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Fallecido en arrollamiento de Lima emigró en busca de estabilidad económica para su familia

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Arrollamiento colectivo. La caminata de 12 ciudadanos venezolanos que terminó en tragedia y cobró la vida de tres personas, entre las que se encontraba José Luis García Gil (29), conmocionó a venezolanos dentro y fuera del país por forma tan violenta en cómo ocurrieron los hechos.

La joven víctima tenía casi un año viviendo Lima y llegó el país en búsqueda de estabilidad económica para poder apoyar a sus tres hijos pequeños que dejó en La Victoria, estado Aragua.

Edwar Suárez, amigo de la familia, contó que su mayor motivación para levantarse cada día eran sus pequeños y sus padres que estaban complicados de salud. Con el fruto de su trabajo procuraba enviar dinero a Venezuela.

Suárez, que creció en el entorno de la familia García Gil y apreciaba a José Luis como un hermano, contó que lo recibió cuando llegó a Lima, lo apoyó comprándole un kit de barbería y así trabajó durante sus primeros meses, luego encontró que era más rentable trabajar de mototaxi y a eso dedicó hasta antes de la cuarentena colectiva que empezó a mediados del mes marzo, por el brote del coronavirus.

Durante ese tiempo de confinamiento perdió contacto con quien fuera su amigo de la infancia, por lo que desconoce las razones por las que decidió regresar a Venezuela: “Supongo que estaba recortado porque todo se paralizó. Pasar esta esta crisis es difícil porque no se puede pagar alquiler, todo difícil”.

La llamada de la desgracia

Los primeros en enterarse de lo ocurrido la madrugada del viernes, 1 de mayo, en el kilómetro 39 de la carretera Panamericana Sur en Barranca, fueron los familiares de García en Venezuela. Uno de los caminantes tomó el teléfono y otras pertenencias de García; se comunicó con los familiares que no lo podían creer. Estos contactaron a Suárez, que también se sorprendió por la noticia del arrollamiento y hasta llegó a pensar se trataba de una extorsión, pero pudo comprobar que le decían la verdad.

“Me avisaron de lo que pasó y yo de inmediato me comunico con al teléfono de José Luis. Estábamos distanciados porque él tenía el teléfono cortado, pero a medida que me fueron dando información pude confirmar. Llamé al hospital de Barranca y allí me dieron efectivamente había ingresado sin signos vitales. Estaba en la morgue”.

La persona que lo llamó le contó que apenas lo subieron a la ambulancia colapsó por el impacto que recibió cuando el camión cisterna lo arrolló junto a ocho miembros del grupo de caminantes. También le indicó que las maletas fueron recogidas por la policía durante el levantamiento de las evidencias.

Gestiones diplomáticas

Suárez, quien está cargo de los trámites funerarios de su amigo, informó que no ha podido trasladarse hasta Barrancas a buscar los restos mortales, pero que los trámites para la cremación y repatriación están siendo manejados por la embajada de Juan Guaidó.

Dijo que el titular de la institución diplomática Carlos Scull y la ministra consejera, Nancy Arellano quienes le explicaron que el trámite podía tardar hasta una semana. Hay una investigación abierta por el arrollamiento colectivo, y además un protocolo para la incineración. A ello se suma el colapso que existe en los crematorios por la crisis sanitaria generada por el coronavirus.

El amigo del fallecido espera que la embajada interina logre devolverle a la familia el cuerpo de José Luis para que le puedan dar cristiana sepultura.

Venezolanos en Brasil: la pandemia vivida desde una favela de Río

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Elvimar Yamarthee forma parte de los venezolanos en Brasil. Relata sus días de confinamiento en el turístico barrio de Vidigal, ubicado al sur de Río de Janeiro, donde predomina el silencio y la incertidumbre por el COVID-19.

Por los altavoces se oye una voz que ordena a los ancianos aislarse en hoteles cercanos. Están disponibles para personas de la tercera edad que viven con familiares que no pueden cumplir la cuarentena por trabajo y esto los deja más expuestos al virus. Elvimar ya está familiarizada con el mensaje, lo escucha al menos dos veces al día. Sabe que antes suena un pitido y que al concluir retornará el silencio. La pandemia enmudece, de momentos, a la favela de Vidigal. “Antes, había mucho sonido: gente gritando, vendiendo comida, música, ronroneo de motos, movimiento. Pero, ahora, el único sonido que escucho es una alarma, al vecino y su niño jugar, tal vez un aire acondicionado o un televisor encendido”, comenta.

Para ella, una periodista de 24 años, es una sensación desagradable. Cuando vivía en Zulia, al occidente de Venezuela, vivió varios y prolongados cortes eléctricos. “Por eso el silencio me causa agonía, me recuerda al apagón del año pasado en Venezuela. No se escucha un ventilador prendido o algo, nada. Es como revivir eso”, dice. Cuando salió de su país, en mayo de 2019, quería una vida normal. Su esposo, José Luis Santana, emigró unos ocho meses antes para “abrir el camino”. Pero en enero de 2020 se mudaron a una favela turística de Brasil, para cazar oportunidades de trabajo. Y cuando apenas se estaban instalando en su nuevo barrio, los interpelaron de camino a casa.

