían cumplir. Desde entonces la pareja venezolana, que había salido en bicicleta desde Perú hasta a Venezuela, se sentía cómoda para contar su historia. Aunque manteniendo sus nombres resguardados porque uno de ellos regresaría a su trabajo antiguo, como funcionario policial, y temía represalias.
La pareja recorrió aproximadamente 1.800 km pedaleando, eso fue solo una parte de su viaje para retornar a su casa en Mérida. Él tiene 34 años y ella 27, y desde que tomaron la decisión de retornar a Venezuela, lo mantuvieron en secreto. No solo por el trabajo como funcionario al que él esperaba también volver, sino porque no querían causarle preocupación a sus familias. Sabían que si en algún momento se quedaban sin batería o perdían un teléfono y dejaban de mantener al día a los suyos, se activarían los miedos. Así que tanto la decisión como el viaje estuvo cubierto por el anonimato, lejos de las redes, lejos de las actualizaciones de la ruta.
Parada para trabajar
Una de las primeras paradas de la pareja de ciclistas fue en Casma, una provincia costera ubicada a 367.9 kilómetros de Lima, a la que se puede llegar en 5 horas en automóvil. A estos aventureros, como a ellos mismos les gusta llamarse, les tomó un par de días, pues hicieron la mayor parte del recorrido pedaleando.
Allí se establecieron 15 días para trabajar y reunir algunos fondos para el resto del viaje. Limpiaron pescado como el Pejerrey y el Bonito que son propios de esa zona.
Culminada la faena, retomaron su recorrido entre colas y pedaleos hasta llegar a Tumbes. Durante el mediodía del 14 de agosto, bajo un sol que recuerdan inclemente, los esposos ciclistas salieron sanos y salvos del país inca a través de la frontera peruana-ecuatoriana.
Según cuentan, no hubo mayor problema porque los custodios de la zona estaban almorzando y el paso estaba totalmente despejado. Tampoco se vieron en la necesidad de pagarle a alguien para que los ayudara a cruzar, pero sí pasaron lo que hoy llaman «un susto».
“Un señor nos aconsejó que pasáramos por lo legal, que selláramos la salida, entonces nos conminó a cambiar la ruta y nos mandó por una zona que se llama Miraflores, pero todo era falso, quería robarnos. Entonces se nos acercó otra persona, una señora peruana que nos advirtió del peligro. ¡Inmediatamente retomamos la ruta original!”.
En bicicleta hasta Quito
Del 20 julio, fecha en la que iniciaron el recorrido, hasta el 14 agosto, cuando salieron del Perú, habían transcurrido 25 días, pero la pareja ya no llevaba la cuenta de los días recorridos. Sin embargo, un mensaje enviado por WhatsApp a Venezuela Migrante, mientras se hacía el seguimiento de la pareja, da constancia de la fecha cuando arribaron a Quito, el 18 de agosto.
“Recuerdo que llegamos de noche y nos llovió muy fuerte. Nos mojamos y el frío fue horrible. Pasamos una semana en casa de la prima de mi esposa. No pudimos trabajar porque por la pandemia las opciones eran muy limitadas. No había nada que hacer para ganarnos un dinero adicional”.
Cerca de ese lugar dejaron las bicicletas en manos de un amigo, quien se las mantuvo en resguardo. Los esposos señalaron que tomaron esa decisión, pues habían escuchado muchas cosas negativas de la frontera ecuatoriano-colombiana y prefirieron desplazarse a pie.
“No fue difícil, como ha sido la experiencia de otros. Claro, todo depende de las trochas que tengas que pasar; pero, para nosotros, gracias a dios fue fácil. El paso de la trocha duró unos 45 minutos porque subimos una montaña, pero era pura sabana y por último un río, pero nada difícil de cruzar”, describen.
Colombia, la última parada para trabajar
Después de unos días sin comunicación, se retomaron las conversaciones con Venezuela Migrante por WhatsApp, el 20 de agosto. Para aquellos días ya habían atravesado varios departamentos de Colombia y estaban en Boyacá, en el centro de ese país.
Allí, él trabajó durante 15 días pintando maquinaria pesada en la empresa de un amigo que le dio la oportunidad. Después, continuaron hasta Cúcuta caminando y gracias a las colas que les dieron en la vía para cruzar la última frontera que los separaba de su país.
La última frontera
Para el momento de llegar a la frontera, comentan que ya habían perdido la noción del tiempo. Lo que vivieron él lo recuerda como “la experiencia más horrible de su vida”.
“Las fuerzas militares, a las cuales presté servicio se aprovecharon. Nos cobraron y sentí que me trataron como el delincuente más grande del mundo. Todos te quieren quitar dinero o lo que sea, así tu traigas dos kilos de Harina Pan».
Tras ver ese panorama, él decidió poner en alerta a un tío es coronel en las Fuerzas Armadas Nacional Bolivariana de Venezuela. «Gracias a mi tío, que usó su poder para mover a todos los funcionarios de la frontera, pudimos cruzar. Por eso no pagamos. Es más, mi tío ordenó, a uno de los guardias que nos quería cobrar que más bien nos ayudara».
Todo quedó registrado en videos que, afirma, le entregó a su tío y con eso se abrió una investigación en contra de los funcionarios de la frontera.
El golpe de realidad al regresar
Ya en San Antonio del Táchira evidenciaron con tristeza que el país estaba aún más deteriorado que cuando se fueron.
“Todo estaba destruido. En El Vigía nos pararon los del CICPC, uno de ellos me reconoció. Lo que me sorprendió fue que me dio la bienvenida y me dijo: ‘siga, que entre nosotros no nos pisamos la manguera’ ”.
Tras dos meses y medio de una intensa aventura, el plan de esta pareja es construir en medio de la adversidad. “A pesar de estar sin luz, gas y gasolina, el solo hecho de estar en casa con la familia es lo más importante. Hay comida, pero cuesta mucho comprarla”.
Finalmente, sobre el retorno a su antiguo trabajo en una de las fuerzas policiales del país, se comprometió a nunca reprimir a sus connacionales.
“Seguiré trabajando para el pueblo y no para el gobierno. No me queda de otra y me arriesgaré a seguir con eso”, culmina el funcionario desde su casa en la ciudad de Mérida.