Llegaron a Uruguay con una agenda clara: compromisos familiares, laborales académicos o de salud. Quedarse tanto tiempo no era el plan, debían regresar entre marzo y abril. Pero la amenaza del coronavirus los dejó varados, porque las fronteras aéreas y terrestres se cerraron para contener su expansión. Ahora, son 80 venezolanos, entre ellos 10 niños, que aseguran sobrevivir en ese país, gracias a la buena voluntad de los familiares y el apoyo de algunos refugios. “Para todos ha sido triste y desesperante, ya no tenemos recursos. Nos tocó pasar el invierno que es muy cruel sin ropa ni nada; entre la tristeza de que los meses pasan y seguimos aquí”, aseguró Isamar García, vocera de los varados.
Todos están sufriendo por el invierno para el que no estaban preparados, pues solo estarían unos días durante el pasado verano. Pero desde los cierres fronterizos han pasado 6 meses y siguen atrapados, sin posibilidades reales de salir.
Gestiones emprendidas
Estos venezolanos dicen que agotaron varias instancias. Aunque enviaron comunicaciones a autoridades diplomáticas y protestaron, no consiguieron retornar a su país en un vuelo. “De la embajada de Venezuela en Uruguay no hemos tenido ninguna ayuda ni repuesta. Sus espacios se mantienen cerrados y no responden los correos. Una sola vez nos indicaron que Caracas no tienen ninguna resolución y el diálogo con el embajador Julio Chirinos ha sido imposible”, relata García, quien está en Montevideo. Y agregó: “Es triste esta situación porque estamos solos. Ni la embajada, ni la persona a su cargo nos ha prestado el apoyo correspondiente”.
En las redes sociales también crearon cuentas para denunciar su situación: @VaradosUruguay. Sus mensajes están dirigidos a las autoridades gubernamentales de Venezuela, pero ninguna responde a las solicitudes.
Opciones limitadas
El grupo de varados tienen boletos de retorno a Venezuela, la mayoría emitidos por la compañía panameña Copa Airlines. De ahí que piden efectuar las gestiones necesarias para viajar hasta su país, e insisten en que no pueden cubrir los gastos de un “vuelo humanitario”. “Ahora mismo es difícil, ya que no tenemos recursos. Pero si esta opción la hubieran planeado antes, el panorama sería diferente porque todo lo hemos gastado en sobrevivir. A estas alturas no nos deberían cobrar porque ya tenemos boletos pagos y hablamos de un vuelo humanitario. Es inhumano, después de estar seis meses aquí, varados”, explicó la vocera de los venezolanos.
Entre Uruguay y Venezuela solo se realizó un vuelo de repatriación, el 20 de abril. “Salió uno gestionado por gobierno de Uruguay porque fue a buscar a sus ciudadanos varados en nuestro país y solo permitieron que abordaran 52 venezolanos en un avión tipo Hércules”, señaló.
Contrario a su experiencia, los varados consideran que sufren un trato desigual. “Todos tenemos derecho de volver, y no veo justo que teniendo boletos de regreso no den un permiso a la compañía Copa Airlines. La prioridad mostrada con los ciudadanos de Estados Unidos parece que es más política que humanitaria, pero somos nosotros los que necesitamos soluciones”, indicó García en referencia a la oferta de Maduro de facilitar aviones para repatriar a estadounidenses hace unos días.
Piden no colocar más trabas para su retorno, porque no desean estar más tiempo fuera de su país en una situación tan compleja como una pandemia. “Si dan los permisos a las aerolíneas para que viajemos con nuestros boletos de regreso estaríamos súper felices y, si está la posibilidad de que nos ayuden con el Plan Vuelta a la Patria sería excelente, ya que lo que único deseamos es estar en nuestro país con nuestra familia que nos necesita”, agregó. Sienten temor por el futuro: “La navidad no está tan lejos y hay niños. No deseamos estar aún aquí para esa fecha. Queremos un acto humanitario para nosotros que estamos sanos, dispuestos a cumplir con los protocolos y respetaremos la cuarentena como la llevamos aquí donde nos hemos cuidando para proteger nuestros familiares al llegar al país”.
«Estamos desesperados»
El padre de Karina decidió, por primera vez en 35 años, regresar a Uruguay. Conocer a su nieta fue lo que más lo motivó a regresar de vacaciones a su país natal. Con ayuda de su hija, quien con esfuerzo pudo comprarle pasajes de ida y vuelta, el señor Carlos*, de 76 años, logró su cometido.
Llegó a Uruguay el 23 de febrero, en un vuelo de la aerolínea Avianca. Debió regresar el 7 de mayo, pero su pasaje ha sido cancelado y pospuesto en numerosas ocasiones. La necesidad de regresar a su casa, en Venezuela, país del cual es residente desde hace 42 años, ha aumentado ahora con el invierno en el país sudamericano, y aún más considerando que no había viajado para ello.
«Estamos desesperados. Me he movido por todos lados. He entregado cartas al Ministerio de Relaciones Exteriores, al Presidente, al Ministerio de Defensa y a la embajada venezolana. Pero todos dicen que es un problema de Venezuela y que es la embajada la que tendría que hacer el trámite», explica Karina en conversación telefónica con Venezuela Migrante.
Pero las diligencias no han rendido los frutos deseados. Karina denuncia que la embajada de Venezuela no los recibe y pide que se establezca comunicación por correo electrónico, vía por la cual, según Karina, tampoco reciben ninguna respuesta.
Su padre vive en San Cristóbal, estado Táchira. Por esa razón, tomó las rutas aéreas desde Cúcuta hasta Bogotá, en Colombia, y de allí hasta Montevideo, la capital uruguaya y donde vive su hija.
Cuando iniciaron los efectos de la pandemia de la COVID-19 en la región, Karina no lo pensó dos veces para contactar a los operadores de Avianca. Ellos le recomendaron que cambiara las fechas del pasaje de retorno para aprovechar el bono, «pues el vuelo estaba cancelado». Intentó otras alternativas, como conseguir un reembolso para comprar un nuevo boleto con otra aerolínea, pero la respuesta tampoco fue positiva: «me informaron de que el pasaje era intransferible y que para solicitar el reembolso no debí haber hecho el cambio por el bono».
«Mi papá está súper angustiado, deprimido, desesperado por volver a su casa, donde tiene a su señora, hijas, nietas, su trabajo. Toda su vida está allá (en Venezuela)», lamenta Karina.
*Nombre reservado a petición de la fuente