Venezolanos en Perú reinventan sus oficios para sortear el desempleo

Venezolanos despedidos durante la cuarentena se vieron en la necesidad de buscar nuevas formas de ganarse la vida

Se cumplen cinco meses del confinamiento en Perú que dejó al 89% de los venezolanos sin una fuente de ingresos, según las estimaciones de la Defensoría del Pueblo.

Es por ello que los ciudadanos venezolanos, que no han sido incluidos en los planes de apoyo del Estado peruano, cambiaron de oficio y, a pesar de la pandemia, encontraron un nuevo nicho para subsistir, pero todo dentro de la profunda informalidad propia del Perú.

Algunos se dedican a la venta de guantes fuera de los mercados y demás equipos de protección personal o descontaminación de lugares públicos. Los residentes consultados señalaron que en épocas como ésta: «algunas personas se quedan llorando y otras van vendiendo pañuelos».

Empezar de cero

Maigualida Pacheco es una varguense que llegó hace dos años a Perú. No se deja intimidar por nadie, es de pocas palabras, pero tiene bastante carisma.»Buenos días, buenas tardes, buenas noches, qué le ofrezco: tengo mascarillas, alcohol y protectores faciales a dos soles, dos soles 50 el frasco pequeño y 10 soles, respectivamente», dice Pacheco desde el Paradero 11 de la avenida Santa Rosa del distrito de San Martín de Porres, un lugar donde comparte espacios con otros dos venezolanos.

Una vende cachapas y el otro queso en sus diferentes presentaciones, al estilo de su país de origen. «Desde que llegué aquí todo ha sido guerrear y guerrear, antes trabajaba de empleada doméstica limpiando casas y ahora estoy vendiendo lo que vez. Ofrezco mascarillas estampas con la bandera de Venezuela y otros motivos para que la gente se sienta cómoda y protegida a la vez en medio de esta panademia», describe Pacheco.

Dice que su nuevo oficio no es el más rentable, pero le alcanza para pagar el alquiler y enviar «aunque sea un poquito de riales pa’ Venezuela. Algo es mejor que nada», expresa con un acento muy marcado. Está desde mayo en ese punto y cuando no tiene para ofrecer equipos de protección contra el Covid-19, vende golosinas.

Mientras tanto, Juan Briceño, empezó hace dos meses a subirse a los buses a descontaminar desde los asientos hasta los tubos que usan los pasajeros para sostenerse en el viaje. Dice no sentirse cómodo con su oficio pero es lo que está a su alcance y le da algunos soles para llevar el alimento a sus casas.

«Señores pasajeros, para mí no es fácil estar aquí pero las circunstancias me obligaron. Perdí mi empleo por la pandemia y tengo hijos que mantener, así que ahora me gano la vida limpiando los buses y espero que me puedan ayudar con lo que salga de sus corazones. Sé que deben estar cansados de tantos venezolanos, pero tampoco tenemos muchas opciones», dice antes de pasar por cada asiento a recibir las monedas.

Al terminar, agradece solidaridad y desea que ninguna otra persona atraviese una situación como la suya. Sin embargo, un nuevo trabajador informal aborda la unidad y con una situación no muy diferente a la del venezolano, también apela a la buena voluntad de los pasajeros.

Grinder, WhatsApp y las redes sociales

Por tradición, la red social Grinder ha sido un espacio para la búsqueda de citas, pero en estos días de emergencia sanitaria y confinamiento por el coronavirus, se ha convertido en una plataforma para ofrecer servicios que poco tienen que ver con encuentros afectivos.

Esta App ha servido para mostrar otras opciones, como por ejemplo, pago de servicios (recargas de teléfono, pago de rentas, luz, agua y otros, venta de lencería para damas y caballeros, cortes de cabello a domicilio, preparación de comida típica e internacional como arepas y demás alimentos típicos de Venezuela.

En este último rubro, Javier Parra vio la oportunidad de iniciar un negocio propio y decidió compartirlo a través de esta red social, con el fin de llegar a la mayor cantidad de personas, teniendo una receptividad bastante positiva, según contó.

