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Ser repartidor en Nueva York en época de pandemia es como andar en un campo minado

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Todos los días de César Márquez están marcados por el suspenso. Desde hace un año, este periodista venezolano, además de escribir, también se gana la vida con un oficio que ahora es de riesgo:  es repartidor de encomiendas en Nueva York, el epicentro mundial del coronavirus con más de 126 mil contagios y  8.448 fallecimientos hasta el 18 de abril.

Nunca se sabe a quién ni a dónde se hará una entrega. La incertidumbre era algo habitual,  pero desde que se declaró la cuarentena, estos trabajadores, que entraron en la categoría de esenciales,  están en la «línea de la vida»: los clientes les necesitan para vivir y ellos requieren hacer sus entregas para sustentarse,  ese límite tan delicado inspiró a la revista The New Yorker para su portada del 13 de abril.

«Somos de los pocos que estamos en las calles casi vacías. Y, como mensajeros en una región desolada por una guerra, vamos repartiendo los pedidos. Cada pomo de una puerta, cristal o pared es  un campo minado. Cualquier persona a tu alrededor es sospechosa de portar un virus que te convertiría en una estadística más de esta pandemia», relata César.

The New Yorker rindió homenaje el 13 de abril a los «delivery». La portada mostraba a un repartidor bajo la lluvia, tocando una puerta para entregar una encomienda, en una ciudad oscura y vacía.

Así transcurren los días y noches de César. Ha visto a  la ciudad que nunca duerme pasar del ímpetu de veintiañeros al desvelo de quien en su refugio espera por mejores tiempos. Y mientras tanto, los mensajeros, repartidores o «deliverys» se mantienen pedaleando o manejando por calles sin tráfico. Es como un campo de batalla, refiere, al cual sale cada día con una armadura de la cual debe autoproveerse: tapabocas y guantes corren por su cuenta.

Repartidor, tema de la portada de The New Yorker
La ilustración de  Pascal Campion juega con el término de «lifeline» y homenajea a los trabajadores esenciales

Cuando en 2016 salió de Caracas a Nueva York quería dejar atrás la violencia y la inseguridad. Caraqueño, de 35 años, periodista especializado en deportes, padre de una niña, ha ido construyendo su vida de migrante con otros miembros de su familia.

Siguió ejerciendo como reportero en Estados Unidos, aunque en los últimos meses como freelancer. Se alternó desde hace un año con el oficio de repartidor de encomiendas como cheques, algunos medicamentos de alto costo (antirretrovirales y oncológicos) y alimentos. 

Con la suspensión de los partidos de béisbol profesional llegó una pausa obligatoria en su carrera, así que decidió continuar a tiempo completo como delivery. “Presto un servicio que es vital, súper importante, porque contribuye de alguna manera a que las personas puedan estar en sus casas y haya menos contagios”.

Estados Unidos supera los 665.000 casos de COVID-19 y más de 30.000 decesos, registrando la cifra de muertes más alta del mundo por país. La caída financiera también es notoria, aunque el presidente Donald Trump presentó un plan de reactivación progresiva de la economía. El virus se cebó en el estado de Nueva York, donde viven casi 19.5 millones de personas y el confinamiento se extendió hasta el 15 de mayo. Así que muchos dependen de los servicios de entregas de comida y otros productos.  

Lidiando con los temores

El batallón de repartidores se alista todas las mañanas para cruzar las amplias avenidas de Nueva York, unos van en bicicletas y otros en autos, como César. No sólo se trata de entregar paquetes, también se carga con la responsabilidad del cuidado personal para evitar ser contagiado. Son contratados por empresas que —en algunos casos— no suministran guantes, tapabocas o gel antibacterial. “Hoy voy a cambiar una caja de guantes por unas mascarillas, todo me lo proveo yo mismo”, comenta en una llamada por Skype, mientras interrumpe la conversación para zanjar impresionado: “¿Escuchaste eso? ¡Un tipo tosió durísimo!”. 

Dice que lidia con sus paranoias y las ajenas: “Todos vamos alimentando fantasmas”. En las noches, cuando está a punto de dormir, escucha la sirena de las ambulancias y siempre su primer pensamiento es que se llevan a alguien con COVID-19 al hospital. Después reflexiona, piensa que existen otras emergencias, que siempre han estado y que antes tal vez no se escuchaban porque la ciudad nunca estaba en silencio.    

Él tiene un termómetro consigo para tomarse la temperatura todas las mañanas. A veces le provoca fumar, pero hasta evita llevarse el cigarro a la boca por miedo a que el virus esté en la colilla, así que desiste. Su rutina se modificó desde la entrada del coronavirus a Nueva York. Después de trabajar, cuando llega a su casa, se quita los zapatos y los desinfecta, se desviste, no reutiliza esa ropa hasta lavarla, y finalmente se ducha. No quiere contagiarse y menos llevar la enfermedad a su hogar. 

La incertidumbre de un repartidor

Los repartidores nunca saben adónde llevarán una encomienda, sólo basta con aceptar un encargo, a través de una aplicación, y ahí puede comenzar una verdadera aventura. Hace un mes, César elevó su angustia al máximo. Tuvo que entregar unos medicamentos contra la tos a una enfermera venezolana, trabajadora del Hospital Elmhurst en Queens, que estaba de reposo médico en su departamento.

Antes de entregar el pedido, la clienta decidió llamarlo para advertirle que tenía los síntomas y no quería contagiar.  

¡Aló! Mucho gusto, te habla Raquel (tos)… Debo decirte que hoy es mi segunda noche con fiebre ¿Puedes subirla hasta el apartamento?

Ok.

¿Estás protegido? En el hospital he visto casos muy feos.

Raquel, hagamos algo: subiré a tu apartamento, pero como la idea es evitar el contacto, dejaré las medicinas en la puerta y cuando escuches de nuevo el sonido del ascensor, sólo en ese momento, saldrás a buscar la bolsa.

Ante la incertidumbre, César se saltó los protocolos de la empresa: entregar el paquete directamente al cliente. Raquel se había hecho la prueba dos días antes y aún esperaba resultados. Él nunca vio su rostro. “Escuché desde el ascensor que me gritó las gracias y hasta ahí llegó mi interacción con ella. Solo espero que esa fiebre que tenía sea uno de esos resfriados, comunes de la primavera boreal y no uno de los miles de casos confirmados, o peor aún decesos, que ha dejado el coronavirus”.

César compara su trabajo como el de una misión peligrosa durante la guerra.  Pero, declara: yo sigo en las calles.

