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Y así aparecieron los tequeños con chimichurri

A través del Festival Venezuela Gastronauta, Lía Valeri, organizadora de diferentes encuentros y radicada desde hace 15 años en el país, logró reunir a más de 40 emprendedores que llegaron en los últimos años y fueron incorporando nuevos sabores a las mesas argentinas.

Jessica Manzo dejó Venezuela una Navidad y se reinventó en la siguiente.

Tomó un avión rumbo a Argentina el 24 de diciembre de 2016. Llegó con su hijo de un año y su mamá, con la intención de trabajar y seguir estudiando un posgrado, ya que es abogada y archivóloga.

Pero un año después las cosas no habían salido como era esperado, y otra vez la Navidad fue una señal de cambio. Entonces inició su emprendimiento gastronómico haciendo hallacas, una comida típica de esas fechas tan importantes en Venezuela: “Había una ola creciente de venezolanos llegando al país, sobre todo jóvenes, que no tenían a sus padres que los consintieran. Comencé el negocio pensando en la cocina que te hace recordar los sabores de mamá”.

Durante los últimos años la gastronomía venezolana se extendió por todo el país. No hay estadísticas oficiales, pero sí pistas que reflejan su crecimiento. “A principios del 2000 no existía prácticamente nada, y antes de la pandemia en ciudad de Buenos Aires había alrededor de 50 locales, la gran mayoría en Palermo y San Telmo”, explica Mario Vicenzopresidente de la Asociación de Venezolanos en Argentina (Asoven). La cifra, desde luego, no incluye los emprendimientos fuera del entorno porteño ni aquellos que son digitales y carecen de espacios físicos para las ventas directas, los cuales también se han disparado. 

La expansión además se refleja en el crecimiento de la oferta de negocios que distribuyen insumos para la cocina venezolana como los quesos llaneros o la harina de maíz precocida, que ya se vende en cadenas de supermercados.

Todo ha terminado con una avanzada de platos que antes eran desconocidos y ahora enriquecen los paladares y el vocabulario local. Arepas, tequeños, cachapas, hallacas, pastel de chucho, empanadas fritas, patacones, cachitos, piñitas y golfeados forman parte de la lista que se amplía a diario.

La tendencia no termina allí y tiene un reflejo menos cotidiano pero igual de importante: el surgimiento de encuentros gastronómicos, que reúnen a quienes están detrás de las nuevas cocinas y emprendimientos. Entre ellos han estado la Feria Popurrí -en la que además de platos también se ofrecen otros productos de emprendedores venezolanos-, la Feria de Sabores Venezolanos -que se realizó desde 2014 hasta 2019 en el Mercado de Pulgas de Villa Crespo-, y el Festival Venezuela Gastronauta, que es el más reciente y surgió durante la pandemia como continuidad y reemplazo de los encuentros presenciales. De hecho, quien estuvo a cargo de la coordinación de este último fue Ivanova Hidalgo, organizadora de la Feria de Sabores Venezolanos. El Festival contó con el apoyo de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) y la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).

Estuvo destinado a compartir nuestra cultura con la sociedad argentina y con la comunidad venezolana”, cuenta Lía Valeri, organizadora de Venezuela Gastronauta, una feria que tuvo lugar de manera virtual y reunió a más de 40 expositores

Valeri es venezolana y vive desde hace 15 años en Argentina. En su valija trajo la idea de emprender y ha estado asociada con distintas iniciativas de asistencia social, salud mental y culturales para la comunidad venezolana. La culinaria, sin embargo, le causó especial cariño porque a pesar de ser remota “logró conectar íntimamente a emprendedores, organizadores, auspiciantes y colaboradores, que se conocieron y se sumaron a esta gran corriente”.

Lo que le sucedió a Valeri es lo que ocurre con la mayoría de los emigrantes, que traen en el equipaje no solo sus duelos sino su lengua y su cocina materna como activos. “Salimos con una maleta de sabores y de experiencias que tienen que ver con la alimentación, con lo festivo, con lo ritual, lo histórico”, señala Ocarina Castillo, que entre otras cosas es investigadora y docente de antropología alimentaria.

En muchos casos esa gastronomía de origen es lo primero que el migrante intercambia con la sociedad que lo recibe, es lo que ayuda a conectar con las raíces y es un recurso básico al que echa mano para subsistir, tal como sucedió con muchos venezolanos en Argentina.

La nostalgia, sin embargo, no abandona el sazón. “Lo más difícil, lo que más se extraña de esta migración con respecto a la gastronomía, es poder sentarte en la misma mesa con las personas que tú quieres”, dice Magda Da Silva, que llegó desde la región de los Altos Mirandinos a Buenos Aires hace 4 años, y ahora tiene un local en Balvanera que ofrece platos típicos venezolanos.

“Venezuela Gastronauta” se realizó entre el 14 y el 18 de abril de 2021. Valeri relató que la feria fue impulsada por la asociación Alianza por Venezuela, una organización civil creada en 2018 en Buenos Aires, que trabaja junto a otras instituciones nacionales e internacionales. “La asociación brinda orientación sobre el proceso migratorio, ayuda humanitaria y social, acompañamiento en salud, y se realizan actividades de promoción de los valores culturales de ambos países”, explica.

El Festival utilizó un método novedoso: se realizó a través de las redes sociales y de “TuMingo”, una aplicación móvil gratuita pensada para que los venezolanos puedan ofrecer sus servicios y productos.

Allí se promocionaron platos y se organizó un servicio de venta por delivery. También se brindaron charlas, conferencias y capacitaciones destinadas a gastronómicos y al público en general.

Esas sesiones virtuales ayudaron a tejer redes entre participantes y organizadores, como sucedió con los demás encuentros.

Tres ejemplos de emprendedores que formaron parte del festival son el de Manzo, cuyo negocio se llama Ná Güará Chamo; el de Da Silva, que creó “Pechés Magda” y el de Paola Alfonzo y Aquiles Rodríguez, fundadores de “Café con Cuentos”, un lugar que combina el café con la oferta de platos venezolanos e híbridos con la cocina argentina.

A todos los unió la necesidad de sentir un poco de Venezuela en cada sabor, el ideal de que otras personas experimenten lo mismo, y las ganas de seguir adelante. “La Feria Gastronauta como tal se convirtió en una organización propia con personas adicionales a las de Alianza por Venezuela. Surgió una hermandad bien bonita”, afirma Da Silva.  Los emprendimientos que tenían local de venta al público hicieron de vitrina para aquellos que no, como es el caso de Manzo.

También resultó satisfactorio para todos el interés del público local en la feria. “Los argentinos mostraron curiosidad y fueron muy buenos comensales y replicadores. El público venezolano, nostálgico y emocionado a la vez”, comenta Valeri.

Sabores de aquí y de allí

Amantes del sabor del café, Paola Alfonzo y Aquiles Rodríguez son socios. Llegaron a Argentina en 2017. Se conocieron antes en Caracas, cuando Paola decidió aprender nuevas técnicas para poder abrir un negocio en Buenos Aires. Rodríguez impartía las clases en la Escuela Venezolana de Café y ella lo invitó a unirse al viaje. Así crearon Café con Cuentos, ubicado en Recoleta. 

