«Después de que supieron que tenía coronavirus la dejaron sola. Nadie más se quiso acerca a ella”. Sus cenizas las recibió luego de cinco días. En cambio, las de Richard aún permanecen en un lugar extraño. Ambos murieron víctimas de Covid-19, en Perú.
La embajada en Perú, del gobierno interino de Venezuela, calcula que aproximadamente 40 venezolanos han fallecido por Covid-19. Las autoridades peruanas registran nueve casos.
Jośe y su esposa llegaron a Lima, desde Mérida, ciudad en el occidente venezolano, Richard y Luz lo hicieron desde Maracay, ciudad ubicada en el centro del país. Hoy, José guarda las cenizas de ella, y Luz todavía no recibe las de él. Sus historias las cuenta la periodista venezolana Mirelis Morales para el portal de investigación Convoca.
A José lo llamaron el 30 de abril a las 6 y 22 de la mañana para informarle que su esposa había fallecido el día anterior. La notificación llegó 28 horas después de su deceso. Cuando pidió las cenizas de su esposa le dijeron que no encontraban el nombre de ella en los archivos. Tardaron cinco días en dárselas.
Richard Rangel falleció el 9 de junio, a mediodía. Tenía 48 años y un deseo infinito de volver a su país.
En el acta de defunción consta que fue a causa del coronavirus. Su esposa Luz le rogó que le dejaran reconocer el cuerpo porque había pasado casi dos semanas sin verlo. Le permitieron pasar y despedirse de él a más de un metro de distancia.
Las cenizas de Richard hoy reposan en un departamento del Rímac, a la espera de que se levante el estado de emergencia y se reabran las fronteras para retomar el viaje que la cuarentena frustró.
“Él me pidió que si lograba recuperar sus restos no lo dejara en Perú. Lo único que quería era regresar a Venezuela” dice Luz a Convoca.
Las historias de venezolanos que han muerto por Covid19 en Perú, las puede leer en toda su extensión en este link.
Perú segundo en contagios de Covid-19
Perú llegó el domingo a 29 de junio a casi 280.000 casos detectados y más de 9.300 muertos por la epidemia de la Covid-19, que mantiene un lento descenso en el país andino, el sexto en el mundo y segundo en Latinoamérica con más infectados.
El Ministerio de Salud (Minsa) informó de que en las últimas horas se detectaron 3.430 nuevos casos, con lo que el total de infectados llegó a 279.419 desde que se reportó el primero en el país, el pasado 6 de marzo.
Las autoridades y expertos de Acnur han advertido cómo la pandemia de Covid-19 ha agudizado la vulnerabilidad de los migrantes venezolanos en distintos países de Suramérica.
El 25 de junio a las tres de la tarde, Wendy Zambrano estaba ansiosa porque no había podido revisar su celular. Ese día harían el pago correspondiente de uno de los beneficios sociales implementados por el gobierno de Chile para atender la situación de las familias más vulnerables durante la pandemia. Se trata de una versión “2.0” de un bono que fue pagado por primera vez en el mes de mayo, pero que luego de un acuerdo entre el Ejecutivo y la oposición amplió el monto entregado y la cantidad de población beneficiada. A la ayuda se le conoce como Ingreso Familiar de Emergencia (IFE).
Ese primer aporte que recibió Zambrano en mayo fue de 97.000 pesos chilenos (alrededor de 118 dólares); y aunque las condiciones de la ayuda hayan cambiado, haberlo recibido esa primera vez le garantiza que le pagarán los aportes correspondientes a los meses de junio, julio y agosto.
El Ingreso Familiar de Emergencia es una ayuda económica para los hogares que vieron disminuidos sus ingresos, formales o informales, debido a que no pueden realizar sus actividades con normalidad; y cubre al 80% de la población más vulnerable.
Requisitos para obtener la ayuda
El principal requisito para recibirlo es estar inscrito en el Registro Social de Hogares, una base de datos del Estado que refleja la realidad socioeconómica de cada familia. Zambrano está inscrita desde finales del año pasado. Aterrizó en Chile tres días antes de que comenzara el llamado “estallido social” del 18 de octubre. Los disturbios, saqueos y constantes enfrentamientos entre manifestantes y policías que hubo en los meses siguientes le dificultaron conseguir un empleo, terminó en un refugio en el centro de Santiago junto con su hijo de 17 años que padece de uno de los subtipos de la enfermedad metabólica mucopolisacaridosis (MPS). La experiencia le sirvió para investigar a cuáles programas sociales podía postular, y también la entrenaron para conseguir trabajos temporales a través de una aplicación.
La inscripción en el Registro Social de Hogares la hizo con la ayuda de una trabajadora social que la visitó, sin embargo cualquier persona puede inscribirse a través de la web http://www.registrosocial.gob.cl/inicio. Se puede entrar a través de laClave Única –una contraseña para acceder a todos los servicios del Estado–, o con el número de cédula (RUT), fecha de nacimiento y número de documento o número de serie que aparece en la identificación chilena.
Una vez en el sistema se debe entregar información de contacto, características de la vivienda, los datos personales y de las personas que integran el hogar, se debe seleccionar quien ejerce la jefatura del hogar, adjuntar los documentos requeridos (entre los que se incluyen un recibo de servicios básicos, el contrato de arriendo, certificado de residencia, estado de cuenta, información sobre la Administradora de Fondos de Pensión o Administradoras de Fondos de Cesantía, entre otros) y, por último, se confirma la información.
Toma entre 30 y 40 días para que el trámite concluya, sin embargo desde el momento de la inscripción las personas ya pueden postular al IFE; y en caso de que este beneficio se apruebe, tiene retroactividad desde el momento en que se hizo la solicitud.
Otra variable que se considera es el Indicador Socioeconómico de Emergencia, elaborado por el Ministerio de Desarrollo Social y Familia, que busca identificar los hogares más afectados socioeconómicamente por la pandemia, y funciona de manera automática.
Quienes ya están inscritos en el Registro Social de Hogares, deben postular al beneficio a través de la página https://www.ingresodeemergencia.cl/, y llenar un formulario en el que se les solicita el número de identificación, nombre, correo electrónico, teléfono y los datos bancarios para recibir el pago. En caso de que la solicitud resulte negativa, se puede apelar en la misma página web.
Una ayuda necesaria
Si la familia cuenta únicamente con ingresos informales, el monto del beneficio dependerá del número de sus integrantes, siendo 100.000 pesos (alrededor de 122 dólares) por persona hasta un total de 4 integrantes. A partir del quinto el monto por persona disminuirá de forma gradual. En caso de que aún se tengan ingresos (puede ser por una pensión o el seguro de cesantía) el monto recibido será un complemento hasta completar los 100.000 pesos por persona.
