Hector Villa, periodista de Venezuela Migrante, cuenta cómo ha sido su proyecto periodístico Cápsula Migrante, a un año de su aniversario, que nació durante la pandemia y que ha tratado de dar respuesta a los migrantes en Perú. A continuación su historia:
A inicios del año pasado estaba peleado con el periodismo. Y les voy a contar por qué.
En el 2017 migré de Venezuela a Perú y, quizá, por la inocencia de aquel entonces o por no vivir la realidad de un país distinto al Caribe, había migrado con ganas de empezar a trabajar en un canal de televisión, mi área de expertise; incluso hasta en un periódico me sería suficiente.
Insistí en varias ocasiones, entregué varios currículums y me postulé a distintas ofertas. Siempre con una negativa o silencio como respuesta. Y aunque uno «debe preservar para vencer», yo me rendí.
Entre ser migrante y tener la vida laboral —un trabajo que te permita pagar las cuentas, el alquiler y lo servicios— , y familiar —siempre dar ánimo en medio de la crisis que viven en el país, y ayudarlos económicamente en una Venezuela en la que casi es insostenible vivir— en equilibrio, no tenía espacio para rechazos o negativas.
Llegando enero de 2020, y sin saber todo lo que ocurriría (cómo si alguien lo hubiese sabido), decidí guardar mis acreditaciones de periodista en una caja, me dije que las guardaría un tiempo, pensaría en otras cosas, como el marketing o algo mejor que pagara las cuentas.
Pero todo cambió.
Para el mundo, pero también para mí.
Lo primero que llegó fue la pandemia. Caos mundial. Millones de muertes. Fronteras cerradas. Hospitales colapsados, todo por un virus que apenas estábamos conociendo.
Un virus que arrebató vidas, sin importar donde estuvieran. Sin importar su nacionalidad.
Fue así como se abrió la oportunidad de reportear, para Efecto Cocuyo, la historia del primer venezolano fallecido en Perú por el virus.
Recuerdo haber hablado con Jeanfreddy Gutiérrez, un gran amigo, colega y casi hermano de la vida, a quien admiro por su trabajo y que sin dudarlo me conectó con Freya León, editora de Efecto Cocuyo y Venezuela Migrante, que me ayudó en todo el proceso.
Ese amor que tenía escondido por el periodismo estaba floreciendo ¿otra vez? Y en esta ocasión no pude negarme. ¿Qué otra cosa podía hacer?
Fundado en pandemia
Yo soy un entusiasta de la colaboración. Es decir, juntos somos más fuertes, ¿no? Por eso no podía hacer el trabajo solo.
Cuando vivíamos en un mundo sin mascarillas, conocí a Álvaro Pérez. Fue en una actividad de la Embajada de Países Bajos en Lima. Éramos los dos únicos periodistas venezolanos en esa actividad. Hablamos e intercambiamos números. Luego nos volvimos a encontrar y siempre le hablaba, entusiasmado, de proyectos que quería hacer.
Cuando se presentó la oportunidad de reportar la historia, le escribí.
«Tengo este proyecto. ¿Te animas?» – le dije en un mensaje de WhatsApp, y aunque mostró interés me dijo: «Te voy a poner en contacto con otra periodista. Ella es una dura y seguro te ayuda».
Ya eso me lo había dicho en otra ocasión, pero al igual que los medios y su silencio en mi búsqueda laboral, nunca me había conectado con ella.
Pero no pasó mucho cuando la conseguí en Twitter. El 02 de abril le envié un mensaje: «Hola, Pierina, ¿qué tal estás?…. Justo te iba a preguntar si eras amiga de Álvaro para estar más seguro”.
Su respuesta fue afirmativa.
Con Pierina hice clic laboral inmediatamente. No nos habíamos visto nunca, no teníamos otro amigo en común más que Álvaro, a quien conocimos aquí en Perú. Pero nos escribimos por WhatsApp y tuvimos un par de reuniones por Zoom, cuando recién comenzaba a tener popularidad con el home office.
Y ella, aunque a veces es pesimista con el periodismo, tiene una pasión interesante que motiva a trabajar.
Después de llamadas, entrevistas, testimonios y redacción, finalizamos el trabajo y fue publicado.
Y ahora, ¿qué hacemos?
Efecto Cocuyo me reencontró con el periodismo en el extranjero y además me dio el boost que necesitaba.
Después de publicar el reportaje me atreví a hablar con Pierina sobre mis, locas, ideas de trabajar en un proyecto y quería saber qué pensaba. Ella también tenía algunas ideas y ahí volvimos a coincidir.
Durante casi todo ese mes de abril y parte de mayo nos reunimos. Rebotamos ideas, planes, pasos a seguir. Hasta que finalmente tuvimos nuestro proyecto: Cápsula Migrante.
Cápsula nació como un experimento de muchas pequeñas cosas que dos periodistas, jóvenes y migrantes, querían hacer, dándole valor al periodismo sirviendo a la comunidad migrante.
Se trataba de un podcast de noticias verificadas para la comunidad migrante en Perú, una de las más golpeadas en el país, que luego de estar casi dos años en el foco de noticias negativas, durante la pandemia no la consideraron en lo absoluto. Cápsula era un grupo de WhatsApp con 30 personas que recibían esas noticias en su celular. Cápsula era una cuenta en Twitter que publicaba cada lunes un video con las voces de Pierina y Héctor narrando las noticias. Cápsula era eso, y más adelante sería muchas cosas.
Podría dedicar estas líneas a hablar de los logros, por ejemplo, que Factual nos seleccionó para ser el primer proyecto periodístico en ser Incubado; o que gracias a Cápsula, estoy cursando un programa de periodismo emprendedor de la Universidad de New York; o que tenemos más de 40 mil visualizaciones en nuestro contenido de YouTube. Pero no se trata del alcance, sino de lo que podemos seguir aportando a la comunidad migrante.
Durante este año he entendido las razones por las que no debía «divorciarme» del periodismo, sino abrazarlo y cada vez hacerlo más fuerte.
El periodismo se ha transformado. Ha ido cambiando y se ha enfocado en las comunidades. Pero todavía necesitamos hacer más. Todavía hay comunidades vulneradas, olvidadas, que no las toman en cuenta o que solo sirven para política o para estigmatizar a poblaciones minoritarias.
Estar de cerca con migrantes, al menos por una pantalla de celular, escuchar sus necesidades, resolver sus dudas, o acercar a profesionales para que lo hagan, me ha hecho entender que el periodismo aún no está vencido, pero sí necesita seguir transformándose, desde sus fundamentos, para ahora tener una mirada más humana, más cerca de las personas. Un periodismo que entienda a la gente y camine con ella.
Ya en un año entero que ha pasado, me he reconciliado con el periodismo. He aprendido mucho más que antes. He ganado una buena colega, socia, y amiga, también por el periodismo.
Pero, sobre todas las cosas, he entendido que la profesión toma sentido cuando cumple su propósito: al lado de la gente, de los vulnerables, de los que están desamparados para contar sus historias y que otros las escuchen. Para construir un mejor periodismo, útil para la gente. Que permita cambiar este mundo tan golpeado que tenemos, así sea desde espacios pequeños.
Y a eso se ha dedicado Cápsula Migrante.