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Extienden vigencia del Carnet de solicitante de refugio y la Autorización de Trabajo virtual

La Comisión Especial para los Refugiados (CEPR), órgano perteneciente al Ministerio de Relaciones Exteriores del Perú anunció que se extiende la vigencia de los Carnet de solicitante de refugio y la Autorización de Trabajo virtual.

La fecha dispuesta por la institución es hasta el 30 de junio de 2021 por razones de salud pública.

“La excepcionalidad se produce debido a las disposiciones sanitarias por la pandemia y el establecimiento del distanciamiento social”, explica la institución.


Agrega que la información sobre la validez de los documentos está en la opción “Conozca el Carné de solicitante de refugio y la Autorización de Trabajo virtual«.

El CEPR también hizo de conocimiento público que los carnet antiguos de 5 dígitos no tienen validez.

“Su vigencia está sujeta a la confirmación de la Oficina, para lo cual el solicitante deberá enviar un correo electrónico para indicarle los pasos a seguir”.

Por otra parte, la institución también recordó la única entidad ante la cual se pueden realizar trámites relativos a la solicitud de refugio es la Secretaría Ejecutiva de la CEPR. “Todo trámite es gratuito”, resalta.

Durante lo que reste de la pandemia, toda comunicación de la Oficina con los solicitantes de refugio o refugiados se realiza a través del correo electrónico que haya consignado en su escrito de solicitud o el formulario en línea.

Por ese motivo, pide a todos los solicitantes que la información sea debidamente consignada para que pueda concluir diversos trámites como la Autorización de Trabajo Virtual.

“En enero me regreso a Perú, como sea”

Hernando Isea, paramédico de profesión en Venezuela y agente de seguridad en Perú, había planificado desde el 2019, que en marzo del 2020 volvería a su natal Socopó (estado Barinas), pero de visita. Quería reencontrarse con su mamá, esposa e hija que ya tenía dos años sin ver.

El plan iba según lo planificado. En enero le aprobaron la residencia especial, luego que expirara su PTP y con el Carnet de Extranjería tenía la posibilidad de entrar y salir del Perú sin restricciones.

El 28 de febrero renunció a su empleo formal, con todos los beneficios de ley y el 15 de marzo estaría cobrando su liquidación para cumplir con el siguiente paso. Pero, el 16 de marzo se decretó la cuarentena, tras conocerse que un incipiente virus, que más tarde fue bautizado como Covid -19, amenazaba con esparcirse por todo el Perú.

Fue entonces cuando los planes de Isea se vieron abruptamente cancelados pues los espacios terrestres y aéreos fueron clausurados de manera indefinida y las calamidades empezaron ocurrir.

Ya me estaban desalojando porque no tenía plata para pagar la renta. No podía seguir aguantando esa situación y decidí volver a Venezuela“.

De regreso por los caminos verdes

En medio de la conmoción que había por el arrollamiento de un grupo de caminantes que hicieron una parada en la provincia de Barranca, que recién acababa de ocurrir el primero de mayo del 2020, Isea comenzó su periplo 10 días después.

Tardó un mes y 14 días. En ese periodo compartió recorrido con diferentes personas desconocidas hasta llegar a Cúcuta. Una vez en el puente Simón Bolivar fue atendido por las autoridades del régimen de Nicolás de Maduro, de las cuales asegura, recibió bien trato, aunque en cada uno de los refugios había limitaciones en lo relativo a la comida.

EL primer lugar al que llegó fue a casa de su mamá “no sabíamos qué hacer. Nos miramos, lloramos y por último nos abrazamos. Después fui a ver a mi mujer y mi hija”

El choque con la realidad

Isea cuentas que encontró un país mucho más destruido de lo que él había dejado y el deterioro seguía en ascenso. Al mes de haber llegado decidió volver, pero entendió que no hacerlo por los embates de la pandemia. “En enero me regreso a Perú, como sea”, fue la fecha que escogió y pronto iniciará los preparativos para volver.

Dice que la luz llega solo por dos horas luego que estar sin ese servicio de 7 a 8 horas. “La cosa está muy fuerte, es horrible. La economía es imposible de calificar. Todo se paga en peso y en dólares, por eso hay que volver a salir. En mi caso, la opción es regresar al Perú para echarle pierna y  sacar mi familia adelante. Estoy convencido de que en este país no hay futuro”, afirma.

Otro de los grandes problemas que Fernando enfrenta es que tiene 6 meses sin trabajar. “Sobrevivo de la ayuda de algunos amigos que me pasan dinero, pero así no se puede vivir”.

Isea añade que a su situación hay que sumarle que debe tomar medicamentos para la alergia que en Venezuela no se consiguen y, cuando los hay, son imposibles de pagar.

Aunque se siente feliz de estar de nuevo en casa, la intranquilidad que le genera que nada en Venezuela lo llevará de nuevo a poner en riesgo su vida para llevar el pan del día a su casa.

Isea es uno 31 mil venezolanos que retornó a su país durante la cuarentena general que vivió el Perú marzo y julio. Durante ese Periodo 89% de los extranjeros fueron despedidos y 39% desalojados de los hogares que habían rentado.

Las encomiendas que no llegaron para Navidad desde Perú

Lo que un principio fue una opción, se convirtió en una decepción.

El cambiante panorama de Venezuela, las constantes restricciones, apertura y cierre de vuelos, la falta de gasolina, y muchos otros elementos impidieron que los abuelos o padres pudieran ponerse su primer estreno de ropa en años o, que los niños mantuvieran el recuerdo de que el niño Jesús los había visitado mientras ellos dormían, esto porque las encomiendas que muchos familiares enviaron desde Perú, no llegaron.

Algunos de los envíos quedaron atrapados en el camino, otros ni si quiera fueron tramitados.

“Me quedé con las ganas de verlos con su ropa nueva”

Jesús Fernández se quedó con las ganas ver fotos de su sobrina “con sus nuevos trapitos”. Cuenta que se había prometido a sí mismo que este 2020, la hija de su hermana mayor, tendría algo puesto que él le hubiera enviado desde Perú, pero la crisis generalizada, por la que se fue de su natal Maracaibo, le sigue “pasando factura“, cuenta.

“Me había hecho la ilusión de que mi sobrinita no se viera obligada a repetir ropa usada; no porque esté mal, sino porque yo le había prometido a mi hermana que este año los estrenos iban por mi cuenta y así lo hice. Con un dinero que me llegó a finales de noviembre fui y compré ropa para todos: mi mamá, mi sobrina, mi hermano y mi hermana. Hice una cola de 9 horas para nada”, relata el joven migrante que está por cumplir tres años en Lima.