Según esa lógica, a la familia de Trina Pariata le corresponderían 400.000 pesos. Ella es ama de casa, tiene dos niños de 11 y 7 años de edad, y su esposo, que era el sostén del hogar, quedó desempleado debido a la pandemia.
Llegaron a Chile en abril de 2019 y están inscritos en el Registro Social de Hogares desde que sus niños van al colegio porque era un requisito para que les dieran alimentación en la institución. Pariata explica que ellos forman parte del 40% de los hogares más vulnerables porque el único que trabaja es su esposo. El 10 de junio recibieron el primer pago del IFE –en su versión sin ajustar– por 130.000 pesos, lo que implicaba que el sistema no estaba considerando a los dos niños, hizo el reclamo a través de la página web, por lo que espera el 10 de julio recibir la totalidad de la ayuda.
“El trámite es igual para todos, la única diferencia que podría haber al ser extranjeros es que no estamos familiarizados con el sistema o nos cuesta identificar algunas palabras”, dice. Para la familia los meses de pandemia y cuarentena han sido difíciles, pues aún deben pagar los servicios y el arriendo. “Recibí el Bono Covid que entregaron en abril, que era de 50.000 pesos y con eso me compré un horno eléctrico para hacer tortas y vender. Gracias a Dios con eso me ha ido bien. Creo que los montos que entregan son insuficientes, considerando el costo de la vida en Santiago. El gobierno podría tomar otras medidas con respecto al costo de los servicios”, opina.
Zambrano también considera que los aportes económicos podrían ser un poco mayores. “Yo he tenido ayuda y siempre me han tendido la mano, pero a quien no haya tenido ayuda no le alcanza. Lo que sí creo es que esto debe ser solamente mientras estemos en esta crisis, no debemos acostumbrarnos al facilismo, ni al papá gobierno”, afirma.
Basta con que se solicite una vez para acceder a los aportes si se cumplen los requisitos.Los nuevos beneficiarios recibirán el pago el 10 de julio. Sin embargo, el proceso para solicitar el segundo pago se cierra el 9 de julio, el plazo máximo para recibirlo es el 23 de julio. Si se va a aplicar al tercer aporte el plazo es hasta el 8 de agosto –esto para quienes no hayan recibido el primero, ni el segundo pago–; y hay posibilidades de postularse para el último bono hasta el 7 de septiembre.
Juan Manuel Hernández se postulará ahora. Reside en Antofagasta –al norte de Chile-– y es padre soltero de una niña de 5 años y un niño de 3 años de edad con autismo. Llegó a Chile en 2014 y se mudó a esa región en 2016. Debido a la pandemia comenzó a hacer teletrabajo, pero le bajaron el sueldo.
Explica que está inscrito en el Registro Social de Hogares desde hace tiempo, y que sus hijos son chilenos. Se ha estado orientando con organizaciones de venezolanos en la región para postular. “Nosotros somos tres, así me lleguen 50.000 pesos para mí sería una alegría, porque los podría usar en comprar pañales, en un mercado o para pagar a la niñera. Aunque me llegue solo una parte, porque yo sí tengo ingresos formales, igual estaría agradecido”.
Pasos para postular al IFE 2.0
El proceso consta de dos fases, acá la descripción.
1.- Estar inscrito en el Registro Social de Hogares
1.2.- Haz click en la sección “Mi Registro” y selecciona “Clave Única” o ingresa con tu RUN, fecha de nacimiento y número de documento o número de serie.
1.3.- Ingresa tus datos de contacto
1.4.- Ingresa los datos de tu vivienda
1.5.- Ingresa tus datos y los de los integrantes de tu hogar
Haber acogido a 400.000 venezolanos representa un gran desafío para Ecuador. Ante este escenario, el Banco Mundial elaboró el informe: Retos y Oportunidades de la Migración Venezolana en Ecuador con la finalidad de apoyar la creación de políticas públicas efectivas.
“Los venezolanos pueden aportar el 2% del PIB de Ecuador, si son regularizados, si se les facilita la certificación de sus títulos académicos y reciben por su trabajo remuneraciones acordes a su instrucción profesional”, estimó Sergio Olivieri, economista senior del Banco Mundial y codirector del proyecto de investigación, durante la presentación virtual del informe, el jueves 25 de junio.
En la presentación virtual del informe también estuvieron Mariana Felicio, especialista senior en desarrollo social del Banco Mundial y codirectora de la investigación; María Clara Martin, representante en Ecuador de Acnur; y el viceministro de Movilidad Humana de Ecuador, Carlos Alberto Velástegui.
Para la investigación se utilizó la Encuesta a Personas en Movilidad Humana y en Comunidades de Acogida en Ecuador (EPEC), fundamentada en la visita a 2.300 familias en el país. También se usó la experiencia de grupos focales e instancias participativas del Gobierno ecuatoriano, así como los registros migratorios del Ministerio de Relaciones Exteriores y de Movilidad Humana.
Venezolanos como potencial productivo
“Existe una percepción errónea de muchos ecuatorianos, sobre lo que representa la comunidad venezolana para el Estado Ecuatoriano”, dijo Olivieri al informar que, de todos los beneficiados por los servicios sociales de Ecuador solo 1% son venezolanos. “Muchos creen que los migrantes les quitan oportunidades de trabajo, algo que no se respalda con las cifras”, agregó.
“Los más afectados por la migración son los jóvenes ecuatorianos con baja instrucción académica”, detalló el economista, por lo que considera prioritario lograr que los venezolanos con títulos académicos puedan obtener empleos “acordes a su cualificación”, enfatizó.
Sobre el tema de cualificación profesional, Felicio, la codirectora del informe, destacó que la mitad de las mujeres migrantes venezolanas tienen mayor preparación académica que las ecuatorianas. Pese a ello, su situación laboral es más precaria que los hombres. “Casi una totalidad de las mujeres venezolanas enfrentan discriminación», afirmó la especialista.
Vulnerabilidad de niñas migrantes
La investigadora hizo énfasis en la vulnerabilidad de las niñas y adolescentes venezolanas en Ecuador, quienes se “enfrentan a barreras efectivas para quedarse en el sistema educativo”, de acuerdo a los hallazgos del informe.
Las barreras a las que hizo referencia la investigadora son: la percepción de inseguridad de las niñas y adolescentes y el “bullying”. “Se sienten inseguras en el trayecto entre sus casas y las escuelas. Sumado a esto, también sufren de discriminación dentro de las instituciones”, detalló.
“Ecuador tiene que garantizar la seguridad de las niñas y adolescente venezolanas”, recomendó Felicio, quien reconoció que el Gobierno ecuatoriano ha demostrado compromiso para que los derechos de las venezolanas sean respetados dentro y fuera de las instituciones educativas.