En su menú hay platos venezolanos como tequeños, cachapas y arepas, pero también hay otros que son resultado de la fusión de sabores. Al llegar decidieron contratar especialistas argentinos, junto con quienes crearon ensaladas que combinan ingredientes locales y tropicales y también el sándwich “Mi querencia”, una de las estrellas de su oferta. “Es un sándwich de milanesa de pollo con aderezo de mandioca y plátano frito. Se llama así por la querencia de los venezolanos con su país y por el nombre de una canción de un gran cantautor venezolano, Simón Díaz”, dice Alfonzo.

En el caso del restaurante de Da Silva, la transformación se dio principalmente en dos platos: los tequeños –que a pedido del público argentino, ahora se comen con chimichurri– y la carne asada. La parrilla venezolana en Argentina se come sin orégano o ajo, condimentos típicos en Venezuela: “Argentina tiene una de las carnes más ricas y suaves del mundo. Nosotros hacemos parrilla y solamente le ponemos un poquito de morrón y cebolla”.

Los tequeños son una masa de harina de trigo rellena con queso. Puede ser frita u horneada. El chimichurri es un aderezo típico argentino y su nombre remite al inmigrante irlandés que lo creó: James McCurry. Foto: Pechés Magda/ Venezuela Gastronauta.
Las empanadas venezolanas son muy parecidas en forma a las de Argentina, pero se hacen con harina de maíz. Son diferentes de acuerdo a la región del país en el que se consuman. Se consideran parte de la influencia de los españoles en Sudamérica. Foto: Na’Güara Chamo.

En el ida y vuelta, sin embargo, hay sabores que inevitablemente se extravían en el camino. La mayoría de los ingredientes necesarios para preparar los platos venezolanos en Argentina se consiguen, aunque aún existen faltantes de cosas fundamentales que le dan un sabor especial, como es el caso del ají dulce.

El extravío del ají dulce, no obstante, ha sido compensado por ingredientes locales, que han enriquecido las fórmulas de preparación: “Imposible preparar la comida sin provenzal, ya es parte de nuestra cocina”, dice Manzo.  “Nosotros añadimos cerezas a nuestras ensaladas y zapallo redondo a las tartas que ofrecemos en nuestro menú”, asegura Alfonzo.

Un nuevo lenguaje que viene del paladar

Los sabores remiten a la tierra. Aquella en la que se producen los alimentos y que les da un sabor particular dependiendo de la región; y a la sentimental, la que nos da sentido de pertenencia, en la que tenemos a nuestros seres queridos, a nuestras “querencias”.

“En la construcción del sabor está todo: está la memoria, está la identidad, están las preferencias culturales locales, regionales y familiares, está operando de una manera muy importante nuestro sistema nervioso central”, resume Castillo.

Con la reciente inmigración venezolana los sabores comenzaron a fusionarse, a formar parte de las tradiciones, el lenguaje y las costumbres argentinas.

 “La impronta de los sabores y de la memoria gustativa en nuestra psiquis es tan grande que se dice que incluso es más fuerte que la lengua materna”, dice Castillo. 

Y así como la comida es de por sí un lenguaje, existen términos que se van construyendo a su alrededor.

En Venezuela, cuando uno se sienta a tomar café con un amigo, un jefe, un hermano, con la mamá… es para echar cuentos, para chusmear, para conversar…”, explica Alfonzo acerca del nombre que eligió para su emprendimiento.

Como en Argentina “contar cuentos” significa contar historias (de esas que leemos a nuestros hijos cuando se van a dormir), decidió aprovechar esa coincidencia y convertir su negocio en una especie de café literario: “Se hicieron cuentos, hubo talleres de poesía y de tango”. El lugar donde funcionaba físicamente tuvo que cerrar porque, como muchos otros, no sobrevivió a la pandemia. Pero la marca y sus productos siguen vigentes.

Pechés significa ‘pecado’ en francés, y el nombre de mi emprendimiento es una combinación de esa palabra y mi propio nombre”, dice Da Silva.

“Na’Güara Chamo es una expresión muy popular en un estado de Venezuela que es Lara. Se usa cuando uno quiere engrandecer algo: ‘Na’Güara’, que algo es muy grande, es muy bueno”, explica Manzo sobre la interjección larense de sorpresa que se popularizó en Venezuela.

Los tequeños con chimichurri y las milanesas con plátano acompañadas de un buen café preparado al estilo venezolano son la antesala de una transformación cultural que –con el tiempo– se hará parte de una identidad compartida.

Transitamos un momento en el que estamos entendiendo que tenemos muchas más cosas comunes de las que creemos, independientemente de que sean únicas y diversas”, dice Castillo.

Las hallacas llegaron a Argentina con Jessica Manzo un 24 de diciembre, para diversificar la gastronomía en una fecha que, con sus diferencias, reúne a muchas culturas.

Tal vez, y a partir de ahora, todas nuestras navidades serán diferentes.

Créditos

Textos, guiones y edición de podcasts: Agustina Bordigoni
Acompañamiento editorial: David González
Edición de video: Alejandro Lorda y Marina Balbo / Imágenes video: Gentileza de Carlos Iván Suárez / www.esreviral.com
Fotos: Claudia Salazar. Cortesía de Nuestra Señora de Caacupé, Venezuela Gastronauta, Entramadas, Scenik-Arte y Oriana Nigro.
Diseño web: Facundo Lodeiro
Diseño de portada: Bachi

PRODUCCIÓN REALIZADA EN EL MARCO DEL CURSO PUENTES DE COMUNICACIÓN II DE LA ESCUELA COCUYO, APOYADO POR DW AKADEMIE Y EL MINISTERIO FEDERAL DE RELACIONES EXTERIORES DE ALEMANIA.

Náufragos dentro de Güiria

En las calles de lo que fue una de las ciudades más importantes del estado Sucre, en la costa oriental venezolana, algunos andan como náufragos buscando desesperados una manera de sobrevivir. Güiria se ha convertido en un lugar con más carencias que virtudes, y del que muchos desean escapar porque se sienten insiliados, extraños en su propia tierra. Algunos lo han logrado, otros siguen atrapados y más de 100 han perdido la vida en altamar, en el intento de llegar hasta Trinidad y Tobago en los últimos dos años

Hay una larga y resquebrajada calle desde donde se desprenden las demás. Es la calle Juncal. Una punta toca al estadio Julio César Casas, la otra el decolorado Puente Guillermina que se alza sobre el turbio río Guatapanare. Hay casas de estilo antillano que sólo brillan cuando el dorado del atardecer las alcanza. Postes que se encienden y se apagan al cabo de unos minutos. También se ven rostros con la comisura de los ojos caídas, la mirada perdida y la sonrisa volteada. Todo confluye en la Güiria de hoy.

