Con la visa de residente un migrante en Ecuador puede desarrollar su vida hasta ciertos límites. Inscribirse en el seguro social, el ejercicio político, la asignación de un crédito bancario y la contratación en algunos trabajos se hacen imposibles para quien no tenga los diez dígitos de la cédula de identidad. Cuando se le asignan esos números es como si naciera como residente y muriera su condición de simple extranjero.
Para los venezolanos en Guayaquil el lugar donde se nace de nuevo es la sede del Gobierno Zonal del distrito 8, donde queda la oficina de Cancillería en la ciudad. Este es un edificio imponente, ubicado en la Avenida Francisco de Orellana (Norte), con una fachada formada por columnas gruesas y un arco prominente que sostiene la entrada. Los vitrales en sus más de 20 pisos que reflejan el sol y el anaranjado de su pintura lo hacen visible a kilómetros de distancia.
Cuatrocientos metros de venezolanos
El edificio también es símbolo de burocracia migratoria. Para las 6 am del sábado 19 de diciembre se había armado, alrededor de sus 28.300m², una serpiente humana que más tarde se convirtió en una extensa línea de gente. La fila tenía 400 metros de migrantes venezolanos, desde el Zonal hasta más allá del hotel Hilton Colón, cerca de los edificios conocidos como Las Cámaras.
La razón para las filas era que Cancillería realizaba una jornada de entrega de órdenes de cedulación temporal para extranjeros. En Ecuador, desde 2017 el término “extranjero” es sinónimo de “venezolano”, algo que se constata al escuchar el acento andino, zuliano y caraqueño fundirse en las conversaciones de los que esperaban su turno.
“Cuando llegué ya había como 1.000 personas en la cola”, dice Ibery Montero, docente jubilada venezolana de 57 años, quien desde las 7 de la mañana estaba en el lugar. La señora llegó a Ecuador con su hija de 20 y su hijo de 21 hace más de dos años. Los tres decidieron obtener la cédula porque sintieron que las oportunidades en Ecuador se reducían por no tener el documento de identidad.
“Más de dos años y mis hijos no consiguen trabajo fijo”, indica la ahora peluquera con la indignación entremezclada con su acento marabino. De acuerdo a la experiencia vivida por ella y su familia, poseer visa de residencia no garantiza empleo “ni te puedes inscribir en el Iess”, agrega, mientras otras personas en la cola reafirman con el movimiento de sus cabezas y con sus voces que lo dicho por la señora es cierto.
“Si no tienes cédula, el Iess (Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social), no te asegura y si no te aseguras no tiene cédula”, reflexiona la mujer con el ceño fruncido y los ojos castaños vidriosos. “Nos tocó pagar un seguro privado para cumplir ese requisito. Al final para tener ese documento tuvimos que desembolsar $55 cada uno. Esa plata para nosotros es bastante”.
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Cola desde la madrugada
Manuel Toledo, venezolano con 4 años y medio de residencia en Ecuador, no había decidido “nacer de nuevo” hasta unos días antes. A pesar de tener visa, no había decidido cedularse. Con solo su permiso de residencia podía obtener los requerimientos necesarios para desenvolverse en el país. Por lo menos así lo creía.
Se casó con una ecuatoriana residente de las Islas Galápago, así que esperaba obtener el permiso para vivir en el famoso territorio del Pacífico sin problemas. Sin embargo, las autoridades del archipiélago le exigieron una cédula que indicara que estaba casado con una persona nacida allí.
“Aquí seguramente pernoctó gente para hacer la cola”, dice el hombre de 36 años, mientras se seca la frente del sudor con sus manos tatuadas. Su esposa, recostada a una de las columnas anaranjadas, recuerda que las colas nocturnas están prohibidas. “La publicación de Twitter de Cancillería explica que no atenderán gente que pernocte y, mira”, dice otra de las asistentes.
Alfredo Hernández es venezolano y cuida carros frente al edificio Zonal. Llega todos los días a las 5:30 am y se prepara para el día. Coloca conos de tránsito, se pone su chaleco, guarda una botella de plástico con agua dentro de una caja pegada a la pared en la calle lateral a la sede Cancillería.