De Liberty Exprés lo llamaron el 19 diciembre y le dijeron que su encomienda no llegaba para Navidad, pues había “retrasos por el Coronavirus“. No hubo más detalles ni explicaciones.

Posteriormente, recibió otra llamada el 29 de diciembre. Le notificaban que su caja estaba en el centro de distribución de Venezuela, ubicado en Caracas y que probablemente llegaría antes del 31, pero no le daban garantías de nada. “Usted manténgase atento con el código que le dimos para que pueda ver cuando llegue a la sede que usted escogió”, le dijeron.

Las franelillas que Jesús Fernández escogió para su mamá.

“Ya fue, como dicen aquí en Perú. Me queda la satisfacción de que comieron rico con los dólares que les envié”, comenta con resignación.

El plan original no se cumplió, pero relata que le queda la satisfacción de que su pequeña sobrina igual tendrá ropa nueva para el 2021.

“Me dijeron que llegaría la segunda semana de enero“

María Fernanda esperó a cobrar el 15 de diciembre para enviarle la ropa y los regalos sus dos hijos. Pasada esa fecha, el panorama estaba claro y le dijeron que no llegaría para la tiempo que ella deseaba.

“Yo estaba hablando sobre la fecha y le expliqué que eso era el niño Jesús de mis hijos y su ropita, pero cuando me dieron la fecha, yo les dije que no me servía y me devolví con las cositas que compré para ellos”, cuenta a Venezuela Migrante.

No se siente triste ni desesperanzada, ya que el dinero previsto para pagar la encomienda, lo transformó en remesa ya que, para la fecha la caja iba a llegar, sus hijos estarían en camino Perú.

Los que se quedaron en camino

Venezuela Migrante visitó en tres oportunidades la sede de Liberty Exprés ubicada en Miraflores, que es la principal de todo Perú y pudo constatar que entregaban hasta 150 números al día y la mayoría eran venezolanos que enviaban cajas para Venezuela, de los cuales se retiraban aproximadamente 35.

Si se toma en cuenta solo el caso de Jesús, se podría decir que solo de ese día, más 110 encomiendas no llegaron a tiempo. Si se suman la de toda la semana, que es el rango de las personas a las que contactó la empresa de envío, se podrían contabilizar 550 intentos fallidos de hacer llegar un envío desde Perú.

Así como María Fernanda, Jesús también guardó lo que había comprado para la segunda encomienda. “Para qué pasar otro día de mi vida esperando para enviar y sabiendo que si no llegará a tiempo, mejor espero que llegue enero y veo cómo está el panorama”, dijo al finalizar la entrevista.

Sede de Liberty Express en Miraflores, Lima.

Las visas a las que pueden acceder venezolanos para estar en Chile

Las normas para estar regularizado en Chile cambiaron para los venezolanos desde abril de 2018. El Gobierno comenzó a exigir la Visa de Responsabilidad Democrática (VRD) para migrantes de dicha ciudadanía, y con el tiempo también pidieron otros requisitos para ingresar a esta nación, ya sea como migrante o turista.

Pero existen otras alternativas para establecerse legalmente en Chile. Destaca aquellas destinadas a los cónyuge, padres o madres, hijos de personas con el estatus de «Permanencia Definitiva» o, incluso, de quienes entraron antes de marzo de 2020 a este país.

A excepción de la VDR, otras podrían ser modificadas. Recientemente el Congreso aprobó una nueva legislación que impide regularizar el estatus migratorio a quienes ingresaron sin visas tras el cierre de fronteras provocado por la pandemia de Covid-19.

No obstante, a continuación explicamos las opciones de regularización vigentes hasta ahora.

¿Cómo obtener la VRD?

La Visa de Responsabilidad Democrática puede solicitarse en cualquier consulado chileno en el exterior. Su duración es de doce meses, los cuales son prorrogable por el mismo período.

El trámite se puede realizar por el sitio web del Sistema de Atención Consular (SAC) y desde cualquier país, a excepción de Chile. En este sitio se debe hacer clic en la pestaña «Visa» y, posteriormente, en el formulario «Datos de Viaje», y completar la información requerida. Se seleccionará «Visa de Residente Temporario, Responsabilidad Democrática».

En noviembre, la Cancillería chilena suspendió el trámite, aunque el director de Asuntos Consulares, Raúl Sanhueza, explicó que solo se hizo «un cierre informático» y no significa una cancelación de la visa.

Requisitos necesarios

Entre los documentos exigidos en original y copia, escaneados y adjuntados, en la categoría de «requisitos obligatorios» de la solicitud electrónica, destaca el certificado de antecedentes penales emitido por el Ministerio del Poder Popular para las Relaciones Interiores de Justicia y Paz. Este debe estar apostillado o legalizado, con un máximo de 90 días al momento de ingresar la solicitud al Sistema de Atención Consular Ciudadanos. En este caso se exceptúa a los menores de edad.

Es fundamental contar con el pasaporte vigente o vencido, emitido a partir del año 2013, según la Resolución Exenta número 2.087, del 18 de abril de 2019, de Chile.

Se pide una fotografía de 5×5 con fondo blanco, el rostro de frente y completo, de comienzo de la cabeza al mentón, sea 3/4 del espacio del retrato.

En el caso de los hijos o padres del solicitante titular será necesaria una petición en calidad de «dependiente».

Esta deberá estar acompañada de la siguiente documentación: certificado de Antecedentes Penales, emitido por la entidad pertinente del país donde realiza la postulación, debidamente apostillado, con menos de 60 días de antigüedad.

Se exceptúan los menores de edad. Será necesario el certificado de nacimiento apostillado o legalizado, que acredite el vínculo con el solicitante titular de la visa.

Costos y estampado de la VRD

Tras el envío de la información y su respectiva verificación, el solicitante deberá recibir un correo electrónico que indica la aprobación o no del proceso.

De ser aprobada, el solicitante deberá efectuar el pago de la visa por un monto de US$ 30 o su equivalente en bolívares (en Venezuela).

Es una gestión personal, incluso para menores de edad, y el estampado de la visa en el pasaporte se realiza en el consulado. Para este procedimiento es necesario contar con una cita.

