Cruzar por los “caminos verdes” no es reciente. El oficio es de vieja data y actualmente tiene como protagonistas a cientos de ciudadanos que les tocó regresar a su país de origen. Este retorno ocurre en medio de la crisis generada por la actual pandemia del COVID-19. Un ciudadano que lleva a venezolanos desde Ecuador a Colombia, a través de Rumichaca e Ipiales, habló bajo el anonimato con Venezuela Migrante sobre lo que ocurre en esa zona que separa a ambas naciones.
La primera advertencia que hace: “Si le dicen que lo van a llevar por lo que tenga, seguro lo van a robar”. Sobre esto explica que es preferible precisar cuál será el monto por el acompañamiento durante el recorrido.
El hombre, dedicado a esta actividad, contó que el paso de los venezolanos por estas zonas lleva algunos años y ha sido la opción de quienes no alcanzaron a gestionar el pasaporte o los que perdieron sus documentos en el camino. Agrega que desde la pandemia, el flujo migratorio aumentó por el aislamiento social y cierre de las fronteras para contener el coronavirus.
Otra alerta, también hay estafadores
Aunque reconoce que no es el más formal de los trabajos, describe su oficio como una forma de apoyar a quien más lo necesita en su camino para lograr volver a su hogar o salir de Venezuela. “El trochero es la persona que vela por la seguridad y la integridad de las personas. Está pendiente de que no les suceda nada por el camino y llevarlas por los puntos autorizados”, describe.
Explica que el trato comienza a través de un contacto vía celular, que viene dado por una recomendación o simplemente una conversación en la que se acuerdan ciertas condiciones. Entre ellas, un pago de 10 dólares por persona. “Ya después depende de quien nos contacta, si le da la confianza a uno o no”.
Una de las precisiones que hace es que en el camino siempre hay que pagar “un peaje” para poder avanzar, y eso no debe tomar a nadie por sorpresa. “Como recomendación, les explico que no se confíen de las personas que les dicen cualquier cosa, los que dicen que no hay que pagar en la ruta. Dentro de la frontera hay tarifas que pagar. Eso es así”.
Frontera viva
Sobre las experiencias que ha tenido cuenta que ha visto a muchos colapsar, que sus cuerpos no resisten. Explica que esto puede ser el resultado del largo trayecto que traen, ya sea desde Chile, Perú o desde Ecuador. “He visto gente desmayada, embarazadas que rompen fuente. Pero lo que más me pega es ver el sufrimiento de los niños. La desesperación de sus padres por querer hacer rápido el trayecto, querer salir de ahí y no pueden”.
Recordó que en una ocasión le tocó presenciar cuando los bomberos sacaban el cuerpo de una mujer que se había perdido en el camino: la encontraron ahogada en el río. “Por eso les digo que no se puede confiar en cualquier cosa que les digan, siempre hay riesgos en la ruta”, insistió.
De Rumichaca a Ipiales: paso a paso
El término “caminos verdes” hace honor a su nombre. Y es que la frontera que conecta a Ecuador con Colombia es eso: un recorrido muy tupido y de un verde intenso.
El recorrido, según explica, se puede completar en una hora o dos, dependiendo de la fortaleza física de la persona.
Comienza con una bajada bastante empinada por la cual, le precisa a Venezuela Migrante, se requiere de mucho equilibrio.
Después: un camino de subidas, algunas más pronunciadas que otras, y bajadas.
Luego, como cuenta, viene el «temeroso río». Este tiene una profundidad de aproximadamente dos metros cuando no está crecido o revuelto. Lo peligroso de este tramo es que el agua es extremadamente fría y obliga a las personas a embarcarse en una improvisada balsa que es halada por unos mecates. Este cruce lo tiene cronometrado: dura solo 30 segundos.
Finalmente, viene el último tramo de esta etapa por los caminos verdes. En ese momento los caminantes ya sienten que han logrado una gran parte: “Cuando uno llega a la antena, ya está en Colombia”.
Para este ciudadano, la actividad que realiza se sostiene en una realidad que resume como: «Mientras haya una frontera, habrá quienes se dediquen a cruzar a otras personas».
Los caminos verdes y los grupos armados
Sobre los grupos armados que han sido denunciados por los caminantes y las ONG, señaló que para cruzar por esos espacios se necesita autorización y quienes no lo estén, serán ahuyentados a tiros. “Hay que tener permiso para pasar por ahí. Si no lo tienen, los sacarán a disparos, pero afortunadamente no han ocurridos homicidios hasta el momento”.
Para cerrar su relato, entrega una cifra aproximada: «Diariamente, entre 200 y 400 personas, en otras ocasiones hasta entre 300 y 500, cruzan por estos caminos».