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Cómo hacer el retiro del 10% de sus fondos de pensión en Chile

Desde el 30 de julio los trabajadores en Chile, incluyendo los inmigrantes, pueden retirar parte o la totalidad de lo que tienen ahorrado en sus fondos de jubilación. ¿Qué harán los venezolanos? Muchos lo necesitan para pagar necesidades urgentes, otros prefieren invertirlo, cambiarlo a dólares o enviar dinero a Venezuela. 

“Voy a utilizar una parte para comprar comida y hacerle una caja a mi familia en Venezuela”; “yo dejaré un poquito de ahorros, para un por si acaso”; “quiero cambiarlos a dólares para cuando vaya a mi hermosa Venezuela invertirlos en lo que me gusta”; “mi esposo y yo no tenemos mucho pero queremos guardarlo para pagar nuestros pasaportes, que están vencidos, comprar comida y pagar arriendo”. Esta lluvia de ideas ocurrió en un grupo de Whatsapp de venezolanos en Chile, ante la pregunta: qué harían con el dinero a retirar de sus fondos de jubilación

El 30 de julio comenzó un proceso que muchos califican de “histórico”: en los casi 40 años de funcionamiento del sistema de capitalización individual obligatoria, que sirve a las pensiones futuras, por primera vez se abrió la posibilidad de hacer un retiro de fondos voluntario para los chilenos y extranjeros que cotizan en alguna de las siete Administradoras de Fondos de Pensiones (AFP).

La medida se implementó luego de que el Congreso tramitara y aprobara, en menos de 15 días, una reforma constitucional que permite el retiro excepcional del 10% de los recursos acumulados en un plazo de 365 días; y los venezolanos en Chile, independientemente de que tengan residencia temporal o definitiva en el país, pueden participar del proceso. 

Para realizar la solicitud, se requiere solo el RUT, el número de serie del documento de identidad y conocer la AFP en que se está afiliado. Los trabajadores extranjeros que no tengan RUT definitivo podrán solicitar el retiro con el NIC (Número Identificatorio para Cotización), este es el único caso en que se solicita tener clave de la AFP.

“A las 8:20 am avisaron en un grupo que en mi AFP se podía hacer el retiro y a las 8:45 am ya tenía el comprobante de solicitud en mi correo electrónico”, afirma María Fernanda González, quien llegó a Chile hace tres años, ha cotizado desde entonces, y antes del arrase de la pandemia trabajaba en una empresa como asistente administrativo. 

Ahora ella y su novio están desempleados. Las prioridades con lo que puedan sacar de las AFP entre ambos son pagar el alquiler de su apartamento, los servicios básicos y la comida, al menos durante dos meses. Con lo que les quede esperan comprar una computadora “así sea usada” para poder optar a trabajar en un call center o ampliar sus posibilidades de lograr un empleo. También confían en poder enviar algo de dinero a su familia en Venezuela.  

Pasos para retirar

El proceso es sencillo. Lo primero que hizo González fue definir cuánto del monto disponible, en su caso, quería retirar. Puede optar por retirar el máximo permitido o un monto inferior. La Ley establece que el mínimo a retirar será 35 UF (aproximadamente $1.000.000) y el máximo 150 UF ($4.300.000). Si un afiliado tiene menos de 35 UF, podrá retirar el total del fondo ahorrado en su cuenta.

Si se selecciona un monto inferior al retiro máximo, esta cifra no podrá ser modificada en el futuro.

Luego se deben ingresar los datos personales: el RUT (sin puntos ni guion), el número de serie o documento, confirmar el número de serie; correo electrónico y su confirmación; y el número de celular y su confirmación; y luego apretar el botón “siguiente”.

En la pantalla a continuación corresponde seleccionar la modalidad de pago. Es decir, escoger dónde se desea recibir el dinero. Para esto hay habilitadas tres opciones: 1.- en la cuenta bancaria propia, que puede ser la cuenta RUT de Banco Estado o una cuenta de otro banco; 2.- se puede transferir a la cuenta de ahorro voluntario o Cuenta 2 de la AFP; y 3.- otras opciones de retiro como Servipag o Vale Vista. 

Al seleccionar una cuenta bancaria hay que indicar el nombre de la entidad financiera, el tipo de cuenta y el número. 

El proceso cierra con un resumen de la transacción y se genera un comprobante de solicitud enviado al correo electrónico. González recibió su número de transacción tanto por mail, como por mensaje de texto. En el caso de su pareja, que tiene el RUT vencido, en su AFP le solicitaban adjuntar la constancia de solicitud de visa en trámite. 

El proceso, en principio se realizará totalmente en línea. Para aquellos que opten por la vía presencial deben esperar hasta el 3 de agosto, cuando está previsto que las sucursales de cada AFP atiendan a sus afiliados cumpliendo con las recomendaciones sanitarias. Si se va a solicitar por esta vía y no tienen cédula de identidad, deben hacerlo con pasaporte o documento de identidad de su país de origen. En este caso, el trabajador extranjero debe presentar el mismo documento que registró en la AFP al momento de definirse el NIC para el pago de cotizaciones.

Mucho por hacer

Como González, Maricela Vivas tiene apremio por retirar sus fondos. Lleva año y medio en Chile, tiempo en el que ha trabajado como cajera en una frutería. Ahora está de reposo postnatal, porque su bebé nació hace 4 meses y su esposo está cesante. Intentó retirar los fondos el primer día, pero la página de la AFP estaba colapsada, así que iban a probar de nuevo a la medianoche. Lo necesitan para cubrir el arriendo de su apartamento y poder comprar las cosas que requiera el niño. 

Vanessa Cartaya también necesita pagar no solo el arriendo, sino las cuotas de un carro que compró el año pasado. De los cuatro años que tiene viviendo en Chile, tres le han descontado de su salario para pagar las cotizaciones de la AFP. Calcula que lo que retire ahora le alcanzará para los meses de agosto y septiembre. En su caso debió hacer una “fila virtual” de 36 minutos para poder hacer la solicitud; pero luego volvió a ingresar a la página a hacer la solicitud de su hermano –que regresó a Venezuela– y aguardó no más de 10 minutos. “Él está con el RUT vencido y no tuve ningún problema para hacer el trámite”. 

En otra acera están quienes esperan sacar sus fondos para multiplicarlos. Reinaldo León es licenciado en Finanzas y en Chile se ocupa como conserje. Lleva 20 meses en el país de los cuales 8 ha cotizado en una AFP. “En mi caso, con el dinero acumulado en la AFP tendría una pensión, al momento de jubilarme, de 54.000 pesos. Ese cálculo esta hecho en la misma página de la AFP donde cotizo. Es decir, jamás tendré seguridad esperando una jubilación o pensión por AFP. Valdría la pena hacer que todos los extranjeros reflexionen eso, estaríamos cotizando para nunca recibir algo a cambio”, analiza. Es por eso que afirma que sí va a retirar su dinero y tiene planes de invertirlo. 

En ese punto coincide Leticia Martínez. Ella no ha cotizado durante el año que lleva viviendo en el país. En cambio se dedica a cuidar a sus hijas de 2 y 6 años de edad. Su esposo sí tiene un oficio formal y es él quien va a retirar el dinero de su fondo de pensiones. No obstante, no lo hará de inmediato, planean aprovechar el plazo de 365 días que ofrece la ley para hacer el trámite, y mantener la plata en el fondo un tiempo como un “ahorro”, esperando que pase el “boom” de los días en que la mayoría va a retirar.

De acuerdo con la Superintendencia de Pensiones, en las primeras ocho horas en que el trámite estuvo habilitado alrededor de 3,2 millones de afiliados solicitaron el retiro del 10% de las AFP.

“Queremos emprender, este país es muy noble para eso, así que hemos pensado convertir los pesos a dólares y no tocarlos”, dice Martínez. Ella tampoco confía en que dejando el dinero en el fondo podrá lograr a futuro una pensión de calidad, así que prefiere no arriesgarse y aprovechar esta ventana excepcional que se abrió.