Cuando corresponda acudir se deberá consignar el comprobante de pago de la transferencia bancaria y los documentos requeridos, en original y copia.

¿Cuál es el tiempo estimado para la aprobación y entrega de la VRD?

El plazo estimado para la aprobación y entrega de la VRD es de tres meses, pero el trámite puede demorar hasta un año. De ahí que se aconseja contar con la visa estampada en el pasaporte antes de adquirir pasajes aéreos o terrestres.

Una vez concretada esta gestión, la persona tendrá hasta 90 días para ingresar a Chile.

La VRD es para venezolanos que desean residir en territorio chileno. Los que solo pretendan hacer turismo por hasta tres meses, necesitan una visa consular que se pide por el SAC.

Cuando se ingresa a Chile con la VRD se tiene un plazo de 30 días para ir a Policía de Investigaciones de Chile (PDI, o Policía Internacional) para efectuar el registro de visa.

En ese mismo período se debe llevar el «Certificado de Registro» emitido por la PDI al Servicio de Registro Civil e Identificación, para obtener la cédula de identidad para extranjeros.

Vínculos familiar con residente

Podrá ser tramitada por aquellos extranjeros que tengan vínculos familiares con migrantes que posean un Permiso de Permanencia Definitiva (PPD) en Chile.

Según el Departamento de Extranjería y Migración de Chile, en este caso se trata de vínculos de hijo, padre, madre o cónyuge. En la condición de dependientes y no podrán hacer actividades remuneradas en el país.

La documentación solicitada debe ser enviada por titulares y dependientes.

La persona con la permanencia definitiva deberá demostrar que cuenta con remuneración suficiente para el sustento económico.

Profesionales, técnicos de nivel superior y contratados

Es un permiso de residencia para realizar cualquier «actividad lícita», sin limitaciones especiales, destinada a técnicos de «nivel superior» correspondientes a carreras con un mínimo de 1.600 horas académicas.

Si el título no señala el número de horas cursadas, debe adjuntar un certificado de la Institución que acredite éstas y esté debidamente legalizado.

Los ingenieros y técnicos graduados fuera de Chile, y contratados para trabajar o ejercer en este país, deberán solicitar autorización al respectivo Colegio que procederá a inscribirlos en un «Registro Especial».

Inversionistas y comerciantes

Es un Permiso de Residencia Temporaria para empresarios, inversionistas, comerciantes, que viajen a Chile con motivo de sus actividades por más de tres meses.

Para tramitar este visado será necesario consignar los documentos requeridos por las autoridades migratorias y respaldar el sustento económico.

Niños, niñas y adolescentes

Es una visa para menores de edad, con independencia de la actividad que realicen, que no se extiende al grupo familiar. Se otorga a niños, niñas y adolescentes en el país que no estén regularizados.

Los requisitos pueden obtenerse en el sitio web del DEM.

Si alguno de sus familiares, mayores de edad, se encuentra en situación migratoria irregular, debe realizar los trámites necesarios para solicitar y obtener el permiso de residencia en el país.

Vínculos con personas con nacionalidad chilena

Esta visa puede ser solicitada cuando se tenga un vínculo con personas de nacionalidad chilena: hijo, padre, madre o cónyuge de chileno.

Se pide dentro del país, donde se deberá cumplir con completar una planilla y documentos necesarios.

Este artículo fue actualizado el 23 de diciembre de 2020. Contiene información suministrada por la Asociación de Venezolanos en Chile y el Departamento de Extranjería y Migración de Chile.

“Este viaje todavía continúa”, la reunificación familiar es el norte

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Para diciembre de 2019 la decisión que había tomado la familia Pérez Carballo ya era irreversible: volverían a Venezuela en cuanto completaran el dinero para los pasajes de retorno. El trayecto lo harían en autobús. Al menos ese era el plan.

Nathali y su familia recibieron el año 2020 en San Juan de Lurigancho, un populoso distrito ubicado al este de Lima. “Llegamos a San Juan porque la mamá de una de las amiguitas de mi hija Isabella nos recomendó con una familia del sector. Nos dijo que estaríamos mejor en ese lugar. Lo bueno era que también nos quedaba cerca de donde ya habíamos hecho clientela para vender los tequeños de nuestro negocio, el que iniciamos en 2018, Venezuela al Toque. Nos quedamos en una habitación pequeña, pero acogedora. Además sabíamos que sería temporal”, relató Nathali.

En la habitación los recibió Avelina, quien les alquiló el espacio por 250 soles mensuales (75 dólares aproximadamente), más el pago de los servicios. “Para nosotros era un lujo, era mucho dinero”, recordó Nathali. En esa habitación celebraron la Navidad, despidieron el año y planificaron el venidero. Proyectos y metas por cumplir. Para Nathali se trataba, otra vez, de seguir la consigna que la llevó a salir de Venezuela: la búsqueda de lo mejor para su familia. Consigna que los llevaba, en vista de la precaria situación económica en la que estaban, a emprender el viaje de vuelta. “Estábamos juntos y eso era importante. Aunque nuestros hijos no tuvieron regalos del niño Jesús, teníamos salud, comida y un techo que nos daba abrigo. Pero ya sabíamos que volveríamos, esperando que Venezuela nos recibiera con algo mejor”.

La decisión se fundamentaba, principalmente, en las dificultades que atravesaba en Perú. Para ese entonces, René no tenía trabajo. Alejandro tenía cuatro meses de nacido y Nathali estaba entregada a su cuidado. Por lo que, para asumir los gastos de la nueva vivienda, tomaron la decisión de incluir a su carta en Venezuela al Toque, empanadas. Nathali se encargaba de preparar el relleno en la habitación, armar las empanadas y René, cada mañana, salía al paradero 8 de la avenida Mariscal Cáceres a venderlas. A mediados de diciembre le surgió una oportunidad de trabajo a René con un amigo de la familia, Jonathan Herrera, quien lo había llamado para realizar una reconstrucción en un reconocido instituto de inglés del Perú. Además, la familia recibió un aporte económico, por parte de la ONG Ret, de casi 300 dólares (mil soles). “Ese dinero lo teníamos bien guardado. Lo íbamos a multiplicar para nuestro viaje de regreso”.