«La salud y la educación están garantizadas para los ciudadanos extranjeros en Ecuador», declaró el alto funcionario. “Solo Argentina y nuestro país tienen esta postura como Estado”, aseguró Velástegui.
El viceministro informó que el 61% de los venezolanos en Ecuador se han beneficiado del sistema de salud ecuatoriano. «Solo el 2% de los encuestados para el informe dijeron haber tenido problemas en el sistema de salud por falta de documentos», precisó, al explicar que la legislación ecuatoriana garantiza los derechos de los extranjeros sin importar su situación migratoria en el país.
“Hasta julio de 2019, uno de cada cuatro venezolanos quería traer a sus familiares a este país, algo que muestra la percepción positiva de esta comunidad sobre Ecuador”, argumentó el alto funcionario, al destacar las políticas públicas desarrolladas por el Gobierno ecuatoriano al respecto.
Hay un Equipo Olímpico de Atletas Refugiados. Hasta el momento son diez los deportistas que componen esta plantilla que debutó en los juegos de Río 2016 y que ahora se preparan para la edición de Tokio 2020, la cual mantiene su nombre a pesar que su celebración será en el verano boreal de 2021.
En este combinado olímpico, nacido en marzo de 2016, hay atletas de Sudán del Sur, Siria, Etiopía y de la República Democrática del Congo. Pero la mayoría de los deportistas tienen como su lugar principal de entrenamiento a Kenia. Todos son apoyados por el Comité Olímpico Internacional.
Como consecuencia de la pandemia por la COVID-19 los atletas tuvieron que volver a los campos de refugiados en los que viven. Allí se mantienen entrenando para estar a tono de cara a la cita olímpica, pospuesta para 2021.
El nacimiento del Equipo Olímpico de Atletas Refugiados
El 2 de marzo de 2016 nació, oficialmente, el Equipo Olímpico de Atletas Refugiados. El COI anunció su creación y, de inmediato, inició el procedimiento para seleccionar a las personas que formarían parte de este combinado para Río 2016.
Thomas Bach, presidente del COI, fue uno de los principales impulsores de la idea de tener a este equipo y consiguió a la persona perfecta para liderarlo: Tegla Loroupe. La elegida es una atleta keniana especializada en pruebas de fondo. Por su recorrido deportivo consiguió la medalla de bronce en el Mundial de Atletismo de 1995 y en 1999. Además, ganó el Maratón de Nueva York en 1994 y 1995.
Desde 2003 Loroupe se concentró en ayudar a atletas con problemas en sus países de origen, producto de persecuciones o conflictos internos. Por su parte, la atleta keniana fundó Tegla Loroupe Peace Foundation y empezó a impulsar carreras para promover la paz y llamar la atención sobre los refugiados.
De la edición de Río 2016, destacó principalmente el judoca Popole Misenga, quien venció en su primer combate en la categoría -90 kilogramos.
¿Quiénes pueden ser parte de este equipo?
Son tres las principales características que se deben cumplir para pertenecer al Equipo Olímpico de Atletas Refugiados. La primera es que los aspirantes tengan un alto nivel deportivo y cumplir con las marcas mínimas en las disciplinas que quieran participar. La segunda, es estar en calidad de refugiados, una condición que será verificada por las Naciones Unidas. Como último punto están los aspectos personales, aquellos que llevan a un atleta a refugiarse en otro país. En el contexto de la pandemia por la COVID-19, los diez deportistas pertenecientes al equipo tuvieron que ser alejados de sus lugares habituales de entrenamiento y devueltos a las zonas donde viven en calidad de refugiados.
Hoy, cada atleta se mantiene en comunicación permanente con Tegla Loroupe, quien revisa las condiciones de salud en la que se encuentran los deportistas.
Loroupe explicó, en una entrevista brindada al portal Tokio 2020, que a los atletas se les provee de un plan de entrenamiento para que puedan ejecutarlo en sus lugares de residencia. Así, el Equipo Olímpico de Atletas Refugiados quiere llegar a tono a los JJ.OO. de Tokio.
“Río 2016 fue principalmente para captar la atención del mundo y recordarles la existencia de los refugiados. Ahora que vamos a Tokio 2020, queremos mostrar todo el potencial de los atletas», dijo Loroupe.
Con la entrada del coronavirus a América Latina se desplomaron las economías y cerraron las fronteras. Muchos migrantes, golpeados por el desempleo, decidieron retornar a sus países. A Venezuela regresaron más de 76 mil hasta el 18 de junio, según Migración Colombia. Lo hicieron caminando o mediante extenuantes viajes en buses.
Solo una minoría son repatriados en vuelos humanitarios facilitados por el Plan Vuelta a la Patria, un programa gubernamental creado en 2018 por el gobernante Nicolás Maduro. A mediados de mayo, Rander Peña, viceministro para América Latina del Ministerio para las Relaciones Exteriores, dijo que se habilitaron aviones con destino a Chile, Cuba, México, Ecuador, Uruguay, Panamá, Martinica, Bonaire y República Dominicana, para el retorno de 1.148 connacionales; mientras que el sucesor de Hugo Chávez precisó que dispuso una flota de 24 aviones “para que vayan a donde haya que ir para buscar a los venezolanos que están huyendo desesperados de esos países por el coronavirus y el ‘corona-hambre”.
Somos más de 500 Venezolanos atrapados en España, sin recurso económicos, en situaciones de desalojo, estamos desesperados por regresar, la mayoría tenemos boleto de regreso, solicitamos apertura del espacio aéreo o un vuelo humanitario @ElNacionalWeb@GabyPonte@LuisOlavarrietapic.twitter.com/oPtphpA9hA
Pero todavía existe un número desconocido de varados en el extranjero. Desesperados, algunos, apelaron a las vigilias en embajadas venezolanas o aeropuertos internacionales; se apuntaron en listas con la esperanza de volver en aviones y otros comenzaron a caminar por carreteras latinoamericanas con destino a Venezuela como Jennifer, una mujer oriunda de Zulia, que ahora se encuentra en la desértica región chilena de Antofagasta intentando entrar a Perú por tierra para seguir una ruta que la lleve hasta su natal Maracaibo. “En pleno desierto, no nos dejan pasar… Uno aquí se muere y así te dejan, porque ni siquiera agua, nada. Lo más horrible es en la noche, que nos pega el frío”, dice.
Sus expectativas comenzaron a desvanecerse hace unos días, justo cuando Maduro empezó a restringir el acceso por las fronteras a los migrantes que considera como “armas biológicas” en medio de la pandemia. Según el director de Migración Colombia, Juan Francisco Espinosa Palacios, en su país más de 24 mil personas esperan volver a Venezuela, aunque estima que el proceso podría demorar hasta seis meses.
Quieren regresar a su país porque quedaron sin empleo, recursos o simplemente porque se encontraban de visita en el exterior. Cualquiera de los motivos su deseo es volver a casa.