– ¿Quiénes son ustedes? –les preguntó un hombre.

–Somos extranjeros, venezolanos, vivimos allá arriba –respondieron.

–Ah, pasen, no les conocía. 

Muchas favelas están controladas por bandas criminales. Su dominio sobre las comunidades es tan rígido que, al comienzo de la pandemia en Brasil, impusieron toques de queda en las noches en algunos sectores.  Elvimar desconoce si eso sucedió en Vidigal, al que considera seguro, aunque recuerda que, al inicio de la cuarentena parcial, varios vecinos no querían aislarse. “Todavía hacían bailes funky, cerraban una esquina y se aglomeraban. De hecho, a través de grupos de WhatsApp invitaban a la comunidad a distintas actividades. Hasta que alguien dijo ‘no estamos de vacaciones’. No sé si fue la asociación de moradores, o fueron otros”.

Hoy, los rumores se apoderan del barrio. “Dicen que murieron tres personas, que varios están contagiados. Todavía no hay información oficial”, decía esta venezolana el 23 de abril. En Brasil, donde se reportó el primer caso de COVID-19 de América, hasta el 1 de mayo, los contagios ascienden a 91.589 confirmados y 6.329 decesos por la enfermedad. Sin dudas, es de los países más afectado de la región, incluso hace unos días superaron en número de fallecidos a China y un estudio sugiere que sobrepasan a Estados Unidos en cantidad de casos.  “¿Y qué? Lo siento, pero ¿qué quieren que haga?”, reaccionó el presidente Jair Bolsonaro al ser consultado sobre el saldo, agregando: “Soy el Mesías (su segundo nombre), pero no hago milagros”.

Además de la profunda crisis política que vive el país, el efecto financiero del coronavirus, como en otras naciones, es demoledor. Según el Banco Central de Brasil, la economía caerá en un 3,3% en 2020. Por no tener ingresos fijos, Elvimar y José Luis comenzaron a recibir una ayuda de la fundación Cáritas, pero la incertidumbre se acentúa durante la cuarentena “blanda”, que no es absoluta y que en Río de Janeiro se extendió hasta el 11 de mayo. 

Antes, él vendía bebidas en la playa de Leblón, no le iba mal, y ella comenzaría en un nuevo trabajo, en una cadena de comida rápida. Su historia es ahora común en muchas de las 750 favelas de Brasil, donde viven más de 11 millones de personas, y varias familias dependen del comercio informal. 

Diáspora, venezolanos en Brasil

En Vidigal, Elvimar no conoce a otros connacionales, además de su esposo y un amigo con el que viven en una casa. Según ella, una de las mayores dificultades al momento de emigrar a este país fue aprender el idioma portugués. “Cuando llegué solo sabía decir ‘bom día’ (buen día) y ‘obrigado’ (gracias). En ocasiones, mi esposo me anotaba en un papel lo que debía decir. Después de varios meses aprendí”.

Más de 264 mil venezolanos residen en Brasil, de los cuales 37 mil son refugiados. Para Elvimar es una experiencia completamente nueva. “Es la primera vez que vivo en un sitio así. Pero mi marido, no. Él ya había vivido en un barrio y me repetía que esto era como un cerro de Caracas”. Su casa está dentro de un vecindario, desde su ventana puede ver unos islotes y parte del mar. Es por esa ventana por donde también se colaba días atrás otro recordatorio, emitido desde parlantes en un centenar de áreas: “¡Atentos! Combata el coronavirus, evite salir”

 

Caminantes peruanos y venezolanos comparten ruta en su periplo para llegar a casa

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En Lima, hay medios de comunicación de alcance nacional que dedican largas coberturas a los ciudadanos de provincia, los caminantes, que tratan de llegar a pie a sus ciudades de origen o los puntos en los que son detenidos para reubicarlos temporalmente hasta poder trasladarlos.

Mientras tanto, los que logran salir de la gran capital quedan “a la buena de Dios”, pues nadie los entrevista ni les hace seguimiento. Lo mismo ocurre con los caminantes venezolanos que dejaron de ser noticia desde que ya no participan en actos delictivos de gran magnitud.

En la actualidad las grandes editoriales y cadenas televisivas están concentradas en difundir las alarmantes cifras del coronavirus, que según el último reporte superaba los 3 mil contagiados, poniendo al Perú casi al mismo lugar que Brasil, que duplica en cantidad de habitantes a la nación inca.

Mientras tanto, propios y extranjeros comparten ruta para llegar a casa, unos dentro del mismo país y otros para atravesar las fronteras de Perú, Ecuador y Colombia luego de que fueran desalojados arbitrariamente de sus hogares por no poder pagar el alquiler, tras ser despedidos de sus empleos y se quedaron sin recursos para mantenerse en la costosa capital.

En ese punto, las arbitrariedades, según se observa en la trasmisión de los diferentes medios no ha distinguido de nacionalidad y, a todos les han irrespetado sus derechos por igual en medio de la pandemia, dando lugar a que se vean forzados a salir de Lima con todos los riesgos que eso implica.

