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¿Cómo renovar el PEP-RAMV en Colombia?

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Al menos 281.000 venezolanos en Colombia tienen la oportunidad de renovar el Permiso Especial de Permanencia del Registro Administrativo de Migrantes Venezolanos (PEP-RAMV). El proceso inició el pasado 6 de julio y se extenderá hasta el 14 de agosto. El tramite está destinado a los venezolanos cuyos permisos fueron expedidos en 2018 y estén próximos a expirar. Las personas que deseen renovar el PEP-RAMV pueden hacerlo de forma gratuita a través de la página oficial de Migración Colombia.

El director de Migración Colombia, Juan Francisco Espinosa, aseguró que esta medida busca evitar que los venezolanos que están en Colombia desde hace dos años de manera regular, pierdan este estatus. También se dio a conocer que si un ciudadano venezolano expidió su PEP-RAMV entre el 2 y el 7 de agosto de 2018, está habilitado para solicitar la renovación desde el pasado 6 de julio y hasta un día antes de la fecha de vencimiento de su permiso.

Mientras tanto, si el documento fue expedido entre el 26 y 28 de agosto de 2018, entonces los venezolanos podrán hacer la renovación a partir del 15 de julio de este año.

Antes de explicar los pasos para la renovación de este permiso, es necesario recordar que el PEP-RAMV nació en 2018 cuando autoridades colombianas establecieron un censo de venezolanos en el país. Los ciudadanos venezolanos que se censaron en ese momento recibieron un PEP y fueron incluidos en el Registro Administrativo de Migrantes Venezolanos (RAMV). Previo a este permiso, ya existía el PEP desde 2017, el mismo era para ciudadanos venezolanos que ingresaron a Colombia con un sello en sus pasaportes.

Renovar el PEP-RAMV en 5 claves:

1. ¿Quiénes pueden renovar el PEP-RAMV?

Venezolanos que estén en Colombia y que cumplan con los requisitos estipulados para la renovación del PEP-RAMV: El documento a renovar debe estar vigente y sólo pueden renovar las personas que hayan sido censados en el Registro Administrativo de Migrantes Venezolano (RAMV) realizado en 2018.

2. ¿Por cuánto tiempo será renovado este PEP-RAMV?

En este caso, el PEP-RAMV será renovado por dos años. Aunque la persona realice la renovación antes de la fecha de vencimiento de su actual permiso, la nueva cuenta de los dos años iniciará a partir de la fecha de vencimiento del PEP-RAMV anterior.

3. ¿Pueden trabajar en Colombia las personas que tengan el PEP-RAMV?

Sí. El Gobierno Nacional colombiano autoriza a las personas que cuenten con PEP están a trabajar, estudiar y abrir cuentas bancarias.
Es importante que los venezolanos que deseen renovar el PEP-RAMV lo hagan antes de la fecha del vencimiento del mismo, de lo contrario, no podrán realizar la renovación del documento y, por ende, entrarían en situación irregular en la nación.

4. Si una persona ingresó de forma irregular a Colombia y no pudo solicitar el PEP-RAMV en 2018 no puede solicitarlo en este momento. Sin embargo, puede recurrir al PEP-FF. Para esto, la persona debe contar con una oferta de trabajo y el posible empleador debe realizar la solicitud de este permiso a través del portal web del Ministerio del Trabajo.

5. La renovación del PEP-RAMV es totalmente gratis y se realiza por la siguiente página: https://www.migracioncolombia.gov.co/

«Nosotros comemos porque nos dona la gente», venezolanos varados en aeropuerto de Madrid

Llegaron como turistas, pero se quedaron varados. Esa es la historia de cientos de venezolanos que llegaron a España entre finales de 2019 y el primer trimestre de 2020, en un viaje pensado para visitar familiares, resolver trámites o simplemente conocer el país, y que ahora no pueden regresar a Venezuela por las consecuencias del COVID-19.

Al menos una veintena pernocta en la T4 del aeropuerto Adolfo Suárez de Madrid-Barajas desde la tarde del 1 de julio en espera de alguna solución. A pesar de tener pasajes aéreos para retornar, algunos con Iberia y otros con Plus Ultra, continúan a la deriva y sin conocer una posible fecha de regreso.

A Fanny Hidalgo, de 69 años y con algunos problemas de salud, se le encuentra acomodándose como puede entre bolsos, colchones y algunos bancos. Junto a su hija, Bella Durán, llegó a España procedente de El Amparo, en el estado Apure, el pasado 20 de febrero para un reencuentro familiar con otra de sus hijas, quien vive en Estados Unidos. Su estadía en el país ibérico sería por 26 días, con fecha de retorno el 16 de marzo.

Durante ese tiempo han estado acogidas entre Barcelona y Alcalá de Henares, en casas de amigos que les brindaron alojamiento. «En Barcelona duré 58 días, pero el 14 de mayo nos dijeron que no podían tenernos más», contó a Efecto Cocuyo. Luego pudieron trasladarse a Madrid, «pero resulta que hace ocho días le pidieron el apartamento (a su conocido)».

La señora Hidalgo sufre una larga lista de dolencias: problemas de tensión y riñones; dolor de cabeza y migrañas; un esguince en su pie izquierdo y una miastenia ocular que le dificulta abrir sus párpados izquierdos. Como originalmente sería un viaje puntual, solo trajo su tratamiento para un mes. Ahora, con la situación sobrevenida, ya no lo tiene.

«Le pedimos al embajador (Mario Isea) que, por favor, se apersone y que nos ayude para que nos repatríen. Porque ya nosotros no queremos refugio; lo que queremos es volver a Venezuela porque tenemos cuatro meses aquí. Todos tenemos pasajes de retorno. Nosotros comemos porque nos dona la gente y los que están aquí (en el aeropuerto) es porque no tienen en dónde vivir», espetó.

Para este miércoles, 8 de julio, se cumplió la octava noche que el grupo de venezolanos pasa entre las puertas de entrada de la terminal aeroportuaria. Algunos de ellos, incluso, con niños.

Es el caso de Neiza Salazar y su hijo de cinco años, que llegaron a España el 4 de diciembre para una visita turística. Su boleto de regreso estaba pautado para el 17 de marzo, pero se ha pospuesto en numerosas ocasiones. Ahora, la fecha más próxima que le ofrecieron, es agosto.

Solo tres días antes del que sería su viaje de vuelta, el Gobierno de Pedro Sánchez decretó el estado de alarma en España, quedaron interrumpidos los vuelos y, ya en Venezuela, el gobernante Nicolás Maduro había ordenado el cierre del espacio aéreo del país.

Al comienzo, Neiza y su hijo estuvieron alquilados en un piso en Madrid; después, con la llegada de la cuarentena, sin trabajo y sin documentación, los desalojaron. «Estoy en situación de calle con mi niño», dice angustiada. «Toda mi vida está en Venezuela. Mi madre está enferma y tiene que ser intervenida. Tengo que estar con ella porque en este momento me necesita», agregó.

Sin respuesta de las autoridades venezolanas

En total, son al menos 705 venezolanos los que se han reportado como varados en España desde el inicio de la pandemia. Eso, según una lista administrada por Luciano, uno de los representantes de los varados, y la cual ha sido presentada ante la embajada y el consulado de Venezuela. Sin embargo, hasta la fecha no han recibido respuesta de ninguna autoridad sobre la posibilidad de retornar.

«Luego de la flexibilización (de la cuarentena), en vista de que no obtuvimos respuesta sobre los vuelos humanitarios, ni vuelos especiales para regresar con nuestros boletos, ni tampoco vuelos charter pagos nuevamente para aquellos que contaban con una capacidad económica para costearlo, empezamos a hacer visitas en el consulado y en la embajada; tampoco obtuvimos respuestas», explicó Luciano. Detalló, además, que ni siquiera fueron atendidos por el personal diplomático y «hasta llamaron a la policía» para dispersarlos. Al final, los funcionarios de seguridad le permitieron seguir reclamando.

