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Pareja culmina retorno que fue entre pedaleos, caminatas y colas: «Nada como volver a ver a la familia»

El 26 de octubre fue el último día de la cuarentena preventiva que debían cumplir. Desde entonces la pareja venezolana, que había salido en bicicleta desde Perú hasta a Venezuela, se sentía cómoda para contar su historia. Aunque manteniendo sus nombres resguardados porque uno de ellos regresaría a su trabajo antiguo, como funcionario policial, y temía represalias.

La pareja recorrió aproximadamente 1.800 km pedaleando, eso fue solo una parte de su viaje para retornar a su casa en Mérida. Él tiene 34 años y ella 27, y desde que tomaron la decisión de retornar a Venezuela, lo mantuvieron en secreto. No solo por el trabajo como funcionario al que él esperaba también volver, sino porque no querían causarle preocupación a sus familias. Sabían que si en algún momento se quedaban sin batería o perdían un teléfono y dejaban de mantener al día a los suyos, se activarían los miedos. Así que tanto la decisión como el viaje estuvo cubierto por el anonimato, lejos de las redes, lejos de las actualizaciones de la ruta.

Parada para trabajar

Una de las primeras paradas de la pareja de ciclistas fue en Casma, una provincia costera ubicada a 367.9 kilómetros de Lima, a la que se puede llegar en 5 horas en automóvil. A estos aventureros, como a ellos mismos les gusta llamarse, les tomó un par de días, pues hicieron la mayor parte del recorrido pedaleando.

Allí se establecieron 15 días para trabajar y reunir algunos fondos para el resto del viaje. Limpiaron pescado como el Pejerrey y el Bonito que son propios de esa zona.

Culminada la faena, retomaron su recorrido entre colas y pedaleos hasta llegar a Tumbes. Durante el mediodía del 14 de agosto, bajo un sol que recuerdan inclemente, los esposos ciclistas salieron sanos y salvos del país inca a través de la frontera peruana-ecuatoriana.

Según cuentan, no hubo mayor problema porque los custodios de la zona estaban almorzando y el paso estaba totalmente despejado. Tampoco se vieron en la necesidad de pagarle a alguien para que los ayudara a cruzar, pero sí pasaron lo que hoy llaman «un susto».

“Un señor nos aconsejó que pasáramos por lo legal, que selláramos la salida, entonces nos conminó a cambiar la ruta y nos mandó por una zona que se llama Miraflores, pero todo era falso, quería robarnos. Entonces se nos acercó otra persona, una señora peruana que nos advirtió del peligro. ¡Inmediatamente retomamos la ruta original!”.

En bicicleta hasta Quito

Del 20 julio, fecha en la que iniciaron el recorrido, hasta el 14 agosto, cuando salieron del Perú, habían transcurrido 25 días, pero la pareja ya no llevaba la cuenta de los días recorridos. Sin embargo, un mensaje enviado por WhatsApp a Venezuela Migrante, mientras se hacía el seguimiento de la pareja, da constancia de la fecha cuando arribaron a Quito, el 18 de agosto.

Recuerdo que llegamos de noche y nos llovió muy fuerte. Nos mojamos y el frío fue horrible. Pasamos una semana en casa de la prima de mi esposa. No pudimos trabajar porque por la pandemia las opciones eran muy limitadas. No había nada que hacer para ganarnos un dinero adicional”.

Cerca de ese lugar dejaron las bicicletas en manos de un amigo, quien se las mantuvo en resguardo. Los esposos señalaron que tomaron esa decisión, pues habían escuchado muchas cosas negativas de la frontera ecuatoriano-colombiana y prefirieron desplazarse a pie.

 “No fue difícil, como ha sido la experiencia de otros. Claro, todo depende de las trochas que tengas que pasar; pero, para nosotros, gracias a dios fue fácil. El paso de la trocha duró unos 45 minutos porque subimos una montaña, pero era pura sabana y por último un río, pero nada difícil de cruzar”, describen.

Colombia, la última parada para trabajar

Después de unos días sin comunicación, se retomaron las conversaciones con Venezuela Migrante por WhatsApp, el 20 de agosto. Para aquellos días ya habían atravesado varios departamentos de Colombia y estaban en Boyacá, en el centro de ese país.

Allí, él trabajó durante 15 días pintando maquinaria pesada en la empresa de un amigo que le dio la oportunidad. Después, continuaron hasta Cúcuta caminando y gracias a las colas que les dieron en la vía para cruzar la última frontera que los separaba de su país.

La última frontera

Para el momento de llegar a la frontera, comentan que ya habían perdido la noción del tiempo. Lo que vivieron él lo recuerda como “la experiencia más horrible de su vida”.

“Las fuerzas militares, a las cuales presté servicio se aprovecharon. Nos cobraron y sentí que me trataron como el delincuente más grande del mundo. Todos te quieren quitar dinero o lo que sea, así tu traigas dos kilos de Harina Pan».

Tras ver ese panorama, él decidió poner en alerta a un tío es coronel en las Fuerzas Armadas Nacional Bolivariana de Venezuela. «Gracias a mi tío, que usó su poder para mover a todos los funcionarios de la frontera, pudimos cruzar. Por eso no pagamos. Es más, mi tío ordenó, a uno de los guardias que nos quería cobrar que más bien nos ayudara».

Todo quedó registrado en videos que, afirma, le entregó a su tío y con eso se abrió una investigación en contra de los funcionarios de la frontera.

El golpe de realidad al regresar

Ya en San Antonio del Táchira evidenciaron con tristeza que el país estaba aún más deteriorado que cuando se fueron.

“Todo estaba destruido. En El Vigía nos pararon los del CICPC, uno de ellos me reconoció. Lo que me sorprendió fue que me dio la bienvenida y me dijo: ‘siga, que entre nosotros no nos pisamos la manguera’ ”.

Tras dos meses y medio de una intensa aventura, el plan de esta pareja es construir en medio de la adversidad. “A pesar de estar sin luz, gas y gasolina, el solo hecho de estar en casa con la familia es lo más importante. Hay comida, pero cuesta mucho comprarla”.

Finalmente, sobre el retorno a su antiguo trabajo en una de las fuerzas policiales del país, se comprometió a nunca reprimir a sus connacionales.

“Seguiré trabajando para el pueblo y no para el gobierno. No me queda de otra y me arriesgaré a seguir con eso”, culmina el funcionario desde su casa en la ciudad de Mérida.

Medios de comunicación y políticos en Bolivia estigmatizan a migración venezolana en el país

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El reportaje del periodista Mijail Miranda aborda cómo los medios de comunicación tradicionales y parte de los políticos bolivianos ha emitido declaraciones sin respaldo estadístico sobre la migración venezolana en el país, declaraciones que podrían estigmatizar a dicha población. Mijail Miranda es uno de los ganadores de la beca del curso virtual de cobertura periodística enfocada en las migraciones desde Venezuela hacia cinco países de la región, uns iniciativa de Puente de Comunicación, una alianza entre Efecto Cocuyo y la Deutsche Welle Akademie.