 

           

La muerte de un venezolano en Lima por COVID-19 revela vulnerabilidad de migrantes

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Yasmin Araque es venezolana. El 8 de abril de 2019 emprendió, junto a sus dos hijos, un viaje en autobús hasta Perú que duró ocho días. Partieron desde Los Teques, estado Miranda, y en Lima los esperaban su esposo y un hermano de Yasmín, Anderson(*), quien para noviembre cumpliría tres años en tierras inca.

“Salí de Venezuela por la crisis, para que mi familia y yo estuviésemos mejor, más tranquilos”. A un año de haber llegado a Perú, Yasmín cuenta lo que para ellos ha sido “una amarga experiencia”. El 2 de abril pasado recibió una llamada de su cuñada: le dijo que su hermano había fallecido el día anterior, luego de haber presentado síntomas del COVID-19 y no recibir tratamiento médico a tiempo. 

Anderson tenía 30 años y trabajaba como conductor para una empresa. Vivía con su mamá, Belkis de Melean, y su esposa en La Victoria, un distrito de Lima que tiene más de 170 mil habitantes. Los primeros síntomas de Anderson aparecieron el 23 de marzo, pero como no eran tan severos, continuó con su rutina. Días antes había estado en el Aeropuerto Internacional Jorge Chávez para buscar a su jefe. Yasmín sospecha que fue ahí donde su hermano se contagió.

“Cuando mi mamá me llamó para contarme que él presentaba los síntomas, le dije que lo llevaran al hospital, pero a mi hermano no le gustaba ir al médico. La otra opción era que llamaran al 113 para que le realizaran la prueba de despistaje. Lo pusieron en una lista de espera, pero nunca fueron a su casa, cuenta Yasmín al otro lado del teléfono.

Gestionar ayuda desde Venezuela

Anderson se recuperó un poco y continuó trabajando, pero el 31 de marzo tuvo una recaída, esta vez más fuerte. Gracias a su hermano, Leonardo Melean, médico y actualmente en Venezuela, pudieron gestionar ayuda.  Leonardo puso en contacto a Yasmín con médicos venezolanos que trabajan en un centro de salud limeño para trasladar a Anderson  al Hospital 2 de Mayo. Lo buscaron en su casa y lo llevaron en ambulancia. Anderson falleció tras permanecer un día en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI).

Los médicos, amigos de su hermano Leonardo, estuvieron ese 1 de abril con él en el hospital y también informaron a su esposa cuando falleció. Sus familiares no pudieron verlo, por los protocolos  implementados. La  madre de Anderson recibió sus cenizas el 3 de abril.

Debido a la emergencia por el coronavirus, el presidente Martín Vizcarra ha decretado en tres ocasiones el aislamiento social obligatorio en Perú. Esta medida terminará el 26 de abril. Por su parte, el Ministerio de Salud (MINSA) activó el 113, línea de atención gratuita para quienes sospechen tener síntomas y, de ser necesario, reciban un equipo epidemiológico en casa.

El 21 de marzo, el embajador designado por Juan Guaidó en Perú, Carlos Scull, denunció en su cuenta de Twitter que había recibido reportes de venezolanos que llamaron al 113 y que les exigieron el DNI —documento con el que no cuenta la población migrante— para ser atendidos. Ese mismo día indicó que la situación había sido solventada.

Acciones desde la embajada

La pandemia ocasionada por el COVID-19 ha golpeado fuertemente a diferentes países de Latinoamérica. En el caso de Perú, hasta el 17 de abril, de acuerdo a cifras del MINSA, hay un total de 13.489 casos y 300 muertes. No se sabe cuántos venezolanos integran este grupo de pacientes y solo se ha registrado un deceso hasta la fecha.

En una entrevista exclusiva que tuvo Efecto Cocuyo con el embajador, Scull indicó que están esperando información del MINSA para saber la cifra de venezolanos reportados como contagiados. Igualmente, Scull confirmó el fallecimiento de Anderson por esta enfermedad. Como parte de las acciones tomadas, informó que médicos venezolanos crearon un sistema de atención en línea para quienes presentaran síntomas del COVID-19. “Una vez el usuario llene un formulario, será contactado por un médico para hacerle seguimiento. Si la situación es muy grave, será remitido al MINSA”, expresó Scull en la videollamada.

“Tenemos a un grupo de 50 médicos venezolanos trabajando. También tenemos a un equipo de 12 abogados que orientan a los migrantes sobre qué hacer en el caso de un posible desalojo de vivienda o realizar las mediaciones posibles con los arrendadores para evitar situaciones más complicados”, agrega.

El 12 de abril, el gobierno peruano, bajo el decreto de urgencia N°037-2020, aprobó el Servicio Covid Especial-Servicer, en el que permite la contratación de médicos peruanos y extranjeros para enfrentar la emergencia sanitaria que se vive por el COVID-19.

De acuerdo a la conversación con el embajador, en Perú hay alrededor de 4 mil médicos y 8 mil enfermeros de nacionalidad venezolana. “Nosotros hemos enviado al MINSA el listado de médicos y enfermeros que están a la disposición para trabajar cuando se necesiten”, expresó Scull.

Durante la rueda de prensa del lunes 13 de abril, el ministro de Salud, Víctor Zamora, indicó que el recurso humano es uno de los más importantes para atender la emergencia, por eso tomaron la decisión de “incorporar profesionales extranjeros para la atención, y que cumplan con los requisitos como la colegiatura y la certificación ante la Sunedu”.

Venezolanos a la espera del regreso

“Ante toda esta situación que estamos viviendo, y aun con todo lo que ocurre en Venezuela, yo quisiera regresarme a mi patria”, dice Yasmín.

Según las declaraciones de Scull, hay un total de 40 venezolanos que está en calidad de turista. Tenían pasajes de retorno desde el 15 de marzo, pero los aeropuertos fueron cerrados por la crisis sanitaria. “Hemos tratado de ayudar y la verdad es muy difícil en estos momentos. Primero porque las fronteras están cerradas; segundo porque el tránsito terrestre está militarizado, la situación con la pandemia en Ecuador es muy grave, en especial en Guayaquil”. Sin embargo, manifestó que sí están trabajando para programar algún tipo de vuelo humanitario para quienes que están en esta situación.

Plan para venezolanos vulnerables

El designado de Juan Guaidó en Perú levantó un censo de vulnerabilidad que indica que 120.000 familias venezolanas están siendo afectadas por la situación.