En la calle Juncal se reúne la cotidianidad de este pueblo de pescadores y agricultores que han abandonado los anzuelos y carretas. Al adentrarse en la vía, comienza a palparse la movida de esta comunidad sucrense donde hace unos años se respiraba prosperidad, empatía y buen ánimo. Caminar por la Juncal solía ser una recreación: casas coloridas y personas que saludaban y ofrecían algún bocadillo o un café, algo nuevo que encontrar en algún local, una agradable plática con algún amigo.

Pero hoy, la travesía por esta ciudad del oriente venezolano es diferente. Las casas lucen opacas y muchas sonrisas son forzadas. Gran parte de las tertulias se transformaron en quejas. Algunos de los locales que daban vida a esta calle están cerrados, vacíos o destruidos. Las aceras están rotas. Las cunetas sucias, basura por todos lados. Como el aseo urbano no ha pasado en semanas, los vecinos queman sus desechos, y ahora por el humo, este lugar parece un camino de tinieblas. Tan tenebroso, que los mismos güireños aconsejan no transitar por allí.

Una atmósfera muy distinta a la que narra el cronista del pueblo, en sus relatos de antaño: “Güiria era una cascada de cariños y ensueños, lanchitas y botecitos a remos y alguna que otra –más tarde– a motor fuera de borda adentrándose más y más en el mar de Colón. Había amos, dulzura y esperanza con envidiable sabor de próspera vida”, escribió en su libro Güiria: historia, su gente y costumbres el ya fallecido Alberto Betancourt.

En la calle Juncal y en cualquier otra avenida o vereda, los vecinos confirman que así era la vida allí, próspera y jovial. Muchos atesoran estos recuerdos con nostalgia en sus álbumes familiares: sonrisas, carnavales, juegos y disfraces, comparsas, calipsos y bailes, abrazos, comidas para todos, hospedaje para desconocidos.

Pocos vestigios quedan de aquello. Ahora Güiria es percibida por muchos lugareños y turistas como un lugar inhóspito, aislado, peligroso. Incluso, algunos choferes temen cruzar la carretera que conduce a la ciudad porque la vía está repleta de baches y está inundada por la maleza. También porque es una travesía sólo para valientes. Los miembros de las bandas delictivas en este estado –el tercero más violento del país con un 61,3% de delitos por cada 100.000 personas según el último informe del Observatorio Venezolano de Violencia– andan como piratas surcando el asfalto para despojar a quien pase de cualquier cosa de valor.

Pueblo adentro, por esas calles resquebrajadas, se ven transeúntes cabizbajos, hundidos en la necesidad de conseguir algo con lo que puedan sortear la comida del día. No son pocos en esta situación, de hecho, 99,1% de los que habitan en el municipio Valdez, y en Güiria, su capital, sufre de inseguridad alimentaria, según la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (Encovi) realizada en 2021.

Pareciera que un movimiento telúrico –de esos que son comunes en esta zona de Venezuela– sacudió todo y tumbó hasta la última señal de estabilidad en este pueblo, que tiene un déficit de 66,6% de los servicios públicos.

Quizás fue una sacudida más fuerte, emocional e interna, de dos placas tectónicas que chocaron: la crisis y el insilio –ese estado de desarraigo que hace que la persona se sienta extranjera en su país–. Desde entonces parece que Güiria estuviera rodeada de un mar de dificultades que pocos se atreven a cruzar. Ni siquiera los jóvenes, que en su mayoría deambulan desempleados o trabajan ocasionalmente como vendedores informales, asumiendo el futuro con desesperanza.

Por eso muchos de los 44.077 habitantes de este municipio quieren irse. Ya no sienten que este pueblo sea ese lugar donde pertenecen. Algunos parecen náufragos con la piel curtida -quemada por los feroces rayos de sol-, con las ropas sucias, deshilachadas y desteñidas, que buscan en los cocales que rodean al pueblo algo de sustento. Quieren salir y no pueden, y sienten que están destinados a permanecer infelices rodeados de un cementerio de peñeros y barcos chatarras con vista al mar.

A simple vista, el malecón que cubre al puerto pesquero internacional de Güiria se exhibe manso. Por aquí centenares de güireños han intentado escapar de su desdicha –en la clandestinidad– para llegar a Trinidad y Tobago, que está a unos 138 kilómetros de estas playas. Muchos han llegado a salvo. Pero en los últimos dos años, más de 100 han perdido la vida.

Estas aguas del Golfo de Paria cargan consigo el peso de la historia de Venezuela como el lugar donde Cristóbal Colón pisó tierra firme por primera vez en el país (1.498). Como en aquella época en que el Almirante realizó su tercer viaje y vislumbró ese pedazo de tierra que llamó “paraíso terrenal”, llegar implica flotar sobre innumerables dificultades.

De acuerdo con la historia, Güiria le debe su nombre a una serpiente de agua que según los primeros pobladores de ese territorio, los indios Kariñas, era tan grande que su cabeza reposaba donde hoy funciona la iglesia parroquial Inmaculada Concepción y su cola estaba hundida en el lecho marino del Golfo de Paria. “Era una serpiente gigantesca a la que bautizaron con el nombre de ‘Güiria’, un animal aterrador. Los indios Kariñas le huían. Hasta los Turipiaris que no le tenían miedo a nadie, le temían a la ‘Güiria’ ”, cuenta el cronista Betancourt en su libro.

Como en esa época, algunos güireños viven con temor a la inseguridad, la escasez y la falta de oportunidades. Aquellos días de pobladores gallardos parecen dormidos como la mitológica serpiente. Ahora prevalece la resignación. La etapa próspera de crecimiento, donde el puerto pesquero, la agricultura y la empresa petrolera Creole mantenían viva la economía ha dejado lamentos en muchos hogares de ese pueblo fundado el 8 de diciembre de 1767, sobre todo entre las nuevas generaciones.

Como le ocurre a Héctor, un joven güireño para quien el pueblo dejó de ser su hogar hace años. El miedo de no poder salir de la tierra donde creció lo abruma, le quita el sueño y lo castiga. Trabaja a diario para intentar escapar, pero sus esfuerzos parecen inútiles. Las oportunidades laborales están limitadas al comercio informal o al trabajo ilegal. A lo sumo, puede percibir entre 50 y 75 bolívares al mes, lo que equivale a unos 10 o 15 dólares americanos. Con esa cantidad, solo pueden salir hasta Carúpano, la ciudad más cercana ubicada a 130 kilómetros y donde las condiciones de vida también son precarias.

Ana, una maestra de Güiria, también teme quedarse ahí toda su vida. Ve con tristeza cómo las calles donde fue feliz se muestran como caminos tenebrosos donde no permite que sus hijos de diez y cuatro años se aventuren. Le da miedo salir, adentrarse en nuevas fronteras y aún así no poder desprenderse de ese estado de insilio que la consume y, a veces, la paraliza.

Le pasa igual a Nitcelis, una ingeniera de sistemas. Se siente mal, deprimida y desprotegida incluso dentro de su casa. Vislumbra la posibilidad de salir de allí, tras meses de trabajo como programadora web que se han alargado debido a las constantes fallas en el servicio eléctrico y el Internet. Prefiere evitar salir de su cuarto porque se niega a ver cómo su pueblo se cae a pedazos.