Pero la situación económica no fue la única motivación. Había una razón sentimental que guiaba a la familia Pérez Carballo. “¿Cómo darle lo mejor a mi familia si no la tenía completa? Mi hija Valerie, de mi relación anterior, seguía en Venezuela. Cuando partí a Lima para preparar el terreno, la tuve que dejar con su papá. Yo quería que estuviéramos otra vez todos juntos”. Así, la reunificación familiar, para poder darle lo mejor a ese núcleo, se convirtió en el norte.

Llegó enero y toda la familia estaba contenta. “Nos estábamos preparando porque pronto estaríamos de regreso en nuestro país y podríamos volver a estar con mi hija. René ha querido a mi hija como suya. Somos una sola familia, por eso para todos volver a estar con ella era esencial”.

Así que para concretar el viaje todo contaba. Durante ese mes vendieron lo que no iban a utilizar: ventiladores, un escaparate y otros muebles. Sin embargo, a finales de enero, René recibió una oferta de trabajo que no podía rechazar. El plan inicial estipulaba que se mudaría a Ica, una provincia de Lima, por unos meses y recibiría una buena paga por esto. Esta fue la primera vez que la familia reprogramó su viaje de regreso para aprovechar la puerta que se abría y que serviría para tener más dinero que llevar a Venezuela y establecerse nuevamente.

Mientras esperaban que todo lo de Ica se concretara para que René pudiera salir, ahora era Nathali la que continuaba con el trabajo como vendedora en Venezuela al Toque. Eso les permitía tener el dinero necesario para cubrir los gastos del alquiler y suplir sus necesidades de alimentación y los servicios.

La pandemia, el evento que escapó del control de todos

El 15 de marzo cambió la vida de Nathali y su familia. La reprogramación del viaje de retorno ya no era culpa de alguna posibilidad económica prometedora. Ese domingo de 2020 el ahora expresidente del Perú, Martín Vizcarra, declaraba estado de emergencia nacional y aislamiento social obligatorio por 15 días. Evento que se extendería por más de 9 meses en todo el país. “La pandemia nos cambió todos los planes, todo se nos vino al piso”, recordó Nathali.

En el decreto publicado por el ejecutivo nacional no sólo se limitaba el tránsito de personas en la calle, lo que afectaba las ventas de la familia Pérez Carballo, sino que también se anunció el cierre de las fronteras, y “la suspensión de transporte internacional de pasajeros por medio terrestre, aéreo, marítimo y fluvial”.

Postergación indefinida. Cancelación de la oferta laboral que había recibido René. Imposibilidad de ventas en la calle. Un país confinado, y que para el mes de marzo alcanzaba casi mil infectados por Covid-19 y 24 fallecidos, uno de ellos, venezolano.

“Como habíamos vendido muchas de las cosas tuvimos que ajustarnos con lo que nos quedaba. Lo terrible de la pandemia fue que empezamos a comernos el dinero que teníamos ahorrado para los pasajes”. Entre el alquiler, la comida y los pañales mermaban los ahorros que habían logrado hacer para su viaje de regreso.

Para Nathali fue, de nuevo, un momento de solidaridad. Las muestras de ayuda que la familia había recibido en otras oportunidades volvían a hacerse presente. “Durante el confinamiento, la gente nos apoyaba y nos traía comida. Nosotros empezamos a almacenarla, pero llegó un momento en que era mucha. Así que con esa comida pudimos ayudar a otros compatriotas venezolanos que tampoco tenían. Les dimos arroz, pasta, granos. Siempre estuvimos provistos de alimentos”. A la familia le restaba una gran preocupación: el alquiler de la habitación. Con cada mes que se le sumaba al confinamiento, la deuda ascendía. Hasta llegar a los 1.200 soles (aproximadamente 363 dólares). “¿Qué hacíamos pasando trabajo aquí cuando podíamos ir a Venezuela y enfrentar la situación allá pero cerca de nuestras familias? Estábamos muy presionados por todos los frentes, pero todavía teníamos en mente regresarnos a Venezuela, por mi hija que permanecía allá, por la familia”.

Y fue justo durante una conversación con Valerie que Nathali encontró la valentía necesaria que la motivaría a tomar una decisión determinante. “Mi hija me escribió y me dijo: lo primero que voy a hacer cuando llegues es olerte, porque extraño tu olor”. Ese fue su punto de quiebre.

La familia había pasado duros meses de estar encerrados, pero al finalizar julio, las medidas de confinamiento se fueron flexibilizando, pero con restricciones entre las fronteras para el ingreso y salida de nacionales y extranjeros. Aún así, Nathali y René sostuvieron una nueva conversación que los llevaría al desafío más fuerte que han tenido que afrontar como migrantes: cruzar tres países distintos en medio de una emergencia sanitaria.

“Ya no tenemos más nada que hacer aquí. Nos vamos caminando, pidiendo cola o como sea; pero nos vamos”, esa fue la afirmación que le dio René el 26 de julio a Nathali.

Preparar un viaje en medio de una pandemia

Lo primero que necesitaba la familia Pérez Carballo era reunir el dinero para completar su viaje. Las fuerzas las tenían y la motivación por el deseo de estar todos juntos, nuevamente, eran suficiente.

Previo al decreto de confinamiento social, René había hecho un trabajo con Jhonatan González que no había tenido oportunidad de cobrar. De ese trabajo recibió un pago de 300 soles (un aproximado de 100 dólares), y con eso hicieron un pago para disminuir la deuda de alquiler que tenían.

El 27 de julio, un día después de su conversación con René, Nathali comenzó una campaña boca a boca, entre sus amigos y vecinos, a quienes anunciaba que se regresaría a Venezuela y necesitaba su apoyo. Mucha gente colaboró en este proceso. “Reunimos 180 dólares. Organizamos nuestras maletas, los bolsos y nos encomendamos a Dios”.

El 11 de agosto, Nathali, René, Isabella, Renatha y Alejandro, salieron de San Juan de Lurigancho, hacia el Terminal de Plaza Norte, donde compraron el pasaje de lo que fue el primer trayecto, el que los llevó a Tumbes.

¿Cuál fue el recorrido realizado por la familia Carballo para regresar a Venezuela?

Una nueva visión en el viaje: la travesía de los niños migrantes

“Los niños migrantes son la población más vulnerable que puedes conseguir. Los niños migrantes son doblemente vulnerables por ser niños y ser migrantes”, sostiene Abel Saraiba, coordinador adjunto y del servicio de atención psicológica Crecer Sin Violencia de Cecodap.