En cuanto al proceso para recibir la ayuda alimentaria, explicó que organizaron a los coordinadores para que, en los diferentes distritos de Lima, distribuyeran canastas alimenticias. Indicó que establecieron varios criterios de vulnerabilidad, entre ellos dar prioridad a mujeres embarazadas, madres solteras con niños menores de edad, personas mayores de 60 años, personas con discapacidad y enfermedades crónicas. “Ya tenemos más de 33 centros de acopio y hemos beneficiado a 353 familias. Estamos trabajando para llegar a muchos más, no nos damos abasto. Por eso hemos insistido que necesitamos apoyo de las ONG y de la cooperación internacional”.

Cooperación y ayuda internacional

La Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) y la Oficina de las Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA) entregaron canastas alimentarias y kits de higiene para los migrantes y refugiados venezolanos.

Federico Agusti, Representante del ACNUR en Perú, indicó que están co-liderando junto a la OIM acciones ante el COVID-19 para proteger a refugiados y migrantes. Esto se hace por medio del Grupo de Trabajo de Refugiados y Migrantes, que incluye a 70 organizaciones internacionales y nacionales, y cuentan con el apoyo de la comunidad internacional.

“Ante la declaración de emergencia sanitaria y el periodo de aislamiento obligatorio, ACNUR y sus socios, organizaciones con las que trabajamos e implementamos la ayuda, hemos adaptado nuestro trabajo para poder seguir apoyando a las personas más vulnerables”, expresó Agusti. 

Informó que están trabajando con el Banco de Alimentos y donaciones privadas hechas por Hombro a Hombro. Esperan, en coordinación con el Instituto Nacional de Defensa Civil, el Coordinador Residente de Naciones Unidas, OIM y PMA, distribuir inicialmente 5.000 canastas de alimentación básica. Adicionalmente, Agusti aseveró que en los casos de extrema vulnerabilidad —como personas con enfermedades crónicas o mujeres embarazadas de alto riesgo— están apoyando con asistencia humanitaria remota para adquirir elementos de supervivencia, como medicamentos y alimentos.

Apoyo psicosocial 24/7

En el caso de que un migrante o refugiado venezolano en Perú requiera atención durante el aislamiento social, pusieron a disposición varios números telefónicos. “Se habilitaron líneas de contacto 24/7, líneas de apoyo psicosocial y también de consultas sobre cuestiones relacionadas al COVID-19, esta última gestionada por la Federación Internacional de la Cruz Roja”.

Yasmín está a la espera de que puedan prestarle ayuda, ya sea la embajada o las organizaciones internacionales. Debido a la contingencia, su esposo ha quedado sin trabajo y deben pagar el alquiler de la casa donde viven. Aunque trabaja para una empresa de seguridad, su empleo está en riesgo: se ha visto afectada de salud y sin un justificativo médico no podrá reintegrarse. “Los migrantes somos seres humanos. Se deben poner la mano en el corazón. Somos más de 800 mil venezolanos que estamos aquí. Necesitamos atención, sobre todo atención médica en estos tiempos”.

*El nombre se cambió por respeto.

 

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Cidh rechaza estigmatización de venezolanos retornados por parte de funcionarios

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La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (Cidh) rechazó las “declaraciones estigmatizantes” de altos funcionarios del gobierno de Nicolás Maduro contra los venezolanos retornados, a quienes tildan de “oportunistas”, “apátridas” y “traidores”.

A través de su cuenta en la red social Twitter, la organización señaló este viernes, 17 de abril, que el Estado venezolano debe disponer de espacios dignos, con condiciones sanitarias para el aislamiento y transporte hasta el destino final, para las personas que retornan al país.

Venezuela se encuentra en estado de alarma nacional desde el 13 de marzo, cuando se anunciaron los primeros casos de COVID-19. El país está en cuarentena desde el 17 de marzo y  hasta el jueves, 16 de abril, se han confirmado 204 casos en el territorio.

Los países vecinos registran una mayor cantidad de casos que Venezuela. Hasta este viernes, se han contabilizado 3.233 personas contagiadas del nuevo coronavirus en Colombia; 30.891 en Brasil y 8.225 en Ecuador, según datos de la Universidad Johns Hopkins. En este escenario, cientos de venezolanos han decidido regresar  a su país.

Retornados

Según el monitoreo realizado por la Oficina de la Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (Ocha por sus siglas en inglés), 6.447 venezolanos se encuentran en cuarentena preventiva en los espacios de alojamiento temporal dispuestos para atender a las personas en movilidad, especialmente a quienes retornan al país a través de los pasos fronterizos y vuelos humanitarios.

La Cidh también instó a las autoridades venezolanas a abstenerse de suspender procedimientos judiciales para el control de las actuaciones de funcionarios. El 20 de marzo, la Sala Plena del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) anunció lsuspensión del despacho de tribunales hasta el 13 de abril por la pandemia.

Según testimonios recolectados por Efecto Cocuyo en planteles que sirven como refugio en Táchira, la mayoría de los llamados “venezolanos retornados” manifestaron que los primeros días fueron muy difíciles porque pasaron más de 24 horas a la intemperie en el terminal de pasajeros, sin agua, sin comida, sin tener dónde dormir y con poca información por parte de las autoridades nacionales y regionales, que se trasladaron hasta la frontera para activar los controles epidemiológicos.

OIM busca prestar asistencia inmediata a migración venezolana

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De reinsertarlos con microemprendimientos a prestarles asistencia inmediata. La Organización Internacional de Migraciones (OIM) deberá a contramarcha cambiar su enfoque con la migración venezolana en Latinoamérica, por la pandemia del nuevo coronavirus.

Así lo dijo este jueves, 16 de abril, el el jefe de misión de la OIM en Ecuador, José Iván Dávalos.

«Se está haciendo un llamado global dentro de la respuesta a la pandemia, y en ese punto, es obvio que la Plataforma de respuesta a refugiados y migrantes de Venezuela tiene una porción muy importante», explicó.

La OIM analiza un llamado internacional ante las nuevas necesidades originadas por el COVID-19 en Latinoamérica, región con importantes poblaciones desplazadas como la venezolana.

Ávalos aclaró que junto a sus contrapartes regionales analiza «cómo podemos hacer un llamado internacional ante las nuevas necesidades que han surgido».

La pandemia, que afecta con más fuerza a Brasil, Perú, Chile o Ecuador, que también son importantes receptores de población migrante venezolana, ha supuesto un mazazo para los planes de reinserción.

Asistencia inmediata

Muchos venezolanos han visto cómo de la noche a la mañana se esfumaban sus expectativas y se encuentran nuevamente en el abismo de vivir al día en medio de toques de queda y cuarentenas, golpeados por la hambruna y extrema necesidad, y las agencias internacionales retornando a su papel de proveedoras de la asistencia más básica.