César Martínez sostiene que él va a sacar el dinero porque “no va a ser la excepción”. Llegó a Chile en enero de 2019 pero, hasta ahora, no está en sus planes jubilarse en este país. Asegura que está reuniendo para regresar a Venezuela “cuando sea otra” y establecer allá su propio negocio. “No tengo nada planificado, por ahora voy a comprar dólares y guardarlos, porque con la pandemia es muy difícil hacer algo que dé ganancias”. Aunque tiene pensado ahorrar el dinero, quiere hacer el trámite cuanto antes. 

Por su parte, Miguel González confía en poder comprar algunos electrodomésticos necesarios en su nueva vida de recién casado. Su esposa pidió retirar sus fondos antes del primer café de la mañana del 30 de julio, pero él que está en una AFP distinta no pudo hacerlo porque la página estaba colapsada. “Queremos empezar a tener nuestras cosas, ahorrar y mejorar los equipos que utilizamos para trabajar”. Ambos son fotógrafos. 

Quien sí prefirió ser la excepción fue la abogada Carmen Victoria Pérez, quien no tiene en sus planes retirar el dinero porque considera que en este momento no tiene la necesidad. “Si no se tiene un propósito productivo para ese dinero, creo que no vale la pena, lo cual es distinto a alguien que sí lo necesite por una urgencia. Pienso que hay que tener mucha conciencia de saber lo que se quiere hacer y no hacer esto por moda o comprar algo que inmediatamente se deprecia”. Ha cotizado desde que llegó a Chile hace dos años.

Para quienes hicieron el trámite, el pago íntegro lo recibirán en 10 días hábiles en caso de que el monto a retirar no sea superior a $1.000.000. De serlo, se pagará la primera mitad 10 días hábiles desde la solicitud y la segunda 30 días hábiles desde el primer pago. 

Esposos merideños hacen su viaje de retorno a casa en bicicleta

Unos esposos merideños, padres de cuatro hijos y residentes en Lima durante tres años emprendieron su viaje de regreso de manera muy diferente a la del resto de sus connacionales: lo hicieron en bicicleta.  

Él tiene 34 años y ella 27, por el momento prefieren el anonimato porque sus familiares no están enterados de la decisión que tomaron y no quieren causarles ninguna preocupación. “No les dijimos nada porque se pueden poner mal. Por ejemplo, si se descargan los teléfonos, podrían pensar lo peor y eso es justo lo que queremos evitar”, relata el ciclista a Venezuela Migrante durante una parada para descansar.

Cuenta que antes de la pandemia tenían una posición económica estable. Estaban reuniendo dinero para luego invertirlo en su país, pero los planes se vieron truncados por la pandemia del Covid 19.

Vivían en el distrito de Surquillo y trabajaban en un casino. Él como asistente de control en el área de seguridad y ella de cajera. En Venezuela fue funcionario policial, escolta de profesión, experto en criminalística y ciencias forenses, miembro del Servicio de Investigaciones Policiales Técnicas Judiciales (SIPTJC); mientras que su esposa es ingeniera forestal y profesora de modelaje. “Me salí de eso porque no quería reprimir y matar a nadie”, recuerda el ex efectivo que decidió retirarse antes de, como sostiene, «agredir a quienes tenía por obligación defender».

La preparación del viaje

Aunque partieron el 20 de julio, la preparación comenzó un mes atrás cuando compraron las bicicletas. Una de ellas la adaptaron y tiene un cajón improvisado en el que llevan las maletas y alimentos para cocinar en el camino.

“Vamos en bicicleta porque es más seguro en el  sentido de que tu mantienes la distancia, te cuidas y quizá para vivir una experiencia diferente”, dijo el esposo merideño desde Chancay al norte de Lima, durante la última comunicación que tuvo con Venezuela Migrante.

Agregó que dejaron todo lo que tenían en la habitación en la que vivían y solo llevan algunas prendas de ropa para ellos y otras para sus hijos.

La motivación para retornar

Además de los recursos que se acabaron durante el aislamiento social, y la lejanía para que se reinicien las actividades en la que estos esposos se ganaban la vida; la necesidad reencontrarse con sus hijos y sus padres, se convirtió en el motor que los hace pedalear cada día.

“El Día del Niño le dije a mi mamá que cómo quisiera estar allá, en la casa. Lo triste es que mi hija cumplió 8 años y por la situación de no tener dinero, no se le hizo nada. Ella está con mi madre y el varón está con la abuela materna junto a sus hermanos”, lamentó.

Lo incierto del camino de retorno

Esta pareja desconoce qué pasará cuando les toque cruzar a Ecuador, y si podrán hacerlo de manera legal o por los caminos verdes. Indican que, de no poder cruzar con las bicicletas, las venderían para seguir el camino. «La verdad es que tenemos fe y creemos que podremos pasar por Colombia sin mayores contratiempos».

Al llegar a territorio venezolano esperan no ser víctimas del plan de persecución del gobierno de Maduro en contra de los que retornan y estiman que el periplo se podría extender durante más de un mes hasta poder llegar a casa.

Al llegar a casa

Pese a que sus seres queridos no están notificados de la aventura, dos personas de confianza sí lo saben. Por eso, para mantener el secreto, cuando lleguen a Ecuador, él cambiará el chip de su celular para brindarle wiffi a su esposa y de esta manera no levantar sospechas.

Una vez finalizado el recorrido, se encerrarán en la casa de su suegra, que actualmente se encuentra deshabitada, para cumplir una cuarentena y así proteger la salud de sus hijos.

¿Qué ocurre con los venezolanos retornados de Madrid?

El pasado 21 de julio retornó a Venezuela un grupo de venezolanos que se encontraban varados en Madrid. 200 personas abordaron un vuelo que llegó a Maiquetía en la tarde de aquel martes. La felicidad de los venezolanos al aterrizar fue notable. Aplausos y risas colmaban el avión, después de todo, estas personas tenían meses viviendo en las afueras del Aeropuerto Madrid-Barajas y su único deseo era regresar a su país.

Ahora, tras nueve días de ese esperanzador retorno, hay personas que ya están en sus casas con sus familiares, pero hay quienes todavía se encuentran en cuarentena, a pesar de haber dado negativo por COVID-19. Este es el caso de dos venezolanas que se encuentran retenidas en Valera, Trujillo.

Alessandro Di Stasio, periodista de Venezuela Migrante y uno de los pocos que ha llevado una exhaustiva cobertura del tema de venezolanos varados en Madrid, sostuvo una conversación con César Miguel Rondón para explicar qué ocurre con estas venezolanas y con las demás personas retornadas. Así como con los cientos de criollos que se encuentran varadas en Madrid a la espera de otros vuelos para retornar a su país.

¿Dónde y cómo están los venezolanos retornados de Madrid?

La entrevista de César Miguel Rondón a Alessandro Di Stasio fue realizada el miércoles 29. A continuación, las preguntas y respuestas de dicha conversación:

Alessandro Di Stasio: inicialmente llegaron (los venezolanos) a cumplir cuarentena en distintos lugares dispuestos por el gobierno venezolano. Esos lugares eran el hotel Altomar, el hotel Eurobuilding y el Centro Vacacional en Los Caracas.

César Miguel Rondón: ¿Por qué los llevan al hotel? ¿Por qué ellos al llegar a Maiquetía no se pueden ir tranquilos a sus casas?

Alessandro Di Stasio: Desde que salieron de Madrid ya les habían dicho que tenían que guardar cuarentena obligatoria por 15 días al aterrizar en Venezuela. Ellos firmaron ese documento que se lo hicieron llegar al Consulado que maneja una base de datos y programa a las personas que se pueden ir en esos vuelos de repatriación.

Rondón conversó con Di Stasio en su programa transmitido por América Digital


César Miguel Rondón: ¿Ellos tienen que pagar la cuarentena? 100 dólares diarios en el hotel.
Alessandro Di Stasio: Exacto. En las opciones del hotel, que serían el Altomar y el Eurobuilding, los dos ubicados en el estado Vargas, tendrían que pagar la cuarentena por noche. En el Eurobuilding sería 100 dólares por noche. Pero incluye las tres comidas del día. En el Altomar sería 45 dólares por noche, pero sin las tres comidas al día. Estas tienen un costo de 30 dólares.