En Venezuela, los vuelos comerciales están suspendidos por orden del Instituto de Aeronáutica Civil (INAC) desde mediados de marzo por la pandemia de la COVID-19. El programa Vuelta a la Patria, que desde su inicio y hasta febrero trajo a más de 17 mil venezolanos a su tierra, ahora no parece una alternativa.
Más de 1.200 connacionales permanecen varados en Argentina; unos 700 en Chile y otros 320 en Panamá; sin contar otros no registrados en listados o agrupados en decenas de países. Muchos solo piden que se deje aterrizar a aviones de aerolíneas privadas, como Copa Airlines, en el aeropuerto internacional Simón Bolívar, en La Guaira, para salir del limbo que afrontan por la pandemia.
#Comunicado || El #INAC como Autoridad Aeronáutica Venezolana, cumpliendo los lineamientos del Gobierno Bolivariano y como medida preventiva ante el #COVID19, informa al pueblo venezolano que a partir del #17Mar se suspenden todas las operaciones aéreas comerciales y generales. pic.twitter.com/2wczuR4XV1
— Aeropuerto Internacional de Maiquetía (@IAIM_VE) March 17, 2020
Pero coordinar el amparo de estas personas se avizora como una misión cuesta arriba. Maduro no tiene buenas relaciones con la mayoría de los presidentes en América y Europa. Sus embajadores tampoco alcanzan a ofrecer planes a los varados. Oliver Díaz, un tachirense que emigró a Ecuador, recuerda que en el Consulado venezolano en Quito no consiguió una respuesta positiva después de pernoctar varios días frente al edificio donde está la sede diplomática. “El cónsul nos dijo que no somos su obligación, que así cómo salimos del país, que así mismo, busquemos una solución para devolvernos”, recuerda.
— Venezolanos varados en Aruba necesitamos ir🇻🇪 (@Silvana09745659) April 1, 2020
Las restricciones impuestas por cada país son otro factor que aleja la fecha de retorno. En Colombia, por ejemplo, el presidente Iván Duque prohibió el ingreso de personas procedentes del extranjero por las fronteras terrestres desde el 19 de marzo. Inicialmente, la medida tenía una vigencia de 30 días, pero tres meses se mantiene, al igual que la reactivación de vuelos. Ningún país, a menos latinoamericano, tiene certeza de cuándo operarán con normalidad sus aeropuertos.
Varados, historias de quienes esperan volver
Javier Fuentes, Argentina
“Cuando estaba en el Aeropuerto de Ezeiza y no pude salir, se me derrumbó el mundo. No podía pensar. Estuve medio día allí sin saber qué hacer, a quién acudir, con quién hablar. La línea aérea no me daba respuesta. Vine a Buenos Aires en diciembre, de turismo, y tenía mi vuelo de regreso con Latam el 16 de marzo, primero hasta Bogotá y allí tenía la conexión a Maiquetía con otra aerolínea. Hice el check in, me recibieron las maletas y 15 minutos antes de abordar me notificaron que no podía subirme al avión, porque en Colombia solo estaban dejando a entrar a ciudadanos de allá y residentes. Les pedí, les supliqué, que me dejaran abordar, porque yo no iba a salir del aeropuerto sino a tomar un vuelo a Caracas, y me dijeron que no. Hice que se retrasara el avión para recuperar mis maletas, y me encontré en un país totalmente desconocido. Pasé esa noche en el aeropuerto, estaba paralizado, al mediodía del 17 regresé al apartamento que estaba alquilando antes, en el que aún me quedaban 10 días de hospedaje. Creí que en dos semanas esta situación podría estar resuelta, y ya vamos por tres meses, con la suerte de quien me alquila me ha permitido quedarme durante la cuarentena.
Me dirigí a la Embajada de Venezuela, me dijeron que les mandara un correo y planteara mi caso, ellos debían esperar indicaciones de Caracas. Desde ese día aguardo por un vuelo humanitario. Escribí también a las cuentas de Instagram y Twitter de la embajada y allí nos empezamos a encontrar todos los que estábamos pasando por lo mismo. Somos 370 personas que teníamos pasaje de regreso comprado, creamos un grupo de Whatsapp, nos organizamos, abrimos la cuenta @vzlanos_varados_en_argentina. Pero, somos más, hay migrantes, gente que quedó en situación de vulnerabilidad, que perdieron el trabajo, que entregaron sus viviendas, algunos viven en iglesias, otros en refugios.
Soy paciente diabético e hipertenso. Uno empieza a desarrollar el instinto de supervivencia. Como no recibí ninguna respuesta de la representación diplomática del gobierno oficialista, contacté por Instagram a la representante del gobierno interino. Elisa Trotta me contestó, me puso en contacto con la OIM y la Cruz Roja Argentina; ellos me ayudaron con alimentos y artículos de higiene y limpieza. Con las medicinas me ayudó primero la Conferencia Episcopal de Argentina y luego la Parroquia Nuestra Señora de Caacupé.
No tengo recursos para seguir aquí, agoté mi presupuesto. Soy administrador y ahora estoy desempleado. Estaba dispuesto a lavar platos o baños en Buenos Aires pero tampoco se consigue nada en medio de esta situación.
Esto me ha servido para darme cuenta de la fortaleza que uno puede desarrollar, estoy solo, sin familia, hay momentos de depresión, de golpe psicológico. Estamos desamparados en una situación vulnerable. No soy pesimista, pero veo las noticias en Buenos Aires y el número de contagiados va en aumento”.
Dayana Romero, Panamá
“Si esto sigue me voy a quedar en la calle. No voy a tener ni siquiera para comer. Salgo solo una vez al mes y es a comprar comida. Hago un menú y los alimentos deben durar 30 días. Ahora como solamente dos veces al día. Me pega la ansiedad, he bajado de peso, me enfermé del estómago. Llegué a Panamá el 8 de marzo y tenía mi pasaje de retorno para el 5 de abril. Vine tranquila, en los medios no decían nada sobre la pandemia, de saber que los aeropuertos iban a cerrar tan bruscamente me hubiese ido antes. El primer caso en Panamá se registró el 9 de marzo y suspendieron los vuelos internacionales el 22. En Venezuela el primer caso fue el 13 y cerraron el espacio aéreo el 17.