«Antes de esta situación de emergencia teníamos un plan que debe ser reajustado, estábamos hablando de reintegrar a estas poblaciones en la economía con microemprendimientos», señala Dávalos.

Sin embargo, ahora, añade, «eso va a tener que cambiar, primero tendremos que nuevamente darles asistencia inmediata, la ayuda básica para paliar la necesidad del día».

El impacto financiero de la pandemia en todo el globo tampoco es baladí para este tipo de organismos, en particular en los países latinoamericanos, dependientes de las principales economías, y porque las ayudas provenían de EEUU y la UE, fuertemente castigados.

Migración venezolana en Latinoamérica

El número de migrantes y refugiados venezolanos en otros países, principalmente latinoamericanos, supera los 4,5 millones, de los que se estima que 400.000 están en Ecuador.

Pero el hambre, la falta de oportunidades y el desplome de las economías de la región por el virus, han llevado a miles de venezolanos, según las ONG, a plantearse retornar a su país, del que precisamente salieron por una crisis humanitaria agudizada en el último lustro.

Dávalos reconoce que la situación de los migrantes venezolanos que quieren retornar «se está dando», aunque se trataría de una «repatriación técnicamente» en la que no pude intervenir el organismo.

Con todo, no descarta que pudieran considerarse «casos exclusivos de personas que están en marcada vulnerabilidad, que tienen que tener un trato preferencial y autorización expresa».

«Resulta que ahora la población venezolana viene siendo la más vulnerable entre las vulnerables, porque muchos no tienen dónde estar, no se le puede pedir a una persona que se quede en casa cuando no tiene casa», recalcó.

Desde que se declaró la emergencia, OIM y ACNUR han asistido a 25.000 migrantes y refugiados en Ecuador, de los cuales un 80 por ciento son venezolanos, por un valor aproximado de 200.000 dólares, explicó Dávalos. }

Efe

Peruanos varados en Venezuela: ¡Presidente Vizcarra, no se olvide de nosotros!

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Llegaron a Venezuela por diferentes motivos y solo para quedarse unos días, ahora están varados durante la pandemia en un país donde los servicios públicos colapsan. Esa es la situación de los ciudadanos peruanos que desean con urgencia volver a su país: demandan a sus autoridades que activen los mecanismos que sean necesarios.

Fiorela Guzmán es uno de esos casos. Ella es peruana, con nacionalidad venezolana, y viajó para visitar a su mamá que estaba enferma y falleció el 4 de abril. Llegó el 9 de marzo y tenía previsto volver el 22 de ese mismo mes, pero la la crisis por la pandemia la obligó a permanecer. Lo que más le preocupa es que tiene más de un mes separada de hija de 5 meses, a quien no pudo traer con debido a que su esposo, también venezolano, tenía su residencia vencida. Esto le impidió tramitar el permiso de viaje.

“Cuando llegué, mi mamá ya no podía caminar debido a su enfermedad, pero por lo menos pude acompañar a mi papá y mi hermana en ese día tan difícil. Ahora me urge regresar a Perú por mi pequeña hija”, contó desde el estado Sucre.

Vacaciones y cierre de fronteras

David Vásquez, también cuenta cómo atraviesa un momento complicado. Él, ciudadano peruano, llegó el 5 de marzo con su novia para pasar vacaciones, pero el disfrute se transformó cuando Nicolás Maduro declaró cierre total del espacio aéreo y terrestre. Así los vuelos programados para después de la primera quincena de marzo quedaron suspendidos.

Vásquez relata lo difícil que es sobrevivir en un país con los servicios públicos deteriorados y una virus que amenaza a todos los ciudadanos: “Vivir la pandemia en Venezuela, o en cualquier país que no es el tuyo, es muy duro. La falta de agua y los cortes de luz aumentan la angustia en esta situación”, cuenta desde el estado Carabobo.

Hasta ahora la única gestión que ha podido realizar es ante el consulado de su país en Caracas, pero la repuesta no ha sido satisfactoria: “Solo he tenido respuesta del consulado y no me da ninguna información sobre vuelos solo me piden esperar.  Mientras tanto, en las noticias de mi Perú no nos mencionan como ciudadanos que necesitamos repatriación”, agregó.

De igual modo le hizo un llamado al presidente Martín Vizcarra: “Le pido que no se olvide de los peruanos varados en Venezuela ya que, ante el Estado, así seamos muchos o pocos, todos somos igual de importantes para los trámites de repatriación hacia el Perú”, enfatizó.

Este ciudadano extranjero recibe apoyo de su familia desde Perú, pero teme que se siga extendiendo la cuarentena social y su gobierno lo deje totalmente abandonado.

Venezolanos residentes en Perú también demandan un vuelo humanitario

Este grupo de varados en Venezuela está conformado por 30 personas, entre peruanos y venezolanos residentes. Tenían boletos con diferentes aerolíneas y conformaron un grupo de Whatsapp “Volviendo al Perú”. En ese espacio comunican las gestiones realizadas y buscan difundir sus casos para que los entes competentes atiendan su demanda.

Lennys Guevara volvió a su natal Carabobo después de año y medio. Su intención era disfrutar de un mes con sus familiares mientras arreglaba unos documentos: “Tengo planes de casarme con un ciudadano peruano. Deseo volver al país porque tengo un trabajo legal, también tengo mis cosas y vivo en con mi pareja. Me urge reintegrarme a mis actividades laborales, tengo una hija y una familia que mantener y ya agoté los recursos económicos”. Agregó que está aterrada por la escasez y la situación de Venezuela en medio de la pandemia.

Por su parte, Selangela Díaz regresó a Guarenas por sus papeles universitarios. Tiene un trabajo formal como analista contable y llegó con un monto de dinero presupuestado para 15 días que ya se acabó. Quiere volver para trabajar y seguir ayudando a su familia.

Kimberlyn Muñoz se mantiene en Carabobo a la espera de una solución. Fue a ver a sus abuelos y a su hermana, que tiene una complicación de salud. Manifestó que ya se quedó sin recursos y necesita volver a trabajar para poder pagar las medicinas de los adultos mayores de la casa.

 Todos estos ciudadanos afirmaron que están dispuestos cumplir la cuarentena una vez que lleguen al Perú. El 11 de abril la administración de Maduro anunció la extensión por 30 días del estado de alarma, por lo que el espacio aéreo seguirá cerrado.