En esas listas, entregadas vía correo electrónico a las autoridades venezolanas, se recaudaron los datos, cédulas, pasaportes, y una explicación de la situación socioeconómica, así como el anexo del pasaje aéreo, de cada uno de los venezolanos varados. También precisó que intentaron contactar con la embajada del presidente (e), Juan Guaidó, pero tampoco obtuvieron respuesta.

Todos ellos se han organizado en grupos de Whatsapp para presionar por respuestas y coordinar medidas de presión. Luciano comenta que de los 705 venezolanos varados, 566 cuentan con un pasaje de regreso. De ellos, 222 estarían dispuestos a pagar un vuelo charter. No obstante, aunque no todos tienen las mismas dificultades, sí coinciden en que su estadía en España sería por poco tiempo.

Desde marzo hasta la actualidad, la embajada de España en Caracas ha organizado cuatro vuelos de repatriación para ciudadanos españoles, venezolanos y funcionarios. Han sido viajes de la aerolínea Plus Ultra que, incluso estando en Madrid, no ha podido regresar a los venezolanos varados por falta de autorización gubernamental.

En ese tiempo, dice Luciano, algunos han ido a albergues, unos se mantienen con familiares y otros pernoctan en el aeropuerto.

Migración Colombia espera regreso de venezolanos tras la pandemia

El director de Migración Colombia, Juan Francisco Espinosa, aseguró que los venezolanos que han salido de Colombia durante la pandemia de la COVID-19 muy probablemente regresarán y para esto, el ente migratorio se prepara con tecnología biométrica para identificar a los venezolanos que lleguen al país.
Espinosa ofreció una entrevista al diario El Tiempo, la misma fue publicada el lunes 6 de julio y, en ella, el director de Migración Colombia dijo que, aproximadamente, son 80.000 los venezolanos que se han ido de Colombia desde el inicio de la pandemia.

Identificación biométrica para venezolanos que regresen a Colombia

En la entrevista publicada por el diario El Tiempo, Espinosa declaró que Migración Colombia inició el proceso de contratación de un mecanismo de identificación biométrica de la población venezolana. “Esto es un hito trascendental en la migración, no solo en Colombia sino en Latinoamérica. Y se va a traducir en mayor seguridad para el migrante”, resaltó Espinosa.


Pero, ¿cómo funcionará este mecanismo?


“Todo parte de descargar una aplicación del celular por parte del ciudadano venezolano. En la misma, diligenciará un formulario en la que informará a qué se dedica, dónde está ubicado, núcleo familiar y nivel de escolaridad, entre otros. Además, montará una fotografía con la cual la aplicación hará un reconocimiento biométrico de la persona y un reconocimiento dactilar.
Terminado ese proceso, la aplicación emitirá un documento electrónico que le llegará al teléfono con un código de barras y otros elementos de seguridad para que no se pueda falsificar en línea. Y ese será su documento de identificación. En Migración Colombia vamos a tener unos elementos especiales para identificar si es una identificación original o falsa”, informó Espinosa en la entrevista publicada por el diario colombiano.


Sin embargo, el proceso no finaliza allí. “Habrá una segunda fase de identificación que es presencial. Se van a montar una serie de oficinas a nivel nacional donde los venezolanos que se registraron van a validar la información que aparece registrada y se tomaran las huellas para hacer una comparación de las mismas, y se tomará otra foto para avalar el reconocimiento biométrico, que es morfológico y de iris. Cumplido este proceso de validación de información se emitirá el documento final, que es como una cédula”, manifestó el director de Migración Colombia.

Espinosa aseguró que este tipo de medidas permitirá al migrante venezolano “mayores oportunidades de acceso al sector financiero, al sistema de seguridad social” y destacó que espera que, con esta medida, Colombia sea un ejemplo en la región.

Datos sobre venezolanos en Colombia

Espinosa también ofreció al diario El Tiempo una serie de datos sobre la cantidad de venezolanos en Colombia y cómo esta ha variado en los últimos meses, especialmente en el marco de la pandemia por la COVID-19.


La cifra de venezolanos que maneja Migración Colombia es de 1.788.380 y Espinosa aseguró que “un poco más de un millón están en condiciones irregulares”. Espinosa también declaró que, en medio de la pandemia, han salido de Colombia “un poco más de 80.000, lo que representa 4,3% del total de los venezolanos que había para el momento del inicio de la pandemia”.


El director de Migración Colombia resaltó que prevén el retorno de 80% de los venezolanos que han salido del país durante la pandemia. “Hay estudios que señalan que cada persona que regrese al país traerá a tres más. Pero nosotros nos inclinamos en creer que regresaran con un solo acompañante, lo que nos genera un nuevo fenómeno migratorio para el cual ya nos venimos preparando”, sentenció Espinosa.

Puede leer la entrevista completa en el siguiente enlace: https://www.eltiempo.com/justicia/servicios/migracion-colombia-se-alista-con-identificacion-biometrica-para-regreso-de-venezolanos-tras-pandemia-514580

La vulnerabilidad de las mujeres migrantes en Perú

Francelys Vásquez Gómez y su hijo de nueve años viven en una habitación de un hotel en Chorrillos, un distrito de Lima. “Gracias a Dios, en mi antiguo trabajo, hice varias amistades. Un amigo le escribió a otro amigo para que me alquilaran aquí. Lo único que me pidieron fue pagar el mes por adelantado. Eso me da cierto alivio”.

Y ese alivio, como cuenta, también lo siente porque un hermano que está en Panamá pudo enviarle 100 dólares de ayuda, luego de que tuviera que mudarse forzosamente de la habitación que alquilaba. 

Previo a la pandemia, Francelys trabajaba como encargada en un bar karaoke. Dice que, aunque ganaba el sueldo mínimo, 930 soles, un equivalente a 280 dólares, estaba cómoda. “Con eso resolvía los gastos míos y de mi niño y le mandaba algo de plata a mi mami”, cuenta la mujer de 49 años. 

Pero desde el 15 de marzo, cuando decretaron aislamiento social obligatorio en Perú, Francelys ya sabía que se había quedado sin empleo. Al igual que muchos, no contaba con ningún tipo de ahorros lo que le imposibilitaba pagar la cuota de alquiler en la fecha pautada entre ella y su casera. Su jefe pudo darle, a duras penas, 100 soles (30 dólares) a inicios del confinamiento y después 50 soles (15 dólares) en abril. De ahí en adelante no recibió otro ingreso. 

Francelys, oriunda de Cumaná, estado Sucre, debía un mes de alquiler y su casera, como represalia, le cortó los servicios del lugar. Ante el desespero consiguió un monto de 80 soles para cancelar los servicios, pero no fue suficiente. Pidió apoyo a la representación diplomática comandada por Carlos Scull y desde allí le indicaron que llegara a un acuerdo. Sin embargo, la dueña del lugar no accedió. 

La mañana del 6 de junio a Francelys no le quedó otra opción que tomar las pertenencias de ella y de su hijo y marcharse. Incluso donde vivía tenía de vecinos a una pareja de venezolanos con una niña con discapacidad y le hicieron lo mismo, cuenta. 

Realidad de las migrantes venezolanas en el Perú

“Las mujeres venezolanas no han tenido una situación sencilla ni en Venezuela ni en los países de acogida”, comenta Beatriz Borges, directora ejecutiva del Centro de Justicia y Paz (Cepaz).

El Cepaz, organización que trabaja en la promoción y defensa de los valores democráticos, los derechos humanos y la cultura de paz, ha evaluado el fenómeno migratorio de las mujeres venezolanas en la región. “Empezamos a ver, como consecuencia general de la crisis humanitaria de Venezuela, que las mujeres están huyendo de una situación que atenta contra sus propias vidas y viola sus derechos, pero la movilidad se convierte en un espejo de la crisis de Venezuela”, comenta Borges.