Asdrúbal, otro güireno que mira cabizbajo cómo el pueblo que conoció próspero en los años sesenta, y del que jamás ha querido desligarse, se ha convertido en un espacio de torturas para muchos. Aún siente al pueblo como su casa pero le cuesta adaptarse a la nueva dinámica de ese lugar que vio crecer como uno de los precursores de muchas de las tradiciones que los habitantes desean volver a disfrutar.

A continuación presentamos a estos cuatro náufragos en tierra firme que decidieron contar cómo viven con la sensación de sentirse extraños en su propio territorio.

El árbol que da oxígeno a Ana:

El árbol que da oxígeno a Ana

Una casa que cobija a Asdrúbal:

Una casa que cobija a Asdrúbal

El cuarto sin sombras de Nitcelis:

El cuarto sin sombras de Nitcelis

Héctor y las risas forzadas:

Héctor y las risas forzadas

Producción realizada en el marco del curso Puentes de Comunicación II de la Escuela Cocuyo, apoyado por DW Akademie y el Ministerio Federal de Relaciones Exteriores de Alemania, en alianza con Historias que laten.

Amnistía Internacional denuncia al Gobierno de Curazao de prohibir visitar a migrantes venezolanos detenidos

Una delegación de Amnistía Internacional (AI) Países Bajos denunció este sábado que el Gobierno de Curazao rechazó recibir a sus representantes y les prohibió visitar los cuarteles de la isla donde están migrantes venezolanos detenidos.

La misión tenía el objetivo de tratar con el Gobierno de Curazao sobre las supuestas violaciones de los derechos humanos contra los refugiados, denunciados en un informe de AI.

La directora de AI Holanda, Dagmar Oudshoorn, explicó a la prensa que pudieron hablar con organizaciones de derechos humanos durante su visita a Curazao, así como con el vicegobernador y el representante de los Países Bajos en la isla. «Pero en aras de los derechos humanos, continuaremos tratando de hablar con el Gobierno de Curazao» subrayó Oudshoorn, según los medios locales.

El primer ministro y ministro de Justicia de Curazao, Gilmar Pisas, señaló que no podía recibir a la delegación, pero no dio explicaciones. En cuanto a la visita a los cuarteles, argumentó que no era posible porque estaban en proceso de remodelación.

Denuncias de violaciones a DD HH

El informe publicado por AI el pasado 11 de octubre denunció que las autoridades de Curazao y de Países Bajos han violado los derechos de los venezolanos que buscan protección internacional en la isla. La organización documentó 22 casos de migrantes venezolanos -entre ellas adolescentes y niños- que han sufrido detención automática en condiciones inhumanas, malos tratos, separación familiar y negación de su derecho a solicitar asilo.

Se calcula que, en Curazao, una isla caribeña próxima a Venezuela que pertenece a los Países Bajos, viven en situación migratoria irregular 17.000 personas venezolanas. Hasta el momento, no ha habido respuesta del Gobierno de Curazao al informe, que fue muy duro también con las autoridades neerlandesas, a las que acusó de ayudar en esas detenciones y mirar hacia otro lado «mientras se cometen estas violaciones de derechos humanos».

La denuncia tiene lugar este 18 de diciembre, cuando se conmemora el Día Internacional del Migrante, bajo el lema Aprovechar el potencial de la movilidad humana.

Con información de DW

La Chinita, a 6.000 kilómetros de Maracaibo

La Virgen de Chiquinquirá, patrona del estado Zulia, llegó a Argentina por una promesa que hizo una devota, Denglys Romero, al partir de Venezuela. La celebración, que se realiza en Buenos Aires, congrega a miles de argentinos y venezolanos.

Cuando Denglys Romero salió de Venezuela, le prometió a la Virgen de Chiquinquirá que un día volvería para buscarla. No tardó en cumplir su promesa. Llegó a Argentina en 2016 y en agosto de 2018 viajó de vuelta a Maracaibo, capital del estado Zulia, para buscar una réplica de la Virgen, que es la patrona de esa región petrolera del occidente venezolano donde Romero nació y creció.

Volvió a Buenos Aires pocos días después, y tampoco dejó transcurrir mucho tiempo para preparar el mayor de los homenajes para la Chinita, como es llamada popularmente la Virgen entre sus feligreses.

Un día conoció la parroquia católica de Caacupé, en Caballito, tradicional barrio porteño. Su madre, que había venido de visita, comenzó a frecuentar la iglesia y le comentó que el párroco necesitaba de voluntarios para las tareas sociales que se realizaban allí. Fue entonces cuando Romero pidió conversar con el sacerdote, Eusebio Hernández. “Le pregunté si él me permitía entronizar la Virgen y le conté cómo era la fiesta grande en Maracaibo”. La respuesta fue un sí inmediato: unos meses más tarde comenzó a realizarse en la capital argentina la primera edición de una de las celebraciones religiosas más importantes de Venezuela.

La festividad comienza el último sábado de octubre, con la bajada de la Virgen, cuya imagen es sacada del altar mayor de la Basílica que lleva su nombre en Maracaibo para el encuentro con la feligresía. Tiene su momento más importante el 18 de noviembre con una gran misa en la plazoleta de la iglesia y una feria donde se amanece al ritmo de la gaita, una alegre música con acento navideño y cuyos ejecutantes la consideran la reina del folclore venezolano.

En la iglesia de Caacupé se celebra de modo semejante desde 2018. Los devotos habían propulsado algunas iniciativas que no llegaron a tener el alcance que tiene hoy. Fue a partir de la llegada de la reliquia desde la Basílica de Maracaibo que “se celebra con más solemnidad”, afirma Hernández. Antes de la pandemia, en 2019, la feria reunió a 5.000 personas y hace tres semanas se calcula que acudieron 4500, no todos venezolanos sino también argentinos sumados a la grey.

Desde que Denglys Romero trajo la réplica de la Virgen desde Maracaibo en 2018, la celebración de la Virgen de Chiquinquirá se traslada desde la iglesia hasta el Parque Rivadavia. Foto: Claudia Salazar.

Antes en la parroquia se congregaban comunidades de diferentes nacionalidades. Pero poco a poco a la salida de las misas el sacerdote Eusebio Hernández comenzó a escuchar un acento diferente y predominante entre los fieles que asistían: “Nos fuimos enterando de que era gente venezolana que había empezado a formar parte de nuestra comunidad de fe”.

La iglesia de Nuestra Señora de Caacupé tiene el nombre de una Virgen paraguaya y, antes de la llegada más reciente de venezolanos al país, ya era un centro de congregación de personas de diferentes nacionalidades. Foto: Claudia Salazar.

No solo la devoción católica y la promesa a la Chinita llevaron a Romero a impulsar la celebración en su ciudad de acogida. “La idea es no sentirse tan lejos. Tus raíces son venezolanas 100%, pero tratas de llevar a donde Dios te mandó lo mismo que vivías en Venezuela”, dice.