Hasta el 3 de abril, cerca de 7 mil peruanos habían sido repatriados, así lo había informado el presidente Martín Vizcarra.
Estados Unidos, Francia y España son algunos se los países de dónde han llegado los ciudadanos que estaban fuera del Perú.

Miguel Pizarro: $180 millones se destinaron en el último año para atención humanitaria de 2,3 millones venezolanos

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Ayuda humanitaria. El Comisionado para las Naciones Unidas (ONU) designado por Juan Guaidó, Miguel  Pizarro reportó que en el último año, la comunidad internacional destinó 180 millones de dólares que sirvieron para la atención humanitaria de 2 millones 300 mil venezolanos en situaciones precarias en  el territorio nacional, mientras que otros 350 millones fueron recaudados y empleados, para atender a migrantes y refugiados, con énfasis  en Perú y Ecuador.

Durante un encuentro virtual con medios de comunicación, el diputado en el exilio, indicó que la meta era de 2 millones 600 mil personas, pero los recursos no alcanzaron para la totalidad .

Advirtió que de acuerdo con cifras de organismos humanitarios internacionales, 9 millones de venezolanos se encuentran en condiciones de inseguridad alimentaria, por lo que el requerimiento de ayuda financiera es mucho mayor.

“Durante todo este año la plataforma humanitaria ha recibido ayuda, se atendieron 2 millones 300 mil personas. ¿De dónde salen esos 180 millones de dólares? Cuando un país dona, ese dinero no va a la cuenta de Guaidó ni de ninguno de nosotros”, recalcó. Explicó que ese país donante se comunica con el sistema multilateral o sociedad civil internacional para convertir el dinero en atención de áreas específicas, por lo que aseguró, es un proceso transparente.

Advirtió que la presidencia interina que dirige el también titular del Parlamento, Juan Guaidó no es un ente ejecutor de la ayuda humanitaria. En parte, dijo,  por respeto al requerimiento de los donantes y organismos para que la entrega de recursos no se politice.

“Hacemos esfuerzos porque no se politice al contrario de lo que hace el régimen (de Nicolás Maduro), cuando las organizaciones llevan ayuda a Venezuela no es para el régimen o alguna organización política es para el pueblo”, enfatizó. Subrayó que la obtención de recursos en la actualidad se dirigen a la dotación de hospitales y del personal de salud para la atención adecuada de pacientes con COVID-19.

Aclaró que el arribo de aviones de la ONU y la  Cruz Roja a nuestro país, reseñado por Maduro como un logro propio, son producto de la solidaridad de los donantes internacionales. Señaló que tales recursos serán administrados por organizaciones civiles en Venezuela.  “Hay que diferenciar a los burócratas  del régimen con el personal de salud, hay que buscarles las herramientas necesarias”, añadió.

Pizarro agradeció a la Unión Europea, Estados Unidos y al Grupo de Lima por “alimentar financieramente” el sistema de respuesta de ayuda humanitaria en Venezuela.

Refugiados

Pizarro informó además que de 700 millones de dólares que se puso como meta recaudar  para la atención de los venezolanos en el exterior en el último año, se logró recaudar 50%, es decir, 350 millones de dólares.  La asistencia ha hecho énfasis en países latinoamericanos como Perú y Ecuador donde está el mayor número de refugiados.

“El plan de respuesta sigue estando debilitado”, lamentó el político. Resaltó que los representantes internacionales designados por Guaidó en los países no tienen capacidad para ejecutar planes de asistencia humanitaria porque no manejan recursos. En cambio, destacó han organizado donaciones de los connacionales que más tienen para los de menos recursos.

Indicó que hasta el 6 de marzo de 2020, se maneja la cifra de 5 millones 100 mil venezolanos que salieron del país, de los cuáles poco más de la mitad tiene sus temas legales organizados. Mostró su preocupación porque más de 6.630 personas hayan regresado en situación de vulnerabilidad por el COVID-19 y que deben ser asistidos. Dijo que la cifra es pequeña en comparación con los que se mantienen afuera y una vez superada la pandemia puede volver a aumentar.

Consultado sobre el corte del financiamiento de EEUU a la Organización Mundial de la Salud y su posible afectación sobre Venezuela, Pizarro aseguró que no incide significativamente  porque se está canalizando ayuda humanitaria propia. “Lo que no se pueda hacer con EEUU se hará con la UE, Grupo de Lima, entre otros”, apuntó.

Piden descentralizar pruebas de COVID-19

Pizarro recalcó  lo denunciado hace más de una semana por el diputado José Manuel Olivares, sobre la cantidad insuficiente de pruebas para detectar el coronavirus que a diario se practican en Venezuela. Pidió que se descentralicen del Instituto Nacional de Higiene (INH).

“Son  menos de 100 pruebas al día de COVID-19. El régimen mezcla pruebas rápidas con las de PCR (análisis en laboratorios) ,  la diferencia es que las pruebas rápidas tiene enorme margen de falsos positivos o negativos, las que valen son las pruebas de PCR. Ojalá se descentralizaran para que no exista el cuello de botella de tomar la muestra en una región, el tiempo que se tarde en llegar a Caracas y para dar el resultado”, expresó.

Declinó mencionar cifras de personas infectadas con el virus en el país porque no se trata de competir con el régimen madurista en ese sentido. Pese a ello alertó que un colapso sanitario no es ocultable.“Si  te empieza a llegar un poco de gente a los hospitales eso no lo vas a poder ocultar”, dijo.

Hasta el miércoles 15 de abril, Nicolás Maduro informó que la cifra de casos confirmados de COVID-19  en el territorio nacional es de  197. Los estados con más contagiados son Miranda (68), Distrito Capital (30) y Aragua (29).

Fondo para la liberación de Venezuela

Sobre la aprobación del reglamento  de la Ley Especial del Fondo para la Liberación de Venezuela y la Atención a Casos de Riesgo Vital por parte de la AN este 15 de abril, Pizarro mencionó que el destino de 80 millones de dólares recuperados de fondos y activos en el exterior, con montos desagregados y el ente ejecutor, será informado al país oportunamente.

Hasta el momento se sabe que 35 millones 930 mil 260  dólares serán para la atención de casos graves de salud en enfermos crónicos, pero se desconoce si una parte será para la situación de pandemia.

Lo que sí advirtió el político es que el requerimiento financiero de 61 millones de dólares que contempla el Plan Intersectorial de Preparación y Atención al COVID-19 que Naciones Unidas implementa para Venezuela es insuficiente «para la envergadura de la necesidad que tiene Venezuela».

De allí que reiteró, el gobierno interino trabaja en la organización de la comunidad de donantes dispuestos a colaborar con Venezuela.