Esto se debe principalmente a la situación que tienen que enfrentar las mujeres migrantes en los países de acogida a donde llegan. “En Perú, Ecuador, Colombia y Chile, que fueron los primeros en recibir venezolanos, vemos a mujeres y niñas que llegan con enfermedades crónicas, estado de desnutrición, porque no tenían acceso a la salud, alimentos”, dice. Además de tener que atravesar esto, las migrantes venezolanas ven en los países donde llegan otro riesgo, al no contar con políticas que garanticen, por ejemplo, la regularización de su situación, el acceso a un empleo digno, o condiciones de vivienda y educación adecuadas a su necesidad.

La ministra de la mujer y poblaciones vulnerables de Perú, Gloria Montenegro, explica que la situación no es ajena en el país; sin embargo, ella considera que hay falencias que no han sido cubiertas hasta el momento. “No hay un centro para las mujeres que lleve un registro, formalizado, con las direcciones para llevar nuestros programas. Algunas donaciones las hemos gestionado a través de la embajada del gobierno interino de Juan Guaidó; sin embargo hace falta organización para conocer su situación laboral, migratoria y de vulnerabilidad”. 

Por su parte, Liz Melendez, directora de la ONG feminista Flora Tristán, comenta que en diversas ocasiones han recibido “casos bastante dramáticos de mujeres venezolanas en situación de violencia”, a quienes han brindado asesoría y acompañamiento. Asegura estar consciente de que la población venezolana, en especial las mujeres, “se encuentra en una situación de alto riesgo, en relación a la violencia, al acoso y la desprotección por la precarización de su situación”.

Mujeres migrantes sorteando el desalojo y la falta de empleo

La motivación para migrar de Martha Salazar no fue muy diferente a la de Francelys. Ella salió de Caracas y arribó a Perú en septiembre de 2017. Su objetivo era encontrar una mejor calidad de vida para ella y para su familia. Esta mujer, venezolana de 51 años de edad, es docente, con especialización en idiomas. 

Vivió un mes en casa de una prima, quien la recibió en Huaral, un distrito ubicado a 45 minutos de Lima, pero por la falta de oportunidades, Martha decidió trasladarse hasta Lima. “Aquí fue que comenzó mi travesía”, dice.

Martha no tuvo un viaje sencillo. Al venirse por tierra desde Venezuela, y cuando se encontraba en la frontera colombiana le robaron el dinero que había reunido para su viaje, y se quedó solo con 30 dólares. Eso no la desanimó. “Me ayudaron los ángeles que me puso Dios en el camino. En distintos momentos me ayudaron con algunos dólares y así pude completar el viaje hasta Perú.

Una vez en Lima, Martha además de sortear el estigma de ser migrante, tuvo que pasar complicaciones por su edad. “Cuando llegué me dijeron que para una persona de mi edad es difícil conseguir trabajo, porque contratan solamente hasta los 36 años. Eso era lo que me decían”. Pero ella no se quedó de brazos cruzados. A medida que postulaba en las ofertas laborales en escuelas y colegios, preparaba helados, “marcianos” (como le dicen al chupi en Perú) y alfajores. 

En el Agustino, un populoso distrito de la capital, ubicado al noreste de la ciudad, a Martha la reconocen como la primera vendedora venezolana en salir a las calles con sus productos. “Aquí soy medio famosa”, dice mientras se ríe.

Pero no todo ha sido risa, también algunas experiencias amargas le ha tocado vivir a Martha. Ella recuerda que una señora le ofreció un lugar donde dormir, y al mismo tiempo un empleo en un colegio que tenía. Un día, sin un acuerdo previo, la dueña de la institución puso a Martha a cuidar de su madre que sufría demencia senil y Alzheimer sin ningún pago por esto. A pesar del panorama, la docente venezolana accedió por la oportunidad que representaba volver a dar clases.

Los días fueron pasando y con ellos vinieron algunas situaciones que dejaron a Martha a la intemperie en dos ocasiones. “La señora tenía una regla: no podía llegar después de las 8 de la noche a la casa. Un día llegué a las 8:15 y no quiso abrirme la puerta. Yo tocaba y llamaba, pero no salió. Ese día fue terrible. Dormí en la calle y al día siguiente tenía que dar clases. Lo mismo pasó otro día. Llegué tarde y no me permitió entrar a mi habitación”.

Luego de estas experiencias, Martha siguió trabajando, pero con la firme decisión de que al momento de recibir su pago, saldría a buscar un nuevo lugar donde vivir.

La responsabilidad del Estado

Marina Navarro, directora ejecutiva de Amnistía Internacional, afirma que es una responsabilidad del gobierno peruano atender estos casos de vulneración, especialmente aquellas que sufren violencia de género.

En el caso del aislamiento social, Navarro indica que las mujeres y las niñas pertenecen a las poblaciones que más han sufrido debido a la violencia en el hogar y a la carga de las labores. De igual manera señala que muchas de las migrantes venezolanas están en situación de vulnerabilidad porque han sido desalojadas de sus hogares, no cuentan con una red de apoyo y no pueden salir a la calle a trabajar para generar sus ingresos.

“Esta población lamentablemente no ha tenido acceso al bono del gobierno a pesar de estar en una situación en la que la mayoría trabaja de manera informal; en muchos casos se les ha negado el acceso a las canastas de alimentación”, declara. 

Para Navarro esto es una situación a la que el gobierno no ha sabido responder y afirma que son las organizaciones internacionales, las ONG de ayuda humanitaria las que han tenido la responsabilidad de ayudar.

Como organización, Amnistía Internacional envió una carta al gobierno en la que manifestó la situación de los 830 mil venezolanos que viven en Perú.

En el estudio “Análisis rápido de género”, presentado recientemente por Cepaz y Care Perú, se detalla que actualmente son las mujeres las que ingresan al país en mayor proporción (58%) y el 41.8% de estas tienen necesidades especiales en cuanto al acceso a servicios de salud y programas sociales. 

Dicho informe contempla que el 48% de las mujeres enfrentan barreras para cubrir las necesidades de empleo, salud, educación y seguridad social por su condición migratoria irregular y por su rol de jefa de hogar (52%).

Ante esta realidad, Erika Anchante Ramos, comisionada de la Adjuntía de la Mujer de la Defensoría del Pueblo, asegura que existe la Ley 30364 que sanciona la violencia contra la mujer, en diferentes aspectos. “Toda mujer que denuncie violencia tiene derecho a la atención integral en centros de salud. Si es una mujer migrante que ha sufrido alguna violación, puede acudir a cualquier centro de salud para recibir atención”, declara.

Programas de atención para mujeres migrantes

La ministra Montenegro también presenta un panorama grave sobre la situación general de las mujeres en el Perú, aun cuando tienen programas de atención. “Los Centros de Emergencia Mujer (CEM), en el 2019, atendimos a 1.875 extranjeras; el 80% venezolanas (1500 aproximadamente). En el primer semestre del 2020, hemos atendido 607 extranjeras; 81% son venezolanas (491 aproximadamente)”, detalla.

Mientras que en el marco del estado de emergencia decretado en el país, implementado durante los meses de marzo a junio, la ministra comenta que brindaron atención a través de los Servicios de Atención Urgente a 33 extranjeras de las que 24 fueron venezolanas.

Además, señala que en las Unidades de Protección Especial actualmente atienden a 165 menores de edad entre 1 y 17 años venezolanos y a 80 mujeres de la misma nacionalidad.

Aunque no se tiene un programa específico para ayudar a mujeres migrantes que se encuentren en el Perú, existen algunas iniciativas en el país que se encargan de velar que las instituciones, sin excepción, puedan brindar un resguardo y protección a los derechos humanos de esta población vulnerable.

Melendez, de la ONG Flora Tristán, dice que la situación actual ha sido de preocupación para la organización. “El no contar con un programa específico ni tener estadísticas es algo de lo que adolece el país, información que permita visibilizar cuál es la dimensión realmente la situación de las venezolanas migrantes aquí”, dice.