El padre Hernández entendió desde el primer momento a su feligrés venezolana. Una y otra vez ha migrado, aunque dentro de Argentina. Nació en Bahía Blanca, provincia de Buenos Aires, pero migró a la Patagonia y de la Patagonia a Capital Federal. “Sé lo que es dejar atrás la tierra, la casa”. En los momentos cuando el desarraigo lo golpeó, se apoyó en la fe y en la iglesia, como hoy pasa con quienes concurren a Caacupé: 

MUCHOS AL LLEGAR, EN SU MAYORÍA JÓVENES, DICEN ‘ME ACERCO A LA PARROQUIA PORQUE LE PROMETÍ A MIS PADRES, SOBRE TODO A MI MADRE, QUE CUANDO ESTÉ ESTABLECIDO EN ALGÚN LUGAR IBA A BUSCAR APOYO DESDE LA FE’”.

Los chiquinquireños argentinos

Cuenta la historia que la Virgen apareció por primera vez el 18 de noviembre de 1709 a orillas del lago de Maracaibo. Una lavandera encontró un trozo de madera en el que, al llegar a su casa, descubrió una figura religiosa de la que emanaban destellos de luz. Fue recién luego de la muerte de la mujer cuando la reliquia fue trasladada a lo que es hoy su Basílica.

Allí la imagen se quedó y fue convirtiéndose en la patrona de Zulia. En Argentina, Zulia es el segundo estado de procedencia de los venezolanos y venezolanas que residen en el país.

En Caballito, después de la ceremonia religiosa, la fiesta en honor a la Virgen se traslada en procesión hasta el Parque Rivadavia, en donde también hay una feria de emprendedores con música y gastronomía venezolana.

Las gaitas son parte de todas las celebraciones venezolanas en la iglesia Nuestra Señora de Caacupé. El grupo Migración Gaitera fue uno de los invitados de este año. Foto: Claudia Salazar.

No es la primera vez que una celebración religiosa de otro país se convierte en una fiesta típica de Argentina. La festividad de la Virgen del Rosario de Andacollo en San Juan tiene su origen en Chile; la Virgen de la Merced, celebrada en Santiago del Estero, se conmemoró por primera vez en España; la Virgen de Fátima, venerada en Misiones, es de Portugal; y la Virgen de los Dolores, celebrada en Jujuy, proviene de Italia, uno de los países cuya emigración más impacto ha tenido en la Argentina presente.

La propia parroquia de Caacupé es expresión de ello, más allá de la Chinita. Allí también se celebra a Santa Rosa de Lima, patrona de Perú; a la Virgen de Caacupé, de Paraguay, y otras advocaciones que generan fervor popular en Venezuela: San Juan Bautista y la Virgen de Coromoto, patrona del país. 

Hay argentinos que le rezan a la Chinita”, cuenta el sacerdote. Durante la pandemia muchos también se hicieron devotos de José Gregorio Hernández, un médico venezolano cuya reliquia está en la parroquia y al que los fieles ya le atribuyen milagros, como ocurre en Venezuela. Fue beatificado en abril pasado por el papa Francisco en El Vaticano.

De la organización de la celebración participan los sacerdotes y voluntarios. En la foto, Denglys Romero usa un traje wayúu, la etnia indígena local del Zulia. Foto: Claudia Salazar.

La integración cultural entre argentinos y venezolanos está presente en todas las actividades de la iglesia: en el coro “Voces de Libertad”, en las clases de catecismo y en las actividades de ayuda social que se realizan a diario. “Nuestra madre es una sola. Se llama María. Cambia el vestidito, la corona, algún detalle en las manos, pero es una sola”, explica Romero.

El párroco de Caacupé resalta que los venezolanos enriquecieron a la feligresía argentina. “El venezolano tiene todavía como propia la vivencia de la fe desde lo familiar. Nos ha hecho caer en la cuenta de lo importante de esto”. Con la de la Virgen de Chiquinquirá además se reflejan otras emociones: “Es una fiesta en la que se remueven muchos sentimientos que remiten no solo a la familia sino a la patria”.

El 10 de octubre de este año, durante la bajada de la Virgen de Chiquinquirá, el párroco Eusebio Hernández bendijo las banderas. Las de Argentina y Venezuela siempre están presentes. Foto: Claudia Salazar.

Antes de dedicarse a la organización de la celebración de la Virgen, Denglys Romero comenzó un trabajo de ayuda entre migrantes venezolanos, que se convertiría después en la ONG Baires de Libertad. Tenía solo dos meses en el país cuando lo inició, al constatar que a muchos connacionales se les dificultaba conseguir alquiler por falta de una garantía o por no contar con un recibo de sueldo.

De un grupo de WhatsApp que intentaba dar solución a los problemas más urgentes de los venezolanos que estaban en el país, surgió una organización fundada por venezolanos y argentinos, que ahora no distingue entre nacionalidades para brindar ayuda. “Al que iba conociendo lo íbamos uniendo allí, íbamos ayudando al que necesitaba algo. El padre Eusebio siempre nos dio un espacio en Caacupé”, cuenta Romero.

Constanza Armas es psicóloga especializada en migración y asilo, y participó en la elaboración de informes del Observatorio Venezolano de Migración. Ella afirma precisamente que –según los resultados de su último estudio sobre las organizaciones migrantes en América Latina–, los venezolanos tienen la particularidad de organizarse de manera rápida, incluso antes de estabilizarse en el país de destino. “Hay algo de nuestra experiencia que motiva a formar parte de organizaciones” y formar estas redes “es vital para tu sobrevivencia como migrante”.

En estas asociaciones, resalta, el papel de la iglesia fue fundamental: “Eso tiene que ver con un tema cultural. Nosotros saludamos a nuestros familiares mayores pidiendo la bendición. Yo no me di cuenta de que eso era algo religioso hasta que migré”.

En el caso de Caacupé las manifestaciones religiosas se fueron transformando en otros tipos de cooperación, y ahora la iglesia es un espacio donde se brinda ayuda social: hay un comedor al que asisten más de 300 personas, se creó un sistema integral de salud en donde los pacientes se atienden con diferentes especialistas y hasta se organizó una campaña de vacunación contra el COVID-19 para personas en situación de calle y migrantes sin documentación.

En Caacupé bailamos, reímos, dejamos las tristezas, llevamos las tristezas también. En Caacupé tenemos intercambio cultural, música, arte, hay todo”, resume Romero, quien asegura que la iglesia se transformó en “la casa de todos los venezolanos”.

La “Chinita” cruza la Avenida Rivadavia luego de la misa, el 21 de noviembre de 2021 en Caballito, Buenos Aires. Foto: Claudia Salazar.

La música de casa

Durante la celebración de la Virgen de Chiquinquirá no pueden faltar las gaitas. “La gaita salió de la unión de cantos traídos desde la conquista como los villancicos, mezclados con manifestaciones de la población negra”, dice en su página la Fundación Bigott, una institución privada de Venezuela especializada en la cultura popular de ese país.

La celebración de este año se realizó el 21 de noviembre y duró todo el día. Participaron siete bandas musicales venezolanas. Foto: Claudia Salazar.