Los venezolanos en Perú que quieren regresar al país

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Antes de la pandemia, muchos connacionales residentes en Perú planificaron su regreso a Venezuela. La razón principal detrás de la decisión fue de la decepción: llegaron durante el gobierno de Pedro Pablo Kuczynski con la ilusión de progresar. El entonces presidente —junto al Congreso Nacional— abrió paso a facilidades migratorias que no bastaron para que los extranjeros se pudieran incorporar al aparato productivo o ingresar al sistema de salud.

En 2018, las cifras oficiales de Perú ya superaban el 65% de informalidad. Según las estadísticas del Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI), la tasa de empleo informal en el ámbito nacional se ubicó en  65,7% en el 2018 e igualó a la registrada en el 2017: solo en el área urbana el empleo informal creció en alrededor de 192.800 personas, un 2,3% frente al 2017.

Esa precariedad laboral se agudizó con la presencia de ciudadanos venezolanos desesperados por trabajar, quienes se vieron forzados a aceptar algunas condiciones al margen de la ley o sueldos bajos. Y según cuentan algunos de estos residentes, los empleadores las volvieron costumbre.

Después de dos años en Perú, Jorge Luis Contreras, enfermero intensivista oriundo de Táchira, vio que sus opciones para ejercer eran pocas, a pesar de su experiencia profesional. «Yo salí de Venezuela sin apostillar mis papeles, pues el gobierno de Kuczynski dijo que habría oportunidades y facilidades migratorias, pero en la práctica no fue así. En la región de Arequipa postulé a todas las clínicas que pude y todas me descartaron porque requerían los papeles apostillados. En la única que me aceptaron me querían pagar 800 soles y el salario mínimo era 930. Como era más lo que ganaba en un restaurante, no lo acepté», contó el profesional de la salud.

El plan inicial de Contreras era regresar a Venezuela en febrero, pero debió solventar situaciones familiares con los ahorros que tenía estipulados para el viaje. Esto lo llevó a reprogramar su partida para abril-mayo, justo cuando inició la cuarentena social. Como enfermero apoya las medidas de protección tomadas por el gobierno, pero como ciudadano migrante y cabeza de familia vive la zozobra de no saber qué pasará después: «Tengo un niño pequeño, también tengo que pagar alquiler, comida. ¿Cómo lo haré?».

William Ortega, mecánico de profesión y oriundo de Barinas, también es residente de la región de Arequipa. Él como cientos de venezolanos llegó al Perú con la voluntad de ganarse la vida en su oficio. Pero, como relata, se quisieron aprovechar de su condición de extranjero: «Estuve en varios lugares y no me querían pagar lo que valía mi trabajo. Algunos empleadores me llegaron a decir que tenía que aceptar lo que me dieran».

Luego de que su experiencia no fuese valorada y tampoco remunerado como correspondía, decidió comenzar en un puesto de venta de alimentos. «Todo iba bien, estaba reuniendo para regresar a Venezuela en mayo, pero comenzó la cuarentena. Ahora todo es incierto. Sin dinero para pagar alquiler y sin comida, lo único que espero es volver a mi casa en Barinas. Allá me siento seguro porque sé que nadie me sacará».

Con la esperanza de ofrecerle algo mejor a sus hijos, Saraí García y su esposo caminaron hasta Ecuador, donde recibieron apoyo para llegar a Perú. Después de año y medio, a esta familia se le complicó la situación económica tras la pandemia. La vulnerabilidad que sienten ante el panorama que proyectan, los hizo replantearse sus planes: ahora lo único que desean es volver a Barinas. 

Regresar a Venezuela por la discriminación y los apegos

Para otros migrantes la discriminación también ha incidido en la estabilidad laboral y emocional. «Aquí ya no podemos trabajar por la desconfianza que nos tienen y todo por culpa de los errores que algunos paisanos han cometido», expresa Marianni Mota. Esta ciudadana nacida en Apure tiene dos años viviendo en Perú y cuenta que no ha logrado la estabilidad económica que vino a buscar. «Como muchos venezolanos, terminé vendiendo en las calles de manera ambulante, pero la cuarentena me obligó a aislarme». Con el apoyo de la iglesia ha recibido comida, pero sabe que la ayuda es temporal y mientras los días pasen, se sigue acumulando el pago del alquiler.

Todos los consultados tienen apego con algún familiar: entre hijos, padres, primos o sobrinos, estos migrantes consideran que por difícil que sea la situación en Venezuela, al estar apoyados por la familia, pueden superar cualquier obstáculo. Es por ello que afirmaron que si van a atravesar un momento difícil, mejor que sea al lado de quienes los quieren.

«Tengo a papi enfermo allá en Venezuela; quiero verlo. Prefiero estar allá con él», manifestó Marianni Mota.

«No hay nada como estar en la tierra de uno y cerca de la gente que uno quiere. Con ellos uno de siente apoyado», agregó Wiliam Ortega.

Debido a que las fronteras están cerradas, estos ciudadanos solicitan el apoyo de las autoridades para que habiliten algún medio de transporte para llegar regresar a Venezuela. Esperan que no ser usados como carnada política para favorecer algún factor de poder en el país.

Venezolanos en Alemania ante tiempos de pandemia

Los germanos enfrentan un momento crítico y con ellos los venezolanos residentes en Alemania. El Estado de bienestar y los paquetes de ayudas económicas, además del buen sistema de salud, contribuyen a conservar la calma. 

Cuando las noticias sobre el COVID-19 comenzaron a tener más espacio en los medios de comunicación, aún era invierno, la catástrofe parecía lejana. No tanto para Rosalba Branda, quien viendo el vertiginoso desarrollo en el norte de Italia a finales de febrero, empezó a prepararse “con el tema de la comida”. 

En la segunda semana de marzo vinieron los cierres de centros educativos, museos, discotecas, teatros; se ordenó la distancia social, salir lo justo y necesario, usar el sentido común. Aunque el comercio seguía funcionando, las calles se fueron vaciando. 

Rosalba decidió quedarse en casa. “Estamos cumpliendo la cuarentena a cabalidad”, sobre todo porque en esa familia de cinco hay dos personas de alto riesgo: su madre de 86 años con demencia senil –recién llegada de Caracas– y una de sus hijas que en el pasado tuvo dos neumonías, la última de gravedad. 

