La ausencia de vuelos humanitarios obliga a venezolanos a caminar para regresar al país

Con lluvia y noches heladas, unos 130 venezolanos duermen en la calle que está frente al Consulado de su país en Quito. Su vigilia comenzó el 7 de mayo y desde ese día esperan por un cupo para abordar algunos de los vuelos del plan “Vuelta a la Patria”, implementado por el gobierno de Nicolás Maduro para el retorno voluntario de migrantes. 

Indira Ortiz está en la entrada de la sede diplomática, donde duerme sobre un cartón: “Sabemos es que muchas personas se quedaron varadas acá y ahora nos dicen que no habrá más vuelos por las próximas semanas”, dice. Ella, como muchos venezolanos, llegaron al Consulado de Quito después de caminar desde Lima, capital de Perú

Solo dos aviones con unos 180 pasajeros despegaron desde Ecuador hasta Venezuela, uno el 7 y otro el 9 de mayo. Dos días después del último viaje, Pedro Sassone, encargado de negocios del Consulado, con un traje de bioseguridad, ratificó a los varados que en las próximas semanas no continuarán con las repatriaciones. “Pedimos paciencia. Recuerden que también se debe cumplir con una cuarentena cuando se llega a Venezuela y no sabemos cuándo podremos habilitar más vuelos”, argumentó Sassone a sus connacionales. 

Su respuesta provocó que unas 17 personas se fueran caminando hasta la frontera con Colombia, mientras otros improvisaron camas con pedazos de cajas y carpas con bolsas plásticas. Los que quedan están divididos en tres grupos, anotados en listas chequeadas con frecuencia para saber cuántos siguen a la espera. Hasta el viernes 15 de mayo, estaban unos 90 adultos y 30 niños, incluyendo una niña que sufre de convulsiones. Yuleisy Silca, madre de un bebé de tres meses, fue desalojada del apartamento donde vivía en Lima. “No tenía trabajo y mantenernos se volvió complicado. Caminé por 17 días y crucé por trocha entre la frontera de Ecuador y Perú. Lo que quiero es volver a Venezuela”, explica.  

Los casos de venezolanos desalojados de sus arriendos o despedidos de sus trabajos se han multiplicado en Ecuador desde el inicio de la cuarentena. La Defensoría del Pueblo maneja un registro de alertas sobre vulneraciones de los derechos a las personas, donde se incluyen los desalojos y despidos arbitrarios, sólo hasta el 21 de abril, cuando presentó su primer reporte, registraron 4.204 en todo el país.   

La Defensoría del Pueblo y Acnur Ecuador no mantienen una estadística precisa de cuántos venezolanos se han quedado sin un lugar donde vivir. Solo continúan con campañas para informar a los desahuciados sobre sus derechos y deberes, además de promover la denuncia. 

Naudi Torres fue desalojado por retrasarse en el pago correspondiente al mes de abril. En Quito, él vivió en una habitación, alquilada y regentada por una fundación de iglesias evangélicas. “Traté de negociar con ellos, porque yo vivo de vender en la calle, pero me dijeron que ellos también tenían que sobrevivir y no podían hacer nada”. 

Ahora, Torres pernocta en la calle, cerca del Consulado. Se queja de un dolor de espaldas que comenzó el día que se cayó al cruzar una avenida para recoger unos donativos. Fue levantado por otros venezolanos que, además, consiguieron relajantes musculares para aliviar la hinchazón.

“Estoy mejor. Entre todos nos hemos apoyado para sobrevivir. No nos queda de otra”. 

Migrantes contagiados

Según el Ministerio de Salud ecuatoriano, hasta el 3 de mayo había 34 venezolanos contagiados, 60 descartados y 27 sospechosos. En total, en este país había 32.723 casos confirmados y 2.688 muertos por Covid-19 hasta el sábado.

La embajada de Guaidó en Ecuador, administrada por René de Sola, emitió un comunicado donde se desligó de cualquier organización de vuelos humanitarios de repatriación, recordando que debido al estado de emergencia sanitaria en el país las fronteras están cerradas y están suspendidos los viajes entre provincias. 

Para Indira Ortiz, como otros venezolanos que duermen frente al Consulado, irse a un refugio significa “dejar de ejercer presión y perder todo lo hecho”, aunque sus opciones son limitadas al conocer que no habilitarán más vuelos humanitarios al corto plazo. 

Ellos saben que el Instituto Nacional de Aeronáutica Civil (Inac) de Venezuela indicó que hasta el 12 de junio se prohíben los vuelos privados y comerciales dentro del territorio nacional, pero que sí se permiten “repatriaciones, vuelos autorizados por las Naciones Unidas y sobrevuelos de carga y comerciales”.

Ortiz dice que el Gobierno tiene capacidad de habilitar más vuelos humanitarios. “¿Por qué no lo hacen? Esto no se trata de política, es un tema de solidaridad. Tendremos que seguir caminando”. 

Entretanto, el alcalde de Quito, Jorge Yunda, ratificó que hasta el 31 de mayo no se disminuirán las medidas de aislamiento en la ciudad. 

Silca está angustiada por su bebé. “Sí, me preocupa que mi hijo se enferme. Pero más preocupa que se muera de hambre o que esté en peligro en un refugio. Yo prefiero estar aquí y esperar que nos saquen para Venezuela”. 

Caminar como última opción

En cuarentena es casi imposible movilizarse hasta la frontera colombo-ecuatoriana por las distintas restricciones. Roselyn Rangel, una venezolana que vivía en Guayaquil, y su pareja decidieron emprender un viaje con otros 41 compatriotas a finales de abril. 

Su intención era caminar y así hicieron durante una semana, hasta que la división de Migración de la Policía Nacional decidió trasladarlos a un refugio. Ahora, esperan la reapertura de las fronteras para avanzar.

“Esto no es lo que queríamos nosotros. Queríamos llegar hasta la frontera con Colombia, pero nos metieron acá (un albergue). Muchos ya se han registrado en el plan Vuelta a La Patria, pero nada que nos llaman”. 

Con la pandemia, la mayoría de los refugios están colapsados. Pero, Daniel Regalado, presidente de la Asociación Civil Venezuela en Ecuador, informó que se propuso destinar espacios en los albergues para los migrantes frente al consulado. “Ellos no aceptaron, insisten en quedarse en la calle, frente al consulado, esperando que se reactiven los vuelos. Se exponen a una situación muy precaria, en especial a los niños y personas con alguna discapacidad”, sostuvo. 

Ortiz, decepcionada por no hallar alternativas, decidió seguir caminando hasta Venezuela. Desde el jueves lo hace con unas 20 personas del grupo original, procedente de Lima. Demoraron casi un día en llegar a la ciudad de Ibarra, que en vehículo queda a dos horas de Quito, y ahí durmieron en una estación de servicio. El sábado continuaron la ruta hasta el puente internacional de Rumichaca, limítrofe con Colombia. 

Para movilizarse deben sortear toques de queda y prohibiciones como dormir en la calle, abordar vehículos y estar en grandes grupos. En las redes sociales del colectivo Resistencia Sin Fronteras afirman que un grupo de venezolanos atraviesa Perú y que estarán en Ecuador a mediados de mayo.