A Estados Unidos le llaman América. Una canción de Rubén Blades nos recuerda que América no es un país, es un continente. Un giro repentino en la política migratoria estadounidense hace que cientos de miles de personas venezolanas busquen ahora el “Sueño Americano” en el resto de la región.
Miles de kilómetros, ¿en vano?
Apenas tres kilómetros separan a Alexander, Zulybe y a Aurora de los Estados Unidos. Se encuentran en Ciudad Juárez, México; a una distancia que podría parecer casi irrelevante si se compara con los más de 5.000 kilómetros que ya recorrieron cuando partieron de Venezuela en julio de este año. Pero desde este 12 de octubre, ese trayecto se ha vuelto inalcanzable.
Ese día el gobierno estadounidense implementó la expulsión hacia México de las personas venezolanas que ingresaran “de forma no autorizada”. La decisión puso en vilo a quienes ya habían iniciado la arriesgada travesía.
Gerson, también venezolano, está en Costa Rica. Se enteró nueva política mientras se encontraba en el Tapón del Darién, la selva que divide a Colombia y Panamá. Ni los furiosos ríos, ni los grupos armados, ni los cuerpos en el camino le desmotivaron tanto como el impacto de la noticia del gobierno estadounidense. Al contrario, la esperanza de entrar a la nación del Norte es lo que a él -y a más de 300.000 personas en los últimos dos años– les daba fuerzas para sobrellevar las vicisitudes del camino.
Miguel lleva shorts con la bandera de Estados Unidos y una remera que dice: «USA». Puede ser que sea un amuleto o puede ser casualidad. Lo cierto es que ambos debieron asentarse en Costa Rica. El primero recibió la noticia antes de recorrer un mayor trecho, el segundo no corrió con la misma suerte:
Ellos junto a más 7 millones de personas venezolanas han salido de su país en la última década ante la grave crisis humanitaria que vive el país, con un 92% de pobreza a causa de enormes desigualdades, corrupción y persecución a la disidencia. La Organización de las Naciones Unidas señalaque en la nación suramericana el gobierno perpetúa crímenes de lesa humanidad.
Esto motivó que en marzo del 2021 el gobierno de Estados Unidos ofreciera a las personas venezolanas el Estatus de Protección Temporal (TPS), un mecanismo para el resguardo de quienes no pueden regresar a su país de manera segura ante conflictos armados, desastres naturales u otras situaciones extraordinarias. A este programa se pueden acoger personas de otros países en grave situación como Nicaragua, Afganistán, Yemen o Ucrania.
El TPS garantiza a las personas de esas naciones permanecer en suelo estadounidense, aún si ingresaron sin la documentación necesaria. Facilita también la obtención de un permiso de trabajo y no impide el acceso a refugio o residencia.
Aunque la medida no resguarda a quienes llegaran a suelo estadounidense luego de su anuncio, facilitó que múltiples personas cruzaran la frontera y contaran con la oportunidad de solicitar asilo. A esto se suma que a Estados Unidos le es complejo deportar a personas venezolanas debido al rompimiento de relaciones entre ambas naciones en 2019.
Antes de la designación del TPS para personas venezolanas, las que llegaron a Panamá por mes luego de cruzar el Darién se podían contar con los dedos de la mano. En adelante, estas cifras crecieron. En septiembre de este año atravesaron la peligrosa selva casi 40.000 personas.
Un 12 de octubre
Alexander y Zulybe son parte de las 110.000 personas que estaban a mitad de camino luego de la implementación de la medida. Durante su paso por Costa Rica consiguieron los fondos necesarios para el resto del trayecto vendiendo caramelos. A la vez, querían resguardar la salud de Aurora, su hija, quien se vio afectada por su paso por el Darién.
En julio de este año el gobierno de Estados Unidos anunció la extensión por 18 meses del TPS. Para esta familia, y otras personas que transitaban por Costa Rica como David, Génesis o Jonathan se trató de un alivio y una ventana de oportunidad para cruzar la gran frontera.
Jonathan lo logró a inicios de octubre. Pero la ventana se cerró y lo deportaron a México tras la nueva política implementada por los Estados Unidos. Él encabezó una protesta pacífica junto con 200 migrantes venezolanos que cerraron el puente internacional en la frontera de Matamoros, Tamaulipas. Argumentaban que habían ingresado antes del 12 de octubre, cuando entró en vigencia el nuevo marco legal.
Jonathan narró que a ese grupo lo trasladaron a distintos centros y que no recibieron aviso de que serían deportados hasta que fueron dejados del lado de México. Afirma que los policías decían que eran órdenes del gobernador de Texas, el republicano Greg Abbott, quien había enviado grupos de migrantes en bus a ciudades santuario; e incluso, al frente de a la residencia de la vicepresidenta de EE.UU. Kamala Harris en Washington, en una evidente movida política.