Mi trabajo es viajando, vine aquí a buscar un dinero que me debían. En ese momento no me preocupó tanto el retorno porque pensaba que para mi fecha de mi vuelo ya todo habría mejorado; pero pasó ese día y comencé a desesperarme. Un grupo se dirigió a la Embajada de Venezuela y empezamos a organizarnos. Hicimos el grupo de Whatsapp, la cuenta de Instragram @venezolanosvaradosenpanama; estoy inscrita en el censo que organizó la Embajada de Venezuela en Panamá. Somos 320 personas pidiendo regresar al país, de los cuales 115 teníamos un pasaje. Hay otros que se quedaron sin trabajo y quieren regresar. Las aerolíneas nos dicen que están sujetas a las decisiones de cada gobierno. La suspensión de los vuelos internacionales era hasta el 22 de junio, y ya informaron que se extenderá un mes más. Mientras el número de casos de coronavirus se eleva, un día fueron 744, al otro 800.
— Venezolanos Varados en Panamá (@Venezolanosvar1) June 19, 2020
Estoy sola, no tengo familia en Panamá, vivo en un monoambiente, sin televisión, y eso ha hecho más insoportable todo. El teléfono se ha convertido en mi único entretenimiento. El alquiler es de $120 mensuales; yo había cancelado el primer mes y ahora tengo una deuda de $240, porque se aprobó una moratoria en el pago; pero no estoy produciendo dinero, no tengo para pagar. Me da miedo quedarme en la calle. No voy a tener ni siquiera para comer. Espero que se abra la posibilidad de un albergue, yo me iría. Siento que todos los que estamos en esta situación vamos a caer uno por uno y va a llegar un momento en que todos vamos a estar en la calle.
Sobre la posibilidad de un vuelo humanitario, nos dijeron que está aprobado desde marzo, pero sin fecha. Tiene mucho peso en esa decisión el número de contagios que haya, temen que nosotros llevemos la enfermedad a Venezuela; por eso no entiendo por qué si dejan entrar a los que van por tierra y a nosotros no, que estamos sanos y llevamos todos estos días encerrados. Nunca pensé verme envuelta en una situación como está, tenemos un pasaje, no vivíamos acá, no salimos de Venezuela a quedarnos en otro país, y los que sí lo hicieron también tienen derecho a entrar. Qué pasa. Por qué nos niegan la entrada. Me siento olvidada, como que no nos quieren. Es una decepción. Le escribo siempre por redes sociales a Maduro, a Arreaza a Delcy Rodríguez, a Conviasa, a todos. Ojalá nos lean y se les ablande el corazón”.
Yennifer De Souza, Chile
“Soy maracucha, varada en Antofagasta. Es como un desierto, en el día hace calor y en las noches mucho frío. Llegué hace unos días, acompañada de otros venezolanos, provenientes de Santiago. Queremos pasar a la región de Arica, con el plan de cruzar la frontera hacia Perú y así, de país en país, llegar a nuestra tierra. Solo pienso en estar con mi hijo, mamá y abuela. Tengo casi tres años sin verlos, porque salí sin él en 2017. No quise traer a mi hijo conmigo hasta encontrar estabilidad.
Yo decidí emigrar cuando comenzaron los apagones fuertes en Maracaibo. Me gradué de TSU en administración de empresas. Pero en los últimos ocho meses, en Zulia, trabajé como cajera en una panadería. Todo era difícil. Se iba la luz muchas veces. ¿Cómo podía cobrar con una tarjeta electrónica a un cliente? ¿Cómo podíamos dar y recibir dinero en efectivo? No había electricidad, el dinero en efectivo escaseaba y se tenía que comprar. Con tanto contratiempo me endeudé, pedí dinero prestado a mi papá, y compré un pasaje para viajar en autobús hasta Perú. No lo hice sola, llevaba a dos sobrinas conmigo. Mi hermana, en Lima, me recibió. Yo le llevé a sus hijas. Cuando llegué a esa ciudad conseguí trabajo en un restaurante. No me gustó, un día un hombre quiso sobrepasarse. Un tiempo después conocí a un venezolano, un merideño, y nos hicimos pareja. En 2018, ambos nos vinimos a Chile. Llegamos en pleno frío, dormimos dos noches en la calle, porque no sabíamos lo difícil de rentar una pieza. Después, al tercer día establecidos en una habitación, encontré un empleo como reponedora en un mall chino, donde estuve hasta que llegó el coronavirus. Todo cerró, yo decidí no continuar aquí. Por eso, el Día de las Madres, me fui al Consulado, puse un cartón en el piso, y dormí ahí, helandome. Queríamos ser vistos, que nos solucionaran. Nunca hubo un vuelo para nosotros. Por eso, comenzamos a caminar, viajar en buses, y ahora intentamos llegar, pasar las fronteras”.
“Nací y crecí en Táchira. Siempre fui apegado a mi mamá, que se quedó en Venezuela, y por quien todavía velo. Yo trabajaba barriendo calles, plazas, para una alcaldía. Así conocí a mi pareja, que vendía caramelos y otras chucherías, alquilando teléfonos para llamadas, en una placita. No ganábamos mucho, pero comíamos y eso importaba. Pero cada vez se hizo más difícil tener un salario digno. De hecho, mi sueldo no alcanzaba ni para una sola comida. Me dejé llevar por un primo, que estaba en Ecuador, y me dijo que me viniera, que él me tenía un trabajo. Me aventuré y viajé en bus hasta Quito, en 2017. Al llegar, no fue así. No tenía un empleo. Pasé días buscando uno, pero solo encontré como parquero en las afueras de un restaurante. Estuve ahí, vendiendo además cigarrillos, hasta que el dueño decidió cerrar por el coronavirus. Desempleado, con mi esposa y nuestro hijo, decidí instalarme con otros venezolanos en el Consulado. Dormí durante noches ahí, tratando de que nos consideraran para regresar a nuestro país. Eso nunca pasó. En cambio, pusieron una reja en el edificio y nos ordenaron desalojar.
Hoy, estoy del timbo al tambo con mi familia, preocupado por mi mamá. Un día dormimos en un sitio, luego en otro. Mi esposa tiene una hemiplejia severa en el lado izquierdo de su cuerpo, lo cual le genera dolores y entumecimiento de un brazo, provocado por una mala praxis el día que dio a luz a su primer hijo. Cuando veo todo lo que nos está pasando me entristezco. Ni siquiera puedo salir a practicar deportes, baloncesto, que era mi pasión y lo que tantas alegrías me dio en mi juventud, cuando gané medallas que están en mi casa, en Venezuela, y que quiero volver a ver”.
El éxodo fue doloroso, el retorno a un país incierto, en plena pandemia, lo es más. Más de 60.000 migrantes venezolanos volvieron a su país porque el encierro adelgazó la economía de las naciones de acogida y ya no tenían cómo sobrevivir. Vuelven a Venezuela a enfrentar, nuevamente, el hambre y el miedo.
Gabriela Pacheco depende totalmente de las remesas que le envían sus hijos, quienes migraron a Perú y Argentina. Ella vive sola en Caracas, tiene 68 años. Los últimos 7 años de su vida ha vivido de lo que Carlos y César le dan para mantener sus gastos. Dejó de trabajar porque su profesión de maestra no le alcanza para mantenerse y, aunque goza de la jubilación, tampoco es suficiente para ser independiente.