Rosalba, madre soltera, vive en Bremen desde el 2018. Le echó el cerrojo al Rincón Latino, donde vendía cachapas, arepas y sándwiches. En lo económico se siente tranquila y su intención es reabrir en un futuro cercano: “Estoy acostumbrada a situaciones extremas, por eso no me desespero”.

venezolanos en Alemania
La venezolana en Alemania Rosalba Branda, propietaria del Rincón Latino, manifiesta sentirse acostumbrada a las situaciones extremas.

La gastronomía es uno de los sectores más afectados por la pandemia. Siendo Alemania un Estado federal compuesto por 16 Länder (estados federados), las medidas para hacerle frente al COVID-19 se ordenaron con diferencia de días en cada región. 

En Bremen se dejaron de servir las mesas definitivamente el 21 de marzo. A Alexander Silva se le metió el susto por dentro. Desde hace tres años es dueño del restaurante Diverso, ubicado en una apacible urbanización bremense. Con tres personas en la cocina y cuatro en el servicio, además de la responsabilidad de padre de familia, el panorama distaba de ser alentador.

Después de pocos días, se flexibilizó la medida, y Silva pudo convertir su restaurante en un local de comida para llevar: “He tenido bastante suerte. Quienes viven alrededor nos han apoyado, y si continua todo así de bien, mi casero tiene asegurada la renta y mi negocio puede mantenerse”, reconoce el cumanés,

Un establecimiento como el de Alexander sería candidato para optar por las ayudas ofrecidas por el gobierno regional. “Aquí tengo que hacer las cosas mejor que en Venezuela, si no necesito el dinero, no lo voy a pedir”. Prefiere que esa ayuda se la otorguen a otros cuyos negocios dependan de ello. 

venezolanos en Alemania
En caso de necesitarlo, Alexander Silva podría optar por las ayudas ofrecidas por el gobierno regional (entre 2 mil a 20 mil euros).

Reducción de jornada antes que despidos

Una de las medidas puesta en práctica para evitar los despidos masivos es el llamado Kurzarbeit que consiste en permitir la reducción de la jornada laboral en circunstancias difíciles, tal como la pandemia.

Milsy Liebezeit ya va por su segunda reducción laboral. “Lo que significa que estoy trabajando un par de horas a la semana desde casa”, relata desde Colonia, donde trabaja en el departamento de contabilidad en una empresa de turismo, la cual ha solicitado la aplicación del Kurzarbeit.

“El trabajador sigue percibiendo entre el 60 y 67% del sueldo, con esta reducción se protege al empleado, evitando que se salga de los sistemas de renta y seguro de enfermedad”, aclara la caraqueña afincada en Renania del Norte-Westfalia desde hace 22 años.

Milsy conoce bien el sector de la hostelería y turismo, lo que le permite sentenciar: el panorama en esa área es devastador. Su empresa que organiza idílicos viajes por los ríos Danubio y Rin, y que depende del turismo extranjero, ha cancelado absolutamente todo. “En la empresa nos recomendaron integrarnos a labores agrícolas, como la recolección de frutas de la temporada”, comenta. Por lo general esa actividad la realiza mano de obra temporal proveniente de Polonia o Rumanía, cuya entrada al país ha sido prohibida por temor a la propagación del virus.

La labor agrícola es una oportunidad para venezolanos con el permiso de estadía vencido o en espera de asilo. Teniendo en cuenta el decreto recién publicado por el gobierno de Sajonia, Einheit für Venezuela se movilizó, junto a otras organizaciones, para establecer comunicación directa con empresas de recolección, resaltando así el caso de los venezolanos, para luego difundirlo entre las personas que se encuentran en esas circunstancias tan especiales.

Sopesar los riesgos

En el consultorio odontológico donde trabaja Daniel Méndez también se ha aplicado la reducción de jornadas, aunque la afluencia de pacientes no ha bajado drásticamente.

Recién estrenado como padre y con 5 años en Alemania, a diferencia de otros compañeros del consultorio, Daniel decidió trabajar un día menos a la semana. El permiso de paternidad, al que tiene derecho, no piensa tomarlo por “lo riesgoso de la situación”. Es que el caraqueño, pensando en la estabilidad laboral y su familia, va con cautela, sopesando las repercusiones económicas. 

Los odontólogos, por lo menos en Bremen y Baja Sajonia, tienen la orden de continuar atendiendo a sus pacientes. Tomando en cuenta la merma de mascarillas, trajes y viseras de protección, se ha convertido en un gremio de alto riesgo. Extrañamente Daniel se siente más protegido en su trabajo que en una de sus salidas semanales al supermercado, ya que enfundado en su bata de dentista dice hallarse en una situación de control: “Puedo preguntarle abiertamente a un paciente si ha tenido síntomas o contacto con alguna persona con coronavirus, y me lo tiene que contestar”.

La vida en un limbo

Con una vida más o menos establecida y teniendo a disposición ayudas del gobierno, a pesar de la incertidumbre, estos venezolanos en Alemania mantienen la frente en alto. Pero, ¿cómo experimenta esta pandemia una persona que se encuentra en una especie de limbo, viviendo en un centro de acogida para refugiados, esperando una respuesta?

En 2019 los venezolanos superaron a los sirios como el grupo más numeroso que llega a Alemania solicitando asilo; alrededor de 760 personas fueron destinadas a casas de acogida en Sajonia. En una de ellas, desde hace 14 meses, el oficial retirado de la Marina Whyrlin Zamora Gil espera el desenlace del proceso de petición de asilo junto a su esposa y una bebé recién nacida. 

“Nuestro día a día no ha cambiado tanto porque en la situación en la que estamos no salimos mucho, sino cuando es necesario”, comenta Whyrlin desde Borna a 30 kilómetros de Leipzig. “Aquí las condiciones son óptimas, tenemos suficiente alimentación, contamos con un buen sistema de salud, y aunque han restringido las visitas, todo sigue funcionando con normalidad”, describe el también fundador de ADAE, una ONG que asiste a inmigrantes latinoamericanos en Europa.

“Los venezolanos hemos desarrollado la capacidad de soportar dificultades, nos hemos tenido que reinventar”,  y cree firmemente que hasta podría beneficiar a “las personas que no tenemos una situación definida en Alemania y que estamos deseosas de trabajar”. Cuatro días después de hablar con Whyrlin Zamora Gil, el 9 de abril le fue concedido el tan ansiado asilo.

La actitud positiva y esperanzada de todos los venezolanos que han tomado aquí la palabra se ensombrece cuando recuerdan a los suyos en Venezuela. Y es en ese momento cuando le ponen cara a aquello que llamamos miedo.

En Alemania habitan casi 11 millones de extranjeros, según cifras de la Oficina Federal de Migración y Refugiados BAMF (por sus siglas en alemán), de los cuales aproximadamente 7 mil son venezolanos. 