El trabajo de Miranda fue publicado en el medio de comunicación boliviano Muy Waso. En el reportaje, Miranda combina el texto con herramientas multimedia y periodismo de datos para ofrecer un reportaje sobre cómo algunos medios y algunos políticos del país buscan responsabilizar a la migración venezolana de los hechos delictivos que ocurren en Bolivia.

Retórica xenófoba contra la migración venezolana en Bolivia

En el reportaje se ofrecen distintos elementos para contrastar cómo desde algunos medios de comunicación se intenta implantar una matriz de opinión negativa hacia la migración venezolana en Bolivia.

Miranda cita varios ejemplos en los que los medios de comunicación señalan particularmente la nacionalidad de las personas que han cometido ciertos delitos en el país, especialmente cuando se trata de venezolanos. El reportero explica que, “ya sea por subir el rating o en busca de legitimidad, la prensa y la clase política boliviana alimentan la xenofobia y estigmatizan a las personas venezolana que migran empujadas por la crisis humanitaria de su país y restricciones regionales que les cierran las puertas”.

En el reportaje, Miranda muestra que los principales periódicos de Bolivia publicaron “más de una decena de notas donde asocian la nacionalidad venezolana con reportes sobre diversos crímenes y titulares sensacionalistas”. Además, muestra como ejemplo un canal de YouTube que recopila clips de las secciones policiales de los principales noticieros de la televisión nacional. “De 84 videos, once buscan desprestigiar a lxs migrantes venezolanxs”, se lee en el reportaje.

Actualmente, Bolivia tiene a 10.000 migrantes venezolanos en sus registros. Sin embargo, esta cifra podría duplicarse, según afirmó el director general de Migración, Marcel Rivas. En el texto, Miranda usa datos para mostrar que la influencia de la migración venezolana en la criminalidad del país es de las “más bajas de la región”. Y resalta que muchos venezolanos huyen de la violencia del crimen en su propio país.

El discurso también se repite en la política

El reportaje de Mijail Miranda también aborda cómo la clase política boliviana ha intentado responsabilizar a la migración venezolana de la criminalidad en el país. Miranda cita un hecho ocurrido el 15 de noviembre de 2019, cuando Bolivia se encontraba en medio de una situación convulsa tras la salida de Evo Morales del poder. Ese día, el ministro de Gobierno, Arturo Murillo, presentó a nueve ciudadanos venezolanos y los acusó de estar implicados en delitos de sedición.

“Las fotografías de los detenidos fueron publicadas ampliamente por la prensa sin respetar el derecho a la presunción de inocencia ni indagar en la veracidad de los señalamientos gubernamentales, en medio de una coyuntura política compleja”, escribe Miranda en su reportaje. Sin embargo, hasta la fecha, la oficina de Migración solo tiene el registro de una persona venezolana deportada con “causales” de delitos graves.

Para leer el trabajo completo haga click aquí

Retornar a Venezuela desde el Medio Oriente: tres continentes y cuatro países

El 12 de septiembre, Alberto Cedeño, después de recorrer cinco aeropuertos, tres continentes y tomar cuatro vuelos, pudo regresar a Venezuela. Desde Arabia Saudita, donde permaneció nueve meses cumpliendo compromisos laborales, emprendió un viaje a Ámsterdam, capital de Países Bajos, de allí a São Paulo, Brasil, para luego trasladarse a Boa Vista y cruzar la frontera hacia su país.

El trayecto, recuerda, le tomó más de 24 horas y le costó más de mil dólares, aunque tuvo la suerte de que la empresa le financió la mitad del recorrido. «Los pasajes, desde São Paulo hasta Boa Vista, los pagué yo. Y el taxi hasta la frontera también. Además de un hotel por una noche en São Paulo. En total, de mi bolsillo desembolsé 600 dólares», asegura.

Su historia no es la única. De hecho, se enteró de la posibilidad de retornar a Venezuela a través de Brasil gracias a un grupo de connacionales varados en el Medio Oriente como consecuencia de la pandemia de la COVID-19 y del cierre del espacio aéreo ordenado por la administración de Nicolás Maduro.

Entre ellos hay al menos una treintena de personas que, al igual que Alberto, viajaron por compromisos de trabajo. Sin embargo, si bien un número importante ha podido regresar, otros perdieron sus empleos, sus ahorros, quedaron expuestos y piden la habilitación de un vuelo humanitario. Hasta ahora, el Gobierno de Maduro no ha autorizado ningún vuelo de repatriación proveniente directamente del continente asiático.

Alberto lo sabía, había estado nueve meses alejado de su familia. El 12 de abril tenía que volver, pues en esa fecha le asignaban sus respectivas vacaciones por rotación trimestral; no se pudo. En vista de esa imposibilidad, trabajó corrido hasta el 13 de julio. Para su fortuna, el contrato incluía alojamiento y alimentos a cargo de la empresa.

Alberto dirigió durante meses un proyecto gasífero de una empresa española en Arabia Saudita.

Durante todo ese tiempo, que se extendió hasta septiembre, permaneció en una habitación del tamaño de un trailer que habilitaban a los gerentes. Lo describe como un espacio de dos ambientes, con un baño, acceso a televisión e Internet, y refrigerado por dos aires acondicionados.

Lo más difícil para él, sostiene, fue estar tan separado de su familia. Con su esposa mantenía contactos por videollamadas a diario, pero eso no podía reemplazar la sensación de cercanía que genera estar con los seres queridos. Alberto pasó por depresiones, tuvo nervios y también episodios de ansiedad, sin contar las irritaciones que le generaban las tormentas de arena que más de una vez debió soportar.

Estas circunstancias le aclararon el panorama: tenía que regresar como fuera. Así que tomó la decisión, lo habló con la empresa, lo apoyaron y emprendió su travesía. El 11 de septiembre tomó su primer vuelo: de Arabia Saudita a Ámsterdam, siete horas; y otras doce horas hasta São Paulo, donde pasó la noche en un hotel cerca del aeropuerto. Al día siguiente, 12 de septiembre, voló hasta Brasilia y luego a Boa Vista, trayecto que le tomó unas cinco horas. Al mediodía de ese día logró coger un taxi que lo trasladó hasta el punto fronterizo con Venezuela: la línea de Paracaima-Santa Elena de Uairén.

La llegada a Venezuela

Mucho había escuchado, sobre todo en explicaciones y recomendaciones de sus paisanos, sobre los caminos de retornar a través de Brasil. Los hoteles disponibles, los boletos aéreos más económicos y hasta las líneas de taxi más usadas; Alberto ya había tomado nota de la situación y estaba preparado.