Comentó que están tratando de consolidar un programa de atención a las venezolanas, con el que pretender promover una formación tanto de las mujeres como de jóvenes para la prevención de la violencia a través del conocimiento de sus derechos.

Las políticas públicas que se generen en los países de acogida es algo indispensable que debe desarrollarse desde los gobiernos. Así lo considera Borges, de Cepaz. “Ocurre que muchas veces, ante una violación de sus derechos, no denuncian porque están en una situación migratoria irregular, haciendo que las mismas mujeres se invisibilicen”, señala.

La historia continúa

Actualmente, el panorama para Martha ha mejorado un poco. “Ahora estoy más cómoda”, dice. Aunque antes le tocaba trabajar a largas distancias de su hogar, con la pandemia se ha reinventado y ahora dicta clases de una manera más tranquila desde casa. “Estoy mejor, justo porque en octubre del año pasado me compré una laptop y ahora puedo seguir trabajando. Sigo con mis clases en un nido (preescolar) en la mañana y un instituto en la tarde y además de las traducciones particulares que a veces realizo”.

Aunque por ahora está tranquila en la habitación donde vive, su perspectiva es mudarse a un lugar más amplio. “Mi hija, que está conmigo, es adolescente, ella necesita su espacio. Una vez termine la cuarentena comenzaré a buscar un lugar más grande para las dos”, comenta.

Para Francelys la historia es diferente. Por ahora hace trabajos de forma eventual “cuando un amigo me pide que vaya a su casa a limpiarla y me paga por eso”, señala. A futuro, esta venezolana espera, junto a un amigo, iniciar un trabajo como personal de mantenimiento en un minimarket, donde lo acompañará y así podrá generar ingresos que le permitan no solo pagar alquiler y servicios, sino la alimentación de su hijo y de ella, y nuevamente enviar remesas a su madre, que se encuentra en Venezuela.

¿Dónde recibir atención?

La Defensoría del Pueblo cuenta con 38 oficinas en todo el territorio peruano. Además cuentan con el 0800-15170, una línea gratuita que está habilitada para la atención telefónica durante las 24 horas.

Por su parte, la ONG Flora Tristán tiene centros de atención en todo el territorio nacional. En el caso de Lima, trabajan de forma focalizada en los distritos de San Juan de Lurigancho y Villa El Salvador. También han dispuesto el correo [email protected] para que cualquier mujer que se encuentre en situación de violencia pueda recibir orientación. Aunque normalmente tienen un equipo en 5 comisarías de Lima, por la cuarentena, han paralizado las atenciones por las medidas restrictivas.

Por su parte, la Defensoría del Pueblo, que cuenta con 38 oficinas en todo el territorio peruano, ha señalado que es urgente proteger a los venezolanos en el país e integrarlos en una respuesta más inclusiva para hacer frente a la emergencia sanitaria provocada por la pandemia. Frente a los desalojos que han ocurrido en diferentes partes de Lima, la capital, la Defensoría ha mencionado que los afectados pueden solicitar la intervención de la Policía Nacional y del Ministerio Público, quienes deben atender los casos de manera prioritaria. También cuentan con el 0800-15170, una línea gratuita que está habilitada para la atención telefónica durante las 24 horas.

Cinco claves de la Encovi 2019-2020

La Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (Encovi) 2019-2020 reveló que 19% de los hogares venezolanos reportan que, al menos, una persona ha emigrado. El estudio también mostró que la población venezolana en el exterior es de, al menos, 5 millones y que Estados Unidos y España ya no son los países que más seleccionan los venezolanos a la hora de emigrar.


La Encovi también reveló la disminución de la población venezolana en 4 millones. Esto como una mezcla entre la “intensa emigración” de personas entre 15 y 39 años, así como una menor producción de nacimientos y un incremento en la mortalidad.


La Encovi 2019-2020 en claves


1- El estudio concluye que “la migración forzada de carácter masivo ocurrida en el último quinquenio trastocó el proceso de transición demográfica y ha tenido fuerte impacto sobre el volumen y la composición de la población”. Son 5 millones de venezolanos los que están distribuidos por el mundo. Principalmente emigran venezolanos de 15 a 29 años de edad. En segundo lugar, está la población entre 30 y 49 años. En los últimos 3 años, la emigración es de 2.360.000 personas.


2- El nivel de preparación del migrante venezolano sigue están entre las más altas, especialmente porque muchas personas decidieron emigrar sin contar con título universitario. Sin embargo, 1 de cada 3 migrantes venezolanos alcanza la enseñanza universitaria. En total, 29% de migrantes mujeres alcanzaron el nivel universitario, mientras que los hombres llegan a 19%. Las razones para emigrar consisten en buscar mejores oportunidades, pero ahora cobra mayor valor la posibilidad de la reunificación familiar en los países receptores.


3- España y Estados Unidos ya no son los países que más reciben venezolanos. Colombia, Perú y Chile toman ese protagonismo, según revela la Encovi 2019-2020. Además, 30% de los hogares venezolanos con migrantes reciben remesas. En total, 19% de los hogares venezolanos reportan, al menos, a una persona migrante.


4- Debido a la intensa y constante migración venezolana, hay un cambio en la conformación de los hogares. Se ha reportado un crecimiento de los hogares unipersonales, así como la feminización de la jefatura de los hogares. Las mujeres representan 60% de la jefatura de los hogares en Venezuela, esto representa un aumento de 19% en comparación a la Encovi 2018.


5- La Encovi también concluye que es probable que la emigración venezolana se reanude una vez que los países receptores estabilicen su economía, que se ha visto afectada por la pandemia de la COVID-19.

Venezolanas migrantes en Ecuador: resistir al desempleo y desalojo

El gobierno de Ecuador extendió recientemente las medidas ante el COVID-19 hasta el 17 de agosto, con la posibilidad de una extensión. Para esa fecha se cumplirían cinco meses del Estado de Excepción en Ecuador. 150 días de toques de queda, distanciamiento social y teletrabajo. Meses sin el movimiento habitual de la economía informal en las calles. 

Según estimaciones del Ministerio de Trabajo ecuatoriano, debido a esta pandemia 508 mil personas perderán su trabajo y 233 mil pasarán al comercio informal. 

En el comercio informal, considerando las estimaciones del Ministerio de Gobierno, se encuentra el 89% de los venezolanos residentes en este país. Migrantes que no han podido salir a la calle a vender sus productos o trabajar jornadas por horas debido a las medidas de confinamiento. 

Gisella: relato de la economía informal

Gisella Gollarza es una de ellas. Oriunda de Maracay, tiene un año en Ecuador con su mamá, hermana y 3 hijos; y su principal sustento desde que llegó ha sido entregar volantes en los parques para empresas de publicidad y vender tortas. “No trabajo desde marzo. Desde que comenzó la cuarentena. La situación es terrible”. 

Gollarza se apoya en su familia: su mamá es costurera y su hermana tenía un empleo fijo hasta abril, cuando la despidieron. “Vivimos de los ahorros de mi hermana, y de alguna que otra cosa que le sale a mi mamá. Además, contamos con la tarjeta de alimentación que nos da el HIAS”. 

Gisella cuenta sobre la importancia de la familia al migrar.

A través del Programa Mundial de Alimentos (PMA), que durante 2020, en su capítulo de Ecuador, ha recibido 21.6 millones de dólares, mayoritariamente desde la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID, por sus siglas en inglés) según el Servicio de Seguimiento Financiero (FTS, por sus siglas en inglés) se impulsan planes de apoyo asistencial a los migrantes venezolanos que tienen necesidades alimenticias. 

Uno de esos planes los ejecuta la Organización Hebrea para Ayuda a Inmigrantes y Refugiados (HIAS), y se basa en activar montos mensuales que dependen del número de integrantes que tenga la familia —25 dólares por integrante—en una tarjeta de alimentación que puede ser usada en los locales de una línea de supermercados a nivel nacional. 