Recientemente otro grupo de personas migrantes dentro de los Estados Unidos recibió un trato similar. El gobernador de Florida, Ron DeSantis, envió en avión a un grupo de migrantes venezolanos a otro estado demócrata. La representación legal de las personas migrantes asegura que las convencieron mediante promesas falsas.
“Vamos a cruzar en sana paz, porque ya estábamos en suelo americano”, afirmó Jonathan a centímetros de Texas, con sus manos pintadas de blanco en señal de paz y encadenadas como símbolo del proceso recién vivido. Toparon con una gran malla y un conjunto de policías. Jonathan, quien en Costa Rica se mostraba risueño y optimista, reclamaba con indignación a los oficiales: “Teníamos más de diez días en suelo estadounidense y la reforma salió ayer (12 de octubre)”.
Un legado nacionalista
El cambio al que se refiere es la implementación inmediata del Título 42, considerada como la restricción migratoria más severa en la historia del paísy originada en el gobierno del anterior presidente Donald Trump. Fue anunciada como un método para evitar la transmisión del COVID-19 dentro de los Estados Unidos, aun cuando Nueva York era ya el epicentro global de la pandemia.
Especialistas en epidemiología, incluyendo personal del Centro para la Prevención de Enfermedades -responsable del gobierno de EEUU en el manejo de la pandemia- catalogaron el Título 42 como una medida sin fundamento científico.
El mismo presidente Joe Biden intentó eliminar la medida a inicios de este año, pero un juez -nombrado por Trump- rechazó la iniciativa luego de una demanda colectiva de 24 Estados de corte conservador.
A pesar de su intento por deshacerse de esta decisión, el gobierno actual la ha implementado en otras ocasiones. El 12 de octubre lo volvió a hacer, dirigido a los migrantes venezolanos. Esto sucede incluso luego de que el mismo Biden afirmara que la pandemia “había acabado” y de que su asesor médico en jefe, el Dr. Anthony Fauci, indicara que “centrarse en los migrantes no era la solución a brotes de COVID-19”.
Diversas organizaciones se manifestaron en contra de la continuidad del uso del Título 42 contra la comunidad migrante, “No tiene ninguna base en la salud pública y va en contra de las obligaciones estadounidenses e internacionales de defender el derecho de todas las personas a buscar seguridad», señala un comunicado de Amnistía Internacional.
Esto responde a que -dada su naturaleza como política de salud pública y no de migración- implica una expulsión en lugar de una deportación, lo que conlleva que quienes llegan solicitando refugio no puedan exponer su caso antes de ser retirados del territorio estadounidense.
La Revista de Derechos y Libertades Civiles de Harvard argumenta que el Título 42 “esencialmente ha discriminado a personas migrantes del hemisferio Sur, cuyas solicitudes de refugio pudieran ser válidas y, sin embargo, fueron privadas de su oportunidad de ser escuchadas”.
El Título 42, que al día de hoy ha expulsado a más de 1.700.000 personas migrantes, surgió como una propuesta de Stephen Miller, asesor del expresidente Trump y quien también estuviera detrás de medidas como la separación de familias, el Muslim Ban y la eliminación del programa de Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA en sus siglas en inglés). Miller es reconocido por sus posiciones y nexos con figuras nacionalistas y antiinmigración.
El impacto de un papel
Aurora, la pequeña hija de Alexander y Zulybe se recupera de una neumonía en el hospital de Ciudad Juárez. Lo que usualmente es una buena noticia como el ser dada de alta es ahora un motivo de temor para la familia:
“Estamos tristes y preocupados que nos la den de alta, ¿en dónde vamos a pasar la noche? No contamos con dinero porque todo nos alcanzó hasta aquí y nos cuentan que Ciudad Juárez es una de las ciudades más peligrosas de México. No podemos caminar siquiera”. Alexander y Zulybe«
La organización Human Rights First ha encontrado al menos 10.250 reportes de asesinatos, secuestros, violación, tortura y otros ataques violentos contra migrantes y solicitantes de refugio a quienes se les ha negado la entrada a Estados Unidos o han sido expulsados a México debido al Título 42 desde el inicio de la administración Biden.
Neidimar también está en México. Relata su travesía y su respuesta ante los recientes cambios súbitos.
La alternativa que ofreció Estados Unidos fue la admisión de 24.000 personas venezolanas mediante visas humanitarias con requisitos como la entrada por avión, no haber sido expulsadas del país, pasar controles de seguridad y contar con una persona u organización patrocinadora. A cambio pidió a México el recibir a todas las personas venezolanas que expulse mediante el Título 42 y desembolsos a naciones impactadas por la migración venezolana.
«Se tomó esta decisión sin medir las consecuencias de un plan inhumano y discriminatorio. Ya estamos viendo esta crisis en las calles de México y se viene una mucho más grande que ni el gobierno está viendo en lo que se puede convertir», declaró para la BBC July Rodríguez, directora en México de la organización Apoyo a Migrantes Venezolanos.