César Miguel Rondón: A todas estas, ¿todavía hay gente en esos hoteles?

Alessandro Di Stasio: No. La mayoría ya están en sus hogares. Los buscaron entre familiares o se organizaron en grupo. Todos los que iban a Carabobo pagaron un autobús de los habilitados por el gobierno, porque también tenían que pagar extra por ellos, para que los llevaran a una zona en Carabobo. El problema es que, si no hay suficientes personas de cada estado para llenar un solo autobús, pues no habilitan el autobús. Esto hace las personas tuvieran que buscar taxis individuales que suelen cobrar mucho más caro.

César Miguel Rondón: Hay un detalle y es que muchas de estas personas llegaron ya sin dinero. Todo lo gastaron en estadía en España.

Alessandro Di Stasio: Correcto, César. Hay un grupo que fue exonerado del pago del pasaje del avión y de la prueba PCR en Madrid. La prueba estaba en 90 euros y el pasaje para Venezuela en 550 euros. Se ahorraron un poco, pero el gobierno venezolano no les da facilidades en el transporte. Lo otro es que la mayoría de las personas exoneradas en el pago del pasaje, se quedaron en el Centro Vacacional de Los Caracas.

César Miguel Rondón: ¿Qué está ocurriendo en Valera? Porque hemos recibido denuncias de gente que está ahí acantonada, confinada y gente que cuyos exámenes dieron negativo, ¿Qué pasa en Valera?

Alessandro Di Stasio. Hay que destacar que esas personas se hicieron una prueba PCR que ya dio negativa en Madrid. Y más pruebas al llegar a Venezuela. Estas personas son dos: se llaman Juletsi y Roxana. Ellas iban a Valera en un autobús del gobierno, pero iban con personas de otros estados. Ese autobús llevaba gente a Carabobo y de ahí hacia Valera. Sin embargo, cuando ya estaban en la frontera del estado Trujillo, un funcionario de la Guardia Nacional subió al autobús y les indicó que por “ordenes de arriba”, tenían que hacer una cuarentena obligatoria en el Polideportivo de Valera. A Juletsi y Roxana nunca le habían notificado esto. Ellas tienen un salvoconducto dictado por el lugar en Los Caracas donde hicieron la cuarentena que les permite regresar a sus casas y terminar el episodio de la cuarentena en sus casas.

La situación es que están confinadas en una habitación, un poco deteriorada, con colchones que, según ellas, huelen a orines. Y los alimentos los llevan a una zona en común donde hay muchas personas que también están confinadas en ese polideportivo. El miedo de ellas es que allí se contagien. Otro tema que me parece importante destacar por la gravedad del asunto es que, cuando intentamos pedirles más información a ellas, nos dijeron que están bajo amenaza. Y porque están bajo amenaza, tienen miedo de seguir declarando sobre los detalles de su estadía. Ya tienen tres días en ese lugar.

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Embajada de Venezuela confirma gestiones de vuelos humanitarios desde Argentina

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La embajada de Venezuela en Argentina confirmó vía mail que están gestionando un vuelo humanitario para que regresen al país los criollos que precisan del traslado. Además, el organismo diplomático se comunicó en un correo electrónico con las personas que solicitaron ser incluidos en las listas de vuelos de repatriación de Argentina.

No obstante, la respuesta enviada carece de la información que detalle cuándo se realizará el vuelo.

«Estimada compatriota, comprendemos la urgencia y las necesidades que atraviesa, y estamos trabajando para lograr con éxito el objetivo planteado para que puedan retornar al país. Asimismo le informamos que Uds. ya están ingresados a nuestra lista oficial. Seguimos a la espera de novedades al respecto. Nos mantendremos en comunicación permanente. Gracias!», precisa el correo electrónico enviado desde la casilla [email protected].

La embajada de Venezuela en Argentina informó, en su cuenta de Twitter, que la atención a ciudadanos venezolanos la gestionarían mediante correo electrónico, como una medida de distanciamiento social debido a la cuarentena obligatoria por el Covid-19. Para cumplir con la promesa de atención, la sede diplomática dispuso desde el 20 de abril de 2020 los siguientes correos electrónicos:

El 2 de junio de 2020 la embajada reiteró que, cuando confirmen los vuelos de repatriación desde Argentina hasta Venezuela, ratificarán esta información vía correo electrónico a cada una de las personas que se encuentran en las listas oficiales.

La embajada expresó que no es necesario presentarse en la sede diplomática para anotarse en las listas de los vuelos de repatriación que organizan,

Desde que comenzó la cuarentena obligatoria en Argentina, los venezolanos le exigen al gobierno de Nicolás Maduro un vuelo humanitario para retornar. Según la cuenta de Twitter Venezolanos Varados en Argentina, hay 284 criollos varados en suelo austral. Es decir, que tienen un boleto y no han podido regresar debido a la prohibición de vuelos internacionales y se calculan que hay alrededor de 1200 personas que solicitan un vuelo de repatriación del Plan Vuelta a la Patria por la imposibilidad de mantenerse en Argentina.

Ida y vuelta a la patria: venezolanos que retornan a las tierras de sus antepasados

Por décadas, Venezuela recibió a miles de inmigrantes. Colombianos, peruanos, ecuatorianos, chilenos, argentinos, portugueses, españoles, italianos, haitianos y otros extranjeros que recomenzaron sus vidas en el país. Pero la historia sufrió un revés.

Con el ascenso del chavismo, el país cayó progresivamente en un deterioro. Hoy, la crisis obliga a millones de sus ciudadanos a partir a otros países: en avión, autobús o, incluso, caminando por carreteras para alcanzar otros destinos. Entre estas historias se entremezcla el retorno de los migrantes y el de sus descendientes, hijos o nietos de aquellos que décadas atrás construyeron sus vidas en Venezuela. Para algunos es la ida y vuelta a la patria.

Muchos de los que apelan al retorno a las tierras de sus padres o abuelos cuentan con doble ciudadanía, pero esto no garantiza su proceso de adaptación. Así, Joselyn Ruíz aterrizó en Bogotá en 2015, la ciudad que abandonaron sus padres en la década del 70 para prosperar al ritmo de la bonanza petrolera de Caracas; Jorge Flores Riofrío regresó junto a toda su familia a Guayaquil, donde se conocieron sus abuelos hace más de 50 años; y Christopher Rojas volvió a Santiago, la capital del Chile que su padre nunca olvidó y que dejó en 1980 para radicarse en Venezuela.

Joselyn Ruíz, doblemente migrante

La primera vez que Joselyn Ruíz emigró estaba completamente indecisa. Su trayectoria profesional, como ingeniera electrónica, estaba en ascenso, pero en contraste el país descendía al caos. “Me fui un domingo, y un día antes, el sábado, rezaba para que sucediera algo que cambiara el rumbo de Venezuela, no me quería ir”, recuerda.

Ruíz se convirtió en parte de la diáspora el 31 de mayo de 2015. Volvió a la tierra natal de sus padres, Colombia, y durante cuatro años vivió ahí. Cuando llegó debió comenzar desde “cero”. En Caracas tenía un apartamento, un automóvil y un empleo estable, pero en Bogotá no tenía ninguna propiedad y durante meses estuvo desempleada. “Renuncié a mi estabilidad para ir a la nada”.

Para afianzar su decisión se repetía: “Es lanzarse y confiar en lo que eres”. Tiene la ciudadanía colombiana, pero se siente venezolana. “Cuando llegué al aeropuerto de Bogotá me sentía otra venezolana más, y así me seguí sintiendo siempre. Pese a tener mi cédula colombiana y ser ciudadana colombiana, mi acento me delataba como venezolana y así siempre me veían en el extranjero. Así siempre me sentí”, cuenta.

Sus padres emigraron a mediados de la década del setenta a Venezuela. El país ofrecía mayores oportunidades económicas, la bonanza petrolera atraía a extranjeros. “Ellos con el tiempo se adaptaron, al punto que mi mamá se siente más venezolana que colombiana y es difícil para ella pensar en salir del país”, asegura.