Ese 19 de diciembre vio en la madrugada a personas organizándose para hacer la fila. “Tenían una lista que hicieron en la noche, donde se habían coordinado para llevar el orden y evitar que no los atiendan por pasar la noche allí”, explica el joven.
Las autoridades ecuatorianas han intentado evitar esa práctica. Sin embargo, la enorme cantidad de venezolanos en búsqueda de obtener cédula sin cita y lo limitado del horario de atención crean las condiciones propicias para los “cuidadores de la cola”.
Quien solicite una cita para la orden de cedulación por medio del sistema de Cancillería este domingo 20 de diciembre, se encontrará que el día disponible más próximo es durante la segunda semana de marzo de 2021.
Escasez de citas
A las 12 del mediodía quedaba una parte de la cola de la mañana. En vez de un kilómetro de venezolanos había una L de alrededor del Zonal. Dentro del edificio se encontraban cientos de personas sentadas en cada una de las sillas disponibles.
En la entrada dos grandes puertas dan acceso al interior. Allí una funcionaria de Cancillería revisaba que las personas tuvieran los requisitos para obtener la orden de cedulación. Visa, seguro médico y pasaporte vigente (quienes tienen Visa Humanitaria pueden hacer el trámite con pasaporte vencido). Otra, quien demostraba autoridad sobre la primera, llevaba en una de sus manos papelitos con el números de turno.
Frente a ambas una barrera policial las separaba de quienes se acercaban a preguntar y no pertenecían a la cola. Un hombre de unos 45 años se acercó y preguntó a la funcionaria con autoridad qué debía hacer para recibir la fecha para la cita de su visa de residencia permanente. Dijo que llevaba una semana a la espera.
La funcionaria le indicó que debía esperar, que la cita seguramente sería en febrero. El hombre insistió. “Debo viajar de emergencia ¿Es posible adelantar la cita?”, preguntó. Recibió una respuesta negativa. Para que le dieran una fecha cercana debía pertenecer a una población vulnerable.
“Solo si tuviera cáncer o una enfermedad de esa gravedad podría adelantarse la cita. Mientras tanto debe esperar”, dice la Servidora Pública. El hombre vuelve a insistir, revela que su emergencia es médica, aunque no especifica. “No se puede adelantar una cita si no explica cuál es la emergencia», dice con el gesto de quien pierde la paciencia. «Va a tener que esperar. Por lo menos aquí será atendido en un mes o dos. En Estados Unidos las solicitudes de Visa están programadas para 2022”, señala la funcionaria.
El hombre, quien se llama Yosmer Hernandez con dos años en Ecuador y médico de profesión, declaró a Venezuela Migrante que la respuesta de la funcionaria le indignó. “Hay emergencias que no se explican frente a una multitud, como esperaba la funcionaria esa”, detalla.
Yosmer asegura haber enviado el correo con los datos solicitados al correo de Cancillería hace más de una semana: “¡Lo mandé el 6 de diciembre y nada!”, resalta. La institución está hasta el límite de trabajo y tiene a su personal trabajando a media máquina, debido a las medidas para evitar la propagación del Covid, que ha cobrado la vida de 9.396 personas hasta la fecha.
De banco a sala de partos
Los ecuatorianos también abarrotan el edificio los días de semana. De acuerdo a la prensa nacional hubo un aumento de la demanda de pasaportes nacionales, lo que ha convertido los alrededores del Zonal en la sede permanente de serpientes humanas, algo que recuerda a muchos guayaquileños, a las aglomeraciones en los bancos durante la crisis financieras de finales de siglo.
En esa época el edificio del Zonal era la sede principal del Banco Progreso, una entidad financiera desaparecida cuando varios bancos se quedaron sin liquidez en 1998. El Banco Central de Ecuador tomó posesión, luego lo entregó al Gobierno del expresidente Rafael Correa, quien lo convirtió en la sede de la Cancillería en Guayaquil.
Para los venezolanos, ese edificio que ha pasado por varias manos no es insignificante. Allí en su interior están las salas de parto de lo que será su nueva vida. Adentro reposan los documentos del transeúnte, del extranjero que al recibir su cédula nace como residente, con un pasado que le queda en la memoria, aunque con una historia personal irrelevante para el Estado. A Ecuador solo le interesa el futuro de quien ha comenzado su vida como residente tras salir de ese edificio.