Por estos días los integrantes de la Red de Apoyo de Solidario solían estar muy atareados. El otoño y el invierno chileno eran épocas de recolecta de abrigos y enseres para organizar la actividad que los hizo nacer hace tres años en Santiago, el Ropero Solidario. Pero así como el número de extranjeros en Chile ha crecido, las regulaciones migratorias han cambiado y la pandemia causada por el COVID-19 ha modificado el estilo de vida de muchas personas, la Red ha tenido que adaptarse. “La pauta la marca la migración”, dice su directora y fundadora Luna Ramírez.
Sus más recientes ocupaciones ahora se enfocan en atender a los cientos de venezolanos –y migrantes de otras nacionalidades– golpeados por los estragos del coronavirus: gente que perdió sus empleos; otros que buscan acceder a alguno de los beneficios sociales implementados por el gobierno chileno; y a quienes pernoctaron durante días frente a la Embajada de Venezuela en Santiago exigiendo un vuelo humanitario. También esperan realizar su actividad insignia de forma segura.
“Estamos en mesas de trabajo para lograr hacer el Ropero Solidario cumpliendo las condiciones sanitarias. Esa es una actividad masiva, cuya convocatoria mínima era de 500 personas y llegaron a concurrir hasta 1.200. Entonces estamos tratando de ver cómo entregamos los abrigos. Hemos pensado hacerlo s través de un formulario de inscripción u organizando kits de invierno”, explica Ramírez. Es necesario porque en 2020, Santiago experimentó las lluvias más intensas en los últimos 15 años y hay posibilidades de que nieve.
Entre sus otras actividades realizan entregas de juguetes en Navidad, celebran el Día del Niño en Chile (en agosto), hacen paseos al Zoológico Nacional como una forma de ayudar con la integración; entregan útiles escolares, y desarrollan charlas y talleres de apoyo emocional.
Cuando la organización se creó, el 5 de julio de 2017, el total de inmigrantes residentes en Chile alcanzaba las 746.465 personas, cifra que representaba el 4,35% de la población nacional. Para el 31 de diciembre de 2019, los extranjeros residentes habituales en Chile bordean el millón y medio de individuos. La mayoría proviene de Venezuela (30,5%), seguido de Perú (15,8%), Haití (12,5%), Colombia (10,8%) y Bolivia (8,0%).
En 2017, además, los venezolanos podían ingresar a Chile como turistas y luego modificar su estatus migratorio. Eso cambió en 2018 cuando se implementó la Visa de Responsabilidad Democrática (VRD) y se acentuó en 2019 cuando, sin previo aviso y con efecto inmediato, el 22 de junio el Gobierno de Chile informó que los venezolanos que deseen entrar al país deben contar con una visa consular de turismo, y cientos quedaron varados en la frontera entre Arica, en Chile, y Tacna, en Perú.
“Al principio había una cantidad masiva de venezolanos que llegaban que no tenían idea de cómo era el invierno, no tenían la ropa adecuada y estaban en condición de vulnerabilidad. Después con la VRD si bien ya se ingresaba teniendo papeles el cambio generaba mucha ansiedad. Había mucha gente mal, con depresión o ansiedad, o frustrados porque aun teniendo la visa no encontraban empleo, para eso creamos los talleres de apoyo emocional, con una psicóloga voluntaria, que seguimos haciendo por Zoom porque la cuarentena genera mucha tensión. Así que es una especie de botiquín de primeros auxilios emocional”, afirma Ramírez.
Voluntarios y beneficiarios a la vez
Doris Delgado estaba varada en Arica, en 2019, sin poder entrar a Chile cuando conoció la Red de Apoyo Solidario. Finalmente pudo entrar con su esposo y sus dos hijos –que ahora tienen 12 y 14 años– con una maleta en la que no había ninguna chaqueta apta para las bajas temperaturas del invierno. Gracias a la organización consiguió no solo los abrigos, sino cobijas y comida; pero afirma que lo más importante desde entonces ha sido “el apoyo moral”.
“Llegué a Chile hace exactamente un año y desde entonces Luna ha sido una constante. Ahora nosotros también somos voluntarios y ayudamos a otras personas. Busco donaciones, las recibo y las selecciono. Para mí lo más importante ha sido el apoyo emocional, porque uno aquí se decae, sufre de ansiedad, se frustra si no puede ayudar a la familia en Venezuela. La Red incluso le dio el regalo del Niño Jesús a los niños”, agradece Delgado.
La ONG Red de Apoyo Solidario la conforman 20 personas –empezaron siendo seis amigos–, y cuentan con una base de datos con los nombres de 60 voluntarios. La mayoría venezolanos, pero también hay colombianos y chilenos.
Para continuar llegando a las personas en tiempo de pandemia, tienen un grupo de Whatsapp en el que hay 257 integrantes –el máximo que les permite la aplicación– en el que brindan asesorías migratorias, comparten emprendimientos, ofertas laborales y la información oficial del Gobierno de Chile, acerca de los bonos y cómo inscribirse en el Registro Social de Hogares, fundamental para recibir ayudas sociales. También participan en charlas virtuales con algunos ministerios para transmitir las dudas de los migrantes e informan de las zonas en cuarentena.
“La pandemia nos cambió a todos. Obligó a reinventarse. Muchos quedaron sin empleo y los migrantes fueron los más afectados. Hemos conseguido kits con alcohol, mascarillas, guantes y pañales para los venezolanos que quedaron en situación de calle; y preparado ollas solidarias”, explica Ramírez. Para quien lo más importante, es generar una cadena de favores, como la que consiguió con Doris.
Delgado no ha encontrado un empleo formal desde que llegó, resuelve vendiendo algunas, su esposo, ingeniero, quedó desempleado por la pandemia y ahora trabaja como ayudante de albañilería. “Todos hemos puesto nuestro grano de arena, lo más importante es buscar el lado positivo de todo. Para mí ha sido importante poder brindar esa ayuda que yo también recibí. Todo es recíproco”.
Elisa Villalobos también ha sido apoyada por la Red. Lleva poco más de un año en Chile y con la pandemia fue suspendida de su trabajo como educadora de un preescolar. Cuenta con la red para sostenerse, al igual que Delgado, emocionalmente. Ambas mujeres coinciden en que la organización les ha ayudado a integrarse, respondiendo sus dudas y generando redes de contactos.
El proceso es lento y la pandemia lo hecho todo aún más complicado. Para resolverlo, la Red de Apoyo Solidario ahora busca aligerar el estrés. Su próxima misión son encuentros virtuales con contenido más lúdico, así que preparan una jornada de yoga de la risa.