“Tratamos de rendir esa comida cada vez que nos activan la tarjeta. Aunque a veces no alcanza; entonces les hago cotufas a los niños, por ejemplo, para que coman algo. Y nosotros, los adultos, después resolvemos qué comemos”, relata Gisella. 

La situación económica es precaria para la mayoría de los ecuatorianos. El Fondo Monetario Internacional (FMI) estima que el desempleo en el país subirá a un 6,5% este año, y para abril un 70% del aparato productivo nacional estaba paralizado. Los migrantes están entre las poblaciones vulnerables más afectadas por esta situación. 

En el informe “Ecuador: evaluación rápida de necesidades ante el Covid-19” publicado en conjunto por cuatro agencias del sistema de Naciones Unidas: Programa Mundial de Alimentos (PMA), Unicef, Acnur y la OIM, y el Consejo Noruego para los Refugiados, en mayo de este año. Se muestran los resultados de encuestas realizadas a 667 hogares venezolanos en Ecuador, entre el 7 y 17 de abril, para conocer su situación durante la pandemia: el acceso a alimentos y recursos económicos son de las principales preocupaciones. 

De los encuestados, un 59% tuvo alimentos parcialmente, y un 13% no tuvo durante la cuarentena. Mientras que un 25% no dispuso de recursos económicos para pagar servicios y arriendos, y un 29% dependen de donaciones de agencias internacionales y organizaciones civiles. 

Roxana: aferrarse a la familia

“Mi trabajo está en pausa. No sé si después de la cuarentena lo mantendré. No me botaron, pero tampoco me han seguido pagando mi salario”; dice Roxana Fariñas. Llegó a Ecuador hace un año desde Maturín con su esposo y dos hijas. Roxana también tuvo la tarjeta de alimentación del HIAS, pero ya se le venció y espera que se la activen de nuevo. 

Una de las regulaciones de la tarjeta de alimentación es que se da por primera vez por un lapso de seis meses. Al cumplirse ese tiempo, se hace una segunda evaluación para actualizar las necesidades de la familias, y si es necesario se activa por una segunda y fina vez, por seis meses más. Durante esta cuarentena, y debido a la coyuntura por la cuarentena, HIAS decidió activar la tarjeta a los beneficiarios que ya la habían recibido por un año. 

“Es un gran apoyo (la tarjeta), porque no tenemos ingresos constantes. Mi esposo no trabaja desde marzo, y mi suegra a veces vende algunas tortas”. Regresar a Venezuela para ellos no es una opción. “Yo me aferro a mi familia, en especial a las palabras que me dijo mi hermana antes de emigrar: tienes que ser fuerte”. 

Roxana cuenta qué hay en ese «preciado tesoro personal» que se llevó al migrar, su monedero.

No hay datos exactos desde el Ministerio de Gobiernos sobre cuántos venezolanos han regresado desde Ecuador durante esta cuarentena. Las fronteras terrestres con Colombia y Perú están cerradas desde el 17 de marzo y los aeropuertos internacionales de Quito y Guayaquil abrieron con un protocolo estricto de atención. 

Sólo unos 90 venezolanos lograron regresar a través de dos vuelos habilitados por el consulado de Venezuela con el Plan Vuelta a la Patria. 

Siete asociaciones civiles que apoyan a los venezolanos migrantes en Ecuador mantienen sus datos de atención a personas que decidieron regresar. Al 17 de junio la Organización Venezuela en Ecuador A.C reportó más de 500 retornados, la Asociación Civil Venezolanos en Ecuador 175, la Asociación Migrante Universal 420, el Colectivo Madera Venezolana 40, la Fundación Mueve 90, la Fundación Haciendo Panas 46 y la Asociación de Venezolanos Organizados en el Exterior (Avoe) 100. 

Amalia: su viaje como ejemplo

Amalia Gallardo tiene dos años en Ecuador. Llegó caminando desde San Juan de los Morros con su esposo y sus dos hijos. “Yo documenté nuestro viaje a través de las redes sociales, como una manera para que mi familia supiera que estábamos bien. Eso generó mucho interés en nuestro recorrido de parte de los medios de comunicación. Estaba comenzando todo el tema de los caminantes”. 

Amalia recibió mucho apoyo gracias a su historia: medios de comunicación y organizaciones civiles usaron su viaje como un ejemplo de lo que los venezolanos estaban padeciendo durante su camino a Colombia, Ecuador, Perú y Chile. Sin embargo, ella y su familia siguen luchando por mantener su estabilidad económica. 

“Antes de la cuarentena, yo limpiaba varias veces a la semana una oficina y casas. Con todas las medidas de confinamiento, el trabajo está escaso y procuramos, mi esposo y yo, conseguir trabajo pintando y arreglando casas. Pero es difícil, muy difícil”. 

Para ellos, las redes de apoyo que generaron con varias organizaciones civiles les han permitido recibir alimentos y ayuda con el pago de los servicios. Pero otras historias no tienen este tipo de éxito. 

María: historia de un desalojo

María Ynojosa llegó a Ecuador hace un año desde Maracay con su esposo y su niño. Los primeros días de abril, fueron desalojados porque debían un mes de arriendo. La persona que les alquilaba les quitó sus camas, cobijas, cocina, televisor y un corral del bebé como método de pago. “Nosotros pagábamos 80 dólares al mes. Mi esposo repartía volantes y yo vendía caramelos en los buses. Cuando comenzó la cuarentena todo se paralizó”. 

María pudo llegar a donde una vecina que les ofreció alojamiento por 15 días mientra conseguían dónde quedarse. “El dueño del alquiler no nos devolvió nuestras cosas, y tampoco los 100 dólares que dimos de garantía al mudarnos. Fueron días muy difíciles, a mí no me queda nada por lo que luchar en Venezuela, a pesar de que mi familia sigue allá. Entonces era sobrevivir acá o irnos para otro país”. 

María relata cómo se llena de fortaleza al ver a su hijo.

A través de las redes ciudadanas, María pudo conseguir un alquiler más económico con facilidades de pago, y está esperando ir al HIAS para que le habiliten la tarjeta de alimentación.. “No le deseo a nadie lo que nosotros pasamos. Todavía no nos recuperamos, pero tenemos todas las ganas de salir adelante mientras nuestro niño esté sano. Lo de los desalojos, sin tener adonde ir, es muy feo”. 

La Asamblea Nacional aprobó una Ley Humanitaria donde exhorta a los arrendadores y arrendatarios llegar a acuerdos de pago y ordena que no se ejecuten desalojos mientras dure el Estado de Excepción y hasta 60 días después que culmine. Misma línea siguió la Defensoría del Pueblo que desde marzo pide a los dueños de inmuebles que no desalojen, pero hasta el 11 de junio había registrado 348 casos de desalojos arbitrarios. 

Malleli: dormir en plazas y sortear el toque de queda

Hasta el 8 de junio Malleli Chávez dormía en el calle con sus tres hijos. A finales de marzo fue desalojada de donde vivía, y desde entonces buscó entre conocidos y vecinos lugares donde quedarse por la noche. “Es una situación desesperante. Me he quedado a dormir en plazas y parques, huyendo de la policía porque no quiero que me metan presa por violar el toque de queda. Cuando puedo, me paro en algún semáforo y vendo caramelos”. 

Llegó desde Maracay, donde se dedicaba a la peluquería. Acá no ha podido ahorrar para conseguir los materiales de su oficio. “Una señora, al norte de la ciudad (Quito) se ofreció a cuidarme los niños mientras yo salgo a la calle a trabajar. También, a darnos un lugar donde dormir. Yo sí me quiero regresar. No aguanto más esto”. 