Para acceder a Venezuela tuvo que presentar su pasaporte y una póliza de seguro médico para viajeros, que incluía exámenes previos de la COVID-19. «Al llegar a la línea, del lado venezolano te registran los datos, te sellan el pasaporte y, ese mismo día, si llegas antes de las 4 de la tarde, te hacen un test rápido para luego irte al sitio de cuarentena», detalló Cedeño.

No obstante, Alberto no consiguió llegar antes de esa hora. Tuvo que pasar la noche en la línea fronteriza, acompañado de otras cuatro personas en su misma situación. La siguiente noche resultó igual, pues «no nos enviaron bus para trasladarnos a los sitios de cuarentena».

Finalmente, tras la nueva espera, a Alberto y el grupo que lo acompañó lo trasladaron a los centros de cuarentena. Se dispuso a pagar por una habitación individual en un hotel, con los servicios incluidos. Allí se sintió «cómodo y relajado». Para él, por fin lograr descansar en una cama ya era una buena noticia.

Transcurrieron otros catorce días hasta que cumplió con su proceso de cuarentena. Alberto, residenciado en Puerto Píritu, debió organizar también el viaje que lo llevaría hasta su hogar. Fueron 610 kilómetros en taxi, con hasta 24 controles de alcabalas de funcionarios de la Guardia Nacional en su camino a Puerto Ordaz. Allí pernoctó por dos noches más, pues no había disponibilidad de transporte para continuar el viaje. Finalmente, agarró otro taxi hasta su ciudad, en el estado Anzoátegui, que le llevó otras seis horas de camino.

Por esos viajes en vehículo, que debió costear él mismo, pagó 1.000 dólares. Y, al incluir los costos de alojamiento y comidas en el hotel, la cuenta sube a los $1.500, sin incluir los pasajes de avión.

Un viaje «agotador», pero lleno de paisajes

Para Alberto fueron días difíciles, agotadores. Pero si algo positivo rescata de esta «aventura», como él mismo la describe, fue la experiencia y los paisajes que pudo visualizar en su camino: «sitios que ni conocía de mi país». A lo lejos, bordeó la Gran Sabana y divisó el Roraima, y no dudó en fotografiar.

Aunque no se acercó, divisar el Roraima fue una grata experiencia para Alberto.

Pero el momento más anhelado, el reencuentro con sus familiares, fue lo que más emoción le produjo. Sus hijos ni siquiera sabían que su padre, tras más de nueves meses, volvería a estar con ellos en su casa este mismo año.

«Fue realmente reconfortante y lindo volver a ver a mi familia, abrazarlos, besarlos. Realmente muy lindo».

Casi diez meses transcurrieron para que Alberto pudiera retornar a su casa nuevamente.

Migrantes venezolanos en Bolivia se enfrentan a la desinformación y los estereotipos

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“Desinformación y estereotipos: el solitario camino de los migrantes venezolanos en Bolivia” es el nombre de un trabajo multimedia realizado por Mercedes Bluske Moscoso y publicado en el portal periodístico Verdad con Tinta. Mercedes es una de las ganadoras de la beca del curso virtual de cobertura periodística enfocada en las migraciones desde Venezuela hacia cinco países de la región. El curso es iniciativa de Puente de Comunicación, una alianza entre Efecto Cocuyo y la Deutsche Welle Akademie.

El trabajo escrito por Mercedes Bluske Moscoso aborda la historia de varios migrantes venezolanos en Bolivia y sus vivencias en un país que no figuraba entre los destinos más recurrentes para el proceso migratorio venezolano. Bluske mezcla historias de vida, elementos multimedia, fuentes oficiales y datos para presentar una publicación que ofrece algunas luces de cómo viven los venezolanos en el corazón de Sudamérica.

Las dificultades de los venezolanos en Bolivia

Si bien cuando se habla de migración venezolana automáticamente se piensa en países como Colombia, Argentina, Chile, Perú, España y Estados Unidos, también hay presencia de venezolanos en naciones como Bolivia. Este país ha sido uno de los últimos en sumarse a la lista de receptores de migrantes venezolanos en Sudamérica, pero cada día la cantidad de criollos que llegan al país va in crescendo.

De acuerdo con un informe publicado en abril de este año por la Organización de Estados Americanos (OEA), en Bolivia hay más de 10.000 venezolanos. 405 criollos solicitaron refugio en 2019 y, según el reporte, tan solo 57 han sido reconocidos con este estatus. La Paz, Cochabamba y Santa Cruz son las ciudades donde más venezolanos se concentran en Bolivia

En el trabajo publicado por el medio Verdad conTinta, Mercedes Bluske Moscoso muestra algunas de las historias de los venezolanos en el país del altiplano.

La publicación consta de dos capítulos. En el primero, Bluske cuenta la historia de Andrea y su familia, a quienes no les quedó más remedio que mendigas en las calles de la ciudad de Sucre, capital constitucional de Bolivia. Andrea dejó Venezuela en 2018 y pasó por países como Colombia y Perú, con el objetivo de llegar a Chile. No obstante, no pudo acceder al país austral y tuvo que modificar su ruta hacia Bolivia. En este capítulo también se mencionan ciertas contradicciones sobre la aplicación de las leyes bolivianas en la migración venezolana, pero especialmente se menciona que muchos de los migrantes no tienen suficiente información sobre los pasos que deben seguir para tener estatus legal en Bolivia.

Otra historia relatada en el primer capítulo es la de Carlos Ruiz, quien vende arepas en las calles de la ciudad de Tarija. Al igual que Andrea, Carlos también buscaba ingresar a Chile, pero no lo logró debido a las restricciones migratorias. Así que optó por ir a Bolivia y buscar establecerse en el país.

Luchar contra los estereotipos

El segundo capítulo del reportaje de Mercedes Bluske Moscoso en Verdad con Tinta se concentra en los estereotipos que rondan sobre los migrantes venezolanos en Bolivia y cómo las comunidades tienen diferentes formas de recibirlos: algunas muestran rechazo y xenofobia, pero otras se muestran receptivas ante la presencia de los venezolanos en el país. En este capítulo también se presenta una encuesta realizada por el Centro de Información Empresarial y Planificación Estratégica (Cieplane) y Verdad conTinta sobre la percepción de la sociedad tarijeña hacia los migrantes venezolanos. El balance sobre la percepción de las personas encuestadas no es positivo y, de hecho, piden aplicar límites estrictos con respecto al número de migrantes venezolanos que ingresan al país.

Puede leer este trabajo completo haciendo click aquí

Ella en Caracas y él en Hong Kong: obligados a llevar un embarazo a distancia

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«¿Qué hago?, ¡No sé qué hacer!», fue lo primero que solté. «El apego, Mayra. ¡Pégatelo al pecho!», me dijo mi obstetra.