Caminantes: un trayecto dos destinos

Oscar es uno de los ciudadanos venezolanos que ha compartido con trayecto con los caminantes peruanos. Con los que han conversado estiman llegar a las distintas provincias de las regiones de Trujillo y Chiclayo. En el trayecto a la última localidad, mencionó que camina junto a otras 11 personas, entre las que hay mujeres y niños.

La historia descrita por Oscar no es muy diferente a la que la que denuncian los provincianos peruanos residentes el Lima; ahora desplazados en su propio país. El residente venezolano desde hace un año en Lima, en el distrito de Chorrilos, cuenta todas sus relaciones laborales estuvieron cargadas de explotación y maltratos.

“Me querían pagar 700 o 800 soles, mientras que el salario mínimo era de 930 soles. Me mantenía con los ahorros que traje de Venezuela. Allá tenía tres negocios: uno de ellos consistía en construir viviendas para luego venderlas”, contó.

Dijo que invirtió en un carrito de comida al que no le pudo sacar provecho porque las ordenanzas municipales se lo impidieron y para cuando logró ponerse al día, le fue autorizado un lugar de poca afluencia de clientes, lo que hacía inviable el negocio.

“Vinimos a buscar una mejor calidad de y construirla a base de trabajo pero no se pudo. Yo no estaba pidiendo dinero, estaba buscando empleo y no me dieron, por eso me voy”.

Asciende a tres el número de venezolanos fallecidos por arrollamiento colectivo en Perú

Poco pago

En otra desafortunada experiencia laboral, describe que le pintaron “villas y castillos”, pero que al final de mes, luego de muchas exigencias, el pago no llegó no cubrió ni los pasases.

Agrega que unos los obstáculos que presentó fue la documentación que portaba. No alcanzó a ser cubierto por el Permiso Temporal de Permanencia (PTP), si no la solicitud de permiso de refugio, que para muchas empresas no era válido al momento de la contratación.

Por esa razón se puso en contacto con otras familias que estaban en la misma situación y el pasado miércoles 29 de abril inició su caminata desde Plaza Norte, en el distrito de Independencia.

Afirma que pasará la frontera “como sea”, pues asegura que no hubo ni una palabra de aliento por parte de las embajadas para gestionar un canal humanitario que les permitiera viajar en bus.

En el equipaje que preparó para viajar, guardó tapabocas y guantes. Dijo procurará mantener la distancia social para evitar contagiarse de COVID-19 y llegar con bien a Venezuela.

“Me salvé porque tenía frío”: testimonio de sobreviviente del arrollamiento masivo en Lima

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Del arrollamiento masivo ocurrido en Lima, en la provincia de Barranca, en el que seis personas presentaron lesiones en los pies y tres fallecieron; hay cuatro caminantes que milagrosamente resultaron ilesos.

Uno de ellos es Anderson Guerra, de 23 años, sobreviviente del lamentable incidente. Asegura que está sano debido a que se encontraba en posición fetal, cuando el camión cisterna le pasó por encima a los compañeros de viaje que tomaban un descanso al lado de la carretera Panamericana Sur, a la altura del kilómetro 39.

“Íbamos caminando y nos cogió la noche. A eso de las 10 decidimos quedarnos en ese tramo de la carretera porque estaba cerrada debido a que más adelante había una construcción”.

Así cuenta el joven caminante lo sucedido quien vio con terror como a la compañera que se encontraba a su lado, el camión cisterna le lesionó sus piernas.

Guerra, aún traumatizado por todo lo ocurrido, recuerda con horror que luego del macabro suceso intentaron llamar la atención del chofer que no se inmutó ante lo que hizo. El hombre siguió su camino como si nada hubiera pasado. “Parece que hubiera sido a propósito”, comentó.

Inicio del periplo

Guerra dice que el viaje comenzó el martes 5 de abril en Plaza Norte. Se reunieron frente al centro comercial luego de 15 días de preparación y coordinación con otros venezolanos a través de un grupo de WhatsApp.

Habían quedado en que si el presidente peruano Martín Vizcarra extendía la cuarentena emprenderían el viaje a pie y así lo hicieron. El plan original era caminar por Ancón y otras provincias hasta llegar a la frontera de Ecuador. Todo iba según lo estipulado, pero el recorrido se vio alterado por lo ocurrido la madrugada del viernes.

Comenta que en el camino se consiguieron con otros caminantes peruanos que también iban a pie a sus hogares por la falta de transporte interprovincial que vive ese país debido el estado de emergencia para contener el coronavirus. Detalla que el grupo de tres nativos de ese país pasó la noche en el mismo lugar que ellos, pero decidieron levantarse temprano y seguir su camino antes que saliera el sol y eso les evitó que pasaran por el amargo momento que los venezolanos atravesaron.

La ayuda tardía y el primer deceso 

Tras intentar persuadir al chofer para que no huyera, de inmediato prestaron apoyo a los heridos de mayor gravedad, mientras llamaban a las ambulancias del Sistema de Atención Móvil de Urgencia (Samu) y la policía que tardaron casi una hora en llegar.

“Nosotros llamamos a los funcionarios de seguridad y para cuando llegaron con el personal de salud, los ayudamos cargar a nuestros compañeros para que los trasladaran al hospital, pero uno de ellos no resistió y falleció en el lugar como consecuencia del impacto. El otro convulsionó en la ambulancia”, recuerda el afectado caminante del arrollamiento masivo en Lima.