Tambor palenke” es una agrupación musical de venezolanos que también se ha sumado a la feria de la Chinita en Buenos Aires. Hacen una fusión de gaita zuliana con tambor afrovenezolano. “Aquí lo relacionan mucho con lo que sería el candombe uruguayo, que es una cultura afro también”, dice Elvin Aguilar, integrante de la banda cuyos miembros provienen en su mayoría de Maracaibo, Caracas y Cumaná. David Morales, fundador del grupo, cuenta que la idea es difundir sus raíces: “Es traer un poquito de casa a todos los venezolanos”. José Tremont, compositor y también miembro de la agrupación, reconoce la importancia de la parroquia de Caballito y de la feria de la Chinita en ello: “La iglesia se ha encargado de devolvernos las costumbres que dejamos en nuestra patria”.

Pero su música no solamente se encarga de volver a las raíces con los recuerdos, sino que también echa raíces en Argentina. Se hicieron fusiones con cumbia local y recientemente lanzaron un tema musical en conjunto con el artista argentino Mariano Magnifico, que le da voz a la canción “Cuando te miro”. “El aprendizaje que nos deja es que podemos seguir haciendo música tradicional venezolana ligada a otras cosas para que la gente la conozca”, resume Morales.

Al menos una docena de emprendedores venezolanos mostraron y vendieron sus productos en la Feria de la Chinita. Hubo gastronomía y artesanías. Foto: Claudia Salazar.

La gaita es muy parecida a la chacarera argentina y por lo tanto el ritmo puede ser que lo sientan como suyo también”, comenta Marivé Montiel, cantante del grupo “Gaiteros de CABA” y oriunda de Maracaibo. El grupo participa desde las primeras celebraciones de la Virgen en Argentina, y entona gaitas que “muestran nuestro amor y nuestro fervor hacia la Chinita”.

La agrupación “Gaiteros de CABA” estrenó sus primeros dos temas musicales propios este año: “El país que merecemos” y “La gaita es vida”. Foto: Claudia Salazar

“Hemos tenido oportunidades en las que tenemos público argentino en nuestros shows y los vemos bailar, los vemos disfrutar, corear las canciones. Es una experiencia súper linda”.

Baudilio Zapata, director y cantante de la agrupación, se define como “amante de la gaita desde que tengo uso de razón”. Llegó a Argentina en 2017 e inmediatamente se propuso formar un grupo que cultivara la gaita en el país. “Venía de hacer gaita en Caracas. En seguida creé las redes sociales y empecé a publicar que estaba en busca de músicos con experiencia en gaita”.

Con experiencia en las agrupaciones gaiteras “Los Zangalines del padre Vilchez” y “Rincón Morales”, Andrés Ocando empezó como cuatrista de la banda formada en Argentina. Para él, tocar gaita en el país es reconectarse con “los recuerdos, los olores y las personas” de Venezuela. “Es muy satisfactorio ver cuando músicos argentinos o de otras nacionalidades se interesan, les causa curiosidad ver la forma en la que tocamos, los acordes, los instrumentos”.

Montiel recuerda las peñas compartidas con músicos argentinos, en las que sonaban ritmos musicales de ambas nacionalidades. “Es maravilloso nutrirnos de la sapiencia musical de los argentinos”.

El grupo participó en varios encuentros que le permitieron traer la gaita a Argentina: “Empezamos seis o siete personas nada más, no teníamos todos los instrumentos tradicionales, no teníamos tambora ni furro y la parte de percusión la hacíamos con un cajón peruano”, cuenta Zapata, que recuerda su primera presentación en otra feria venezolana que se realiza en Buenos Aires: Popurrí.

La agrupación está compuesta por doce integrantes y con los instrumentos necesarios para hacer la música que querían, aquella que trajeron de su país, de su casa. “Fuimos creciendo hasta ser lo que somos hoy, una agrupación con dos temas propios, creados 100% en Argentina. Es la primera vez que se hace una gaita en Argentina”.

Se trata, en definitiva, de una gaita argentina con raíces venezolanas.

“El país que merecemos” es una canción que, dice Ocando, habla sobre anhelos, la esperanza “y la recompensa de todos los venezolanos que salimos del país en busca de un mejor futuro”.

Es esa misma esperanza y fe con la que tanto ellos como muchos otros salieron de Venezuela, tal vez con alguna promesa: unas cumplidas, otras por cumplir.

Créditos
Textos, guiones y edición de podcasts: Agustina Bordigoni
Acompañamiento editorial: David González
Edición de video: Alejandro Lorda y Marina Balbo / Imágenes video: Gentileza de Carlos Iván Suárez / www.esreviral.com
Fotos: Claudia Salazar. Cortesía de Nuestra Señora de Caacupé, Venezuela Gastronauta, Entramadas, Scenik-Arte y Oriana Nigro.
Diseño web: Facundo Lodeiro
Diseño de portada: Bachi

Producción realizada en el marco del curso Puentes de Comunicación II de la Escuela Cocuyo, apoyado por DW Akademie y el Ministerio Federal de Relaciones Exteriores de Alemania.

Duelo al salir, festival al llegar: una historia sobre tres celebraciones venezolanas en Argentina

La migración procedente de Venezuela se ha multiplicado por 13 en los últimos siete años. Miles de mujeres y hombres abandonaron con luto ese país, pero en tierras argentinas crearon espacios para el reencuentro con las raíces propias y para el intercambio con la sociedad que los acoge. La Fiesta de la Virgen de Chiquinquirá, el Festival de Teatro Venezolano y la Feria Venezuela Gastronauta son parte de esas nuevas expresiones que buscan el camino de su consolidación.

Si tuviera que volver a migrar escogería de nuevo Argentina, me siento parte de este pueblo”, afirma Mariana Calderón, quien llegó de Venezuela en 2016. Ella tiene 38 años de edad y es de Guatire, una ciudad que está a media hora de la capital del país, Caracas. Es actriz y eligió Argentina porque, asegura, hay mucho que aprender: “Me encanta el hecho de que aquí en cualquier esquina hay un teatro”.

Su historia forma parte de una realidad más grande y colectiva. El número de venezolanas y venezolanas se multiplicó por 13 en Argentina en los últimos siete años: en suma se convirtieron en el mayor grupo de solicitantes de residencia temporal y permanente en el país. Las facilidades de las leyes migratorias, entre otras cosas, atrajeron a muchas de las 228.000 personas procedentes de Venezuela, de las cuales el 88% llegaron entre 2017 y 2021.

 “El que migra lo único que sabe es que emprende una travesía. Pero cuando toma esa decisión y da el paso adelante lleva un equipaje, y ese es un equipaje intelectual, donde van valores, percepciones, historias, inquietudes y también sabores”, dice la antropóloga venezolana Ocarina Castillo.

La carga más pesada de esa valija, sin embargo, son los duelos, que se atraviesan de diferentes maneras. Una de ellas es la de reconstruir la identidad en el lugar de destino. Eso hicieron quienes se convirtieron en impulsores y participantes de una serie de nuevos festivales, fiestas y celebraciones venezolanas que buscan su consolidación en Argentina, mientras ayudan a miembros de la comunidad a conectarse con sus raíces y a propiciar el intercambio cultural, religioso y económico con el país que los acogió. Sentirse en “casa” es la definición general.