Ruíz dice que nunca se sintió completamente adaptada a Colombia, aunque agradece el cobijo de la nación: “Siempre estuve de duelo”. Cuando llegó tenía 36 años, y sentía sus oportunidades se limitaron por la edad. De ahí que en 2019 decidió emigrar a Chile, y ahora ratifica que se trató de una decisión acertada. “Me siento muy contenta de estar en este país y veo la migración de otra manera. Me volví más venezolana cuando salí de Venezuela, porque tenía temor de perder mi identidad. Pero ahora entiendo que no será así. Me adapto a otra cultura, pero no pierdo mi identidad”.

Ruíz volvió a la tierra natal de sus padres, Colombia. Pero decidió migrar otra vez, esta vez: Chile. Foto cortesía de Joselyn Ruíz.

Jorge Flores Riofrío, la herencia migrante

La historia de la familia Riofrío es un ir y venir de Venezuela a Ecuador. Su proceso migratorio comenzó en la década del 50. Por esos años, María de Lourdes Peñaloza, una estudiante de Medicina, viajó de Maracaibo a Guayaquil. No se asentó en la ciudad, pero conoció a Jorge Riofrío, un ingeniero, con quien se casó posteriormente.

Su nieto, Jorge Flores Riofrío, un joven periodista, ahora rememora en orden casi cronológico cómo tres generaciones se convirtieron en emigrantes. Sus abuelos se asentaron en Venezuela, donde prosperaron durante décadas, y de este matrimonio nació la madre de Jorge. La familia no tuvo dificultades económicas hasta 2013. “Desde ese año todo se lo come la inflación. Mi abuelo, que tenía varios locales, tuvo que le quedaba en Zulia. También vendieron una casa en Mérida y con ese dinero compraron un apartamento en Barquisimeto, allí vivimos. Entonces empieza dependencia de mis abuelos hacia mi mamá, porque solo le quedaban unos pocos ahorros y luego su pensión se vuelve sal y agua”, explica.

La prosperidad que alguna vez ofreció el país desapareció en un santiamén. “Mi mamá tenía la ciudadanía ecuatoriana, así que ella y su esposo comenzaron a ver como una opción retornar a Guayaquil”, dijo.

Para 2015 toda la familia estaba instalada en Ecuador. “Yo fui el último en abandonar Venezuela. Lo hice por experimentar nuevas cosas, no vine con perspectivas de emigrar. Pensaba en ver de qué manera hacía un emprendimiento para capitalizarme en dólares. Pero en un momento del viaje vi más oportunidades”, afirma.

Jorge, que cuenta con la ciudadanía ecuatoriana por su madre, dice sentirse venezolano y así es reconocido en el exterior. De hecho, cada vez que realiza trámites es visto como un extranjero en Guayaquil. “Es una paradoja. Mi abuelo creía que se iba a morir en Venezuela, donde pasó más de 50 años, y retornar a su país. Encontrarse con una nación diferente, es un impacto. Él es nuevamente un migrante”, comenta.

Después de 50 años viviendo en Venezuela, el abuelo de Jorge Flores Riofrío volvió a su natal Ecuador; su nieto cuenta que la experiencia ha sido como «volver a migrar».

Christopher Rojas Fuentealba, un reencuentro con Chile

En la casa de Christopher Rojas Fuentealba, en Caracas, siempre se escuchó música chilena. Los 18 de septiembre, un día de fiesta patria para los chilenos, toda la familia acudía a pequeñas fondas que semejaban a las que tradicionalmente se realizan en Chile. “Yo aprendí primero el himno chileno que el venezolano”, relata.

Christopher y sus dos hermanos nacieron en Caracas. Sus padres, oriundos de Santiago de Chile, emigraron en 1980, al igual que varios de sus parientes. “Primero llegó mi tía Juana, junto con su esposo y sus dos hijos. Después siguió mi abuela, atraída por la idea de esa tierra prometida que era Venezuela. Y así siguió mi mamá, que convenció a mi papá, y el resto de la familia”, explica.

La emigración ocurrió durante la dictadura de Augusto Pinochet. Su abuelo sufrió las consecuencias del gobierno autoritario. “Mi abuela quería irse para Venezuela, porque vio una oportunidad de surgir. Había bastantes chilenos en el país”.

La familia creció y, con ello, mejoraron sus condiciones económicas durante las décadas de los 80 y 90. “Mi papá extrañaba mucho a Chile, pero mi mamá no. Mi papá escuchaba a El Temucano, un cantante llamado Tito Fernández, y se le salían las lágrimas”, cuenta. En 1999, Christopher viajó con su padre a Santiago por unos meses. Él retorno a Caracas, pero su padre decidió quedarse en su país.

“No quería emigrar en ese momento”, dice. Pero 10 años después, recién egresado de administrador de la Universidad Central de Venezuela, consiguió una beca de estudios para España. Estuvo casi a punto de irse, aunque decidió no viajar porque se sentía muy arraigado a su familia.

La crisis provocó que la migración se convirtiera en su principal plan. “Fue golpe tras golpe, tras otro golpe. Y sobre todo a la clase media, que yo me consideraba de la clase media. Me sentía como una piñata, muy golpeado”, indica.

En 2017, Christopher decidió retornar a Chile. Y, volvía a sus antepasados y seguía también los pasos de su hermano menor, que se estableció unos años antes en Santiago. Luego regresó su madre y hasta su mascota, Dana; pero ya no estaba su abuela porque falleció en Caracas. “Uno aprende a desaprender. Te ‘deconstruyes’, lo que te parecía razonable y normal, aquí en Chile ya no lo es. Yo, por ejemplo, no siento miedo a un policía en Santiago; mientras que en Caracas sí”.

Él tiene la doble ciudadanía. Conserva su acento y costumbres venezolanas, aunque reforzó otras de la ciudad de acogida. Recuerda que al llegar a Chile estaba en un limbo, entre el duelo migratorio y la emoción de construir nuevos proyectos en la tierra de sus padres.

Para Cristopher volver a la tierra de sus antepasados, Chile, ha sido aprender a desaprender.

Sinfonía de la diáspora: un recital para honrar a su familia

El repertorio que tocó Lina en su primer solo de violín lo dedicó a su familia que dejó en Caracas. Lina Yamin se presentó como solista, por primera vez, en el pequeño escenario de la sala de conciertos de la Universidad de DePaul, en Estados Unidos, a finales de abril de 2018. Para entonces, su abuela paterna tenía ya casi tres meses de fallecida y Lina ya formaba parte de la diáspora venezolana.

Yamin se mudó por dos motivos fundamentales: perseguir su sueño de ser músico profesional y buscar mejores condiciones de vida, lejos de su país. No obstante, sabía que el sacrificio era separarse de su familia, su tierra. 

“Sentía que la falta de libertades era algo que daba claustrofobia. La vida giraba entorno a las necesidades básicas: a detener todo lo que se estaba haciendo porque llegó el agua; pasar el día haciendo colas para tener comida; a que tienes que cuidarte muchísimo en la calle para que no te asalten o te maten; a que por más que trabajabas el dinero no alcanzaba ni para lo necesario”, asevera.

Ella sabía lo que se jugaba cuando se montó en un avión en febrero de 2017 para iniciar una nueva vida lejos de la crisis política, económica y social de Venezuela. Convertirse en la mejor versión de sí misma implicaba correr el riesgo de no estar para su núcleo familiar en momentos cruciales. 

Y el peso de esa decisión la derrumbó como un potente terremoto cuando le avisaron que Welina Ndairo, su abuela, había muerto a principios de enero de 2018.

Afinando su futuro

Los primeros meses de su proceso migratorio se engañaba diciéndose a sí misma que se trataba de una gira más. Ella integró la Orquesta Sinfónica Juvenil de Caracas por más de 4 años como Violín I. Su formación la hizo desde pequeña en El Sistema, el reconocido programa de educación musical venezolano, fundado por el economista y músico José Antonio Abreu en 1975. 