Nathali preveía los riesgos a los que la familia se enfrentaría. Aquel 11 de agosto, René, los niños, Isabella, de 8 años; Renatha, de 4; Alejandro, de 1 año; y ella comenzaron una travesía que los puso de frente con diversas dificultades: cruzar territorios en plena crisis sanitaria, atravesar caminos irregulares, largas caminatas y permanecer hasta 15 días de confinamiento en hospedajes a lo largo del camino.

De acuerdo con el Informe Especial “Peligros y vulneraciones a los DDHH de niños, niñas y adolescentes en contexto de movilidad humana y pandemia”, realizado por Centros Comunitarios de Aprendizaje (Cecodap) son cerca de 105 mil personas que han retornado al país durante la pandemia.

Saraiba contó para Venezuela Migrante que este proceso migratorio generado en medio de la crisis por el COVID-19 puede generar riesgos de alteración en los estados de ánimo de los niños, producir ansiedad, depresión, trastorno de estrés postraumático. “No es un problema social, político, migratorio, es un impacto también para la salud mental”.

En Venezuela, un 4,2% de los niños, niñas y adolescentes que quedan en manos de cuidadores o con uno de los padres por la migración, y menos del 1% de la familias, reciben apoyo psicológico para ver los temas relacionados a la migración forzosa. La realidad con los retornados podría ser más dura por las condiciones en las que se realiza.

“Yo creo que hay que educar a los padres para que entiendan la complejidad que hay detrás de todo esto, cuando a un niño se le cambia el ambiente, la alimentación, el entorno”, recomendó Saraiba. Además, consideró importante que en medio del duro contexto de la migración hay que generar un entorno donde los hijos puedan hablar de lo que les ocurra o cómo se sienten, también sugiere la intervención con juegos o dinámicas para entender lo que ocurre con los niños y niñas.

Aunque Nathali no recibió formación en ese aspecto, destaca que su instinto le guió y que cada vez que se presentaba la oportunidad, ella trataba de implementar actividades que aligeraran el viaje para sus tres hijos.

“El viaje fue una aventura bien grande, pero llegamos a Venezuela. ¿Y cómo me sentí? Bien, alegre porque estábamos en nuestra tierra. Pero seguimos el camino a Mérida, que era donde nos recibirían y vivimos cosas difíciles. Caminamos mucho, me sentí algunas veces cansada. Cuando me sentía así, le decía a mi mamá, nos sentábamos a descansar, para tomar agua… para respirar”, describe Isabella (8 años).

Nathali también rememora algunos episodios durante el viaje y lo que ella como madre hacía para aligerar la carga del viaje de sus hijos. “El día que dormimos en la noche en Ipiales, Colombia, tuvimos que hacer de todo porque imagínate a una familia con tres niños durmiendo en la calle. Así que armamos una especie de carpa, como pudimos, y entre René y yo les hacíamos ver que aunque era parte del viaje, podía ser entretenido dormir afuera”.

Isabella recordó lo bien que la trataban sus padres durante el viaje. “Me tocó varias veces ayudar con el cuidado de mis hermanitos cuando se quedaban dormidos porque todos estábamos pendientes. Me acuerdo de cuando estábamos en el Hotel don Lucho, ahí siempre cantábamos todos juntos. Jugábamos y pintábamos con los colores que nos regalaron. En el pasillo del refugio siempre jugábamos a la doctora”, termina Isabella.

La meta cumplida: juntos otra vez

El 2 de octubre, cerca de la medianoche, Nathali, René, Renatha, Isabella y Alejandro llegaron a Mérida. Allí los recibió un amigo de la familia con quien coordinaron para que los recibiera en su casa por unos días. “Pensábamos dedicarnos al negocio de la comida. Habíamos visto posibilidades y podíamos juntar dinero para hacerlo. Desde que llegamos, estábamos entusiasmados con esa idea. Pero lo más importante era tener a mi Valerie con nosotros”. Así fue como, a pesar de las restricciones de desplazamiento existentes por la crisis sanitaria, René partió a buscar a Valerie, quien estaba con su padre en Caracas. El 18 de diciembre habían logrado la reunificación familiar. Estaban juntos en Mérida.

Y juntos han vuelto a una conversación ya conocida.

Las divisas que han logrado reunir no alcanzan para emprender. Las propuestas laborales de los conocidos que los quieren ayudar, no se han concretado. Lo que le habían contado a Nathali de Venezuela sobre la adaptación de los connacionales a la crisis y el surgimiento de negocios, que era un aliciente para retornar, era cierto pero, “hasta cierto punto”, como sostiene Nathali: “No lo voy a negar, la gente hace lo que puede con lo mínimo. Y nosotros nos sentíamos capaces de resolver y empezar a afirmarnos con un negocio pequeño acá”. Pero Venezuela no era lo que esperaban. Poder emprender se hizo cuesta arriba, sobre todo por no contar con un ingreso fijo de dinero o las dificultades para acceder a implementos necesarios como una nevera para poder elaborar comida y almacenarla mientras la vendían.

Tras cumplir la meta de tener a la familia reunida, vuelve la consigna inicial de Nathali: “Quiero lo mejor para mi familia”. A mediados de diciembre la conversación familiar apuntaba a que sería René quien partiría, de nuevo, a Perú. Pero eso significaba arriesgar la reunificación alcanzada.

¿Una familia retornada, al verse frente a la imposibilidad de crecer y brindar bienestar a sus hijos podrá salir nuevamente a buscar mejores oportunidades? ¿Volver por la ruta andada o apuntar a un nuevo destino?

“Este es un viaje de supervivencia”: Nathali comienza la búsqueda de empleo

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Nathali lo tenía claro. Lo que venía a continuación era conseguir, lo más pronto posible, un trabajo que le permitiera reunir suficiente dinero para poder traerse a su familia. Lo importante era que estuvieran juntos otra vez.

Nathali llegó a Lima, capital de Perú, el 26 de diciembre de 2017. Viajó unos 1.970 kilómetros con un bolso mochilero durante seis días. Pero no tenía a dónde llegar, ni suficiente dinero para rentar siquiera una habitación. 

La alternativa, para no quedarse en la calle, era su hermano, Daniel. Él ya tenía un año viviendo en Perú, pero habían pasado, aproximadamente, dos años desde la última vez que hablaron.

El esposo de Nathali, René, picó adelante porque ella había viajado sin teléfono. Así que desde Maracay logró contactarlo y coordinar.