Esa nueva casa, que ahora es Argentina, se fue construyendo con otras historias de migración. Con los europeos, que escaparon de la Primera y la Segunda Guerra Mundial, llegaron la Fiesta Nacional de la Bagna Cauda, la Fiesta Nacional de la Cerveza y la Fiesta Nacional de la Masa Vienesa, entre muchas otras. Ahora, con la llegada de venezolanas y venezolanos, las calles se llenaron de nuevos ritmos musicales, sabores y celebraciones, como la de la Virgen de Chiquinquirá, la feria Venezuela Gastronauta y el Festival de Teatro Venezolano. 

Todas ellas tienen a su vez un origen transnacional y compartido. Por eso resultan universales y enriquecen el encuentro entre ambas culturas. Las empanadas con todas sus variantes adornan las gastronomías de Venezuela y Argentina. La gaita del estado Zulia, música con la que se homenajea a la Virgen de la Chiquinquirá, tiene un ritmo alegre que no disimula una nostalgia al estilo tanguero. Los duelos por las anticipadas pérdidas de hijos, representados en un escenario teatral, igualmente tocan las fibras de artistas y público aquí y allá… Todo es parte de una gran transformación. Una transformación que ya ocurrió antes en el país, y de la que podemos ser testigos justo ahora.

Créditos:
Textos, guiones y edición de podcasts: Agustina Bordigoni
Acompañamiento editorial: David González
Edición de video: Alejandro Lorda y Marina Balbo
Fotos: Claudia Salazar. Cortesía de Nuestra Señora de Caacupé, Venezuela Gastronauta, Entramadas, Scenik-Arte y Oriana Nigro.
Diseño web: Facundo Lodeiro

Producción realizada en el marco del curso Puentes de Comunicación II de la Escuela Cocuyo, apoyado por DW Akademie y el Ministerio Federal de Relaciones Exteriores de Alemania.

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México exigirá visa a migrantes venezolanos y Wola rechaza la medida

México pedirá visa a ciudadanos de Venezuela argumentando que ha registrado flujos crecientes de visitantes de ese país que usan el territorio mexicano como lugar de «tránsito irregular» hacia otra nación, de acuerdo a un documento oficial.

Una vez que la disposición entre en vigor tras ser publicada en el Diario Oficial, los venezolanos que deseen entrar a México deberán tramitar una visa, señala el documento divulgado en internet.

«Se destaca la tendencia creciente del flujo migratorio de nacionales de la República Bolivariana de Venezuela en tránsito irregular hacia un tercer país, representando un incremento en más del mil por ciento, en comparación con el mismo periodo en los cinco años previos» añade.

Según una fuente de la Secretaría de Gobernación, el país referido es Estados Unidos. Hasta ahora, México no solicita visa a visitantes venezolanos.

Reuters reportó en noviembre que México estudiaba fijar requisitos de entrada más estrictos a venezolanos, en parte en respuesta a peticiones de Estados Unidos, tras un fuerte aumento de las detenciones en la frontera de ciudadanos de la nación sudamericana que huyen de la crisis en su país.

El endurecimiento de las normas de entrada podría afectar gravemente los planes migratorios de muchos venezolanos, que pagan a traficantes de personas.

A fines de noviembre, México anunció que volvería a solicitar desde mediados de diciembre visa a brasileños que quieran entrar al país, citando también el incremento de ciudadanos de esa nación que usan el territorio mexicano para tratar de entrar ilegalmente a Estados Unidos.

En el último año, México ha registrado niveles récord de migrantes, provenientes principalmente de Centroamérica, Sudamérica y el Caribe, que cruzan su territorio con la esperanza de llegar a Estados Unidos en busca del sueño americano.

WOLA rechaza visa

La directora de las Américas de Amnistía Internacional, Érika Guevara Rosas, rechazo la medida del gobierno de México y la calificó como «un golpe duro» para quienes salen del territorio venezolano.

“Este es un golpe duro para las personas que huyen de Venezuela debido a las masivas violaciones de DDHH cometidas por el gobierno de Nicolás Maduro. Un ejemplo más de que la política de López Obrador de migración y refugio supuestamente “humanitaria” es una falacia” escribió en su cuenta en Twitter.

Amnistía Internacional y la Oficina de Washington para América Latina (WOLA), alertó el pasado mes de octubre de que siguen existiendo graves vacíos en la respuesta hemisférica a las personas migrantes y refugiadas de Venezuela. “Pero los gobiernos de las Américas se ven cada vez más presionados para adoptar políticas humanas que respondan a las necesidades básicas de las personas que huyen de Venezuela y que amplíen el acceso a un estatus migratorio regular” señala el organismo.

Con información de Reuters y WOLA

Se necesitan US$1.790 millones para ayudar a los refugiados y migrantes venezolanos, según ACNUR y OIM

La Organización Internacional para las Migraciones (OIM) y el ACNUR -Agencia de la ONU para los Refugiados- lanzan un plan regional de US$1.790 millones para apoyar las crecientes necesidades de los refugiados y migrantes de Venezuela y sus comunidades de acogida en 17 países de América Latina y el Caribe.

El número de refugiados y migrantes procedentes de Venezuela en todo el mundo ha superado ya los seis millones, y la gran mayoría de ellos son acogidos por países de América Latina y el Caribe. La mayoría llevan muchos años desplazados fuera de Venezuela.

Varios países de acogida han establecido mecanismos innovadores de protección y regularización para ayudarles a acceder a derechos y servicios. Sin embargo, a medida que esta situación se prolonga en el tiempo, las vulnerabilidades y los riesgos a los que se enfrentan los venezolanos, así como las necesidades de sus comunidades de acogida, han aumentado drásticamente.   

«El firme apoyo de la comunidad internacional sigue siendo crucial para atender las necesidades más urgentes de los refugiados y migrantes, y para ayudar a los países de acogida a garantizar su integración socioeconómica» dijo Eduardo Stein, Representante Especial Conjunto del ACNUR y la OIM para los Refugiados y Migrantes de Venezuela.

«Los que han salido de Venezuela están dispuestos a contribuir y devolver a las comunidades que los han acogido».

Pandemia afecta a los migrantes

La pandemia del COVID-19 ha empeorado las condiciones de vida de los más vulnerables en toda la región, incluidos los refugiados y los migrantes, según advierte la OIM y ACNUR. El aumento del desempleo y la pobreza, las limitaciones en el acceso a la educación y los servicios básicos, así como los graves riesgos de protección derivados de su falta de estatus regular, han dejado a muchos en la desesperación y han contribuido a los desplazamientos en busca de mejores oportunidades.

Con las fronteras terrestres cerradas en gran parte de la región en un esfuerzo por contener la propagación del COVID-19, los venezolanos han recurrido a utilizar rutas informales -a menudo a pie, exponiéndose a graves peligros, como las condiciones climáticas extremas, los peligros naturales, las amenazas de los traficantes de personas o la explotación y los abusos de los contrabandistas. Mientras tanto, los flujos de salida de Venezuela persisten.