“La música siempre fue parte de mi vida. Mis abuelas me cantaban; mi mamá tocaba guitarra y siempre estaba cantando. Un día mamá me preguntó si me gustaría tocar algún instrumento, y yo le dije que sí. Fue entonces cuando me llevó al núcleo de El Sistema de Orquestas en Montalbán. Allí empecé mis estudios musicales a los 6 años”, comparte.

Aunque de chica tenía la convicción de tocar la flauta traversa, el destino la obligó a que amara el violín, instrumento que terminó adoptando como parte de su identidad. Su talento la llevó a formarse directamente con el maestro Abreu, quien estaba presente en todos los ensayos y conciertos de la Orquesta Juvenil de Caracas. 

“Aprendí de mis compañeros, de maestros de violín como Edgar Aponte e Igor Lara, y directores como Dietrich Paredes, Gregory Carreño, Pablo Castellanos, Gustavo Dudamel, Christian Vásquez y muchos otros con quienes pude trabajar durante esos años”, menciona.

Con el Sistema de Orquesta Venezolano participó en 8 giras internacionales. Entre 2012 y 2016 tocó en los principales escenarios de España, Portugal, Milán, Nueva York, Japón, Salzburgo, Praga y Corea del Sur. 

También sabía que formar parte de El Sistema no era suficiente. Para ella, integrar esa reconocida escuela musical era solo la base para aprender.

“Decir que venimos de El Sistema no es beneficioso por sí solo, solo te abre puertas; pero cuando tienes que tocar tú solo es que se ve realmente lo que sabes hacer. El Sistema no toca por ti. Nos dio una base, sí, pero tenemos que mejorar muchísimas cosas para ganar audiciones de orquestas profesionales. Mi esposo y yo sabíamos que necesitábamos terminar de formarnos”, reflexiona.

Además de ser músico profesional, Lina Yamin es licenciada en Comunicación Social de la Universidad Católica Andrés Bello. Durante 6 años dividió su tiempo entre las partituras de violinista y las letras de la carrera humanista. 

Con esa base académica trazó el camino que seguiría para convertirse en un dígito más de la diáspora venezolana en el mundo, que se cuantifica actualmente en 5.202.270, según la Plataforma Regional de Coordinación para Refugiados y Migrantes de Venezuela de la Organización de Naciones Unidas.

Su plan consistía en que ella, y su esposo, intentarían ingresar en el programa de becas que otorga la Universidad DePaul, ubicada en Chicago, para el Master in Violin Performance

“Nuestro profesor de violín en Venezuela, Edgar Aponte, nos motivó y nos preparó con gran dedicación y esmero para presentar la audición, nuestro gran amigo Alberto Pomares, nos ayudó grabarla con equipos de alta calidad, tuvimos apoyo para presentar el TOEFL. Siempre estaremos agradecidos con todos aquellos que nos apoyaron de distintas maneras”, recuerda.

Músicos de la diáspora venezolana

Aunque no existen estudios que cuantifiquen la cantidad de músicos venezolanos de El Sistema que integren la diáspora venezolana, el equipo de Venezuela Migrante pudo constatar que la mayoría de los que han salido del país, buscando mejores condiciones de vida y oportunidades, lo hicieron entre 2015 y 2018. 

Lina Yamin y Nelson Mendoza, su esposo, migraron hacia Chicago en 2017 luego de conocer que habían obtenido, por mérito propio, una beca para el Master in Violin Performance de la Universidad DePaul, en Estados Unidos. 

El primer reto al que se enfrentaron como músicos migrantes fue conocer y adaptarse al país nuevo en el que se estaban estableciendo. Aunque ambos tenían una carrera profesional en Venezuela, el mercado laboral y el sistema educativo musical en EE.UU eran diferentes al de su país natal.

Lina Yamin con su esposo Nelson Mendoza en Estados Unidos

Luego de asimilar el estilo de vida en Chicago, se encontraron con una nueva realidad: el programa de estudios en DePaul exigía un nivel más elevado de sus habilidades. Además, el entorno en el campus es más competitivo de lo que estaban acostumbrados en el Sistema de Orquesta Venezolano.

“Aquí para las audiciones de orquesta se presenta mucha más gente, y de todas partes del mundo, por lo tanto es sumamente competitivo. Pero esa no es la única opción en el campo laboral, puedes decidir ser músico solista que es más competitivo. Puedes dar clases, tener un cuarteto, o lo que muchos hacen: una combinación de todas las anteriores, explica Lina.

Una de las rutinas que le dejó El Sistema a Lina fue la costumbre de practicar todos los días alrededor de 4 horas con el instrumento y 2 horas sin su instrumento. Diariamente, la violinista venezolana destina 6 horas, como mínimo, a afinar su talento musical. 

“Todo el repertorio orquestal que aprendí y las formas de trabajarlo y ensamblarlo en la orquesta. Las cosas que funcionan musical y técnicamente en el ámbito orquestal. Esto es invaluable y me ha servido muchísimo cuando he tocado en orquestas y ensambles de cámara aquí”, reconoce.

La vida nueva de Lina Yamin como músico migrante en Estado Unidos la ha construido ladrillo por ladrillo. Una de las satisfacciones que han recogido con su esfuerzo es la oportunidad de poder alquilar violines de mejor calidad gracias a la oportunidad que les está brindando una fundación de ese país.

“Tuvimos algunas reuniones, tocamos, conversamos y mi esposo y yo fuimos los primeros en recibir un violín de esta fundación. Esto ha significado muchísimo para nosotros y el día en que esto se concretó sólo podíamos sentirnos profundamente agradecidos y felices”, confiesa. 

Actualmente, Lina conjuga sus estudios con dos trabajos: da clases de violín en la Escuela de Arte Musical de Chicago y forma parte del equipo de marketing de la Escuela de Música de DePaul. Adicionalmente, es miembro de la Orquesta Sinfónica de la Universidad DePaul y toca en un cuarteto de cuerdas.

Un solo de violín para su familia

Pese a toda esa experiencia que Lina Yamin ganó dentro de El Sistema de Orquesta de Venezuela, como adolescente o adulta nunca había tenido la oportunidad de interpretar un recital como solista de violín.

El programa de estudios del Master in Violin Performance exige a sus estudiantes a presentar un solo con su instrumento, anualmente. Cuando la profesora Janet Sung les comunicó esta exigencia, Lina confiesa que entró en pánico. Pero se calmó recordándose que ese era el motivo por el que había emigrado: para retarse a mejorar su talento.

“Empecé a prepararme para el recital. El primer trimestre de ese año fue técnico. Tuvimos que centrarnos en los aspecto técnicos, el siguiente trimestre empezó la preparación del recital”, comenta.

Janet Sung ayudó a Lina a escoger las piezas que tocaría por primera vez sola. Escogieron tres. El recital comenzaría con la Sonata n.º 8 de Ludwig van Beethoven, avanzaría al concierto de violín n° 4 de Wolfgang Amadeus Mozart y cerraría con el nocturno n° 2 de Frédéric Chopin.

Lina Yamin junto a su profesora Janet Sung

Desde entonces dedicó todo su tiempo a practicar las partituras de estas piezas musicales. Inclusive incluyó a su familia en los ensayos. Como una práctica diaria, grababa lo que practicaba y le enviaba el audio a su abuela, Welina Ndairo, para que escuchara en la distancia cómo su nieta se preparaba para su primera vez como solista adulta, y migrante.

Pero su abuela murió y eso quebró sus emociones. 

“Fue algo que me pegó muchísimo. Pensé que no podía tocar. Ella muere y fue un choque. El sacrificio más grande de ser migrante es dejar a tu familia y me tocó no poder despedirme de mi abuela. Pero entendí que mi motivación para seguir tocando son ellos, que la forma que tengo para honrar a mi abuela y a mi familia es hacer lo mejor que puedo. Y eso es tocar el violín”, afirma.

Nerviosa y parada frente a un reducido público que esperaba escucharla y ver su presentación con el violín, la mente de Lina estaba concentrada en ofrecer un emotivo concierto para su abuela. 

Sus sentimientos se mimetizaron con las tonadas que salían de su violín.