Aquella noche del domingo 27 de septiembre de 2020, Mayra se convertía en madre por primera vez. Su experiencia: un trabajo de parto de 17 horas que inició en la casa de sus suegros, donde vivió la mitad de su embarazo; el resto fue en casa de sus padres.

Las contracciones se extendieron desde las cuatro de la madrugada hasta las ocho de la noche cuando decidió ir a una clínica en Caracas. Su esposo, David, también estaba presente, pero desde la pantalla del celular, en otro huso horario, en otro continente.

“Yo ese día me llevé trípode, extensión, le metí saldo suficiente al teléfono, ligando que en el quirófano hubiese buena señal. Me cercioré para que él estando en el teléfono tuviese un buen ángulo. Siempre estuvo conectado conmigo. Yo no lo escuchaba. Solo lo veía”, cuenta hoy mientras Mateo, su bebé, duerme.

Mayra y David se casaron por la Iglesia en diciembre de 2019. Ya en enero de ese año, habían formalizado su unión por el civil. Pero por compromisos laborales, él, como deportista, debía irse a principios de 2020 a cumplir compromisos laborales. Por tal razón, Mayra, decidió también viajar por el sur de América para visitar a familiares y amigos y así no volver sola a Hong Kong, región de China donde ambos ya se habían residenciado desde meses atrás cuando a David le ofrecieron un cargo para desempeñarse en uno de los programas de tenis más prestigiosos de Asia.

Aunque se desconoce la cifra exacta de venezolanos en el continente asiático, David y Mayra son dos de los más de 26.000 migrantes que están en Hong Kong, según el reloj de población Countrymeters. La población actual en la región es de 7.613.917 ciudadanos.

 “En Hong Kong el parto no hubiese sido así”, dice Mayra de 29 años de edad. “Hubiese sido más frío, de seguro”, agrega, al tiempo que confiesa lo afortunada que fue de contar con el apoyo de su familia y particularmente el de su madre. “Yo no quería cesárea pero no había opción para parto natural. Lloramos. No dejaron entrar a mi mamá. Este año todo ha sido diferente para mí”, suelta con determinación.

En los planes de ambos no estaba aún convertirse en padres. Tampoco lo estaba estar separados al menos diez meses, incluidos, por supuesto, los nueves del embarazo.

“Estamos acostumbrados a no vernos. Pero lo máximo había sido tres meses porque él viaja mucho, ahora como coach y antes como tenista”, señala Mayra mientras admite que lo más difícil de lo que vivió fue el estar sola durante el embarazo, sentir los dolores y tomar las decisiones.

“Nunca nos vimos llorar delante del otro. Yo sabía que él la estaba pasando duro y él también pensaba en mí. Pero yo sentía que él la estaba pasando peor que yo. Yo sentía que tenía que estar bien, por él, por mi bebé y por mí. La única vez que lloramos fue un día antes del parto. Pero yo le dije: ‘Yo no quiero que cuando nazca Mateo sea una tristeza. Creo que somos muy fuertes y vamos un paso adelante para prepararnos mental y espiritualmente a lo que podamos enfrentar’”, cuenta hoy día Mayra al tiempo que confiesa que fue el temple y carácter de David lo que la inspiraron a ser fuerte. “El no cae ante las adversidades”, dice hoy día Mayra.

Una vida en Hong Kong

La diferencia horaria entre Venezuela y China son 12 horas. Desde que están separados se las ingeniaron para acortar la distancia de 16.356 kilómetros que separa Hong Kong de Caracas y ajustar las rutinas de ambos, incluso los malestares propios del embarazo. “Mientras él dormía, yo los superaba y ya está. Yo siempre estaba hablando con él. Lo acompañaba a comer, a hacer mercado. Mientras él estaba desayunado yo estaba cenando. Nos tocó ser fuertes solos. Cuando uno caía, el otro estaba ahí. Trabajamos siempre en motivarnos”, dice Mayra.

Aquél 29 de enero, estando ella en Argentina y él en Hong Kong, un test rápido de embarazo fue el primer giro de sus vidas; luego el reto sería otro.

“Ese día le envié una foto con el resultado de la prueba. Él estaba impresionado pero estaba contento. Le alegró mucho, más que a mí. Yo estaba confundida”, dice Mayra.

En medio de la sorpresa, ella, graduada en Ciencias Políticas de la Universidad Central de Venezuela, acordó con su esposo que por la cercanía geográfica aprovecharía pasar por Venezuela para renovar su pasaporte, antes de regresar a su nuevo hogar, en el continente asiático.

“Yo vivo en Hong Kong. Me vine a hacer la renovación de pasaporte. Yo no podía estar allá con el pasaporte vencido. Se me vencía en julio y en agosto cumplía un año en Hong Kong. Yo estaba solicitando pasaporte porque el mío ya no tenía hojas. El procedimiento era anular y pedir pasaporte nuevo para regresar con mis papeles en regla”, explica.

“Mi cita para el pasaporte fue el 9 de marzo. El costo del trámite fue unos 200 dólares por el pasaporte. Ese día me dijeron que en 15 días lo tendría. Cuatro días después, el 13 de marzo, decretaron la pandemia”.

Desde entonces, el nuevo reto fue buscar la manera de rescatar su documento y poder viajar, ahora con Mateo en su vientre.

Actualmente miles de venezolanos alrededor del mundo, y en Venezuela, padecen lo que es no tener pasaporte. Desde mediados de marzo, el Servicio Administrativo de Identificación, Migración y Extranjería cerró operaciones por la pandemia del Covid-19, aunque inclusive meses atrás usuarios denunciaban fallas y deficiencias en la atención.

Las opciones

“Ha sido duro porque desde que nos enteramos de que Mayra estaba embarazada ya empezamos la lucha para poder renovar y recibir su pasaporte. Ya ella había hecho los trámites y estaban bastante avanzados cuando nos enteramos del cierre de vuelos en Venezuela. Lo único que faltaba era la impresión y que se lo entregaran. Así que fue un poco complicado. Buscamos la manera para que le entregaran el pasaporte. Lo intentamos hasta finales de agosto cuando ya decidimos que era muy tarde para viajar porque el embarazo ya estaba muy avanzado. Desde ese momento empezamos a evaluar otras alternativas: ¿iría yo a Venezuela? Eso no se dio porque no había vuelos, porque lamentablemente las fronteras siguen cerradas. Es increíble que uno ni siquiera pueda regresar a su país”, señala David, exjugador profesional de tenis, de 28 años de edad.

“Estudiamos todas las alternativas. Incluso evaluamos para que David viniera por los vuelos que se toman desde República Dominicana, pero oscilan entre 4 mil 5 mil dólares”, recuerda Mayra.

