La imagen de una guacamaya se erige en la Plaza Mayor de Madrid, uno de los lugares más visitados de la capital española. El imponente color, de cuerpo rojo y con distintas tonalidades en la parte trasera, la convierte en un atractivo para todo aquel que recorra el lugar. Su autora: Valentina Giuffrida, una venezolana que se hace espacio en el mundo del arte madrileño con «El Grito de Roraima».
La obra se expande por el lienzo de una escultura en representación del cuadro de Las Meninas de Diego Velázquez. Mide casi dos metros de altura y tiene un peso de 30 kilos. Es parte de la tercera edición de las Meninas Madrid Gallery, que es dirigida por otro criollo: el artista plástico Antonio Azzato. Y representan la mayor exposición de arte de mundo al aire libre.
Es tarde, ya anocheciendo, y una multitud se aglomera sobre la figura. Adultos y niños, todos por igual, le toman fotos y la comentan. Entre ellos también se encuentra Valentina. «Yo la pinté», afirma. Las personas quedan atónitas, asombradas. No dudan en felicitarla y en conversar con ella. Le llueven preguntas a la creadora; las responde todas y una sonrisa invade su rostro.
Pero, para lograr el objetivo, tuvo que recorrer un complejo camino que se remonta hasta hace al menos diez años. «La que pinta»; así, con ese apodo, Valentina fue tejiendo su trayectoria. Oriunda de Naguanagua, estado Carabobo, recuerda que empezó a pintar y dibujar desde los 11 años. Lo tenía claro desde muy joven. Estudió Arte y Diseño Gráfico, carrera que dejó por la mitad, hasta que la crisis venezolana la forzó a emigrar a España, con solo 19 años, en busca de nuevas oportunidades.
«Entrar en este mundo (el del arte) no es fácil, bien estando en Venezuela o bien estando aquí. Sin embargo, en España existen más oportunidades de convocatorias para presentar propuestas y arte. La diferencia esencial es que aquí se prestan los espacios más que allá (en Venezuela)», explica Valentina a Venezuela Migrante.
La selección y «El Grito de Roraima»
Para optar por un cupo entre las 40 selecciones que se exhiben este año, Giuffrida debió establecer contactos, movilizarse, desarrollar y plasmar propuestas sólidas en un corto período de tiempo. En total, hizo tres meninas: una inspirada en la diseñadora Carolina Herrera; otra ejemplificando la época de primavera; y con la que triunfó, «El Grito de Roraima», inspirada en las mujeres indígenas.
Todos los participantes, entre ellos artistas, músicos, deportistas, actores y diseñadores forman equipos de trabajo junto a «curadores» que se encargan de evaluar los diseños. Sin embargo, la Menina no es solo la vestimenta. También se toma en cuenta el trasfondo temático de ésta. Por ejemplo, argumentos sociales, religiosos, políticos o, como en la edición 2020, para recordar la ardua labor del personal sanitario en la lucha contra la pandemia de la COVID-19.
Cumplido el proceso de preselección, se comienza la búsqueda de patrocinantes. En el caso de Valentina, su obra contó con el patrocinio de la asociación Acotex, una de las más representativas en el sector de la moda y el retail de España.
Superada esa etapa, se ponen manos a la obra. «Hay un estudio lleno de Meninas en el que tienes un tiempo y un espacio determinado para pintar», describe Valentina. Cada artista cuenta con un cronograma que marca la pauta de su actividad. «Debes cumplir esos horarios para terminar a tiempo y permitir a los demás poder terminas las suyas (las Meninas)», agrega.
La escultura está compuesta de fibra de vidrio. Al momento de entrega al autor, luce una capa blanca de yeso para protegerla y facilitar la absorción de la pintura. Valentina asegura que «El Grito de Roraima» está coloreada en acrílico y cubierto de barniz, «que fue básicamente la técnica que utilicé para no perforar».
Le llevó cinco días finalizarla. «Tres días pintando y dos días barnizando», recuerda. Y precisa que no fueron días enteros, sino divididos en bloques de cuatro horas.
Una cuarentena que la inspiró
España estaba bajo medidas de confinamiento y cuarentena para frenar los contagios por coronavirus cuando corría el tiempo para entregar los bocetos. A Valentina le tomó dos semanas dar con la opción. «Hice montones de ellos (esbozos)», recuerda. En simultáneo le presentaba sus ideas a su hermana, quien la ayudó a decidir. «Llegué a tener la carpeta llena con 20 diseños», dice, pero solo envió tres de ellos a la participación.
«El Grito de Roraima» está inspirada en las guacamayas que tanto enamoran a los venezolanos y surge de una fotografía que Valentina había guardado desde hace dos o tres años de la red social Pinterest. «Dije que en algún momento la iba a pintar, pero nunca había tenido un momento especial: ya está y quedó hermosa», sostiene llena de emoción.
Pero la escultura tiene un trasfondo mayor. «Representa lucha. Se me escapa de las manos todo lo que está pasando en Venezuela. Pero lo que sí puedo hacer es decir, advertir con mi arte que algo está pasando, no se distraigan que hay gente sufriendo, pasándola mal. Hay comunidades indígenas, niñas que están siendo explotadas, violadas, maltratadas, vendidas; nadie habla del tráfico de mujeres en Venezuela, y eso existe», sostiene la artista.
Esa realidad la conoció en persona, de frente, en un viaje a la Gran Sabana en 2017. Allí vio la situación. Y su preocupación no hizo sino aumentar: «¿dónde están los sueños de esas mujeres si no tienen acceso a una planificación familiar, a una educación sexual, a métodos anticonceptivos, o ni siquiera a un embarazo seguro porque no tienen centros médicos?», se cuestionó.
«Mi única manera de poder hablar desde aquí es montando una obra de arte, en pleno Madrid, para gritarle al mundo que mujeres están muriendo en Venezuela y que nadie hace nada por ellas».