Cada movimiento que hacía con el arco de su violín liberaba las emociones que  contenía en su corazón. El sonido que inundaba el ambiente del DePaul Recital Hall tenía virutas invisibles de la felicidad que embargaba a Lina por lograr su primer solo como violinista, tras 1 año y 2 meses de haber migrado. Esa alegría se transmitía en la misma sintonía donde estaba la tristeza de no haberse podido despedir de Welina, su abuela. 

Pero a pesar de la potencia de la contradicción de sus emociones, Lina terminó completamente con su recital. En el aplauso de su público, la sonrisa de su esposo y el latido desenfrenado de su corazón vio materializado todo el esfuerzo por el que trabajó desde que abandonó su país. 

“Cuando estaba tocando por un segundo me acordé de todo lo que pasamos los meses antes de venir y de todos los sacrificios que hicimos. Esto era una meta súper grande. No sabíamos si teníamos el nivel para hacer un máster. Te haces muchísimas preguntas y de repente te ves tocando. Después de echarle un camión de bolas, tienes tu primer recital”, asevera sonriente la caraqueña.

El Sistema de Orquesta Venezolano le enseñó a Lina Yamin a soñar en grande, a ser disciplinada, y a luchar sin tregua para cumplir con sus metas. Detrás de cada presentación a la que asistió, invirtió mucho tiempo de preparación. Hoy en día aplica la mejor lección que le dio el Maestro Abreu cuando siente que flaquean sus convicciones: “Mis queridos: para el descanso, el descanso eterno”.

La familia de Lina Yamin es migrante, como lo es ella ahora que forma parte de la diáspora venezolana. Sus abuelos maternos son oriundos de España y Portugal, mientras que los paternos son del Líbano. 

Ella confiesa que sus abuelas amaban a Venezuela porque era el país que les había dado todo. Además, cada vez que la veían con su violín le pedían que interpretara la melodía de la canción Venezuela, compuesta por los españoles Pablo Herrero Ibarz y José Luis Armenteros Sánchez. 

Llevo tu luz y tu aroma en mi piel, 

y el cuatro en el corazón, 

Llevo en mi sangre la espuma del mar 

y tu horizonte en mis ojos.

Esta canción para mi significa todo lo que dejé, lo que extraño y todo lo que llevo conmigo. Me recuerda de dónde vengo y a donde quiero ir. Solo cuando sales del país y vives lo que vives entiendes lo que realmente significa su letra totalmente, lo vives y lo sientes. Y también sabes que esa luz y ese aroma es de una Venezuela que ya no existe”, reflexiona.

Fotografía de Lina Yamin tomada por Alberto Pomares

El retorno de los venezolanos: más que irse y volver

La pandemia sigue constriñendo la vida de muchos migrantes venezolanos en toda Suramérica, por eso el retorno a la patria se ha convertido en una alternativa que forzosamente han tomado ya casi 90.000 de ellos, según datos de Migración Colombia. 

Winston era un migrante pendular de la zona fronteriza colombo venezolana. O sea, Wiston cruzaba la frontera por trabajo y tras la jornada, la cruzaba de vuelta a casa. Antes de la pandemia residía en Rubio, estado Táchira, y vendía tarjetas sim para celulares en Cúcuta.

Se quedó represado del lado venezolano cuando se decretó la cuarentena. Durante los primeros 70 días, agotó sus recursos económicos y tomó la decisión de cruzar a Colombia pasando por trochas.

Llegó a vender panes en Cúcuta, lograba recaudar como ganancia hasta 10 mil pesos diarios. Se conformaba con usar tres mil para almorzar, otro poco para costear la colchoneta donde dormía por las noches y lo demás lo guardaba para poder mandarle a su familia en Venezuela. 

Pero no, el trabajo no alcanzó ni le generó los ingresos suficientes. Debió retornar.  

Asegura que él sería capaz de volver a Venezuela por trocha, pero teme hacerlo porque al llegar sería “mal visto”. Así que necesita la prueba que lo acredita libre del coronavirus, la que le darían en uno de los PASI ubicados en la frontera. Está arrepentido de haber migrado a Colombia. “Me engañé a mí mismo. Me dejé llevar por las experiencias de personas que decían que en Colombia te puedes ganar 30 mil pesos en un día. O que te puedes comprar un par de zapatos de una vez, y es cierto. Compré zapatos, compré colonia, envié dinero a Venezuela para arreglar una parte de mi casa; pero me perdí de mi familia durante tres años”.

Una parada, un nuevo comienzo

Yeison había decido retornar a Venezuela. Partió a pie desde Ecuador con su novia, Mari. Los dos aseguraban que solo soñaban con llegar a su casa en Miranda, pero una tía que vive cerca de la frontera les pidió que la visitaran. Quedaba en el camino, así que la complacieron. Resultó que se quedaron. Consiguieron trabajo, él en un autolavado y ella vendiendo café, también consiguieron un lugar para vivir.

“Aquí en Cúcuta sí vi la posibilidad de un trabajo estable porque en Ecuador yo no estaba trabajando, pasaba mucho tiempo sin generar ingresos”, expresa Yeison esperanzado. “Mi mamá me dice que me espere, porque las cosas en Venezuela no están fáciles”, completa el joven.

Ya ha pasado casi un mes desde que llegó, y aunque admite las dificultades económicas en medio de la pandemia, está dispuesto a seguir luchando junto a Mari. Una parada durante el retorno que los hizo cambiar de parecer.

Migrantes con intención de retornar a Venezuela descansan a la intemperie. Foto tomada por Mario López

Las consecuencias de un retorno por los caminos verdes

Yohander estaba desesperado por llegar a Venezuela. Decidió aventurarse a pasar por una trocha de Puerto Santander que lo llevó hasta el poblado de Boca de Grita del lado venezolano, allí fue interceptado por efectivos de la policía. 

Al ser requisado, los funcionarios no perdieron oportunidad de revisar su teléfono celular y se percataron de que el joven venía desde Medellín, Colombia, por lo cual fue retenido durante tres días en el lugar junto a cinco personas más.  

“Me mandaron a San Antonio del Táchira, ya aquí me hicieron exámenes y todo, y ya estoy cumpliendo cuarentena. Aprendí, estas son experiencias que a uno lo enseñan”.

Yohander atravesó días difíciles mientras cumplía la cuarentena obligatoria al llegar a Venezuela, pero ya está junto a su familia, en Cabimas, estado Zulia. No sale de su doloroso asombro por la situación en la que encontró a su país. “Todo está dolarizado, todo está acabado, no hay trabajo, y sí mucha pobreza. La vida que se vive aquí no se la deseo ni a mi peor enemigo”. 

Un retorno pendular desde antes de la pandemia

Mucho antes de que se hablara de este coronavirus, varios administradores de los refugios de la Red Humanitaria, que suelen albergar a los migrantes venezolanos de paso en la vía que va desde Bucaramanga hacia Cúcuta, habían estado atendiendo numerosos casos de retorno. 

Destaca la referencia a viajes cíclicos. Es decir, iban y venían, desde Venezuela hacia Colombia y viceversa, de manera recurrente. Se trata de lo que los investigadores acuerdan en denominar reflujo migratorio.   

Adriana Parra, de la fundación Entre dos tierras ubicada en Bucaramanga, dice que “al salir, se hacen una promesa: regresar en corto tiempo, en cuanto la pandemia se los permita”.  

Katerine Bastidas, encargada del Refugio Chirimoya en Pamplona, calcula que aproximadamente desde el mes de febrero se veía mucho el fenómeno del retorno de migrantes venezolanos hacia su país. 

Aunque el establecimiento está suspendido por medidas preventivas contra el Covid-19, Bastidas explica cómo llaman a la puerta para tratar de obtener ayuda. “Tocan la puerta para pedir agua, y uno les da, más cualquier cosita que uno pueda. Algunos dicen que vienen bajando desde Bogotá. Dicen que se fueron porque no tienen para pagar el arriendo, que por eso prefieren irse a su país otra vez. Hay otros que sí andan todos los días subiendo y bajando, como si se les hubiese vuelto una costumbre ir y volver”. 