La apuesta

Cuenta David que después de que nació Mateo, aquél 27 de septiembre, ambos solo esperaban por lo que se solucionara primero. “Si los papeles de Mayra, lo cual era complicado porque ahora no solo eran los papeles de Mayra sino los del bebé también, o la posibilidad de tomar un vuelo humanitario, por enlace con el Ministerio de Deportes”.

Lo último fue lo que se concretó. David, como tenista Junior, alcanzó el puesto número 10 del ranking mundial en el año 2009 y como profesional alcanzó la posición número 208 de la Asociación de Tenistas Profesionales. Representó a Venezuela en Copa Davis desde el año 2010. Aunque en 2015 oficializó su retiro, dos años después volvió a las canchas. Ahora se desempeña como Director de Alto Rendimiento de la Academia de Tenis Bruguera, una academia española con base en Hong Kong. Sus logros y trayectoria en el mundo del tenis, más sus razones de peso para viajar a Venezuela, fue el aval para abordar ese vuelo humanitario.

“Para poder optar a este vuelo tuve que viajar a Roma y hacerme todos los test y todos los trámites pertinentes para asegurar que no tenía el Covid-19 y así poder entrar a Venezuela y finalmente conocer a mi bebé y luego comenzar con la próxima lucha: recuperar los documentos de Mayra, que deben estar extraviados en algún lugar y sacarle los papeles al bebé para poder regresar a Hong Kong, que es  lo que nosotros queremos”, señala David quien al momento de hacerse la PCR en Italia coincidió con al menos 114 venezolanos más.

“Eran venezolanos de todo el mundo. Varados principalmente en Europa: Italia, España… venezolanos que estaban en países europeos y que tuvieron la oportunidad de tomar ese avión. El vuelo Roma-Caracas no tiene costo. Pero cada pasajero cubre gastos de estadía. Yo me pagué mi vuelo Hong Kong-Roma y mi estadía en Roma”, explica.

Actualmente Venezuela es de los pocos países que hasta finales de octubre no había retomado los vuelos comerciales. Las restricciones de vuelos internacionales aún prevalecen, en principio, hasta el 2 de diciembre, según un comunicado emitido este 2 de noviembre por el Instituto de Aeronáutica Civil.

David llegó a Maiquetía el 17 de octubre. Tres días después, cuando la prueba que le hicieran en Venezuela también saliera negativa, pudo cargar, por primera vez a su hijo mateo y abrazar, después de casi diez meses, a su esposa Mayra. Ahora, los tres, sí se disfrutan como familia.

Sin embargo, David admite que la ilusión de su primogénito fue su foco durante estos diez meses, aunque no niega que lo más difícil fue estar lejos de su esposa y manejar la frustración de no poder hacer nada. “Para llevar estos momentos me apoyé en el pensamiento que iba a ser papá, que soy padre y que todos los esfuerzos que estaba haciendo eran por mi hijo, que lo mejor que podía hacer ante una situación que no podía cambiar era seguir trabajando con la mejor actitud posible para ahorrar, para poder brindarle el mejor futuro que se pueda y trabajar lo mejor posible con la mejor actitud. Eso fue lo que me mantuvo con la mente limpia para levantarme cada día con motivación y buena actitud: intentar poner todo en un poco de perspectiva. Todo pasa; todo cambia”.

“No podría hacer una analogía con un partido de tenis si gané o perdí. Pero sin duda podemos decir que fue un torneo en el que hubo momentos difíciles, derrotas, y en el que me llevo un gran aprendizaje que me va a servir para el futuro, para la vida. “El haberme perdido de lo que me perdí, no lo voy a poder cambiar, simplemente ahora a disfrutar de Mateo y saber que me queda una vida por delante, con nuevos desafíos, y esta experiencia difícil que tuvimos seguro va a servir de motor para hacer las cosas mejor. Al final el deporte es como la vida, se gana, se pierde, se aprende. Y eso es lo que ha tenido este año: se ha ganado, se ha perdido, y principalmente se ha aprendido. Con eso me quedo”, sentencia David.

Migración Colombia: “La criminalidad en Colombia no surge con la migración venezolana”

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Desde el 29 de octubre se generó en las redes sociales una respuesta de rechazo contra la población migrante venezolana en Colombia. Esto ocurrió tras las declaraciones que ofreciera la alcaldesa de Bogotá, Claudia López. El video de sus declaraciones se hizo viral en redes sociales y se posicionó en Twitter.

La opinión de la dirigente también desencadenó las respuestas de distintos funcionarios públicos y usuarios que rechazaron los señalamientos. La plataforma Barómetro de Xenofobia, que desde agosto de 2020 analiza, sistematiza y difunde análisis de las conversaciones en Twitter, páginas web y medios de comunicación sobre la población migrante venezolana, comprobó que, tras las polémicas declaraciones de López, la discusión de xenofobia en Bogotá aumentó en 918% con respecto al día anterior.

“Las declaraciones de la alcaldesa generaron un pico en la conversación sobre seguridad y migración a partir de las 8:00 p.m. del 29 de octubre. Específicamente, el 43 % de las publicaciones que vinculaban a migrantes con hechos de seguridad estuvieron relacionadas con las declaraciones de la alcaldesa”, se lee en un informe publicado el 30 de octubre.

Otro de los hallazgos es que el 43% de las publicaciones asociaban a la población migrante con las palabras “delitos”, “robos” o delincuentes. El texto también dice que “los comentarios de la alcaldesa, tienen un poder catalizador en el comportamiento y crecimiento de la conversación en línea, lo cual revela una alta capacidad de influencia de autoridades públicas en las percepciones y manifestaciones que asume la opinión pública ante determinados hechos”, se lee en el informe.

En ese sentido, este 31 de octubre, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) expresó su preocupación por las declaraciones de la alcaldesa de Bogotá. “La CIDH recuerda que las personas funcionarias públicas deben abstenerse de incurrir en declaraciones estigmatizantes que puedan exacerbar la xenofobia hacia las personas venezolanas”, escribieron en su cuenta en Twitter.

¿Qué pasa con la criminalidad en Colombia?

El viernes 30 de octubre, el director de Migración Colombia, Juan Francisco Espinosa, desestimó las recientes declaraciones de López y reiteró que la violencia y la criminalidad en la nación neogranadina no responde al flujo migratorio de ciudadanos venezolanos que, según detalló, al corte del 31 de agosto, se ubica en 1.722.919.

“Si lo miramos desde las capturas, en 2019 fueron capturados más de 11.000 venezolanos, principalmente por hurto a establecimientos comerciales o por tráfico y porte de estupefacientes. De acuerdo con datos de la Policía Nacional, el 96% de los hurtos en Colombia son cometidos por colombianos. Los datos que nos están mostrando es que en el universo de Colombia tenemos un porcentaje bajo de criminalidad por parte de extranjeros y que dentro de ese porcentaje bajo de crimininalidad extranjera, hay también un porcentaje bajo de delitos cometidos por parte de venezolanos”, dijo.