“Todo estaba calculado. Un tío le ofreció 50 dólares, pero los transfirió mal y no pudo retirarlos. Échale una mano, ella te quería dar una sorpresa y no molestarte, pero ocurrió esto. Este viaje es por supervivencia, Dani”, le escribió René a su cuñado.

Ese mismo martes, Nathali se reunió en el Terminal con Jhonny Ramírez, un ex compañero de trabajo que la recibió. “Lo abracé, nos abrazamos…. Tenía mucho tiempo sin verlo”.

Jhonny, que tenía un par de años en Perú, fue quien acompañó a Nathali hasta la casa de su hermano, en Chosica. “Yo le dije que no me dejara sola. Le pagué el pasaje con los últimos 20 soles ($5 dólares aproximadamente) que me quedaban”.

Aunque Nathali llegó a casa de su hermano con cierto recelo porque temía importunar, el encuentro lo recuerda como emotivo. “Yo soy muy cariñosa, así que también lo abracé y me alegró verlo. Después pudimos comer algo y lo que quedaba era prepararme para lo que venía: establecerme en un país distinto y hacer dinero”.

Los contactos y los primeros trabajos de Nathali

Nathali se enfrentaba a un mercado laboral complejo. En el Perú, de acuerdo con el informe “Impacto de la inmigración venezolana en el mercado laboral de tres ciudades: Lima, Arequipa y Piura”, realizado por la OIM, el 92,1% de los trabajadores venezolanos no contaban con un contrato de trabajo. Es decir, se encuentran en una relación laboral informal.

Al día siguiente y con total motivación, Nathali salió a las calles de la capital con lo que consideraba su mejor currículum: presentarse, dar la cara y comunicar su disposición para trabajar. “Así fue como llegué a un restaurante y hablé con la señora, que parecía la dueña. Fue muy amable al recibirme. La convencí y me dejó trabajando”. Allí fue ayudante de cocina, preparaba la comida y también debía limpiar y dejar las mesas listas para el día siguiente.

Nathali se sintió tranquila, ya había encontrado algo.

Dos días después recibió una llamada. Su esposo, desde Maracay, seguía armando redes y contactando a sus conocidos para ayudarla. En esta historia, como ahora cuentan, cada quien hizo esfuerzos. René logró que una de sus amigas, ya establecidas en Perú, contactara a Nathali para una entrevista. Susana Delgado había emigrado a Perú en el 2015 y trabajaba con Yulitza Rueda, una peruana dueña de una peluquería. Susana estaba ahí, detrás del teléfono para decirle a Nathali que se apurara y tomara nota de una dirección. “Yo estaba trabajando ese día, así que no pude arreglarme ni peinarme. El restaurante donde estaba era en Chosica y debía dirigirme rápidamente a San Juan de Lurigancho, un distrito ubicado al otro extremo de la ciudad, como a una hora y media”.

Nathali partió doblemente agradecida; no solo por la entrevista a la que iría sino porque la señora del restaurante le dio 60 soles por los días de trabajo. “Para entonces yo no tenía idea de direcciones. Solo me acuerdo que me subí al metro en la estación más cercana y partí. Llegué media hora tarde a mi entrevista. ¡Pero lo logré!”.

La oferta que le hicieron a Nathali fue la siguiente: durante medio día debía dedicarse  a la venta de membresías en un gimnasio y luego debía trasladarse hasta el distrito de Miraflores, una hora y media aproximadamente, para trabajar en la peluquería. Nathali aceptó.

Con el nuevo empleo llegó también la necesidad de encontrar un nuevo espacio para vivir. Una de sus compañeras tenía una habitación cerca del gimnasio. “¡Aquello parecía un regalo, esa era la opción ideal!”.

Un mes después, las cosas cambiaron. “Se me desarmó todo…. Había un encargado que, al parecer, le incomodaba que yo estuviera ahí. Así que un día la señora Yulitza me llamó a una reunión y me botó. No me dio una razón, ni siquiera me dejó terminar mi turno. ¿Qué iba a hacer sin trabajo?”.

Esa noche Nathali no pudo conciliar el sueño. “Estaba deprimida, no quería hablar con nadie. Pero de dónde pude saqué fuerzas para, al día siguiente, retomar la búsqueda de un nuevo trabajo”. Su opción más inmediata fue vender caramelos en los autobuses, actividad que realizó durante una semana.

“¡Un día me llegó otra llamada sorpresa!”. En su paso por el gimnasio, Nathali conoció a Adriana. “Ella me llamó y me dijo que quería verme. Cuando me encontré con ella, tenía un envase para vender tisanas, estaban las frutas, los vasos, todo. ¡Y era un regalo para mi!”.

Nathali, con más ánimo, se preparó para comenzar la venta de las tisanas. “Como a las dos semanas de haber comenzado a vender en la calle, me llamó Vanessa, otra compañera peruana que conocí en el mismo gimnasio. Ella me había dicho que iríamos a Gamarra, y hablaríamos con un ex jefe de ella. Aferrada a Dios, la acompañé”.

El gran regalo sorpresa

Nathali y su amiga llegaron a la Galería el Rey, ubicada en el Emporio Comercial Gamarra, del distrito La Victoria. Conversaron con Juan y Nelly Díaz, unos hermanos peruanos dedicados al trabajo de bordados y que recibieron a Nathali en su taller. Allí comenzó a trabajar el 1 de febrero de 2018. El 5 de ese mes, Nathali estaba celebrando sus 32. “Me compraron una torta, y me cantaron el cumpleaños. Fue un momento bien alegre y triste al mismo tiempo”, dice.

Este era el primer cumpleaños que Nathali pasaba lejos de su familia. “Yo me senté en un sitio aparte y me puse a llorar. En eso, entra el señor Juan y me ve llorando y me preguntó que qué me pasaba. Yo le conté, ¡me desahogué! Mi sorpresa fue que él habló con su hermana y pidieron un crédito al banco y me hicieron el préstamo de mil dólares con los que pude ir a buscar a mi esposo y a mis dos pequeñas a Venezuela”.

Un nuevo viaje de 10 días

El miércoles 25 de abril del 2018, Nathali emprendió un viaje veloz de regreso a Venezuela para buscar a su familia. Aunque en esta ocasión no podría traerse a su hija mayor, Valeria, ya que ella se encontraba con su papá.

Aun así, en tan solo 6 meses, y con apoyo de sus jefes, pudo tener el dinero para cumplir lo que se dijo cuando salió de Venezuela: “vamos a estar juntos otra vez”.