El programa de apoyo

El Plan de Respuesta a los Refugiados y Migrantes (PRM) de 2022 se pone en marcha para responder a esas necesidades urgentes al tiempo que se apoyan soluciones a más largo plazo que permitan a los venezolanos reanudar sus vidas.

El RMRP tiene como objetivo fortalecer aún más las respuestas nacionales y regionales, apoyando los servicios humanitarios críticos, incluyendo la salud, el refugio, los alimentos, el agua, el saneamiento y las intervenciones de higiene en los países de acogida.

Paralelamente, el PRM se centra en la integración a largo plazo de quienes han pasado varios años en las comunidades de acogida y en el fomento del apoyo al desarrollo de los países de acogida para garantizar el acceso a la educación, la protección, la regularización, el mercado laboral y los programas nacionales de salud y bienestar social.

«Los esfuerzos de regularización en curso son un gesto de solidaridad y requerirán una importante inversión financiera para tener éxito», dijo Stein. «Se necesita un mayor compromiso y esfuerzos más concertados para garantizar que nadie se quede atrás».

El plan de respuesta de este año reúne a 192 organizaciones asociadas que participan en la respuesta, entre las que se encuentran organismos de las Naciones Unidas, organizaciones no gubernamentales internacionales y nacionales, la sociedad civil y organizaciones dirigidas por refugiados, migrantes y comunitarias.

Día Internacional del Migrante 2021 se centra en el lema “Aprovechar el potencial de la movilidad humana”

Son diversos los factores que inciden en los movimientos de población. Los movimientos, que pueden ser voluntarios o forzosos, son el resultado de desastres, crisis económicas y situaciones de pobreza extrema o conflicto, cuya magnitud y frecuencia no dejan de aumentar, advierte la Organización Internacional para las Migraciones (OIM). En 2020, había unos 281 millones migrantes internacionales, lo que corresponde al 3,6% de la población mundial.

La OIM define a un migrante como cualquier persona que se desplaza, o se ha desplazado, a través de una frontera internacional o dentro de un país, fuera de su lugar habitual de residencia independientemente de: 1) su situación jurídica; 2) el carácter voluntario o involuntario del desplazamiento; 3) las causas del desplazamiento; o 4) la duración de su estancia.

En diciembre de 2000, la Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó el Día Internacional del Migrante que se celebra cada año el 18 de diciembre. Ese mismo día en 1990, la Asamblea había adoptado la Convención Internacional sobre la protección de los derechos de todos los trabajadores migratorios y de sus familiares.

Este año el lema central trata sobre Aprovechar el potencial de la movilidad humana. “Gracias a sus conocimientos, redes y competencias, los migrantes contribuyen a forjar comunidades más fuertes y resilientes. El panorama socioeconómico mundial puede configurarse mediante decisiones de peso que permitan abordar los retos y las oportunidades que plantean la movilidad mundial y los movimientos de población” señala la ONU a propósito del día.

Todos estos factores tendrán repercusiones de calado en las características y el alcance de la migración en el futuro, y determinarán las estrategias y políticas que los países deberán implementar para aprovechar el potencial de la migración, sin dejar de lado la protección de los derechos humanos fundamentales de los migrantes.

Migración venezolana

En la actualidad, se reporta un total de 6,04 millones de refugiados y migrantes venezolanos, de los cuales 4,99 millones se encuentran en América Latina y el Caribe. Las cifras corresponden al reporte de la Plataforma Regional de Coordinación Interagencial para Refugiados y Migrantes de Venezuela (R4V), encabezada por la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) y la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), con fecha 24 de noviembre.

En palabras de ACNUR, el número de migrantes venezolanos se ha convertido en una de las principales crisis de desplazamiento del mundo. “Los acontecimientos políticos, de derechos humanos y socioeconómicos que se desarrollan en Venezuela obligan a un número creciente de niños, mujeres y hombres a irse a los países vecinos y más allá. Muchos llegan asustados, cansados y en extrema necesidad de asistencia” señala el organismo.

La mayoría de los refugiados y migrantes de Venezuela que llegan a los países vecinos son familias con hijos, mujeres embarazadas, adultos mayores y personas con discapacidad. “A menudo obligados a tomar rutas irregulares para alcanzar la seguridad, pueden ser víctimas de traficantes, tratantes y grupos armados irregulares. Más y más familias llegan con recursos cada vez más escasos y tienen una necesidad inmediata de documentación, protección, albergue, alimentos y medicamentos” advierte ACNUR.

Los países y comunidades de acogida en Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, México, Panamá, Perú y el sur del Caribe.

Con información de ONU, ACNUR, OIM y R4V

National Geographic documenta la migración venezolana en su reporte anual

Este año, los escritores y fotógrafos de National Geographic se desplegaron por toda América para documentar las fuerzas que empujan a millones de personas a abandonar sus hogares. 

El equipo siguió a los migrantes LGBTQ+ que buscan seguridad en Estados Unidos, a los venezolanos que huyen a Bolivia y a los salvadoreños recientemente deportados que empiezan de nuevo en una patria que apenas conocen. Aunque los caminos de estos migrantes son diferentes, sus historias comparten elementos familiares: la incertidumbre en medio de un viaje peligroso; leyes complejas y cambiantes; nuevas vidas difíciles y a menudo solitarias.

Las familias venezolanas González y Hernández que emigraron a Bolivia forman parte de las historias retratadas por National Geographic en su resumen del año Stories of migration: What 2021 looked like for migrants across the Americas. 

La familia González llegó a Bolivia en agosto de 2021 junto a sus tres hijos, y fueron fotografiados durante su primera salida en La Paz, tras una semana en un refugio temporal. “Planean establecerse en La Paz tras recibir asistencia de organizaciones que ayudan a los migrantes” se señala en el texto. 

Por su parte, la familia Hernández festeja el cumpleaños de su hijo Luciano, quien sopla las velas de su tarta de cumpleaños rodeado de otros niños venezolanos en La Paz, el 15 de agosto de 2021. Vive en una casa con otras diez familias venezolanas, parte de la pequeña pero creciente comunidad de migrantes en Bolivia.

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Venezolano en Brasil ayuda a fabricar la máquina de plantar árboles más rápida del mundo

El empresario e inventor brasileño Marcello Guimaraes diseñó la que, según él, es la máquina de plantar árboles más rápida del mundo. La versión de tercera generación ya está en marcha en el estado de Roraima, al norte de Brasil, y se está desarrollando una nueva especialmente para reforestar zonas degradadas.

Para pasar sus ideas del papel a la realidad contrató a un emigrante venezolano, que huyó de su país en busca de una vida mejor en Brasil. Conoce a Luis Peña, un técnico de maquinaria agrícola que opina que la máquina puede detener el calentamiento global.

“Me siento complacido en ser un eslabón más en la cadena del grupo de personas que están trabajando para ayudar al problema que tenemos del cambio climático” cuenta Peña, migrante venezolano radicado en Brasil. 

Puede ver la entrevista aquí