Dichas declaraciones de Espinosa estuvieron respaldadas por el más reciente estudio realizado por el Migration Policy Institute y el Brookings Institution, ambos centros de estudios políticos con sede en Washington, D.C., que reveló que la migración venezolana de los últimos años no ha generado un incremento en el crimen en los tres principales países receptores de este movimiento: Colombia, Perú y Chile.

“Los datos en este estudio sirven como evidencia robusta que la presencia de migrantes venezolanos no está generando un aumento de la delincuencia en la región, ciertamente no en los tres países que han recibido la mayor cantidad de migrantes y refugiados venezolanos”, indicaron en su momento los autores del informe, publicado a mediados de septiembre, basado en las cifras públicas y en las solicitadas por ellos mismos a las autoridades sobre las acusaciones formales y encarcelamientos de venezolanos los últimos años.

En ese sentido, Espinosa agregó: “Lo que estamos viendo en la literatura universal es que no hay una explicación de criminalidad nacional de cara a lo que pasa con los extranjeros. Por ejemplo, el 2.3% de los arrestos por delitos violentos en Colombia involucraron a venezolanos, los cuales representan el 3.2% de la población total de venezolanos en el país. ¿Qué quiere decir esto? Casi el 97% de los migrantes en Colombia tienen buen comportamiento y no tienen relación alguna con esos pequeños casos de violencia. Los delitos violentos en Colombia son cometidos casi en un 98% por colombianos, no por migrantes. Vale la pena estudiar qué pasa con Chile y Perú. Esa cifra en Chile es el 2.4% y Perú el 2.9%. Fíjense que se mantiene una tendencia”, señaló Espinosa.

La autoridad migratoria además detalló que de los casi 100.000 privados de libertad que se reportan en información pública del  Instituto Nacional Penitenciario y Carcelaria de Colombia, un poco más de 2.700 extranjeros aparecen como privados de libertad. “De esa cifra 1500 son venezolanos, que representa el el 1.5% del universo de población privada de la libertad. Quiere decir que el total de venezolanos privados de libertad en Colombia equivale al 0.08% del total de venezolanos que tenemos radicados en territorio nacional”.

Espinosa, además, rechazó la propuesta de López sobre la deportación inmediata de aquellos venezolanos que delinquen, pues explicó que “cuando un extranjero comete un delito en Colombia, la sanción no puede ser la deportación o la expulsión. Tiene que ser la judicialización. La persona que comete un delito, no importa su origen, tiene que ir ante un juez y tiene que responder ante la justicia. La criminalidad en Colombia es inaceptable; no importa de donde venga. La persona que comete un delito hay que judicializarlo; no preguntarle de dónde viene”, agregó.

“Un delito es inaceptable; no importa quién lo cometa. Los estudios deben explicar y solucionar los problemas en torno a la delincuencia. El 100% de la delincuencia no se puede explicar con un 3% o 4%. Ese 3% o 4% hay que explicarlo con lo que pasa en su universo. No puede volverse una excusa para explicar lo que pasa con ese 97% o 98%. Dicho de otra forma: La criminalidad en Colombia no surge con la migración venezolana. Los problemas de criminalidad que lamentablemente tenemos viene de mucho tiempo atrás. Tenemos que concentrarnos en seguir combatiendo, no importa de dónde venga”, sentenció Espinosa.

Desde principios de octubre de 2020, Espinosa había señalado que los venezolanos no inciden en el incremento de la delincuencia en el país.

Colombia avanza en el debate de una política integral migratoria de largo plazo

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El 27 de octubre, fue aprobado por unanimidad, en segundo debate del Senado de Colombia, un proyecto de ley para que en el país neogranadino exista, por primera vez,  una política integral migratoria.

Según explicó la senadora y exembajadora de Colombia en Brasil​, Emma Castellanos, autora del proyecto de Ley 036 de 2019, dicha propuesta busca crear “una política integral migratoria, que busque establecer los principios, lineamientos, definiciones que le den marco a la gestión migratoria en el país, que es una política pública a corto mediano y largo plazo, independientemente cuál sea el gobierno y que esto ayude a coordinar y articular las diferentes entidades de acción que van encaminadas a atender la población migrante”. 

“Por primera vez el ordenamiento jurídico de Colombia va a tener una política pública de migración. Porque antes la migración era un fenómeno coyuntural, pero en este momento Colombia se volvió un país receptor y siguen creciendo los migrantes con vocación de permanencia. Por eso hay más de 1’731.017 venezolanos que están en el territorio de Colombia”, precisó Castellanos en entrevista para El Tiempo.

Aseguró que la ley contemplaría temas sobre convalidación de títulos en el extranjero, pues explicó que va en concordancia del Ministerio de Educación.

De superar los siguientes dos debates, la ley aplicaría para tres tipos de personas: los migrantes extranjeros que están en el territorio colombiano, los retornados y los colombianos en el extranjero.

Con información de El Tiempo

Venezolanos varados en España: sin recursos y a la espera de ayudas

«Esto ya se ha prolongado demasiado». El año 2020 se aproxima a su fin y Doris Domínguez continúa en España. Viajó a Barcelona el 9 de marzo. Lo hizo alegre, emocionada porque volvería a ver a su hijo y haría un poco de turismo. Pero sus planes cambiaron drásticamente: las medidas gubernamentales para frenar la pandemia de la COVID-19, tanto en Europa como en Venezuela, le han impedido movilizarse. A tal nivel que, incluso, ni siquiera ha podido regresar a su país. Como ella, son cientos los venezolanos varados.

Primero, solo días después de su llegada, el Gobierno español estableció un confinamiento que se extendería hasta el mes de junio; segundo, y casi al mismo tiempo, en Venezuela cerraban el espacio aéreo. A pesar de que contaba con pasaje para retornar el 7 de junio, no ha podido regresar. Está varada en España, separada de su esposo y de sus padres, quienes sufren patologías.

Doris debió regresar a Venezuela durante junio.

«Estar fuera de mi hogar, lejos de mi esposo y de mi familia, ha sido bastante difícil», relata. Su madre, de 82 años, ha tenido crisis hipertensivas que le provocaron un ACV, además de tener dificultades para caminar por una artritis en sus piernas; su padre, de 87 años, padece de una hernia. Doris es hija única y sus padres dependen completamente de ella. «Lo que más desean es que mi regreso sea pronto».

Cientos de varados se encuentran en situaciones similares. Viajaron a España por un tiempo y con un presupuesto ajustado, pero han tenido que extender su estadía obligatoriamente y no han contado con suficiente ayuda de las autoridades diplomáticas venezolanas. Si bien la gran mayoría tiene familiares que les brindan alojamiento y cubren los gastos, a otros les ha tocado pasar las noches en albergues municipales y pidiendo auxilio a distintas ONG para poder conseguir alimentos.