«No vendo mi cuerpo», apuntó el joven de 25 años oriundo del estado Bolívar, quien se encuentra en Lima desde hace dos años. Esta no es la primera vez que Parra inicia un negocio propio. Antes de la pandemia tenía una mini-empresa, ofrecía piezas de celulares, pero el negocio se detuvo con el confinamiento y después de mes sin producir dinero, notó su ansiedad por la situación y que había una necesidad no cubierta: buscó los medios para poder hacer algo productivo con ella.

Fue así como decidió asociarse con su prima para preparar dulces criollos como bombas, ponqués, alfajores, crema volteada (quesillo) y chicha venezolana. Dice que alguno de estos exquisitos manjares los aprendió a preparar en Venezuela y el resto en Perú.

Una vez con la idea concretada, se fue a la búsqueda de clientes e incursionó en las redes sociales, siendo Grinder una de las que decidió utilizar, pues conocía cómo funcionaba y logró captar algunos clientes potenciales. «Solo queremos tener presencia en todas las redes y como no tenemos para pagar publicidad, exhibimos lo que hacemos en todos lados».

Por esta razón, y para aclarar dudas, en la plataforma de encuentros sexuales, colocó una bomba de foto principal y luego una galería de los dulces que ofrece. También utiliza una descripción breve en donde deja su número de teléfono sólo para pedidos a domicilio.

De momento y dado lo reducido que está la movilidad urbana por el estado de Emergencia, este emprendedor solo tiene una tiene una bicicleta con la que realiza las entregas de los pedidos en el cono norte de Lima, que está conformado por los distritos de Independencia, Los Olivos, San Martín de Porres, Comas y Puente Piedra.

Parra recalcó que en toda crisis hay oportunidad de ganarse la vida honradamente y por eso aprovecha todas las alternativas que están a su alcance.

Con el dinero que recaude con este emprendimiento cubrirá sus gastos de alquiler, comida y servicios sin la necesidad de recurrir a ayudas de terceros. También quiere mantener el apoyo económico que brinda a su mamá en Venezuela.
Parra garantiza total higiene y seguridad para evitar contagiarse y propagar el Covid-19.

Parra sostiene que si el negocio funciona, no descarta la posibilidad tener una tienda física en el futuro para que los comensales tengan un espacio exclusivo para disfrutar de sus dulces.

Por su parte, Maria Cevallos, periodista y profesora universitaria, retomó su antiguo negocio de suministros médicos. Lo había instalado hace nueve meses, pero la pandemia impulsó las ventas.

Promueve la mercancía de manera personal a través de los contactos que tiene en su teléfono. Ella ofrece a los múltiples grupos de WhatsApp a los que pertenece sus servicios como proveedor de confianza de suministros como gel, alcohol o guantes y cualquier otro equipo de protección personal que lo ayude a evitar el contagio del nuevo coronavirus.

“Vimos esta situación como una oportunidad de negocios y tenemos la intención de hacer las cosas bien. Nos esmeramos por brindar un buen servicio”, cuenta Cevallos.

Su estrategia, en WhatsApp, consiste en enviar ´flayers´ a través de sus contactos, que a su vez lo reproducen. Otra es actualizar sus estados y mostrar las características de cada producto. “Es una manera súper comercial, cada vez que comparto la información, siempre hay alguien que pregunta, pide presupuesto o compra. La receptividad es inmediata y siempre se concretan hasta tres pedidos”.

Por el estado de emergencia, la movilidad urbana está restringida, es por ello que María y sus socios disponen de un vehículo rotulado que lleva “el encargo” de lunes a sábado, previa coordinación. El cliente debe enviar sus datos por esa misma plataforma: nombre y apellido, la forma de pago y punto de ubicación. Por la compra, también recibe un obsequio para generar empatía con el cliente.

Junto a sus socios, también maneja un FanPage en Facebook que es otro canal de información. Cevallos ya tiene como clientes fijos a médicos venezolanos que también la recomiendan y así crece la cadena de comercialización.