Los caminantes aprovechan cualquier techo para retomar fuerzas. Foto tomada por Mario López.

Por su parte, Douglas Cabeza, del refugio ubicado en la entrada de la ciudad de Pamplona, comenta que la movilidad se incrementó desde hace poco más de un mes. “Algunos cruzaron, fueron hasta su casa en Venezuela; vieron la situación económica, todo demasiado difícil; vieron que no había forma, y empezaron a regresar a Colombia”. Cabeza contabiliza que hay migrantes que han hecho el viaje hasta cinco veces.

Ya sobre la carretera que va hacia Cúcuta, en el albergue de paso Fundar 1, Junior Méndez, coordinador del recinto, avisa que “todavía están pasando muchos migrantes. Pero la gente está retornando otra vez desde Cúcuta. Por ejemplo, el 22 de julio contabilizamos 270 personas”. 

Calcula Méndez que desde finales de 2017 empezó a ver “gente yendo y gente viniendo”. Coincide con Cabeza en que las posibilidades producir dinero de manera sostenible determinaban ese tipo de movilidad, pero insisten en que nunca habían visto tantos retornados como en medio de esta pandemia. 

En este punto, cabe la advertencia del secretario de Fronteras, Victor Bautista, quien apunta que la zona es un corredor migratorio. “Como corredor migratorio este sitio tiene memoria. Cuando alguien se devuelve, se recupera el recuerdo: por los caminos que vino, por ellos se devuelve”.

Pensar la migración venezolana

El retorno se sabe forzado al constatar la imposibilidad de sobrevivencia económica de los migrantes venezolanos en países como Colombia. Allí las medidas de auxilio del Estado colombiano han resultado insuficientes hasta para su propia población vulnerable, tal como opina el internacionalista Ronal Rodríguez, investigador del Observatorio de Venezuela de la Universidad del Rosario de Colombia. 

“Según los datos que tengo, se entregaron aproximadamente 50.000 ingresos solidarios a venezolanos. Con este monto de dinero se busca atender a personas que no están en ninguno de los programas de asistencia del Estado colombiano y que por lo tanto habían quedado desprotegidos en esta pandemia, particularmente aquellos que dependen de la dinámica de los mercados informales. Y se entregaron 200.000 mercados en 47 municipios”. 

Sobre esta dimensión del retorno de los migrantes venezolanos a su país, dice que si bien la frontera compartida entre el departamento colombiano de Norte de Santander y el venezolano estado Táchira estaba acostumbrada a altos flujos de migración pendular, este regreso resulta más preocupante. 

Rodríguez avizora que “muchos de ellos van a regresar, pero no solos, sino con sus núcleos familiares o con amigos, o por lo menos van a tratar de regresar con un hermano o con un amigo, que les permita conseguir más recursos. Esto, a pesar de las dificultades de la estructura económica de Colombia, que al final es muchísimo más robusta que la de Venezuela”.

El investigador colombiano reflexiona en una respuesta a la pregunta: ¿cómo evitar que la situación colapse en la zona de frontera

¿Una de las soluciones? Que tanto las autoridades colombianas como las venezolanas, en algún momento determinado, generen algún espacio para poder coordinar esta dinámica y dar respuesta a la población. “Lo que ocurre en la frontera podría convertirse, tal vez, en una situación de atención humanitaria más compleja, como lo reflejó la encuesta Encovi en materia de salud pública. Podría ser devastador”.

Rodríguez explica que ese reflujo es parte de la naturaleza de esta situación. De eso se trata la movilidad humana, que ha sido particularmente agudizada por la pandemia. Conduce a los migrantes a tomar decisiones creyendo que la situación está mejor en Venezuela. ¿Qué pasa cuando llegan allá? Se dan cuenta de que no es así y empiezan a regresar”.

A pesar de las fronteras cerradas, los migrantes se ven forzados a avanzar hasta por trochas. Foto tomada por Mario López.

Una mirada desde lo humano de los derechos para los migrantes

Desde el Centro de Derechos Humanos de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), de Venezuela, su director, el abogado Eduardo Trujillo Ariza, pronostica el crecimiento del fenómeno migratorio venezolano, una vez empiece a menguar la crisis sanitaria de la pandemia.

En cuanto a los venezolanos que se habían ido y están regresando por las consecuencias económicas del Covid-19 a su tierra, resalta que es un retorno forzoso. Asimismo, manifiesta su desacuerdo con las restricciones impuestas en las fronteras para el ingreso de los connacionales.

“Estamos claros en que debe haber un control sanitario en unas condiciones de dignidad, pero que se impongan restricciones para el ingreso al propio país, eso me parece inconcebible. Esperemos que todos aquellos que tienen la necesidad de volver, vuelvan; y puedan permanecer en sitios dignos para realizar la cuarentena hasta que lleguen a sus hogares”.

Los riesgos de revictimización en esta población retornada cobran una necesaria alerta, porque “están siendo señalados por las autoridades como individuos que han cometido una acción indebida al haber querido dejar el país en algún momento determinado, ahora cuando muchos de ellos vuelven de brazos caídos”.

Nuevas narrativas para contar la migración: atreverse a romper el molde

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Eileen Truax, Lucila Rodríguez-Alarcón y José Bautista se unieron en una conversación sobre las coberturas relacionadas con migración y cómo contar historias desde el paradigma de las nuevas narrativas.

La segunda tertulia del curso virtual de cobertura periodística enfocada en las migraciones desde Venezuela hacia cinco países de la región, se llevó a cabo la noche del viernes 24 de julio. La conversación fue moderada por Truax, destacada periodista especializada en temas migratorios y en política.

Durante la tertulia también se explicaron las experiencias de los tres periodistas sobre coberturas migratorias. También se dieron consejos y ejemplos sobre cómo evitar victimizar o romantizar las historias de personas que, por su condición, se encuentran en una posición vulnerable.

Las nuevas narrativas y romper el molde

Lucila Rodríguez-Alarcón, periodista y Directora General de Fundación porCausa, inició su participación explicando la importancia de cambiar la narrativa impuesta sobre las historias relacionadas con migración. Sin embargo, la experimentada periodista también resaltó que “no existe una única vía para cambiar la narrativa”. Lucila Rodríguez-Alarcón explicó que el nacimiento del paradigma de las nuevas narrativas llega para responder a un discurso de odio “que domina el espacio público” y que se ha impuesto en medios tradicionales.

La Directora General de Fundación porCausa recordó que desde 2001 se buscó imponer un discurso sobre seguridad global afianzado en el miedo. Todo esto debido al ataque a las Torres Gemelas el 11 de septiembre en Nueva York.

Lucila explicó que el tipo de trabajo que hace se enmarca en el “periodismo social”. Este busca de informar en los espacios donde hay vulnerabilidad y que por ello es importante cuidar a las personas que protagonizan las historias.

Mientras tanto, José Bautista, periodista especializado en migración y economía sugirió buscar en otros espacios para poder contar más y mejores historias relacionadas con la migración. Bautista explicó la importancia de contar desde otros puntos de vista y sugirió que la cultura puede ser una buena forma de relatar una historia.

El también encargado de la investigación de redes de corrupción en torno a las fronteras de fundación porCausa, agregó que “hay que ser muy creativos”. Además invitó a las personas a indagar para poder contar más y mejores historias.

Retos a la hora de contar la migración

José Bautista llamó la atención sobre el cuidado que hay que tener al contar historias de personas que se encuentren en situación de vulnerabilidad. “Cuando una persona te abre su corazón y te narra un momento traumático hay que tratarla casi como si fuera un recién nacido”, reflexionó Bautista. También resaltó la importancia de la empatía al momento de hablar con los protagonistas.

“Si yo escribo algo también puedo poner en riesgo a la persona que estamos entrevistando”, enfatizó el periodista.
Por su parte, Lucila Rodríguez-Alarcón explicó algunos hallazgos que ha hecho durante su carrera. La Directora General de porCausa contó que se dio cuenta de la existencia de “mucho espacio entre las audiencias” y las historias que estaba contando. “Ese espacio es lo que hace que no se consuma lo que queremos contar”, afirmó Rodríguez-Alarcón.