Después contactaron a sus familiares, que para el momento en que pudieron hablar con ellos, ya tenían conocimiento del incidente. La noticia se viralizó rápidamente a través de las redes sociales y medios venezolanos que replicaron erróneamente datos del suceso.

Sobre este aspecto, el caminante Uriel Molina contactó a Efecto Cocuyo para denunciar que algunos periodistas venezolanos utilizaron fotos de su grupo para graficar lo ocurrido en Barranca, causando preocupación innecesaria a sus familiares en Venezuela. Pidió respeto y responsabilidad a la hora de informar. Su grupo está en Ecuador a punto de entrar Quito, la capital de ese país.

Atestiguar ante la justicia

Una vez que sus ocho compañeros fueron trasladados al hospital de la provincia, tras el arrollamiento masivo en Lima, los cuatro caminantes que estaban sanos y salvos no les quedó de otra alternativa que seguir el camino. Aún sin digerir lo que les había tocado vivir, llegaron hasta la región de Chimbote, donde los esperó una comisión del Ministerio Público de ese país que los trasladó de nuevo a Barrancas y fueron llevados a la sede de la comisaría para que rindieran declaraciones.

“Nos trataron bien en todo momento. Nos hicieron preguntas básicas como la hora, el color del vehículo, el tiempo que tardó en llegar la policía y todo eso”, detalló Guerra que ahora se encuentra en la vivienda de una paisana en esa provincia. Allí que se quedará al menos una semana mientras terminan los trámites de la investigación. Están recibiendo apoyo legal por la embajada de Juan Guaidó.

Llamado a los caminantes 

El joven maracayero exhorta a los caminantes a prestar más atención al lugar donde vayan a pasar la noche para así evitar incidentes como el que afectó a su grupo: “A todos los panas; por favor, no se queden en plena vía como lo hicimos nosotros”, expresó.

Dijo que por el momento no es dinero lo que necesitan, si no que los lleven hasta Tumbes o que abran un canal humanitario para que ellos puedan viajar de regreso a Venezuela de forma segura.

 

Asciende a tres el número de venezolanos fallecidos por arrollamiento colectivo en Perú

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El embajador de Venezuela en Perú, Carlos Scull, confirmó a Efecto Cocuyo que ascendió a tres el número de víctimas fatales del arrollamiento colectivo que ocurrió la madrugada de este viernes, 1 de mayo, en la provincia de Barrancas, en Lima provincia.

Según el diplomático de Juan Guaidó, el total de personas que conformaba el grupo era de 12, quienes descansaban al borde la autopista Panamericana Sur. Ocho de ellas fueron sorprendidas por el chofer un camión cisterna, que se dio a la fuga al arrollarlos. El accidente dejó además ocho heridos.

Los fallecidos quedaron identificados como José Gregorio Quauro Ramos (28), Yoivi Adriana Carrasquel (35) y José Elvis García Gil (29).

Los heridos fueron atendidos por ambulancias del Servicio de Atención Móvil de Urgencia (Samu) y del centro de salud de Paramonga. Luego fueron trasladados al hospital de Barrancas, donde recibieron atención especializada.

Scull señaló que tres de los caminantes fueron dados de alta y tres siguen en observación. «Hemos conversado con el director del hospital y nos garantizó que tendrán cobertura total de lo que necesiten para su hospitalización y medicamentos», explicó.

Sostuvo que los lesionados están descansando y se encuentran traumatizados por todo lo que vivieron durante el arrollamiento colectivo.

Además informó harán las gestiones necesarias para que el resto de los caminantes tengan dónde quedarse por unos días.

Finalmente anunció que presentarán una denuncia penal para que se investigue este caso.

Mueren arrollados dos caminantes venezolanos y hay seis heridos en Lima

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La madrugada de este viernes, 1 de mayo, un grupo de ocho caminantes venezolanos, que se disponía a regresar a pie a su país desde Perú fue arrollado en la provincia de Barranca, en Lima.

Según testigos del suceso, el hecho ocurrió aproximadamente a las 4:00  de la madrugada cuando los caminantes venezolanos se encontraban acostados el extremo de una carretera y pasó un camión cisterna.

Dos personas fallecieron y las otras seis se encuentran heridas. Uno de los caminantes se debate entre la vida y la muerte. De acuerdo a las personas que les prestaron ayuda, la mayoría de los afectados presenta lesiones en los pies y están siendo tratados en el Hospital de Barranca.

En ese grupo se encuentran hombres y mujeres. Se trata de José Gregorio Qyuaro Ramos (28), Yoivi Adriana Carrasquel (35), Alberto Puerta Mercado (44), José Elvis García Gil (29), Nelson Suárez Martínez (38), Emiliano Vasallana Pérez (23) y Grank Martínez Escote (42).

Un representante de la embajada nombrada por Asamblea Nacional se encuentra en el lugar.

Información en desarrollo…

Venezolanos en Ecuador: “No podemos dejar que nuestra gente se nos muera”

Todas las mañanas Jesús Márquez enciende su motocicleta con un objetivo: entregar alimentos a sus coterráneos vulnerables en Guayaquil. Al igual que decenas de voluntarios asiste a venezolanos en Ecuador afectados por la cuarentena. Sabe que gran parte de sus compatriotas lleva más de un mes sin percibir ingresos. 