Esa es la situación de Rubén. Es chofer de camión en Venezuela y viajó a España para visitar a su hija, a quien no veía desde hace seis años, y a sus nietos, de dos años y de 10 meses. Permanece en Alicante, donde se suponía estaría por mes y medio. Actualmente, ya con su presupuesto mermado, ha recibido ayudas de Cáritas y la Cruz Roja, que le proporcionan alimentos mensualmente.

Toda su familia sigue en Venezuela. Sus padres, sus hermanos y hasta sus hijos, que dependen de él, lo esperan. «Por ser turista no tengo documentos legales para trabajar», explica. Sin ello, la opción de poder conseguir ingresos es sumamente complicada.

Toda su familia espera por el regreso de Rubén a Venezuela.

«Estamos desesperados por regresar ya», insiste Mirtha. Junto con su esposo, están viviendo en casa de su hija en Palma de Mallorca. Ya se quedaron sin recursos. Viajaron el 8 de febrero con una agenda clara: acudir al cumpleaños y bautizo de su nieto. Su estadía estaba pautada por 45 días, hasta el 25 de marzo; ya tiene siete meses en suelo español.

Varados
Mirtha y su esposo son comerciantes y su estadía en España sería por solo 45 días.

A Mirtha le llegó una buena noticia el 29 de octubre. «Me acaban de llamar para el vuelo. Lloro de la emoción», comentó en uno de los grupos de WhatsApp que comparte con otros cientos de turistas venezolanos. Se espera que para el próximo 6 de noviembre despegue un nuevo vuelo de repatriación, el cuarto desde el inicio de las restricciones en marzo, que lleve a los varados a sus hogares, de Madrid a Caracas.

Pero no todos los turistas venezolanos varados en Europa se encuentran en España. Entre Italia, Portugal, Francia, Reino Unido y hasta República Checa se concentran algunos que han visto cómo les posponen sus boletos o ven a las embajadas demorar sus posibilidades de tomar vuelos de repatriación. Hasta la fecha, en Europa, solo se han habilitado dos trayectos de ese estilo, exceptuando los tres que se han hecho desde Madrid: uno proveniente de Roma y otro de París.

Varados y sus vías alternas para retornar

Mientras Venezuela no abre sus fronteras aéreas y habilita pocos vuelos de repatriación, los varados intentan otras alternativas. El regreso por la frontera con Brasil o rutas por Colombia se han convertido en una opción para grupos que también tienen meses en espera de una autorización para retornar.

Cristofer* tomó una travesía. Partió por Madrid a México, de ahí a Bogotá, luego hasta Cúcuta en avión, para después trasladarse hasta la zona fronteriza y cruzar hacia Venezuela por los caminos no oficiales. En la frontera lo esperaba un señor a quien, luego de pagar una comisión, lo guió por la trocha y le llevó su equipaje hasta San Cristóbal. Finalmente, desde allí tomó un vehículo particular que lo condujo hasta Caracas. Todo el trayecto, asegura, le salió en un aproximado de 700 dólares.

Sin embargo, el trayecto tiene una implicación: no se registra una salida de suelo colombiano y, por lo tanto, no se sella el pasaporte. Por esa razón, quien decida tomar ese camino deberá regresar a Colombia en los próximos meses, entrar sin ser detectado por las mismas trochas, y salir por el trayecto oficial para poder conseguir el sello.

Otra ruta es el retorno a través de Brasil. El viaje suele iniciar con un boleto aéreo hacia Río de Janeiro o São Paulo, luego otros vuelos hacia Manaos, después a Boa Vista y, desde allí, un traslado en taxi hacia la frontera con Venezuela.

La travesía puede costar más de 1.000 dólares, según testimonios recolectados por Venezuela Migrante. Además, a menos que se pague comisiones extra a agencias de viajes o funcionarios, es obligatorio guardar cuarentena por un tiempo que suele extenderse hasta 15 días. Y, finalmente, pagar por un viaje desde Santa Elena de Uairén hasta Caracas.

Estudiantes que intentan regresar

Daniela llegó a España en 2018, tenía 17 años. Su meta era poder estudiar, cursar un máster que le facilitara estabilizar su situación económica en el país. Pero no pudo hacerlo; nunca logró pagarlo. En medio de esfuerzos infructuosos, decidió reservar pasajes para regresar en marzo de este año a Venezuela. Tampoco se pudo. También ocurrió lo mismo el 4 de junio, 4 de julio y hasta el 1 de septiembre. Todos los vuelos habían sido pospuestos.

Ha pasado noches pernoctando en las calles, pues está sola, sin recursos y la mayoría de sus familiares se desentendieron de ella, afirma. Por tiempos intercalados, a veces, pasa por el hogar de uno de sus amigos, cuyos padres le proveen alimentos y cobijo, pero no siempre. «Comía en su casa o, a veces, simplemente no comía», cuenta.

Ha estado en contacto con el consulado venezolano en Vigo y con la embajada para que le habiliten un cupo en los vuelos de repatriación, pero su caso lo han desestimado. Alegan que no se trata de una situación de «varado», a quienes dan prioridad en las selecciones.

«Hace ya un año que no tengo dinero para poder alimentarme bien, la última vez que comí un plato así (con proteínas, carbohidratos) fue como en septiembre de 2019», recuerda. Desde su llegada a España se ha desempeñado, en breves períodos, como tatuadora y teleoperadora. Con los recursos que obtuvo apenas podía pagarse el alquiler, en una habitación, y una dieta básica: de frutas y cereales.

«Decidí en enero que prefería regresarme (a Venezuela), estudiar, ahorrar con calma y volver a intentar migrar ya cuando tuviese preparación, ahorros y fuese un poco más mayor de edad. Así que reservé ese vuelo en marzo que inesperadamente se canceló».

Desde el cierre del espacio aéreo venezolano, el pasado mes de marzo, solo se han habilitado tres vuelos de repatriación para venezolanos desde Madrid. En su mayoría, han sido abordados por personas en condición de varados. No obstante, para lograrlo han debido hacer numerosas acciones de presión, como pernoctar por días en el aeropuerto Adolfo Suárez de Madrid-Barajas o solicitar ayuda presencialmente en las sedes diplomáticas.

*Personas que pidieron reservar su identidad

Filme venezolano conquista el premio Silver Hugo en el Festival de Cine Chicago

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“Especial”, el largometraje dirigido por Ignacio Márquez bajo la producción de José Antonio Varela y Alejandro Medina fue reconocido con el premio Silver Hugo en la categoría New Directors Competition del 56° Festival Internacional de Cine de Chicago.