 

Direcciones de interés para venezolanos en Alemania

ONG Einheit für Venezuela: [email protected]

FB: @einheitfuervenezuela

TW: @einheitfuervzla

IG: @einheitfuervenezuela

Apartado postal 990107, 51083 Colonia

Venezuela en Baviera

http://www.venezuelaenbaviera.com

FB: @VzlaEnBaviera

Asociación Americana de Desarrollo en Europa (ADAE) -Leipzig

Email: [email protected]

FB: @adaeong

Pro Venezuela – Berlín

Email: [email protected]

FB: @ProVenezuela

Grupo de venezolanos será trasladado en buses hasta Cúcuta para retornar al país

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El retorno de migrantes venezolanos desde Colombia sigue en aumento y este lunes, 13 de abril, un grupo de 200 personas era atendido en la Alcaldía de Cali, departamento del Valle del Cauca, donde levantaron un operativo de salud e identificación para los que regresarán a su país de origen.

La información reportada por la agencia Efe da cuenta de que este nuevo grupo de venezolanos, en el que hay mujeres, niños, hombres y personas de la tercera edad, saldrá este martes, 14 de abril, en autobuses que los trasladarán hasta la ciudad fronteriza de Cúcuta de donde pasarán al estado Táchira.

Venezolanos retornan de Colombia

El regreso de venezolanos, empujados por la crisis planteada por la pandemia del coronavirus, comenzó a registrarse desde el sábado 4 de abril, cuando la gobernadora del estado Táchira, Laidy Gómez, confirmó el retorno de 800 procedentes de Colombia, de donde salen porque «quedaron sin comida, sin trabajo», dijo la mandantaria regional.

En la cifra aportada por Gómez no están incluidos, dijo, los que han regresado por las trochas, luego de las medidas de cuarentena decretados en Colombia por el coronavirus.

Los venezolanos retornados por el Táchira son llevados a refugios habilitados en escuelas y liceos donde cumplen cuarentena, como el Manuel Díaz Rodríguez, en San Antonio, donde recibieron a 523. También hay refugios en San Cristóbal, hasta donde el gobierno de Nicolás Maduro envió la noche del sábado, 11 de abril, un laboratorio móvil del Instituto Nacional de Higiene Rafael Rangel para realizar las pruebas de COVID-19.

Colombia es el país con más migrantes venezolanos, calculados en 1.800.000 al 31 de diciembre de 2019, seguido por Perú, Chile, Ecuador, Argentina y Brasil, donde también hay medidas de cuarentena y la actividad económica se ha resentido.

Venezolanos pasan por jornada médica en Cali

Venezolanos migrantes cumplen cuarentena en cuatro planteles educativos en San Antonio del Táchira

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Desde hace siete días comenzaron a llegar los migrantes venezolanos a San Antonio del Táchira y de alli  retornar a sus hogares en otros estados; pero una vez en el terminal de pasajeros de esa localidad fronteriza se les informó que cumplirían 14 días de cuarentena como medida de prevención para evitar la propagación del coronavirus.

La mayoría de los llamados “venezolanos retornados” manifestaron que los dos primeros días fueron muy difíciles porque pasaron más de 24 horas a la intemperie en el terminal de pasajeros, sin agua, sin comida, sin tener dónde dormir y con poca información por parte de las autoridades nacionales y regionales, que se trasladaron hasta la frontera para activar los controles epidemiológicos.

Un grupo de personas, que está en el liceo Manuel Díaz Rodríguez, contó que tras permanecer día y medio en el terminal de pasajeros fueron trasladados a la 1:00 de la madrugada del día domingo a la institución educativa. Llegaron y no había colchonetas, ni agua, tampoco comida y los baños en malas condiciones.

En este plantel hay 523 personas que emprendieron el retorno al país presionados por la coyuntura de salud planteada por la pandemia y que en Colombia ya ha cobrado 80 vidas y hay 2.473 casos positivos por coronavirus, según el reporte del Ministerio de Salud del vecino pais al día de hoy, 11 de abril.

Otros migrantes están el liceo San Antonio, 351; y las unidades educativas El Palotal, 152; y la Pérez del Real, donde hay 178 personas.

La situación ha ido mejorando con el paso de los días, dijo una de las mujeres que está en el Manuel Díaz Rodríguez y pidió no ser identificada. Les asignaron un salón de clases donde duermen ocho personas, y se han ido organizando para limpiar diariamente los espacios, cocinar y cuidarse entre todos.

Todos los días reciben desayuno, almuerzo y cena, ya tienen colchonetas, cuentan con agua, pero dicen que lo más difícil son los baños que apenas los están acondicionando.

A las 9:00 de la noche todos deben estar acostados y se encuentran bajo custodia de funcionarios militares para evitar que alguna de las personas se vaya del lugar.

En el liceo San Antonio está Kerwin López, quien le contó al Diario La Nación del Táchira que junto a su esposa y sus dos pequeños hijos, pasó por una trocha desde Cúcuta hasta territorio venezolano; al llegar al terminal de San Antonio lo trasladaron a ese refugio.

“Los primeros días me costó asimilarlo, pero ya sé que es un bien para mí, para mis hijos y para mi familia y lo he estado soportando y mejorando”, dijo este venezolano de 25 años de edad mientras está en uno de los salones junto a 11 personas más.

Más de 300 personas para cumplir la cuarentena

En el liceo San Antonio hay 351 personas, la mayoría ha recibido colchonetas, se les ha brindado atención a las mujeres embarazadas, a los niños recién nacidos y a los adultos mayores. También reciben comida y agua para bañarse y mantener limpios los espacios, para así cumplir la cuarentena.

En el municipio Junín, capital Rubio, se activó un refugio para migrantes venezolanos en el centro religioso “Verbo de Dios”. Hasta ese lugar llegó Juliette Aldana, quien  regresó de Colombia porque se quedó sin trabajo y no tenía dinero para pagar el alquiler. La señora Aldana acompañada de su pequeña hija contó que fue muy duro cuando le informaron que debía cumplir los 14 días de cuarentena antes de volver a su hogar.

“Cuando llegué a San Antonio pensé que iba a pasar trabajo, no tenía una idea clara a dónde iba a ir, si a un colegio y nos había dicho que nos quedaríamos en el terminal de pasajeros, pero aquí estamos”, señaló.

Dijo que en el lugar faltan muchas cosas que no detalló, pero manifestó sentirse bien porque los niños han comido y a todos los adultos les han dado la debida alimentación.

Fotos: Diario La Nación