“No podemos dejar que nuestra gente se nos muera de hambre”, declaró Márquez. El tachirense relata que llena su morral de alimentos, lo carga a su espalda y recorre Guayaquil de norte a sur. Dice ser consciente de la situación de muchas familias: al borde del desahucio. 

De acuerdo con el Gobierno de Ecuador, 89% de los 400 mil venezolanos que viven en el país trabajan en el comercio informal, sector directamente afectado por la crisis producto del estado de emergencia por el COVID-19. 

Escenas impactantes

Darío Peroza, oriundo de San Fernando de Apure (occidente de Venezuela), es uno de los motorizados venezolanos comprometidos con ayudar. Al igual que Márquez, transporta alimentos suministrados por fundaciones que, desde mediados de marzo, recolectan víveres y medicinas destinadas a los más vulnerables de la colonia venezolana. 

Durante sus recorridos previos al 25 de abril, Peroza fue testigo de escenas que le afectaron: “Vi muchos cuerpos tirados frente a las casas. Lo más impactante que vi fue el cadáver de un hombre tendido sobre un banco de la calle tapado con cartón”. 

También vió filas de camionetas con ataúdes en sus cavas y de carros con urnas amarradas al techo en la entrada de los cementerios. Debido a la cantidad de fallecidos en Guayaquil durante las últimas semanas, la ciudad se convirtió en el epicentro de la pandemia en Ecuador. Esas largas filas de vehículos a Peroza le recordaban a las que se pueden ver en Venezuela. “Allá la gente busca llenar el tanque del carro y se hacen colas en la bombas, aquí las personas esperan enterrar a sus familiares”. 

Hasta el 28 de abril, el Gobierno de Ecuador cuenta 24.258 personas contagiadas con la enfermedad, 871 fallecidos y otros 1.366 sospechosos de haber muerto por COVID-19.

Pedaleando por los venezolanos en Ecuador

La ayuda no solo llega en moto. El venezolano José Guevara, junto a otros colaboradores de la Fundación Mueve, llevaron alimentos en bicicletas los primeros días de la cuarentena. “Eso lo hicimos al comienzo pero, como era tan matador, tuvimos que buscar apoyo de personas con carros o motos”, recordó el voluntario. 

La última vez que repartió vivieres en bicicleta recorrió al menos 20 kilómetros en cinco horas. “Me descompensé, casi me desmayo. Me dio fiebre y caí en cama. Tenía muchos años que no manejaba bicicleta”, explicó el hombre de 43 años. De allí en adelante, decidió ayudar de otra manera. Empezó a entregar bolsas con alimentos que recibe de la Fundación Mueve.

Hasta 20 kilómetros a pie por alimentos

Guevara recibe en un local —ubicado a  a pocos metros del Estadio Capwell en el centro sur de la ciudad— entre diez y veinte venezolanos diariamente, provenientes de diferentes sectores de la ciudad. “Aquí llegan personas que se vienen caminando desde Monte Sinaí (norte oeste de Guayaquil) y desde El Fortín”, cuenta todavía sorprendido por las distancias. 

Al realizar un cálculo de la distancia que una persona debe hacer para obtener una bolsa de alimentos, se estima que si proviene del sector Monte Sinaí debe recorrer 20 kilómetros. Quien lo haga desde El Fortín debe transitar 16 kilómetros. Si a eso se le suma el retorno, el tiempo de caminata puede ser de hasta ocho horas. 

El transporte público está parcialmente suspendido, solo algunos buses transitan por la ciudad en rutas específicas y solo hasta las 2 de la tarde, hora cuando comienza el toque de queda impuesto desde el 25 de marzo en todo el país. Por eso, la mayoría de los habitantes de Guayaquil se trasladan en carros particulares, transportes privados o taxi. Medios a los que no pueden acceder muchos de quienes no cuentan con ingresos.

Organizados para contribuir

En Guayaquil, la Fundación Mueve —cuya directiva y fundadores son venezolanos— ha entregado más de 1.000 bolsas de alimentos a familias de alrededor de cinco miembros. Estas han sido repartidas por entre cinco y diez motorizados, dependiendo de la disponibilidad de voluntarios.  

Su presidente, Andreu Castro, señaló que los alimentos son donados por venezolanos en una situación económica estable, ecuatorianos caritativos y organizaciones no gubernamentales como el Banco de Alimentos. 

También en Quito los venezolanos se han organizado para ayudar. La Fundación Chamos Venezolanos en Ecuador y la Asociación Civil Venezolanos en Ecuador reparten alimentos por toda la capital ecuatoriana. Ambas organizaciones tienen una amplia trayectoria en el apoyo a los migrantes de la ciudad, experiencia que les permite diseñar un voluntariado para ayudar a parte de sus connacionales. 