Sin embargo, por un error en las fechas, el viaje de ella se retrasó, mientras que René llegó el día acordado al punto de encuentro: la frontera colombo-venezolana. “Ese fue un momento complicado para ellos, porque tuvieron que dormir en la plaza de San Cristóbal porque ningún hotel aceptaba transferencias, solo efectivo”. 

Sin poder hacer nada para acelerar el viaje, Nathali llegó el domingo y cruzó hacia Venezuela, desde Cúcuta para buscar a su familia. “Isabella no tiene el apellido de René y pensábamos que podría ser un problema si ellos cruzaban la frontera solos”. 

Al momento de cruzar la frontera ocurrió algo que le hizo recordar a Nathali su primera experiencia de viaje en el 2017. “Pasamos como invisibles, no nos pidieron documentos, nada”.

Además de René, Isabella y Renatha, en el viaje estuvo también Blanca, una vecina de ellos, y a quien le pagaron todo el viaje para que cuidara a los niños mientras Nathali y su esposo trabajaban.

Ya en Cúcuta fue todo más sencillo. Nathali estaba junto a su familia. “¡Me sabía el camino! Estaba entusiasmada”. En el viaje las niñas se portaron excelente. Isabella estaba emocionada de ver paisajes nuevos y René  tenía la expectativa de vivir en un nuevo país y con ganas de trabajar.

Ya en Lima, Nathali tuvo que enfrentar otra situación que la desequilibró. “Yo tenía que trabajar durante tres meses sin cobrar un sol para saldar la deuda. Pero a los dos meses, la señora Blanca se fue,  me quedé sin mi trabajo en Gamarra porque no tenía quién me cuidara los niños”.

Con una deuda de 1,300 soles (unos $370) y sin alguien que cuidara a sus hijos, Nathali volvió a preocuparse. Una vez más, las cosas cambiaron.“Yelitza, la dueña de la peluquería, me llamó nuevamente. Ella pagó la deuda que faltaba de mi viaje y me puso de encargada de una nueva peluquería que había inaugurado. ¡Mi esposo fue el encargado de construirla!”.

Pero, tras dos meses de trabajo, un nuevo fin a la relación laboral llegaría. “Como no tenía quien me cuidara a las niñas, la más pequeña tenía 10 meses, yo me la llevaba a la peluquería y eso no le gustó a la dueña”. Por tercera vez, Nathali se había quedado sin trabajo. Aunque René tenía un trabajo eventual con una importante constructora en el Perú, a ella se le ocurrió una idea para generar sus propios ingresos. “Hablé con mis ex jefes, la señora Nelly y el señor Juan. Ellos me financiaron un emprendimiento que tuve”.

Fueron 500 soles ($142) que le prestaron a Nathali y con los que compró un carrito para vender tequeños, además de los materiales que necesitaba para partir. 

Venezuela al toque y la llegada de un nuevo integrante de la familia

Nathali comenzó su emprendimiento a inicios de noviembre en Lima y tuvo éxito casi de inmediato. “Vendíamos entre 10 y 12 paquetes de tequeños diarios. La gente nos apoyó bastante”.  Nathali, con su sazón logró consolidar su clientela, mientras René se dedicaba a la construcción.

Ahora a su familia le iba bien. Estaban juntos. Y en esta ocasión, recibirían una noticia que les cayó como una sorpresa para todos. Nathali se convertiría en madre por cuarta vez. 

“Es algo que no esperábamos, más en un país distinto donde no sabes nada. Pero decidimos afrontarlo. Al menos le pedíamos mucho a Dios que fuese un niño porque así sería una experiencia completamente distinta”, cuenta entre risas.

Sin embargo, la situación se complicó. Unos meses previos al nacimiento de su hijo, Alejandro, el 16 de julio de 2019, la municipalidad de la Victoria, distrito donde vivían, comenzó unos trabajos de instalación de gas en la avenida Mariscal Cáceres, donde ellos ponían el carrito de tequeños, lo que les produjo una baja en sus ventas. Además, el trabajo de René había cesado. “Estábamos decaídos económicamente, a veces no teníamos ni para comer, ya que vivíamos de las ventas diarias”.

En junio de 2019, un mes antes de que naciera Alejandro, la ONG Save The Children, un organismo internacional que trabaja por los derechos de la niñez, les dió un apoyo económico de 1500 soles ($430 aproximadamente).

La llegada de Alejandro fue lo que alegró esos días a la familia Pérez Carballo. “Estábamos felices de tener el primer varón. El consentido de la casa”.

Aún con las ganas de seguir produciendo, Nathali retomó las ventas, en esta ocasión de empanadas. “Yo hacía el guiso y las empanadas, no podía salir a trabajar porque estaba amamantando, pero le dejaba todo listo a René para que lo hiciera”.

Unos meses después, en noviembre de 2019 y con un escenario muy bien analizado por la familia,  tenían un cambio de objetivo.

“René y yo habíamos conversado. La situación era complicada. No salían trabajos para él. Habíamos decidido regresar a Venezuela”. Ahora sería una llamada que recibiría René la que  prolongaría la estancia de la familia Pérez Carballo en Perú, pero sin cambiar el rumbo: dejarían el territorio Inca.

Jonathan Herrera, un amigo de la familia, le ofreció trabajar en un proyecto de construcción. “Con lo que él iba a hacer en ese trabajo, más lo que nos dio la ONG teníamos lo suficiente para regresar. Solo René tenía que hacerlo y organizar todo para nuestra salida”.

La familia de Nathali pasó las Navidades de 2019 en Lima. “Los niños no tuvieron estrenos o juguetes, pero pudimos hacer nuestra cena. Agradecimos a Dios porque teníamos un techo y comida”. 

Con la llegada del Año Nuevo, vinieron también otras crisis, esta vez fuera del control de la familia, que alterarían la vida y los planes ya organizados por René de retornar a Venezuela.

¿Quién podría prever una pandemia?

Sigue leyendo esta historia en el siguiente enlace:

¿En cuánto sale la preparación de las hallacas en Perú?

