En enero de 2018, Fernan Rodríguez y su esposa, Sarai López, viajaron desde Caracas hasta Santiago de Chile para fundar la escuela de formación artística de Yolanda Moreno: Danzas Venezuela Chile.
Su propósito, además de ofrecer una mejor «calidad de vida» a su hijo, fue internacionalizar la escuela de danza. «Seguimos las mismas directivas, los mismos lineamientos, la misma forma de enseñanza», asegura Rodríguez, hijo de la legendaria bailarina Yolanda Moreno.
Al comienzo adquirieron un aprendizaje: Chile es diferente a Venezuela. Cuando llegaron al país austral tenían la idea de «seguir al pie de la letra» los principios de su escuela en Caracas, lo cual incluía los horarios; pero esto último fue el «primer choque» que experimentaron en el exterior. «Cuando iniciamos actividades queríamos dar clases de lunes a viernes, lo cotidiano en Venezuela, donde los fines de semana nadie quiere saber nada de colegios. Pero aquí, en Santiago, es diferente. Nosotros intentamos el esquema venezolano, pero estuvimos como 15 días yendo todos los días al sitio donde teníamos la sede, y nunca fue nadie», comenta Rodríguez.
Orientados por una bailarina cubana radicada en Chile, Rodríguez y López decidieron cambiar el modelo de trabajo. «Ella fue un pilar en Santiago, nos tendió la mano y abrió las puertas de su escuela de flamenco, donde nos permitió trabajar un mes sin pagarle nada. Nos aconsejó mucho porque cuando uno llega a otro país, por más que uno tenga experiencia, en el extranjero no es lo mismo. Siempre hay que conseguir alguien que lo aconseje a uno».
En Danza Venezuela de Caracas, López fue profesora y la primera bailarina de la compañía, mientras que su esposo se desempeñó como director ejecutivo. Hasta su migración, esta escuela de formación artística no tenía sede en el extranjero. «No es fácil abrir escuelas en otros sitios porque se requiere contar con los profesores y personas adecuadas para que sigan las líneas tal cual como hacemos nosotros».
Un mensaje navideño
La pareja comenzó su proyecto con cinco alumnas, a los que enseñan danza nacionalista, creada por Moreno, y ballet. Todas niñas y adolescentes venezolanas, salvo una peruana que se retiró por motivos ajenos a la escuela. «Es preservar nuestras costumbres, memoria histórica».
Dicen que de no ser por la pandemia de Covid-19 habrían incorporado, al menos, una clase de flamenco al pensum de la escuela en Chile, porque es una de las modalidades fundamentales para danza nacionalista. Pese a la crisis mundial, no cesan sus proyectos, y planifican abrir una clase de danza árabe.
Para la pareja la migración supone el desafío de conservar la cultura venezolana. «En diciembre, todo el mundo quiere hacer hallacas y si no puede preparar éstas, busca quién vende que sean sabrosas o se parezcan a las de su mamá o abuela. Lo mismo pasa con otras tradiciones, como la danza», dice Rodríguez.
Así, y por segundo año consecutivo, realizaron un mensaje navideño que compartieron en sus redes sociales, y que debido a la pandemia de Covid-19 fue producido a contrarreloj. «Teníamos la idea desde antes, cómo íbamos a lograr esto porque todo dependía de la pandemia, que si confinaban o no. Nosotros logramos empezar clases presenciales en la calle», explica.
En la grabación, difundida en sus redes sociales, participaron 14 niñas, inmigrantes venezolanas en Santiago de Chile.
Danza nacionalista
Rodríguez dice que, aunque están en Santiago, no están «desvinculados de la actividad en Venezuela». Él no baila, dice que se ocupa del «tras cámara»: asuntos administrativos, organización y técnicos. Esto no significa que no domine conocimientos sobre la disciplina: «El ballet, a todo bailarín, le da estilo, posición, forma, manejo del cuerpo. Y el flamenco, porque con los zapateos venezolanos, todos tienen una raíz en el zapateo español. Por eso es indispensable en nuestra formación como bailarines de danza nacionalista».
Se trata de una modalidad que distingue de otras: «Es una modalidad que toma el folclor neto, puro, lo asimila y lo cambia para mejorar el vestuario, embellecer la figura y da una coreografía para convertirlo en una danza que sea entendible por cualquier público. No solamente los venezolanos, sino que sea inteligible para cualquier público».