Con la llegada del coronavirus a Latinoamérica, la maestra empezó a vivir de sus ahorros y el cobro mensual de la jubilación. Sus hijos dejaron de enviarle remesas desde mayo porque el COVID-19 trastocó la estabilidad laboral de ambos.
César Pacheco migró a Argentina en 2017. Es abogado y vive con su esposa e hija en Buenos Aires. Desde hace un año trabaja como asistente en una firma jurídica. Pese a que no puede ejercer su profesión, se desempeña en un área relacionada. Sus ingresos le permitían enviar mensualmente a su madre el equivalente de 80 dólares. Pero en los últimos dos meses no ha podido cumplir porque le redujeron el sueldo.
Carlos Pacheco migró en 2018. Es soltero y trabajaba como comerciante en una tienda de ropa deportiva en el centro de Lima. Desde que se estabilizó podía enviarle a su mamá casi 110 dólares por mes. El impacto del coronavirus en Perú le arrebató su trabajo. Ahora está desempleado, vive de sus ahorros y de lo que gana como repartidor de comida.
“Con la jubilación no me alcanza ni para un cartón de huevos. Es por eso que mis hijos me enviaban el dinero desde Perú y Argentina. Con eso podía pagar mis medicinas, los gastos de la casa, el mercado y, bueno, guardar algo por una emergencia. Ellos pagaban en pesos y soles a unos venezolanos que hacen envío de remesas y a mí me depositaban el equivalente en bolívares en mi banco. Desde que llegó el virus ninguno ha podido enviarme nada porque tienen que ver como se mantienen ellos allá”, comparte Gabriela Pacheco.
Envío de remesas, salvavidas que se desinfla
Las remesas son el sostén principal de una parte importante de la población venezolana. De acuerdo con datos suministrados por el director de Ecoanalítica, Asdrúbal Oliveros, entre 40% y 45% de las familias en el país son beneficiarias directas de las remesas.
Econanalítica precisa que los países más importantes desde donde se envían remesas a Venezuela son: Colombia, Ecuador, Perú, Estados Unidos, España, Argentina, una parte importante de Brasil, México, República Dominicana y Panamá.
“El impacto de las remesas en Venezuela es un elemento novedoso que viene creciendo desde el año 2015 siendo significativo entre 2018 y 2019 y tiene impacto tanto en el consumo. Le permite a un universo importante de familias poder incrementar sus niveles de consumo por la ayuda de familiares de afuera y también al circulante de divisas, digamos que son los dos factores más importantes que tienen el tema de las remesas”, menciona Oliveros.
Óscar Torrealba, economista y miembro del comité académico del Centro de Divulgación Económico para la Libertad Cedice-Libertad, destaca que las remesas tienen un alto impacto en la economía del país debido a las características demográficas de la población venezolana.
“Por lo general quienes emigran son personas jóvenes y quienes se quedan en Venezuela son de edad avanzada que dependen parcialmente de hijos y nietos. Digamos que la remesa adquiere importancia porque cuenta con este dinero. Ni siquiera es para tener una vida acomodada, sencillamente es para hacer frente a los gastos básicos mensuales”, señala Torrealba.
Con la llegada del COVID-19 a la región, se estima que el flujo de remesas en Venezuela y el resto de Latinoamérica sea menor. La Comisión Económica para América Latina y el Caribe de las Naciones Unidas (Cepal) prevé entre 10% y 15% la contracción en el flujo de envío de remesas para este año, según su estudio Dimensionar los efectos del COVID-19.
Asimismo, El Banco Mundial prevé la mayor caída de remesas de la historia reciente. El organismo proyecta que durante 2020 las remesas caerán drásticamente, cerca de un 20% en todo el mundo.
“Las remesas que se envían a los países de ingreso bajo y mediano caerán un 19,7% hasta ubicarse en los USD 445.000 millones, lo que representa la pérdida de un flujo de financiamiento vital para muchos hogares vulnerables”, expuso el Banco Mundial en una nota de prensa.
Remesas en diferentes presentaciones
Para enviar remesas a Venezuela hay diferentes caminos. El más común es utilizar el servicio que ofrecen algunos operadores de divisas informales
¿En qué consiste?
Los operadores de divisas informales establecen una tasa de cambio de bolívares con base al equivalente de la moneda del país en el que viven. Ellos reciben la moneda nacional en efectivo o por transferencia y luego depositan en Venezuela los bolívares.
“Hay un grupo importante de personas que intercambian divisas en los países donde están con otros venezolanos o con algunos actores, digamos que pueden funcionar como estructuras de cambio, bien sea formales o informales, y el familiar acá recibe la contrapartida en bolívares, en ese caso las divisas no entran a Venezuela, sino que queda afuera. Pero hay un impacto en consumo por la contrapartida en bolívares”, menciona Oliveros.
El economista explica que la otra forma de enviar remesas a Venezuela es a través de las operaciones cambiarias en la frontera, que privilegian la entrega de divisas en efectivo.
“En tercer lugar está lo que se intercambia en las casas de cambio que el Gobierno ha establecido y por último están las personas que en vez de enviar dinero, mandan especies. Usan los servicios de puerta a puerta y mandan mercados o productos como medicinas, alimentos. Digamos que esas son las cuatro modalidades que tiene el tema de las remesas”, señala.
Daño colateral
El equipo de Venezuela Migrante pudo constatar en Colombia, Perú, Ecuador, Chile y Argentina que cayó el envío de remesas a Venezuela en cantidad y frecuencia en los últimos dos meses. Todos los consultados aseguran que sus clientes habituales redujeron el monto de las remesas desde que llegó el coronavirus a sus respectivos países.
En Perú confirman que la caída de los envíos supera al 50%. Este fenómeno empezó poco después del inicio de la cuarentena social debido a que la mayoría de los venezolanos en Perú trabajan en el sector informal.
Fernando Guerra, representante de +Cambios, que opera en Perú, Colombia, Ecuador y Venezuela detalló que en marzo, luego que el gobierno ordenara la inmovilización social, el número de envíos se contrajo. Katerin Castillo, gestora de envíos de otra casa de cambio virtual, detalló que manejaba una cartera de clientes que le solicitaba hasta 10 envíos diarios de Perú a Venezuela. Ahora no llega ni 10 a la semana.
Por su parte, en Argentina y en Chile la caída del envío de remesas oscila entre el 20% y 60% de las operaciones habituales. Los operadores cambiarios entrevistados en Chile destacaron que en ese país las medidas de aislamiento social, al no ser obligatorias, no ha impactado en la economía, por lo que se mantienen las operaciones.