Al 5 de julio, Ecuador reporta 61.958 contagiados con Covid-19, y 4.781 fallecidos

La Red de Apoyo Solidario: abrigos y contención a migrantes en Chile

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Por estos días los integrantes de la Red de Apoyo de Solidario solían estar muy atareados. El otoño y el invierno chileno eran épocas de recolecta de abrigos y enseres para organizar la actividad que los hizo nacer hace tres años en Santiago, el Ropero Solidario. Pero así como el número de extranjeros en Chile ha crecido, las regulaciones migratorias han cambiado y la pandemia causada por el COVID-19 ha modificado el estilo de vida de muchas personas, la Red ha tenido que adaptarse. “La pauta la marca la migración”, dice su directora y fundadora Luna Ramírez. 

Sus más recientes ocupaciones ahora se enfocan en atender a los cientos de venezolanos –y migrantes de otras nacionalidades– golpeados por los estragos del coronavirus: gente que perdió sus empleos; otros que buscan acceder a alguno de los beneficios sociales implementados por el gobierno chileno; y a quienes pernoctaron durante días frente a la Embajada de Venezuela en Santiago exigiendo un vuelo humanitario. También esperan realizar su actividad insignia de forma segura.

“Estamos en mesas de trabajo para lograr hacer el Ropero Solidario cumpliendo las condiciones sanitarias. Esa es una actividad masiva, cuya convocatoria mínima era de 500 personas y llegaron a concurrir hasta 1.200. Entonces estamos tratando de ver cómo entregamos los abrigos. Hemos pensado hacerlo s través de un formulario de inscripción u organizando kits de invierno”, explica Ramírez. Es necesario porque en 2020, Santiago experimentó las lluvias más intensas en los últimos 15 años y hay posibilidades de que nieve. 

Entre sus otras actividades realizan entregas de juguetes en Navidad, celebran el Día del Niño en Chile (en agosto), hacen paseos al Zoológico Nacional como una forma de ayudar con la integración; entregan útiles escolares, y desarrollan charlas y talleres de apoyo emocional.

Cuando la organización se creó, el 5 de julio de 2017, el total de inmigrantes residentes en Chile alcanzaba las 746.465 personas, cifra que representaba el 4,35% de la población nacional. Para el 31 de diciembre de 2019, los extranjeros residentes habituales en Chile bordean el millón y medio de individuos. La mayoría proviene de Venezuela (30,5%), seguido de Perú (15,8%), Haití (12,5%), Colombia (10,8%) y Bolivia (8,0%).

En 2017, además, los venezolanos podían ingresar a Chile como turistas y luego modificar su estatus migratorio. Eso cambió en 2018 cuando se implementó la Visa de Responsabilidad Democrática (VRD) y se acentuó en 2019 cuando, sin previo aviso y con efecto inmediato, el 22 de junio el Gobierno de Chile informó que los venezolanos que deseen entrar al país deben contar con una visa consular de turismo, y cientos quedaron varados en la frontera entre Arica, en Chile, y Tacna, en Perú.

“Al principio había una cantidad masiva de venezolanos que llegaban que no tenían idea de cómo era el invierno, no tenían la ropa adecuada y estaban en condición de vulnerabilidad. Después con la VRD si bien ya se ingresaba teniendo papeles el cambio generaba mucha ansiedad. Había mucha gente mal, con depresión o ansiedad, o frustrados porque aun teniendo la visa no encontraban empleo, para eso creamos los talleres de apoyo emocional, con una psicóloga voluntaria, que seguimos haciendo por Zoom porque la cuarentena genera mucha tensión. Así que es una especie de botiquín de primeros auxilios emocional”, afirma Ramírez. 

Voluntarios y beneficiarios a la vez

Doris Delgado estaba varada en Arica, en 2019, sin poder entrar a Chile cuando conoció la Red de Apoyo Solidario. Finalmente pudo entrar con su esposo y sus dos hijos –que ahora tienen 12 y 14 años– con una maleta en la que no había ninguna chaqueta apta para las bajas temperaturas del invierno. Gracias a la organización consiguió no solo los abrigos, sino cobijas y comida; pero afirma que lo más importante desde entonces ha sido “el apoyo moral”.

“Llegué a Chile hace exactamente un año y desde entonces Luna ha sido una constante. Ahora nosotros también somos voluntarios y ayudamos a otras personas. Busco donaciones, las recibo y las selecciono. Para mí lo más importante ha sido el apoyo emocional, porque uno aquí se decae, sufre de ansiedad, se frustra si no puede ayudar a la familia en Venezuela. La Red incluso le dio el regalo del Niño Jesús a los niños”, agradece Delgado. 

La ONG Red de Apoyo Solidario la conforman 20 personas –empezaron siendo seis amigos–, y cuentan con una base de datos con los nombres de 60 voluntarios. La mayoría venezolanos, pero también hay colombianos y chilenos.

Para continuar llegando a las personas en tiempo de pandemia, tienen un grupo de Whatsapp en el que hay 257 integrantes –el máximo que les permite la aplicación– en el que brindan asesorías migratorias, comparten emprendimientos, ofertas laborales y la información oficial del Gobierno de Chile, acerca de los bonos y cómo inscribirse en el Registro Social de Hogares, fundamental para recibir ayudas sociales. También participan en charlas virtuales con algunos ministerios para transmitir las dudas de los migrantes e informan de las zonas en cuarentena. 

“La pandemia nos cambió a todos. Obligó a reinventarse. Muchos quedaron sin empleo y los migrantes fueron los más afectados. Hemos conseguido kits con alcohol, mascarillas, guantes y pañales para los venezolanos que quedaron en situación de calle; y preparado ollas solidarias”, explica Ramírez. Para quien lo más importante, es generar una cadena de favores, como la que consiguió con Doris. 

Delgado no ha encontrado un empleo formal desde que llegó, resuelve vendiendo algunas, su esposo, ingeniero, quedó desempleado por la pandemia y ahora trabaja como ayudante de albañilería. “Todos hemos puesto nuestro grano de arena, lo más importante es buscar el lado positivo de todo. Para mí ha sido importante poder brindar esa ayuda que yo también recibí. Todo es recíproco”. 

Elisa Villalobos también ha sido apoyada por la Red. Lleva poco más de un año en Chile y con la pandemia fue suspendida de su trabajo como educadora de un preescolar. Cuenta con la red para sostenerse, al igual que Delgado, emocionalmente. Ambas mujeres coinciden en que la organización les ha ayudado a integrarse, respondiendo sus dudas y generando redes de contactos.

El proceso es lento y la pandemia lo hecho todo aún más complicado. Para resolverlo, la Red de Apoyo Solidario ahora busca aligerar el estrés. Su próxima misión son encuentros virtuales con contenido más lúdico, así que preparan una jornada de yoga de la risa.   

La despedida de Audy, un médico y pianista migrante vencido por la COVID-19

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Antes de aterrizar con su familia en Chile, Audy Atay, un médico oriundo del estado oriental de Anzoátegui, intentó vencer las adversidades económicas en Venezuela. Renunció a Inelectra, donde trabajó durante años, e inauguró un consultorio en la ciudad venezolana de Barcelona. El emprendimiento que duró casi un año no prosperó, producto de la crisis.

Su sobrino, Samuel Pararia, un joven ingeniero mecánico, lo invitó a Santiago de Chile, donde está radicado desde 2016 junto a su esposa. “Yo lo convencí. Él siempre se rehusó a emigrar. Hace unos seis años se abrió una posibilidad de irse a Estados Unidos y a los Emiratos Árabes para trabajar, pero tenía la barrera del idioma y tampoco en ese momento estaba tan mal en Venezuela. Pero no deseaba irse”.

Así, en 2018, Audy, junto a su esposa Brigit Beyk y su hijo Fouad, aterrizó en el país austral. La familia se estableció en el centro de la capital chilena y enseguida hicieron contactos con la iglesia evangélica, adonde asistieron de forma religiosa. “Eran muy queridos”, relata Samuel.