“Debido a su universo cinematográfico altamente atmosférico y multisensorial, que nos sumerge en el mundo de la búsqueda de la comprensión de una relación única entre un padre y un hijo, esta película sobre la madurez, no solo trata con confianza y sentido del humor los difíciles temas de la discapacidad, el trauma y la aceptación, sino que también tiene un paisaje sonoro lleno de brillantes piezas de Latin Jazz que marcan el tono de las actuaciones magistrales.” Así lo reflejó el jurado del Chicago Film Festival, uno de los más prestigiosos certámenes de la industria cinematográfica de Estados Unidos, que recién finalizó este 25 de octubre.

La película que tuvo su estreno mundial el pasado 14 de octubre a través de la plataforma digital también fue aclamada por la crítica internacional.

Una victoria para el cine venezolano

Se trata del primer largometraje venezolano protagonizado por un actor Síndrome de Down. Encabezan el elenco Greyber Rengifo (actor Down), Ruper Vásquez, Brenda Moreno, Roberto Rodríguez, Carolina Torres y Adolfo Nittoli. Por su parte, el músico venezolano Alfredo Naranjo tuvo a cargo la música de la película, por la que también fue ampliamente distinguida.

“Lo que podría ser un cuento moral o incluso una explotación sombría es en cambio una celebración rica y vibrante. ESPECIAL es un ejemplo perfecto de lo que puede ser el cine cuando quiere explorar la fealdad de la vida con una positividad implacable.” expresó por su parte la crítica de Raphael Jose Martinez para CINE FILE / Chicago.

“Especial” cuenta la historia de Chúo, un joven profundamente encantador quien debe navegar los desafíos de la edad adulta temprana con síndrome de Down mientras busca construir una vida independiente de su atribulado padre, un percusionista frustrado y refugiado en la bebida.

Para el director Ignacio Márquez este reconocimiento representa “el inmejorable inicio de un tiempo de cosecha luego de una larga y exigente siembra, es una valoración muy importante a las mujeres y hombres que conformamos el cine venezolano, un conjunto de realizadores rebeldes y audaces capaces de emprender la creación cinematográfica en circunstancias bastante retadoras y lograr consolidar obras de alcance mundial».

«Es la visibilización de las personas con síndrome de Down tanto en lo imaginario, por el tema abordado, como en la ejecución, por sus capacidades expuestas. Siento que a Greyber y a nuestro cine les sucede metafóricamente lo mismo, sólo hay que conocerlos para apreciarlos y valorarlos.” añadió el director y también guionista de la película.

Proyectos periodísticos para entender la migración venezolana

Tras dos meses de capacitación en el proceso migratorio venezolano, el equipo del Curso Puentes de Comunicación seleccionó a los ganadores de la beca de 1.200 euros para realizar reportajes y de 400 euros para elaborar podcast. Los seleccionados ya se encuentran trabajando en sus investigaciones. Se trató de Abel Miranda y Mercedes Bluske (Bolivia); Mariana Álvarez, Laura Vásquez Roa y Xiomara Montañez (Colombia); Cielo Galarcio y Jorge Rizik (Chile); Ana Cristina Basantes y Karla Crespo (Ecuador), y Arnol Piedra (Perú). En relación con la producción de podcast, los periodistas seleccionados fueron Ana Martínez Ossa, Paola Rodríguez, Rodrigo Paredes y Jovani Escobar (Colombia), y Rosa Elena Vallejo (Ecuador).

El proyecto de Efecto Cocuyo y la DW Akademie contó con el apoyo del Ministerio Federal de Asuntos Exteriores de Alemania; y la orientación de los docentes Francisco Godínez (Argentina), Ginna Morelos (Colombia), Jorge Daniel Morelo (Colombia), Eileen Truax (México y Estados Unidos), Esther Vargas (Perú), Ligia Bolívar (Venezuela). También participan cinco fixers o asistentes de investigación; todos venezolanos y migrantes en Sudamérica.

Santiago García, coordinador de proyectos y miembro del equipo de la DW Akademie, dice que el objetivo del curso fue crear «puentes» a través de la comunicación. Destaca la importancia de estudiar los procesos migratorios, originados por distintas crisis: económicas, y hasta climáticas en el mundo. «En estos últimos años hemos visto que la crisis política, económica, de Venezuela ha desplazado a millones de venezolanos y venezolanas en búsqueda de posibilidades mejores».

El curso se inició con 62 participantes, incluyendo a cinco fixers (comunicadores sociales venezolanos que prestaban apoyo en los países participantes en el curso). Casi un 90% de los cursantes concluyeron todas las lecciones y obtuvieron un certificado. Según García, la selección de los ganadores «fue una decisión muy difícil, algunos trabajos se han decidido por décimas de puntos».

La migración como una oportunidad

Para Ginna Morelos, profesora del programa y editora de la sala de redacción virtual del Curso Puentes de Comunicación, se necesita estudiar exhaustivamente el proceso migratorio, el cual tiene una multicausalidad. «Estamos ante un fenómeno que plantea unos desafíos enormes a nivel periodístico, con una gran responsabilidad por no abandonarlo. Yo quisiera que en América Latina nos ocupemos del tema también de manera positiva, porque la migración no es solo un drama, también es una gran oportunidad», explica en una entrevista telefónica.

Recomienda a los periodistas que desean profundizar en esta materia: «Andar con los otros para encontrarnos y contar algo que transforme tremendamente la realidad de los países, de las personas».

Según Morelos, el interés surgió después de trabajar con Luz Mely Reyes y Laura Weffer, editoras de Efecto Cocuyo, en la serie de trabajos periodísticos «Venezuela a la fuga«, ganador del Premio Gabriel García Márquez en 2018. «Ellas quedaron muy matriculadas con este tema, y comenzando este año nos coordinamos con la DW Akademie, que cuenta con toda su experiencia en capacitación; mientras que nosotras teníamos la experiencia en el campo territorial. Así, vinculamos estas dos miradas», indica.

Las publicaciones seleccionadas

Los reportajes ganadores de la beca abordan distintos temas, entre ellos derecho de la niñez, mujeres y comunidad lgtbi. Muchos se publicaron en medios de comunicación no tradicionales: «Medios y políticos criminalizan a migrantes venezolanos sin respaldo estadístico» (Muy Waso), «Desinformación y estereotipos: El solitario camino de los migrantes venezolanos en Bolivia» (Verdad con Tinta), «Somos caminos: historias de migración y movilidad humana» (Enfoque Oriente), «El aborto, un derecho para las migrantes en Colombia» (Revista Rolling Stone), «La violencia contra la población lgbti migrante debe estar en la agenda pública» (Periódico 15), «Migración como Oportunidad: Lo que Chile gana y Venezuela pierde» y «Cruzando a la esperanza» (Revista Sur), «Cuando toca sobrevivir es imposible estudiar» (GK), «Las luchas de niños y jóvenes venezolanos para acceder a clases en Ecuador» (El Mercurio), y «Señas desde el silencio: historias de venezolanos sordos en Perú» (Servindi).