En agosto de 2020, el caraqueño Angelo Torrellez Pacheco decidió dejar Colombia y continuar su periplo como migrante. Colombia, según cuenta, ya no le ofrecía suficientes oportunidades laborales. Su opción, en medio de la pandemia, fue tomar distintos caminos verdes y cruzar fronteras a través de las trochas para llegar a Perú y así «seguir probando suerte».
A finales de junio, durante la reactivación económica y el reinicio de algunos rubros priorizados por el gobierno peruano, comenzó a trabajar como promotor y vendedor de calzados en una zapatería. Allí logró conseguir una fuente de ingresos, aunque sin un contrato que lo respaldara.
Todo marchaba, como él describió, con bastante normalidad. «Pero el 5 de septiembre, de repente, una nube de polvo en la avenida Abancay, en pleno centro de Lima, nubló todo y yo decidí ir a ver qué pasaba».
Al llegar al lugar, se dio cuenta de que se trataba del derrumbe de una casona. Una vieja estructura de la Lima colonial que colapsó por los años.
Según cuenta, a pesar del panorama, se adentró en medio de paredes que estaban a punto de caer y notó que había personas atrapadas que necesitaban ayuda.
“Cuando llegué al lugar del derrumbe veo que hay gente afuera haciendo nada, y desde adentro se escucha a una persona pedir auxilio… `¡Ayúdenme!, ¡Ayúdenme!`. Eso me motivó a entrar”, describió el caraqueño.
Ya en medio de las paredes empinadas, se encomendó a Dios. “Señor, me pongo en tus manos. Y entonces empecé a escuchar a la gente que pedía que la sacaran de ahí. Como me di cuenta de que eran muchos, les pedí paciencia. Les dije que la ayuda iba a llegar. Identifiqué el acento de una muchacha atrapada y supe que era venezolana”.
Cuando se acercó a la chica y logró sacarla, después de levantar los escombros que la cubrían, se dio cuenta de que no era una, sino dos personas las que estaban allí.
“Al lado de la chica estaba una peruana que había caído del segundo piso, pero cuando comienzo a jalar las maderas para sacarla, los funcionarios policiales que estaban afueran gritaban que la pared colapsaría y sentí un poco de temor. Una vez afuera, les indiqué a los rescatistas en dónde estaba la chica y dónde más escuché que había personas pidiendo auxilio”.
La denuncia ante los medios
Angelo tuvo que volver a su lugar de trabajo. Recuerda que estaba todo lleno de polvo y habló con su jefe: “Patrón, ¿será que me puedo ir a cambiar y volver?”. Así lo hizo.
Al día siguiente notó la presencia de cuerpos de rescate en el lugar del siniestro y al consultarles qué pasaba, le dijeron que había una persona atrapada.
“Esto pasó por su negligencia. Yo les dije que quedaba gente”, le replicó Angelo al jefe de la misión de rescate. En ese momento denunció lo que había ocurrido con la persona atrapada antes los medios de comunicación que se encontraban cubriendo el rescate, y a las 4 de la tarde regresó a la zapatería.
Recuerda que a la encargada de la tienda no le gustó la iniciativa del venezolano y lo acusó con los dueños del lugar por haberse ausentado de su puesto de trabajo. “Eso fue el principio de un sinfín de contratiempos que detonaron mi despido. Hubo varios desencuentros y situaciones tensas con la encargada hasta que un día me botaron”.
¿Arrepentido?
A pesar de las consecuencias que trajo la decisión de abandonar el puesto de trabajo para salvar vidas, Angelo dice que lo volvería a hacer. “No soy religioso ni fanático, pero creo en Dios, y si él envió a hijo Jesucristo a dar la vida por la humanidad, ¿qué tanto puedo dar yo? Esas personas atrapadas pudieron ser mi mamá mi esposa, un familiar mío. La vida está llena de sorpresas. Sigo teniendo la disposición de ayudar a quien pueda”.
Angelo tiene dos años sin ver a su esposa y a sus hijas: una de 15, otra de 7, una de 6 y unas morochas de 3 años. Actualmente vende caramelos para sostenerse en Perú y enviar remesas a Venezuela.
Pide apoyo para regularizar su estatus migratorio, ya que ha recibido ofertas de trabajo que no ha podido tomar por no estar regularizado y deja su número de celular +51 989 590 741 para toda aquella persona que le pueda prestar apoyo.
Como se recodará, desde el 15 de junio del 2019, el gobierno peruano, en aquel entonces al frente de Martín Vizcarra dispuso que todos los venezolanos que deseaban entrar a la nación Inca debían tener pasaporte vigente y una visa especial.
Sin embargo, el panorama se hizo más complejo desde el cierre de la fronteras aéreas y terrestres en marzo cuando se clausuraron todos ingresos y todas las personas que llegaron en ese periodo, tienen una calidad migratoria irregular y deben ponerse a derecho con el nuevo Carnet de Permiso Temporal de Permanencia que podrá ser tramitado apenas se publiquen los requisitos en el diario oficial El Peruano.
Informalidad en Perú
Para finales de septiembre del 2020, el Ministerio de Trabajo y Promoción del Empleo (MTPE) manejaba una tasa de informalidad laboral del 65%, lo que significa que el trabajador no está protegido ante un despido arbitrario.
En este sentido, la Superintendencia Nacional de Fiscalización posee mecanismos para denuncias anónimas, en caso de maltrato laboral. No obstante, el colaborador, si es extranjero, debe tener una condición migratoria regularizada para que el Estado lo pueda proteger.