Audy era un hombre polifacético. Graduado de la Universidad de los Andes como médico y con una especialidad en España, este venezolano dedicó gran parte de su vida a la música. Sus seres queridos recuerdan cuando tocó el piano con figuras famosas de la década del 90, entre ellos Porfi Baloa y los Melódicos.

De hecho, en los últimos años alternó el oficio de la medicina y la música. De este modo, dictó clases para aprendices de piano y tocó el instrumento, ad honorem, en un templo evangélico de Santiago.  “Siempre quiso regresar a Venezuela, obviamente cuando estuviesen dadas las condiciones. Tenía la esperanza de un cambio en el país”, dice su sobrino.

El fatídico COVID-19  

Chile acumula más de 313.023 mil casos confirmados de COVID-19 y casi 6 mil muertes desde que llegó la enfermedad al país, en marzo. Salvo Audy, la familia Atay Beyk se mantuvo en aislamiento estricto para evitar el contagio del virus. “Ellos evitaban salir, él tenía miedo al coronavirus”, recuerda Samuel.

El doctor, especializado en salud ocupacional e higiene del ambiente laboral, tenía un año ejerciendo, tras aprobar la prueba de homologación de la carrera de medicina en Chile. Antes, entre 2018 y parte de 2019, prestó servicios de traslados de pacientes en ambulancias, un oficio descrito por sus familiares como parecido al de paramédico.

Por su empleo, en un centro médico destinado a trabajadores, el médico salía frecuentemente a la calle. En ocasiones atendía a pacientes a domicilio y otras en un consultorio. A principios de junio, el venezolano presentó todos los síntomas del coronavirus: fiebre alta, tos, dificultad para respirar, entre otras.

Solo duró más de una semana con los síntomas. Falleció la madrugada del 16 de junio. Días antes acudió al Hospital del Trabajador, pero la versión de su sobrino, Samuel, es que recibió una inadecuada asistencia. “Ingresó por urgencia y el servicio que recibió fue pésimo. Lo vieron media hora y lo dieron de alta, y ni licencia le dieron”, explicó.

Audy decía que se sentía “muy mal”. De ahí que otro médico, amigo de él, le practicó un test rápido que salió negativo. Por el empeoramiento de su salud lo trasladaron al Hospital Clínica de la Universidad de Chile, donde lo hospitalizaron y, posteriormente, falleció. Según Samuel, luego se confirmaría que murió como consecuencia del coronavirus. “Presumimos que la atención en el primer hospital influyó en su muerte, pues fue muy deficiente”, asegura.

El venezolano, de 56 años, se convirtió en el primer médico extranjero en fallecer en Chile debido a la enfermedad. Ninguno de sus familiares pudo acudir a su entierro, que se hizo en completo aislamiento como dictan los protocolos sanitarios.  

Por el duelo, Brigit, esposa de Audy, delega en Samuel la potestad de declarar sobre el deceso. “Mi tío era como un segundo padre para mí. Él nos deja un gran legado en la familia: era el más alegre de todos, siempre buscaba la unidad familiar. Siempre nos inculcó ser buenos estudiantes y el amor a la música”, dice el sobrino.

Audy disfrutaba también de la música

Él pide solidaridad con los dolientes que, considera, quedan en condiciones de “precariedad” frente al deceso. “Mi tía debe enfrentar una nueva y dura realidad, por lo que ahora estamos en búsqueda de un apoyo, que consiste en una ayuda para pagar los gastos médicos de la atención que recibió en el Hospital Clínico de la Universidad de Chile”, menciona.

Para este ingeniero lo ocurrido con su tío debe ser considerado como “enfermedad laboral” porque “su contagio fue por ocasionado por su profesión”. Pide al Gobierno de Chile dar resolución al trámite de Residencia Definitiva de su tía y su hijo, una gestión que lleva casi un año en proceso. También ruega por apoyo con “empleo digno” para Brigit, administradora de profesión, que ayude a “enfrentar esta nueva realidad”.

Los caminantes venezolanos que encontraron resguardo en Tienditas

La pandemia no ha dado tregua económica a casi a nadie, eso incluye a los migrantes venezolanos repartidos por toda Suramérica. Desde Chile, Perú, Ecuador y Colombia salen huyendo por la imposibilidad de trabajar para poder sobrevivir. Pero a la dureza de la decisión del retorno, se suman las penurias de un momento crucial: la larga espera en la frontera con Colombia para poder entrar a su propio territorio.

Después de superar viajes inclementes, los venezolanos se encuentran con las limitaciones de su propio gobierno: regular la entrada de connacionales a su país natal. Primero, estuvieron desamparados en las adyacencias del Puente Internacional Simón Bolívar. Pero, recientemente, se habilitó una Estación Sanitaria Transitoria en Tienditas, dentro del municipio San José de Cúcuta, donde pernoctan con mejores condiciones de hospedaje, alimentación y seguridad. 

Atravesando países a pie 

María y Juan* no aguantaron la asfixia económica causada por la pandemia. Tuvieron que salir de Perú el 27 de abril, junto a sus tres hijos. Ellos estaban conscientes de las medidas de la cuarentena y las consecuentes restricciones de movilidad, pero también de su necesidad de llegar a un resguardo seguro, que no veían en otro lugar sino en su Venezuela natal.

Caminatas extenuantes, uno que otro aventón fueron las únicas posibilidades para poder moverse a través de las carreteras de Perú, Ecuador y Colombia, incluyendo los pasos ilegales. 

Durante el recorrido se encontraron con personas que quisieron aprovecharse de su necesidad de avanzar, como algunos camioneros –llamados coloquialmente “muleros” en Colombia– quienes cobran cuantiosas sumas de dinero por trasladar a migrantes en sus vehículos de carga, aun en condiciones peligrosas e inadecuadas. 

A la deriva en La Parada

34 días después, María y Juan, junto a sus niños, llegaron a La Parada, municipio que alberga la última frontera que los separaba de su tierra nativa, el límite que separa al venezolano estado Táchira del departamento colombiano del Norte de Santander.

Después del 14 de marzo, cuando cerraron la frontera por la pandemia, a estos lugares no han parado de llegar migrantes que necesitan retornar a Venezuela. Por eso, las penurias de María y Juan no acabaron allí: pisar su suelo nativo fue un deseo difícil de cumplir. 

El martes 2 de junio realizaron uno de los varios intentos. Apostados junto a centenares de migrantes más, María y sus niños esperaron en una cola para poder subirse a un camión que los llevaría hasta el puente Simón Bolívar, pero el desorden y los forcejeos no se lo permitieron. La decepción empeoró al sentir que a una de sus niñas la habían golpeado en la cabeza en medio del galimatías. Ese día, Venezuela recibió muy pocos connacionales, la gran mayoría siguió esperando. 

El hambre de todos se palpaba en el lugar cuando una que otra vez llegaban ayudas de organizaciones religiosas para repartir platos de comida, pero no era seguro todo el tiempo, ni tampoco suficiente.

En La Parada, migrantes retornados cuidaban durante día y noche los lugares de la fila.

Mantener el distanciamiento o perder un lugar en la fila

A los migrantes les tocó esperar sobre el asfalto. Los límites están marcados por unas vallas blancas identificadas por Migración Colombia. El objetivo de los retornados es atravesar esas rejas, quien las supere, está seguro de que podrá entrar a Venezuela. Resultaba imposible mantener el distanciamiento físico, primaba cuidar el lugar que correspondía en la cola. Cada día con su sol y calor, cada noche con su luna y su frío, tuvieron que aguantar los venezolanos, quienes para intentar guarecerse construyeron con sacos, sábanas y plásticos unas carpas rudimentarias. 

La entrada al baño costaba, como mínimo, mil pesos. Además, proliferaban compradores bajo la modalidad de remate: así muchos se quedaron sin relojes, celulares, y varias mujeres, hasta sin parte de su cabello, cuando no todo.