En Buenos Aires, donde se concentra el grueso de los migrantes venezolanos de ese país, la cuarentena obligatoria y las desmejoras laborales han ocasionado que los criollos no envíen dinero a Venezuela como lo hacían habitualmente.
“La gente que me pedía enviar dinero a Venezuela ya no lo está haciendo. Muchos de los que conozco se quedaron sin trabajo o les redujeron el sueldo. Normalmente hacía entre 40 y 60 transacciones de envío de dinero a la semana. Ahora en una buena semana, hago como máximo 20, tradicionalmente enviaban entre cinco mil y 10 mil pesos, que equivalen a 80 o 120 dólares. Ahora los montos varían”, aseveró Néstor Briceño, quien ofrece sus servicios como operador de divisas informal desde Argentina.
El envío de remesas a Venezuela se ha convertido en una fuente importante de ingresos para que las familias puedan cubrir sus gastos. Además, ha sido un factor crucial que ha permitido la flexibilización de algunos esquemas jurídicos en los últimos cinco años. Ejemplo, la modificación de la ley de ilícitos cambiarios que despenalizó y habilitó el funcionamiento de casas de cambio.
“Digamos que esa relajación cambiaria ayuda un poco al tema de las remesas”, opina Asdrúbal Oliveros.
A juicio del economista de Cedice Libertad, Óscar Torrealba, las remesas habilitaron una dolarización de facto en el aparato productivo venezolano. Ahora, con el impacto del coronavirus en la economía global, la estabilidad de la venezolana se ve comprometida.
Sobrevivir a un naufragio. Rodar durante varias horas hasta llegar a otro país y sentirse segura. Agarrar una maleta después de que allanaran su casa. Huir por temor a encontrar la muerte. Cerrar la puerta del hogar que tardó años en construir, pasar la llave y pensar que quizá todo fue en vano. Cuatro de las 5.1 millones de historias de migrantes de Venezuela fueron compartidas por sus protagonistas en el foro virtual: Testimonios de la Migración Venezolana, organizado por la Oficina de la Secretaría General de la Organización de Estados Americanos para la crisis de migrantes y refugiados venezolanos
Historias de refugiados
Greg Valbuena, Betzabeth Jaramillo, Milagros Pérez y Luis Pérez* conversaron el viernes 19 de junio con la periodista Idania Chirinos, el músico Jorge Glem y el comisionado David Smolansky en un evento virtual, transmitido por Facebook Live. El encuentro, que se realiza en el marco del Día Mundial de las Personas Refugiadas, que se conmemora cada 20 de junio, sirvió para presentar la campaña “Soy venezolano, soy refugiado; Soy venezolana, soy refugiada”, que emprenderán desde el organismo con el fin de concienciar sobre la necesidad de protección que tienen las personas que salen del país en busca de una mejor vida.
Las historias que contaron son una muestra de la realidad de muchos venezolanos. Betzabeth Jaramillo, quien huyó del país luego de que funcionarios de la seguridad del Estado entraran a su casa relató: “Decidí irme, porque mi seguridad y mi vida estaban en riesgo, tomé lo que pude el día del allanamiento de mi casa (…) y emigré con la esperanza de tener seguridad y poder hacer algo desde acá”. Ahora, lucha para que se conozca la realidad de presos políticos que permanecen en Venezuela y vela por sus derechos.
Greg Valbuena, por su parte, fue testigo y sobreviviente de una naufragio. En 2018 iba en una de las lanchas que parten desde el estado Falcón, en Venezuela, con destino Curazao, y se hundió antes de llegar. De las 22 personas a bordo, contó Greg, fallecieron 16 y dijo con pesar que muchos de los cadáveres nunca fueron encontrados. “Han ocurrido muchas tragedias en ese trayecto porque son olas muy grandes y los peñeros miden entre seis y ocho metros, van sin seguridad, sin salvavidas, solamente se guían por una luz que te dice `Allá está Curazao`”, recordó.
Milagros Pérez, que fue abogada del Ministerio Público durante 20 años, tuvo que atravesar Venezuela en distintos vehículos terrestres para poder salir y recordó el miedo que sintió en cada una de las alcabalas que pasó. Temía que anularan su pasaporte, que robaran sus ahorros, que le quitaran su título; prácticas que había escuchado ejercían funcionarios de seguridad en contra de quienes sospechaban huían del país. Durante el encuentro fue enfática en decir que quienes salen, “quienes huyen, lo hacen con miedo”. Sin embargo, una vez establecida fuera, celebra el hecho de de que hoy día puede dormir un poco mejor, que sus hijas estén bien, cuenten con educación y salud. Todo eso se vuelvo un gran impulso para continuar.
Juan Pérez, que realmente no se llama así, mantienen el anonimato porque aún teme por sus familiares dentro de Venezuela. Se fue huyendo de las amenazas de colectivos armados. Idania Chirinos, que moderó la charla, contó cuánto le impactó la escena que relató Juan cuando cerró la puerta de su casa y supo que ya no volvería. “Pero más importante son los sueños”, apuntó. La adaptación de su familia en Colombia ha sido dura. Especialmente para su hija, los primeros días en la escuela estaban llenos de temor: “El miedo de mi esposa a caminar por las calles, la tristeza y la depresión, que sentimos. Estábamos sufriendo todos en simultáneo a la llegada porque así ocurre cuando es un exilio forzoso”.
Venezolanos, con necesidad de protección
Los cuatro están agradecidos de las oportunidades que encontraron en los países receptores. Sin embargo, en el caso de Greg aún espera que sus familiares puedan acceder a los documentos necesarios para transitar libremente y poder trabajar pues las trabas burocráticas para los venezolanos en Curazao son grandes. Es por eso que vale la pena rescatar el mensaje del comisionado David Smolansky, quien también es un exiliado político, en relación con la campaña que emprenderán a partir del 20 de junio: “Es necesario que al venezolano se le proteja, se le integre y no sufra discriminación por su origen”.
Consideran, entonces, pedir que a los venezolanos se les reconozca el estatus de refugiados, pues en las cuatro determinantes que se manejan en el tratado de Cartagena para tal fin, son aplicables para el caso Venezuela. Se trata de personas que huyen de violación masiva de los derechos humanos, alteración de orden público, violencia generalizada y agresión extranjera, todas aplicables al contexto venezolano según confirmó el comisionado.
Para cerrar el encuentro otro venezolano de la diáspora tomó el turno. Jorge Glem, además de hablar, tocó un par de canciones en su cuatro. Escogió ese instrumento, precisamente por lo representativo que es. Previo a sonar las notas, agradeció a sus paisanos por los relatos compartidos y les recordó lo importante de mantener la fe y la esperanza: “Venezuela será libre y allí nos encontraremos en un concierto abierto”, dijo.