“Sin la ayuda de otros venezolanos no tendríamos nada en la nevera”, confiesa Gabriela Torrealba, una de las beneficiarias de la ayuda. Ella, junto a su hijo de 17 años, se gana la vida vendiendo almuerzos a “dólar” en la calle, actividad que no ha podido realizar desde que comenzó el estado excepción decretado el pasado lunes 16 de marzo

“Desde que comenzó está pesadilla no hemos podido ganar nada de dinero”, indicó la mujer nacida en el estado Táchira. Torrealba sabe que la ayuda no durará mucho tiempo, aunque le permite prepararse para las próximas semanas, cuando termine la cuarentena. 

 

Leer También: Venezolanos en Ecuador: “Si no nos agarra el virus, nos agarra el hambre”

Desde Perú a Venezuela a pie: 13 venezolanos ya están en Ecuador

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El 16 de abril un grupo de trece caminantes venezolanos emprendió un viaje desde Lima para regresar a su país. El 29 de abril lograron ingresar a Ecuador.

Cuando consiguieron acceso a Internet narraron parte de su experiencia. Durante una parada en la provincia de Bolívar, en el centro de Ecuador, la introducen como llena de solidaridad, adrenalina y también discriminación. Pero, sobre todo, mucha satisfacción porque ya cruzaron la primera de las fronteras que los separa de sus familias.

Uriel Molina, vocero del grupo, contó que tuvieron algunas complicaciones en sus últimas horas en suelo peruano. Debieron separarse para, en equipos más pequeños, poder pedir aventón a las gandolas. Se mantienen contacto por teléfono hasta que se reencuentran. En un de esos tramos, relata Molina, algunos fueron víctima de abusos por parte miembros de la Fuerza Armada de Perú.

“En el tramo entre la localidad de Sullana y Piura —región de Piura— tres de nuestros compañeros tuvieron problemas con militares. Mientras iban en una gandola les gritaban desde la vía ‘¡Venecos de mierda, corran o les meteré un plomazo en la pierna!’ También, cuando la gandola se tuvo que detener en algunas alcabalas, los insultaron. Les exigieron que se escondieran en la lona y hasta los pisaron. Les decían que se escondieran bien porque aún se veían», describió Molina.

Uriel cuenta que el grupo con el que él viajaba tuvo mejor suerte en ese tramo. De hecho, al llegar a la región fronteriza de Tumbes (a 30 kilómetro de Ecuador), los militares fueron más amables. Les dieron algunas indicaciones para que salieran del país a través de una trocha. Detalla que en un punto comenzaron a caminar en zigzag y fueron los uniformados quienes les dieron las indicaciones necesarias.

“¡No teníamos mapa, ni datos, ni nada! Cuando llegamos al último pueblo nos conseguimos con los militares de Perú y le pedimos ayuda. Un sargento nos dio unas coordenadas, pero igual nos perdimos. Después consultamos con un poblador de la zona. Un señor muy amable nos orientó. No caminamos ni 800 metros, pasamos una quebradita y estábamos en Ecuador. Caminamos 300 metros más y llegamos a una estación de servicio”.

Caminantes venezolanos se reencuentran

“Nosotros pasamos a las 4 de la tarde y los compañeros al otro día en la mañana”, describió Molina con satisfacción. Sin embargo, hubo momentos de incertidumbre porque, como explica, fue mucho el tiempo que caminaron sin rumbo y con los celulares descargados, pero finalmente se encontraron.

Una vez en Ecuador, los ciudadanos de los primeros pueblos que atravesaron les hicieron entrega de panes, bebidas y frutas. “Un señor nos dio 40 dólares y con ese dinero compramos un pollo y lo preparamos nosotros mismos”, narró Molina. «Como llevábamos una olla en el equipaje, pudimos montarlo a leña».

Molina describió la travesía como sumamente desgastante, sobre todo para el que no tiene experiencia. Y sobre los integrantes del grupo precisa que solo tres tienen experiencia como mochileros. Para los demás se trata de la primera vez. “Esto no es que sea solo duro: es difícil, es bravo. De verdad que no le deseo esto a nadie. Se camina hasta que te den colas. Acabamos de hacer 25 km a pie, desde las 6 de la tarde hasta las 11 de la noche. Así, con todo oscuro. Terminamos con burbujas en los pies. Nos duelen y no podemos avanzar. También tuvimos que dejar en el camino algunas maletas para aliviar la carga”.

Con miedos y fe

Estiman que llegar a Guayaquil, les tomará tres días. En ellos crece el miedo de atravesar ese lugar, pues la ciudad se ha convertido en el epicentro del coronavirus en Ecuador. “El temos que tenemos es pasar por ahí. Queremos caminar no tan cerca y darle rápido porque en esa zona es donde hay más casos. Sí, tenemos miedo y mucho, pero tenemos fe en Dios. Estaremos bien y nada nos pasará”.

Molina señaló que les han informado sobre la posibilidad de una ayuda en Guayaquil. “Así que entonces lo dejamos en nombre de Dios. La cosa es que queremos pasar por la autopista panamericana para evitar tramos concurridos».

A los próximos caminantes venezolanos

Los miembros de este grupo mantienen comunicación directa con otros venezolanos que planean hacer el mismo recorrido. A ellos les dicen que deben tener en cuenta que no en todos los lugares serán bienvenidos. Les explican que en algunos pueblos serán denunciados y perseguidos por la policía.