“Me veo en medio de más de mil personas juntas, sin opción a esquivarlos, me toca arriesgarme, que Dios me proteja, nos toca dormir a todos juntos, tratando de cuidarnos, y no sabemos si alguien viene con el virus”; esos, entre tantos, eran los temores de María.

Pero ese pedazo de historia angustiosa de esta familia, al menos en La Parada, tuvo final el miércoles 3 de junio, cuando lograron cruzar hacia Venezuela. 

El secretario de Fronteras del departamento Norte de Santander, Víctor Bautista, señalaba que el problema del represamiento surgió cuando Venezuela disminuyó sus cuotas de entrada de connacionales. En este sentido, las tres formas de llegar a la frontera son los buses coordinados por el Gobierno Nacional a través de Migración Colombia, los transportes irregulares no autorizados, y a pie. Por eso, Bautista insistía en la necesidad de apuntar “a la corresponsabilidad de todos, incluso de las otras regiones”.  

Segundos antes de pasar las vallas blancas para entrar a su tierra, María suspiró, miró al cielo exclamó con voz de profeta: “Si yo me voy hoy, todavía aquí van a quedar muchas personas que necesitan la ayuda que nosotros no tuvimos. Yo pido una ayuda para ellos; muchos no han podido salir del lugar a donde migraron, pero van a tener que hacerlo. Solo queremos llegar a nuestras casas en Venezuela”.

Y la ayuda llegó: el campamento temporal de Tienditas

Si bien los organismos de cooperación internacional no promueven ni alientan los retornos de migrantes en condiciones no seguras, en Tienditas parece prevalecer la necesidad de atender uno de los principales mandatos del trabajo humanitario: mitigar el sufrimiento humano. 

Desde el contexto de la crisis de represamiento en La Parada, Oscar Calderón, director para América Latina y el Caribe del Servicio Jesuita para los Refugiados (SJR), explicaba que era imprevisible que el fenómeno del retorno de migrantes venezolanos alcanzara tales dimensiones. El también profesor universitario, describe que el retorno de los migrantes venezolanos a su país, no necesariamente parte de una voluntad cualificada, y lo ejemplifica con el decir de muchos: “Es que yo no quiero volver a Venezuela, pero es la única opción que tengo”. 

El 13 de junio se dio un paso para concretar una de las soluciones al problema de salud pública que estaba generando el represamiento de La Parada. Se hizo tangible la Estación Sanitaria Transitoria, ubicada en Tienditas. El 15 de junio fueron trasladados poco menos de 500 personas desde La Parada.

La vida dentro de las carpas

Los pilares que sostienen las carpas son tubos recubiertos por plásticos que fungen como paredes, cada una está identificada con una letra y un número. En su interior se disponen unas cuantas colchonetas, no muy gruesas, pero sí capaces de amortiguar el descanso. 

Cuando llueve no se mojan, pero cuando el sol se enardece, aprieta el calor. Allí mismo pueden mantener sus pertenencias, incluso pueden lavar su ropa y la cuelgan en algunos cordones que ayudan a sujetar las cubiertas. El campamento cuenta con baños para hombres y mujeres, y cada ducha se aconseja no mayor a cinco minutos.

El llamado para las comidas se hace mediante un megáfono, y de manera sectorizada, para evitar las aglomeraciones en los sitios donde se proporcionan los alimentos. 

Lucy siente que en Tienditas “dan la comida muy tarde y muy poquita, pero ni pensar en comprarla, no tenemos dinero, pero aquí es mucho mejor, aunque no me llenan el estómago, me siento más segura, no tengo temor por las maletas. Además, aquí tenemos duchas gratis, en La Parada había que pagar cada vez que teníamos ganas de ir al baño”. 

Los tramos que separan una carpa de la otra son amplios, por uno de estos viene Ivana cargando un tobo lleno de agua, se detiene en la entrada de su toldo y empieza a remojar las sábanas de su hija y se agacha para restregar con trozo de jabón azul que apenas hace espuma.

Ivana calcula que el viaje les tomó alrededor de un mes, a pie, y en algunas colas cortas. Desde que empezó la pandemia no hubo más qué hacer y las dificultades crecieron. 

Para hablar de lo que más recuerda de esta experiencia, saca sus manos del agua jabonosa y las mueve empapadas en forma envolvente, así evoca conmovida su paso por el páramo, cuando tuvo que arropar con todas las sábanas que tenía a la mano a su hija, “pero pasamos, ella es tranquilita, no lloró, ni nada”.  

A lo largo de todo este viaje de retorno, el lugar donde mejor se ha sentido Ivana ha sido en Tienditas. 

En los alrededores de las carpas, los venezolanos se acicalan mientras transcurre la espera.

A lo lejos se escucha vocear: “A tres mil el corte”. Se trata de un barbero ofreciendo sus servicios, alerta que ya tiene dos clientes en espera. Debajo de una de las pocas sombras de toda el área, allí se dispuso con su máquina de afeitar: “Ellos quieren llegar bien chéveres a sus casas, después de pasar por tanto”. 

Y sí, los relatos de quienes retornan traen un profundo cansancio, muchos suman también el peso de las frustraciones, pero –como comparte el barbero– buscan animarse y sentirse bien.  

*Algunos nombres de las fuentes testimoniales fueron cambiados por petición de ellos mismos.

Caminar de regreso a Venezuela durante el embarazo

Para el mes de mayo de 2020, Nuvia Cárdenas ya contaba con más de cuatro meses de embarazo. Cárdenas decidió, junto a su esposo, salir de Perú caminando. En Venezuela son esperados por sus otros hijos y el resto de la familia, que sufrió un recorte del envío de remesas cuando quedaron desempleados. 

Cárdenas trabajó como masajista terapéutica, pero dejó ese oficio una vez que decretaron el estado de emergencia en Perú, una medida que respetó hasta que su situación económica empeoró. Tenía un mes de ser desalojada arbitrariamente cuando emprendió un viaje de retorno a Venezuela. “Siento temor de poder de no estar con los míos. Cuando se presentó la emergencia sanitaria vi que esto iba para largo y preferí irme al lado de familia por si empeora”, contó.

La pareja tenía dos años en Perú, anteriormente vivieron ocho meses en Chile. Hoy, caminan solos por carreteras inhóspitas, aunque a veces se encuentran con otros paisanos con quienes comparten una misma ruta. Pero suelen separarse “porque cada uno tiene intereses diferentes”, algunos se quedan en casa de familiares o amigos, y otros prefieren descansar más tiempo en cierto punto y así.

Cárdenas empezó su periplo el 20 de mayo. Con la experiencia que le dejó su fructífera carrera en el Hospital de Vargas de Caracas, y la maestría en gerencia de salud, la pareja se alistó y salió de Lima. No tuvo la misma suerte de otros caminantes de recibir “aventones” para cortar largos trayectos. Sin embargo, agradece los pocos que recibió. “No sé si es porque estoy embarazada o porque, como ocurren tantos robos, piensan que vamos a hacer daño. Además, en estos días multaron al conductor de una camioneta que nos dio la cola y creo que, por eso, no nos brindan más ayuda”, cuenta.

El trayecto es duro para la pareja, incluso en el camino se rompieron sus maletas y sufrieron lesiones en sus pies. Cárdenas dice que, en el recorrido, hasta atravesó un desierto. “Mis pies sangran y los curo cada dos días para seguir”, relató después de entrar a Ecuador.

Cuando estaba cerca de Quito recibió una convocatoria del Ministerio de Salud de Perú para postular como enfermera. Desistió. Tenía que cubrir una plaza en el departamento peruano de Iquitos, actualmente desbordado por la pandemia de Covid-19. Su plan está claro: quiere estar junto a los suyos. Sabe las condiciones en la que está Venezuela, pero después de emigrar –como cuenta– solo quiere ser un agente de cambio para que las cosas en el país empiecen a funcionar y esa es una de sus metas al retornar a su tierra.