Para los venezolanos en Perú, las remesas también se devaluaron y el dinero que envían a sus familiares en Venezuela cada vez les rinde menos.
«Yo enviaba 50 soles al mes: una parte la primera quincena y luego la otra parte a fin de mes, pero eso ya no es nada en Venezuela. Así que esta vez, en vez de mandar plata, enviaré algunas cositas para mis nietos», ese es parte del relato que le da Aurora Ríos, oriunda de Maracay, a Jesús Fernández, del estado Zulia. Ambos estuvieron sentados por dos horas en una banca frente la oficina de Liberty Exprés, ubicada en Miraflores. Esa sede es la principal de todo el país, pues desde allí salen los envíos directo al aeropuerto.
Al igual que en otros recintos, fuera de esa sucursal no permiten colas desde que comenzó la pandemia, por eso les piden a los clientes sentarse en una caminería ubicada al frente de la oficina.
Aurora y Jesús compartieron experiencias durante casi 9 horas, mientras llegaba su turno. A lo largo de la tarde se sumaron a otros grupos con quienes hicieron más llevadera la espera.
Los estrenos y el Niño Jesús
A las dos de la tarde, ya llevaban más de tres horas aguardando y la cola no avanzaba. Ya había confianza y los presentes se animaban a contar qué tenían en sus bolsas para enviar como paquetes. «Yo estoy enviando tres monos y varios pares de zapaticos para mis nietos. Mi hija se quedó allá en Venezuela y yo no la dejé de ayudar a pesar de que fui la única que trabajé durante la cuarentena y no fue fácil. Ahora que mi esposo está trabajando, le voy a enviar eso porque si le mando la plata seguro no compra nada», dice una de las mujeres en la fila a quienes tenían entre los números de 50; 60 y 70. Ella tenía el número 108.
Entre tanto, Fiorela Quispe, peruana con familia en Venezuela se incorporó a la conversación y reveló lo que tenía en una gran bolsa de una conocida juguetería. «Les estoy enviando el niño Jesús a los hijos de mi hermana. Ella se fue hace 20 años para Venezuela y este año les daré sus regalos de Navidad para que los niños no pierdan sus tradiciones». De todo el grupo, ella era la única que tenía experiencia enviando paquetes a Venezuela y daba cuenta de que todo llegaba completo.
Este comentario bajó la tensión y la ansiedad de todos los que la escucharon. Jesús Fernández vuelve a ser parte de la conversación y explica que en su mochila tiene dos vestidos para su sobrina. Los estrenos del 24 y el 31 y una muda de ropa deportiva que le había encargado una abuela. Además, tenía dos pantalones que su hermana necesitaba para trabajar, un par de franelillas para su mamá y una camisa para su hermano. Confiesa que el dinero no le alcanzó para comprar los zapatos deportivos que su papá le había pedido.
La número 45
Cuando llegó el turno de una venezolana, que tenía el número 45 y poco conversó con quienes integraban la fila, se produjo intranquilidad, pues tardó más de una hora en salir. Ella debía enviar 7 bolsas grandes y la empresa revisó con reparo cada prenda. Así, la impaciencia comenzó y, de uno en uno, los clientes se acercaron a preguntar qué pasaba pues temían que pudieran cerrar y no completar el envío.
Para calmar los ánimos, un empleado de la empresa anunció que a las 5 de la tarde sellarían las planillas de declaración jurada de la mercancía y, quien no estuviera, se quedaba por fuera. Esa fue la oportunidad para explicar el procedimiento que alargaba el trámite. «Nosotros revisamos todo, el peso, el valor de cada producto que envían, nos fijamos que todo salga en orden para evitar problemas».
Encomiendas electrónicas
No todo lo que se embalaba para Venezuela era ropa o juguetes. Mariana Álvarez estaba enviando un teléfono para su papá. En el tabulador de la empresa de envíos se puede leer que el precio del primer kilo para todo lo que sea electrónico es de 110 soles (30 $) y el segundo en 41, más el 18% de impuesto.
Para los objetos de menor tamaño y volumen, como ropa y juguetes es de 51 soles (14.1 $) el primer kilo y 41 (11.3 $) el segundo, más el impuesto antes mencionado.
Juliana Paz, de Ciudad Ojeda, estado Zulia; además de la ropa, envió adornos de Navidad para que sus padres pudieran decorar. «No todo puede ser drama y dolor, los que se quedan en Venezuela tienen derecho a disfrutar y si nosotros podemos ayudarlos, lo hacemos».
Rememorando las colas y las discusiones políticas
A las 6 de la tarde, al hacer el último recuento, faltaban más de 30 por entregar su encomienda. A esa hora, se habían agotado los temas navideños y comenzó la discusión política:
«Yo apoyo las sanciones porque eso no es para el pueblo, es para los que manejan las cuentas del país. Dime algo, si de verdad las sanciones fueran como ellos dicen, tú crees que podrían entrar al país ese montón camionetas blindadas para Diosdado y su combo», comentó Estaban Reyes; esposo de Aurora, quien lo miraba y se ponía la mano en la frente y bajaba la cabeza.
Cuando ya había caído la noche, a eso de los 6.30 de la tarde, los empleados aceleraron el paso y se formaron dos filas. Unos para entregar la encomienda y la declaración jurada, mientras que la otra era para pagar. Ya no había distanciamiento social y las miradas y expresiones eran de agotamiento. «Esto ya parece una cola para comprar comida», dijo una de las últimas personas de la cola para entregar la declaración.
«Pero no será de los Clap, porque allá en Los Guayos nunca llegó», responde otra que estaba en esa misma fila. Entonces interviene el último de la fila para pagar: «Eso es para que no perdamos la bonita costumbre de hacer colas». Todos ríen, miran la hora y caen en cuenta que se les fue todo el día esperando para enviar algo a sus casas.
A las 7 de la noche, las cifras entre los 80 y 90 se habían ido, quedaban algunos de la serie de los 100. Pero cada uno de los que había completado la entrega, comentó que gastaron entre 130 y 350 soles (36.0 $ y 96.9, respectivamente) en cajas de 2 a 5 kilos. Les pareció que el costo era manejable y quienes aún tenían batería en sus teléfonos enviaron los códigos para hacer seguimiento del envío.
La empresa entrega diariamente hasta 120 números, de los cuales 40 se retiran durante el día. Empiezan a las 9 de la mañana y terminan a las 9 de la noche, según la cantidad de personas o volumen de objetos que vayan dentro de la encomienda. El tiempo de espera es de 10 a 15 días hábiles. De momento no hay entrega directa a los hogares por la pandemia, pero se pueden recoger en las oficinas principales de cada estado.