Hasta el momento, estos 13 ciudadanos venezolanos sostienen no haber recibido ningún tipo de apoyo de la embajada o alguna ONG. Solo de una iglesia chiclayana que les abrió sus puertas para que se pudieran asear y comer.

En nombre del grupo, Molina  expresó  que los ánimos están arriba: “Queremos seguir pa´ lante, nuestra meta es Venezuela. Nadie está arrepentido. ¡Venezuela allá vamos”.

Un exitoso cambio de ruta

En una última actualización, los caminantes venezolanos se volvieron a contactar para informar que encontraron la manera de no pasar por Guayaquil. Desde la ciudad de Durán, en la provincia de Guayas, notificaron que no tendrán contacto con la zona de más contagios en su camino hacia Colombia. También contaron que al grupo se unió un nuevo caminante oriundo de Mérida, de nombre Jackson y ahora son 14 personas las que se dirigen a sus hogares en Venezuela.

 

Varados en Chile: más de 140 venezolanos piden regresar a su país

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Nathali Guevara, de 29 años de edad, se siente desesperada desde hace un mes. El 20 de marzo debía viajar a Caracas, pero debido a la pandemia por el COVID-19 y los progresivos cierres de fronteras en América Latina forma parte de un grupo de connacionales varados en Chile. “Yo tengo dos años viviendo en Santiago, pero quería regresar a Venezuela desde el año pasado y por eso compré un pasaje en enero. Quería volver a estar con mi familia porque en este país estoy sola, no tengo a ningún familiar”, dice.

Su situación es parecida a la de otros 140 venezolanos, pasajeros de la aerolínea panameña Copa Airlines, que se encuentran varados en Chile. Entre los afectados hay mujeres embarazadas, niños y personas de la tercera edad. Algunos duermen en el aeropuerto internacional Arturo Merino, localizado en Santiago, por no contar con dinero para pagar un hospedaje.

Guevara se convirtió en vocera del grupo en marzo, luego de organizarse con otros varados y abrir una cuenta en Twitter (@regresoacasave1) para difundir su condición. El 28 de abril, desesperados por la incertidumbre, se plantaron en la embajada del gobierno de Nicolás Maduro en Santiago de Chile para entregar una solicitud de repatriación. Tras una hora, unos funcionarios diplomáticos decidieron atender a Guevara, sin ofrecer una salida. “Es la segunda vez que acudimos a la embajada, antes no nos atendieron. Estamos en una situación crítica. No pedimos caridad, solo pedimos que se habilite un canal humanitario para que Copa Airlines u otra aerolínea pueda llevarnos hasta nuestro país”, indica.

El grupo piensa acudir a otras instancias para conseguir una solución. También a la Cancillería chilena interceder en su propósito para volver a Venezuela. Cada caso es una historia diferente. Guevara tenía dos empleos en Santiago, enviaba dinero a sus padres y hermano en Caracas. Pero renunció a sus trabajos de mesonera y vigilante unos días antes de su regreso a Venezuela. Ahora, no percibe ningún ingreso y está alojada en la casa de unos amigos. “Es complicado porque no tengo empleo, es difícil decirle a mi familia que estoy bien. ¿Cómo les explico que no puedo ayudarlos? Hoy tengo para comer una arepa, pero mañana no sé”, dice.

Varada en Chile tras visita familiar

Otros solo estaban de visita. Sabrina García, una productora publicitaria de 28 años, llegó a Chile el 11 de marzo, día que la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró al coronavirus como pandemia mundial. Su intención era visitar una semana su hermano, radicado en Santiago, cuando el gobierno de Maduro anunció la suspensión de los vuelos procedentes de Panamá y otros destinos. “Cuando esto pasó me puse en alerta. Yo tenía pasaje de regreso con Copa Airlines, una de las pocas aerolíneas que vuela en Venezuela, pero que generalmente hace escala en Panamá. Me planifiqué para regresar de otra forma, pero enseguida todos los países comenzaron a cerrar fronteras”, comenta.

Aun así, García cambió su boleto para retornar a Venezuela el 23 de abril, día que estaba previsto levantar restricciones en Panamá, pero eso no sucedió. “Lo más difícil es no tener respuestas. Es desesperante porque no podemos planificarnos. Llamo a la aerolínea y solo me dicen que ingrese a un link, complete un formulario y así me tomarán en cuenta para un vuelo humanitario. Pero nunca me dicen la fecha, tampoco tengo certezas. No estamos mendigando porque todos compramos pasajes, solo necesitamos que se deje aterrizar un avión en Venezuela”.

García se preocupa por la llegada del invierno chileno. Aunque tiene una casa donde alojarse, sospecha que muchos de sus connacionales varados afrontarán duras condiciones en los próximos días. “Todavía están llegando personas de distintas regiones de Chile a Santiago, que por no tener donde quedarse se van a dormir al aeropuerto”, agrega.

Sostienen contar con ayuda de Copa Airlines

Este grupo de varados en Chile entregó una carta en la sede diplomática de Venezuela. En ella afirman que la aerolínea panameña estaría dispuesta a ayudarlos en caso de que se permita el aterrizaje en Caracas. “Es necesario dejar en claro que nuestro retorno a Venezuela es de gran necesidad, de gran urgencia. Esto puede hacerse posible si el Estado venezolano otorga la autorización a Copa para entrar en el territorio”, se precisa en el documento.