La periodista ofreció un ejemplo de cómo intentaron llegar a esas audiencias. “En España hablamos tanto de las fronteras y especialmente de la frontera sur”, explicó Lucila, quien habló sobre la realización de un perfil de población migrante en condiciones irregulares en España. El trabajó arrojó que la mayoría de esta población es latinoamericana y no subsahariana, como podría creer la audiencia en el país ibérico.

Lucila también recordó que contar historias sobre migración y situaciones vulnerables genera un impacto en el periodista. Por ello es importante apoyarse en organizaciones y redes de apoyo.

Eileen Truax estuvo de acuerdo con esta afirmación y recordó que en los tiempos en los que existían las grandes salas de redacción, los periodistas podían hacer una especie de “terapia de grupo” al contar lo reporteado a sus colegas y así procesar de mejor manera la experiencia vivida. Truax manifestó que “hay que confiar en otros” y confesó ser partidaria de las asociaciones de periodistas. “El periodismo se tiene que hacer a muchas voces”, resaltó Truax.

Recomendaciones para contar historias

Tanto Rodríguez-Alarcón, como Bautista y Truax estuvieron de acuerdo que la descripción es una herramienta fundamental para contar adecuadamente una historia. Especialmente cuando se hable de temas vulnerables y no se quiera victimizar a los protagonistas ni romantizar sus penurias.

Eileen Truax recordó la importancia de no usar adjetivos ni juicios de valor al contar estas historias. Truax invitó a confiar en una descripción fiel a la realidad para que, a posteriori, el lector juzgue los hechos.
Bautista y Rodriguez-Alarcón también manifestaron que el dato es importante, pero no es completamente fiable y, en ocasiones, puede aburrir al lector.

“Los datos generan conocimiento y son importantísimos, pero son referenciales”, resaltó Lucila Rodríguez-Alarcón. La periodista aseguró que lo que buscan con las nuevas narrativas es “emocionar al lector”. Además, alertó sobre la fiabilidad del dato. “El dato no es sinónimo de fiabilidad (…) el conocimiento del origen del dato es sinónimo de calidad periodística”, explicó.

Tanto Bautista como Rodríguez-Alarcón se manifestaron a favor de introducir las ilustraciones como recurso visual en las historias. “La ilustración hace que un trabajo periodístico destaque mucho. Es como meter a una persona vestida de rojo en un mar de personas vestidas de negro”, contó José Bautista.

Eileen Truax finalizó la tertulia con una invitación al Congreso Internacional de Periodismo de Migraciones. El congreso se celebrará del 19 al 22 de octubre de este año.

Esta tertulia es parte del curso virtual de cobertura periodística enfocada en las migraciones desde Venezuela hacia cinco países de la región, una iniciativa del proyecto Puentes de Comunicación, alianza entre la DW Akademie y Efecto Cocuyo.

Un retorno de 35 días, tres fronteras y un destino: su hogar en Venezuela

Orangel José Romero tiene 40 años y es padre de cinco hijos. Durante dos años fue residente en Lima, hasta que tomó la decisión de retornar a Venezuela. Para lograrlo viajó por 35 días: atravesó tres fronteras, durmió en la calle, pasó frío, calor y hambre, pero nunca le faltó una mano amiga, como él mismo cuenta.

Romero está agradecido y se reconoce como un hombre de fe. «Dios me puso ángeles para ayudarme y cruzar tres países duramente golpeados por el coronavirus». Su travesía comenzó el 25 de mayo cuando salió de Lima junto a 19 personas que se fueron dividiendo en pequeños grupos.

“Vivía en el distrito de San Luis y llevaba dos años en Perú. Me fui a ese país porque en el mío ya no tenía empleo y no podía mantener a mis cinco hijos. Estábamos pasando necesidades alimentarias”, recuerda Romero.

Un retorno difícil pero lleno de agradecimiento

A pesar de lo difícil de la experiencia, Romero prefiere resaltar lo positivo del trayecto. Recuerda uno a uno los nombres de cada persona que le brindó su apoyo de manera desinteresada.

A la “casera”, como se le conoce a la persona que arrienda un inmueble en Perú, dice que la recordará como uno de sus mayores apoyos durante los primeros días de la cuarentena.

“La vida se nos complicó para obtener los alimentos. Pasamos días comiendo muy poco, pero nuestra casera nos apoyó con abarrotes y no nos cobró alquiler. Gracias a la familia Ore, en especial a la señora Blanca”, rememora desde su hogar en el estado Sucre.

Salir de Perú le tomó 10 días, pero en el camino hizo la primera parada en un refugio. Allí, como muchos migrantes que retornan, recibió el cobijo de Estrella y Gari. Luego pernoctó en otro refugio ubicado en Chanca, ahí pudo comer y dormir.

Al pasar por Barrancas recibió la ayuda de Carlos Romero, coordinador del Consejo de Residentes de la representación diplomática de Guaidó. De igual modo, a pocos kilómetros de Ecuador unos militares le ayudaron a conseguir una cola para que pudieran culminar la primera parte de su recorrido.

Por otra parte, de los ecuatorianos siempre tendrá presente la disposición que mostraron para ayudarlos con alimentos y dinero. Tardaron 11 días para atravesar ese país. En Colombia, como describe, el panorama fue diferente. No había casi colas para cortar camino. Así, la mayoría del periplo, que se prolongó por 14, días fue mayoritariamente a pie.

Las tres fronteras y la cuarentena

Perú-Ecuador: la recuerda como la más peligrosa. “A pesar de que el recorrido fue de poco más de una hora, tuvimos que pasar por un caño de aguas negras y, además, pagarle al dueño de una hacienda para que nos dejara pasar”.

EcuadorColombia: Romero la describe como la más cansona, pues estaba llena subidas y bajadas. Allí también les tocó “pagar peaje”, pero a diferencia de la experiencia que han tenido otros caminantes, no se consiguieron con grupos armados.

Colombia-Venezuela: para el momento que cruzó finalmente al país destino, el gobernante Nicolás Maduro aún no se había referido a los caminantes como “trocheros”. Cruzó por el Puente Internacional Simón Bolívar, le hicieron una prueba de descarte del Covid-19. Luego fue puesto en cuarentena en un refugio habilitado por el gobierno, pero prefirió no comentar nada al respecto.

En un último mensaje para los que, como él, buscaron retornar a casa en medio de la pandemia caminando, les pide que nunca pierdan la confianza: “A nuestra gente, les digo que no dejen de orar en el camino. Que Dios y la virgen me los cuide y me los proteja”.

Preparan una campaña de vacunación para venezolanos en Argentina

Organismos internacionales recaban información sobre las personas migrantes y refugiadas venezolanas con el fin de organizar una campaña de vacunación en Argentina. Por este motivo hicieron un llamado a quienes forman parte de los grupos de riesgo COVID-19 en el Área Metropolitana de Buenos Aires para completar una encuesta. 

Si resides en el Área Metropolitana de Buenos Aires y formas parte de la población migrante puedes completarla hasta el 28 de julio en este enalce: https://enketo.unhcr.org/x/RcgcA34I 

Esta iniciativa de la Oficina Regional del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) y la Organización Panamericana de la Salud/Organización Mundial de la Salud (OPS/OMS) tiene como objetivo relevar las necesidades de vacunación antigripal y contra el sarampión de las personas venezolanas en Argentina. 

Esta campaña se enmarca en la Ley sobre control de enfermedades prevenibles por vacunación (N° 27.491) de Argentina que habla sobre la vacunación como una medida fundamental para evitar enfermedades potencialmente graves para la salud. Tanto la vacuna contra el sarampión, como la antigripal forman parte del Calendario Nacional de Vacunación en la República Argentina. 

Con la información que recauden los organismos se podrá armar una campaña basada en las necesidades de la población migrante. Quienes llenen la encuesta podrán ser contactados por dichos organismos para proceder a la vacunación. Según resaltan los organismos, sus datos serán tratados de manera confidencial acorde a la Ley de Protección de los Datos Personales (Ley N° 25.326).