Cuando consultaron a Marcelo Ebrard, canciller de México, sobre cómo proceder con las miles de personas migrantes venezolanas varadas, indicó que “no son miles, son cientos”. Esto a pesar de que el número de personas a quienes detuvieron s en suelo estadounidense durante el último año fue de 150.000, y en poco más de una semana de implementación del Título 42 fueron expulsadas 5.000.
El Gobierno mexicano ha visto con buenos ojos la nueva situación, aunque el presidente Andrés Manuel López Obrador indicó que solicitarán a los Estados Unidos que se amplíe el número de visas humanitarias para las personas venezolanas.
Ante la crisis que sucede en la frontera entre México y Estados Unidos, Alexander y Zulybe reconsideran el sueño que llevaban desde que salieron de Venezuela. Además de que la justicia estadounidense falló en contra de eximir a las familias con niñas y niños del Título 42, ya hay familias a las que separaron en el proceso, por lo que son múltiples quienes se quedan en México o regresan a países como Costa Rica con tal de reconstruir el sueño que se vio detenido en los últimos días.
“Cerrar las fronteras es imposible porque no tenemos ejército”
La reconfiguración del «Sueño Americano» para muchas de las personas migrantes que no lograron entrar a los Estados Unidos es su nuevo reto. Hay quienes se quedaron en los países que transitaban el 12 de octubre. Otros, como Miguel, regresaron a Costa Rica, mientras una familia toma un bus hacia Panamá, donde tienen conocidos que les pueden ayudar a encontrar estabilidad.
Tan pronto los Estados Unidos anunció la implementación del Título 42, los demás países de la región comenzaron sus planes para limitar la migración. Panamá cerró sus fronteras a las personas venezolanas sin visa. Guatemala impide el paso, aun si el destino es continuar hacia México.
Costa Rica, conocido históricamente por su receptividad a las comunidades migrantes, cambia el discurso con su nuevo presidente, Rodrigo Chaves. Sus primeras declaraciones sobre el tema fueron precisamente el 12 de octubre, sin relación al anuncio de los Estados Unidos.
Como candidato a la presidencia, Chaves no tocó el tema de la migración ni los Derechos Humanos, a pesar de que más del 10% de la población en Costa Rica es migrante. Su discurso gira en torno a lo económico.
Ese día en su conferencia de prensa semanal lo recalcó: “Yo soy más directo, esto cuesta plata”.
Su presencia como Gobierno se ha limitado al envío de fuerzas policiales a los sitios en los que se concentran las personas migrantes. Múltiples testimonios de locales y migrantes en distintas provincias del país confirman la ausencia de las instituciones del Estado en atención integral. Esta tarea la asumieron organizaciones de la sociedad civil como iglesias, universidades y grupos familiares.
No son solamente colores
A pesar del endurecimiento en la política migratoria de los Estados Unidos, muchas personas continúan cruzando. Los mismos agentes de fronteras estadounidenses señalan que las rutas se vuelven más peligrosas al cerrar las fronteras.
Muchas otras rediseñan sus planes. No piensan volver, pues se deshicieron de todo al salir de Venezuela (o países donde ya eran migrantes) para recaudar lo que gastaron en la travesía. Sus expectativas eran altas, pero sus sueños también, por lo que no se rinden.
Un 12 de octubre se anunció una decisión que cambiará la vida de muchas personas. Fecha que además es una efeméride cuestionada por lo acontecido en 1492. Este año también impacta de forma abrupta el vínculo de dos grandes regiones, sus transeúntes perseveran.
“Todos esos migrantes que están en esos países, México, Guatemala, Honduras, no se rindan. Dios los puso aquí por algo, y vamos a seguir ese sueño” dice Joan, a algunos metros de la frontera entre Costa Rica y Panamá. Hoy ponen en práctica lo que enuncia la canción de Rubén Blades, Buscando América: “Si el sueño es de uno. Es sueño de todos”.
Joan y su grupo de amigos aún no deciden si seguir al país norteamericano, regresar al Sur, o quedar en medio. Tienen claras otras cosas:
“A veces la vida te pone paredes y te divide de esas personas queridas. Aquí está Venezuela, con ganas de echar pa’lante que esos tres colores no son…” agrega Junior, su mejor amigo: “No son solamente colores. Cada uno representa algo. Yo extraño ahorita el cielo azul de mi país.”
Créditos
Reportería, audiovisual y fotografía: Karlo M. Bermúdez
Fotomontaje: @manifiestotijeras
Editora: Freya León
Producción realizada en el marco de la Sala de Formación y Redacción Puentes de Comunicación III, de Escuela Cocuyo y El Faro. Proyecto apoyado por DW Akademie y el Ministerio Federal de Relaciones Exteriores de Alemania.