Quizá por eso Betzabeth tiene esa bandera pegada en un rincón de su cuarto: “Todos soñamos con esa Venezuela bonita que nos vio crecer (…) más allá de llevar a Venezuela en el corazón, esta bandera, siempre tenerla conmigo me recuerda la lucha, la lucha por la libertad”.
Audy Atay González, de 56 años de edad, se convirtió en el primer médico extranjero en fallecer como consecuencia del coronavirus en Chile. Especialista en salud ocupacional e higiene del ambiente laboral, músico profesional y miembro de la Iglesia evangélica; este venezolano falleció la madrugada del 16 de junio.
Atay González emigró con su esposa e hijo en 2018. Hacía consultas a domicilio y en un centro médico destinado a trabajadores en Santiago. “Dejó un gran legado en el tiempo que estuvo en Chile porque él era venezolano y por ese motivo quiero hacer un reconocimiento a todos los funcionarios de la salud”, dijo el chileno Enoc Sandoval, amigo del doctor, a una televisora local.
En Venezuela, Atay trabajó en Inelectra durante varios años. Había emigrado por las duras condiciones del país. Desde la cuenta en Facebook de la Primera Iglesia Evangélica Bautista en Chile se envió condolencias a su familia y se lamentó el deceso: “Un gran hombre de Dios, un amigo y fiel servidor de Cristo”.
Con más de 225 mil contagios confirmados Chilees el noveno país con más casos de COVID-19 en el mundo. Solo el 80% se concentra en la Región Metropolitana. El Gobierno implementó un plan para reclutar a personal de la salud que combata la enfermedad, además exoneró a los profesionales extranjeros del habitual examen para ejercer en el país. De ahí que muchos médicos venezolanos comenzaron a trabajar en el sistema sanitario.
Después de los sirios, los venezolanos son la segunda población desplazada de su país, con aproximadamente 4,5 millones de personas que han debido abandonar Venezuela, según el reporteTendencias globales de desplazamiento forzado, 2019, dado a conocer este 18 de junio por la Agencia para Refugiados de la ONU, Acnur.
La reciente salida de venezolanos hacia América Latina y el Caribe es considerada por la Acnur una de las 12 crisis que ha incidido en que en general 2019 registrara casi 80 millones de personas desplazadas en el mundo, un incremento de 11 millones respecto al año anterior.
«A finales de 2019, la siria seguía siendo, con mucho, la mayor población desplazada por la fuerza en todo el mundo (13,2 millones, incluidos 6,6 millones de refugiados y más de seis millones de desplazados internos). Si se consideran únicamente las situaciones de desplazamiento internacional, los sirios también encabezaban la lista con 6,7 millones de personas, seguidos de los venezolanos con 4,5 millones»
Informe Acnur, Tendencias globales de desplazamiento forzoso
De este grupo de venezolanos hay registro de 93.300 refugiados, 794.500 solicitantes de asilo y 3,6 millones en el extranjero, sin refugio.
Colombia, que acogió a casi 1,8 millones de venezolanos desplazados es el el segundo país del mundo que ha recibido más personas desplazadas
Informe Acnur
De acuerdo con el documento, la salida de venezolanos se trata del mayor éxodo en la historia reciente de la región y una de las mayores crisis globales de desplazamiento.
Algunos datos que ofrece el informe de Acnur son:
Más de 900.000 venezolanos han solicitado asilo en los últimos tres años, 430.000 de ellos en 2019.
Algunos países de la región, como Brasil,han adoptado medidas para aplicar la definición ampliada de refugiado que figura en la Declaración de Cartagena sobre los Refugiados de 1984 y en la legislación nacional.
Otros países han aumentado gradualmente su capacidad para tramitar las solicitudes de asilo y están elaborando modalidades simplificadas o aceleradas de procesamiento de casos para determinar la condición de refugiado.
Además, para el final de 2019, los países de América Latina concedieron más de 2,4 millones de permisos de residencia y otras formas de estancia legal a los venezolanos, lo que les permite acceder a algunos servicios básicos.
Sin embargo, los nuevos requisitos de visado en muchos estados del Corredor Andino han dado lugar a un aumento de los riesgos de protección a los que se enfrentan las personas en movimiento
Y la pandemia
En entrevista con la agencia Efe, el alto comisionado de la ONU para los refugiados, Filippo Grandi explica que con la pandemia, los venezolanos están en una situación más vulnerable.
¿Qué características tuvo el éxodo venezolano durante el año 2019 y cómo afrontan estos desplazados un 2020 marcado por la COVID-19?
R: La huida de venezolanos continuó el pasado año, con 4,5 millones de desplazados en países de la región, siendo Colombia, Perú, Ecuador, Chile y Brasil los que acogen un mayor número de ellos. La región está ahora en el epicentro de la pandemia y eso ha hecho más vulnerables a los venezolanos, muchos de ellos dependientes de jornales en trabajos temporales que han desaparecido por los confinamientos, así que la situación es muy grave. A causa de ello algunos venezolanos, no sabemos la cifra exacta pero podría estar entre los 30.000 y los 50.000, decidieron regresar a su país.
P: ¿Ha aumentado la discriminación contra los desplazados venezolanos durante la pandemia?
R: Hasta cierto punto sí, pero no excesivamente. La xenofobia siempre ha sido un problema en la región, pero hemos trabajado estrechamente para intentar reducirla. Por ejemplo, mediante el programa «Somos panas Colombia», e iniciativas similares en países como Perú y Ecuador. Lo que nos preocupa es que el impacto económico pueda golpear especialmente a comunidades pobres en zonas fronterizas, y en la competición por recursos escasos los sentimientos negativos que siempre aparecen en las crisis podrían volverse contra los venezolanos, así como contra comunidades de otras zonas del mundo. Hemos visto en los últimos cinco o seis años a políticos sin escrúpulos explotar este tipo de sentimientos, así que debemos estar atentos a la vertiente socioeconómica de la crisis.
Las crisis que mas han incidido en el desplazamiento
el estallido del conflicto de Siria a principios de la década y que continúa hoy en día
La crisis de desplazamiento que siguió a la ndependencia de Sudán del Sur
el conflicto en Ucrania
la llegada de refugiados y migrantes a Europa por mar
•el flujo masivo de refugiados rohingya de Myanmar a Bangladesh
la reciente salida de venezolanos hacia América Latina y el Caribe
la crisis en la región del Sahel, en África, donde los conflictos y el clima ponen en peligro a muchas comunidades
• nuevos enfrentamientos y preocupaciones sobre seguridad en Afganistán, Iraq, Libia y Somalia
el conflicto en la República Centroafricana
el desplazamiento interno en Etiopía
nuevos brotes de lucha y violencia en la República Democrática del Congo
•la gran crisis humanitaria y de desplazamiento en Yemen.