 

Anitza Freitez: No hay un retorno masivo de migrantes venezolanos

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La directora del Observatorio Venezolano de Migración de la Universidad Católica Andrés Bello (Ucab), Anitza Freites, aseguró que el retorno de venezolanos que migraron a países como Colombia, Ecuador y Perú no es masivo como hace ver el gobierno de Maduro.

Para Freitez,  la administración de Nicolás Maduro hace «un show mediático» para decir que son miles los venezolanos migrantes que están regresando al país, cuando la realidad es que más de 3 millones de connacionales se fueron de Venezuela entre los años 2017 y 2018.

«Nosotros en cinco años perdimos casi 3 millones y medio de personas en esas edades potencialmente activas, una buena parte de nuestra oferta de trabajo con todos los niveles de calificación que llevaban en sus maletas la perdimos. Lo que observamos en los casos de Colombia, Ecuador y Perú es que más de la mitad se ocupan en actividades informales de baja calificación», dijo en una entrevista que concedió a la periodista Elvia Gómez para El Ucabista.

Freitez dirige el Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales de la Universidad Católica Andrés Bello (Iies- Ucab) que lleva adelante el Observatorio.

Sin registro real de retornados

A su juicio, en el tema del retorno de migrantes, «no hay un registro real de cuántos están entrando a Venezuela por trochas no vigiladas», sostuvo.

“No hay que estarse haciendo eco de la posición gubernamental en cuanto a que a los venezolanos están retornando porque los maltratan en sus lugares de destino y aquí sí tienen patria. Eso es puro cinismo. Lo primero que debió haber garantizado este gobierno, como cualquier otro, es el derecho a no migrar, derecho que fue vulnerado desde hace un buen tiempo, antes de que se aplicaran las sanciones», explicó Freitez.

Más de la mitad con empleo informal

Sin embargo, reconoció la vulnerabilidad de la migración venezolana. En Colombia, Ecuador y Perú «más de la mitad de ellos estaban en actividades informales, y, al estar en esta situación de confinamiento por el COVID-19, se limitó cualquier posibilidad de generar ingresos y garantizar su subsistencia cotidiana”.

Freitez cuestionó que el gobierno colombiano ha tomado medidas de protección con lentitud, entre ellas la de evitar el desalojo de venezolanos al no poder pagar alquileres.

Asegura que no han regresado cientos de miles como se quiere difundir a través del aparato comunicacional del Estado de Maduro, pese a los controles que han impuesto para el retorno de esos migrantes.

«Tampoco son cientos de miles de personas. Si fuera así, sería demasiado evidente, como ocurrió cuando salieron. Eso es difícil de ocultar, sobre todo en una situación de movilidad controlada. A veces dimensionamos todo por lo que ocurre entre Cúcuta y San Antonio, pero esa es una dinámica particular que no sirve para dimensionar el fenómeno migratorio de forma global», manifestó.

Estudio Encovi y migración

Ante esto, el Observatorio Venezolano de Migración adelanta un estudio. Este consiste en dos encuestas en paralelo. Una de ellas es la Encovi (Encuesta Nacional de Condiciones de Vida) que se hizo las primeras semanas de abril con 7 mil hogares en el país. Esta aborda la situación de los venezolanos en el contexto de la pandemia del COVID-19.

«Estamos haciendo entrevistas telefónicas con un módulo sobre salud, con preguntas sobre el tema en general y otro módulo con preguntas centradas en el COVID-19, sobre todo el conocimiento que las personas tienen sobre la pandemia y prácticas de higiene», detalló Freitez.

Incluye un cuestionario con temas como empleo y el ingreso de las y los venezolanos.

«Toda esa serie de preguntas las podemos relacionar con lo que ya sabemos de esos 7 mil hogares por la Encovi, y eso nos va a dar una información bastante rica para hablar con mejor propiedad sobre el impacto que puede estar teniendo este contexto de la pandemia sobre la situación económica de los hogares venezolanos».

Realidad de retornados y migrantes

A la par elaboran un cuestionario con una data de 9 mil venezolanos que salieron del país por Cúcuta en 2019. Con ellos comenzarán a recabar información sobre su realidad. Si regresaron al país o se quedaron en sus sitios de destino.

«No aspiramos a tener 9 mil respuestas, pero establecimos una muestra que nos dará un volumen que nos puede ayudar a recabar información, entre ellas en cuál país se han establecido si no se quedaron en Colombia, o si han regresado, y así rescatar ese contacto para el seguimiento a los retornados», señaló Freitez

Además les preguntarán sobre empleo, información del nuevo coronavirus y cómo desde la pandemia » si han recibido protección, si ha cambiado su situación legal con los permisos de permanencia y, en general, todo lo que tiene que ver con su condición de migrantes».

El estudio se dará a conocer en mayo, cuando se termine de procesar toda la información que comenzaron a recabar en abril.

«Los próximos dos meses vamos a tener bastante información para difundir lo que ocurre en Venezuela con la Encovi 2019 y estas dos encuestas telefónicas sobre el COVID-19», reiteró Freitez.

Lea la entrevista completa en este enlace

Foto: El Ucabista