Los comerciantes peruanos, conocidos popularmente como «caseritos» o «caseritas», ya saben lo importante que son las Navidades para los venezolanos y que hacen lo posible para pagar lo que corresponda para que todo quede bien, es por eso que durante diciembre exhiben en sus vitrinas gran variedad de ingredientes para la preparación hallacas. “Hay de todo, todo se puede conseguir”, dice la señora Scarly Rivas, residente venezolana en el distrito de San Juan de Lurigancho

Tienen ofertas y excelente trato. “Este año he notado que sí tienen más variedad; de hecho, ya todos los caseros conocen nuestros productos y ya todo el mundo en estas fechas vende productos para preparar las hallacas”, comenta Rivas, quien las prepara por encargos.

Los precios y volumen de ventas

Venezuela Migrante realizó el 21 de diciembre un recorrido por dos mercados pequeños y uno mediano: Señor de los Milagros y Los Nísperos así como Los Chasquis de Puente Camote, todos ubicados en el distrito limeño de San Martín de Porres y solo en el último encontró un local que ofrecía hojas para las hallacas, valoradas en 15 soles el kilo ($4.16). El día anterior tenía un precio de 8 soles ($2.22).

Al respecto, Esperancita, la única casera que tenía ese infaltable ingrediente para la preparación de las hallacas, manifestó que el aumento obedece: primero a la gran demanda y poca cantidad de producto, y está llegando un solo camión a Lima. A ello se suma que uno de los caminos está bloqueado por la nieve.

Por ello, pidió a los clientes que no desaprovechen y se lleven las hojas que ofrecía porque podían ser las últimas del mercado.

Al igual que en Venezuela, en los días cercanos a las celebraciones, aumentaron los precios. “Los caseros quieren hacer su agosto en diciembre”, dijo José en voz baja, él es un joven vendedor venezolano en uno de los locales de Los Chasquis, en el que solo quedaban pasitas a 12 soles ($3.33) los 100 gramos y aceitunas, 1.20 soles ($ 0.33) sin pepa los 100 gramos ya que el resto se le había agotado. Advirtió que el kilo de hoja de plátano vendrá en 20 soles ($5.54) para los próximos días.

En tanto, Rivas, que compró en el mercado Vencedores, ubicado en su distrito, encontró el kilo de carne entre 20 y 25 soles el kilo el chancho o cochino en 13 soles ($ 3.60). La diferencia era mínima en los mercados visitantes por Venezuela Migrante. El kilo de pollo entero en kilo estaba a 7.50 soles ($ 2.08), pero ese varía semanalmente por variables propias del país. A veces baja y, a veces sube.

Las tradiciones cuestan

Para un total de 160 hallacas, Rivas gastó 380 soles ($105.57) en San Juan de Lurigancho, ella se adelantó a las compras porque quería aprovechar antes que los precios subieran.

La pieza central del plato navideño de Scarly Rivas. Foto Scarly Rivas

Ramón González, residente en San Martín de Porres e invirtió en todos los ingredientes 200 soles, al final de la jornada hizo tantas hallacas. Compró en el mercado Productores y Los Chasquis de Puente Camote. «No habían productos frescos y tocó caminar. El secreto de una buena hallaca está en cuidar los detalles», manifestó. Le salieron 30 hallacas y 20 bollos.

Las hallacas llaneras de Ramón González antes de estar listas. Foto Ramón González

Andreina Saavedra compró una parte de los ingredientes y, su hermano la otra. Entre ambos, el gasto fue aproximadamente de 220 soles ($60.96) y el resultado fueron 60 hallacas al estilo trujillano. También compró antes de que aumentara la demanda y para no tener que pagar precios tan altos.

Las hallacas de la familia Saavedra. Foto Andreina Camacho.

Yskra Parma buscó sus ingredientes después de la quincena de diciembre. Dijo que el aumento más excesivo lo había visto en el precio de las hojas para envolver, pues regularmente se ofrecen para la preparación de tamales a 3 soles ($0.83) por kilo y ella le tocó pagar a 10 soles ($2.77) , aunque no estaban en el mejor estado.

La carne la consiguió en 30 soles ($8.31) y el chancho o cochino en 26 soles ($7.20). Ella compró en el mercado Los Productores de San Martín de Porres, al norte de Lima. “Están haciendo los aguinaldos a costilla nuestra”, expresó.

Para poner en contexto, el sueldo mínimo en Perú es 930 soles ($257.69), sin tomar en cuenta las deducciones de ley que el país tiene, como es el caso del fondo de pensiones. En total, el dinero que percibe el trabajador puede ser 800 soles. Al momento de la elaboración de esta nota el precio del dólar era 3.61 por sol. Lo que significa que salario en Perú llevado a dólares es 220.

Si ponemos como ejemplo lo que gastó la señora Rivas, estamos hablando de que solo invirtió 60 dólares aproximadamente, menos de la mitad del salario mínimo y si sumamos casos como el de Andreina, que compartió gastos con su hermano, podríamos hablar en un venezolano en Perú invierte menos de 20% de su sueldo en la elaboración de sus hallacas.

Esto sin contar que queda pendiente la ensalada de gallina, el pernil, el pan de jamón y las otras particularidades de cada hogar venezolano.

Danzas para preservar las tradiciones venezolanas en Chile

En enero de 2018, Fernan Rodríguez y su esposa, Sarai López, viajaron desde Caracas hasta Santiago de Chile para fundar la escuela de formación artística de Yolanda Moreno: Danzas Venezuela Chile.

Su propósito, además de ofrecer una mejor «calidad de vida» a su hijo, fue internacionalizar la escuela de danza. «Seguimos las mismas directivas, los mismos lineamientos, la misma forma de enseñanza», asegura Rodríguez, hijo de la legendaria bailarina Yolanda Moreno.

Al comienzo adquirieron un aprendizaje: Chile es diferente a Venezuela. Cuando llegaron al país austral tenían la idea de «seguir al pie de la letra» los principios de su escuela en Caracas, lo cual incluía los horarios; pero esto último fue el «primer choque» que experimentaron en el exterior. «Cuando iniciamos actividades queríamos dar clases de lunes a viernes, lo cotidiano en Venezuela, donde los fines de semana nadie quiere saber nada de colegios. Pero aquí, en Santiago, es diferente. Nosotros intentamos el esquema venezolano, pero estuvimos como 15 días yendo todos los días al sitio donde teníamos la sede, y nunca fue nadie», comenta Rodríguez.

Orientados por una bailarina cubana radicada en Chile, Rodríguez y López decidieron cambiar el modelo de trabajo. «Ella fue un pilar en Santiago, nos tendió la mano y abrió las puertas de su escuela de flamenco, donde nos permitió trabajar un mes sin pagarle nada. Nos aconsejó mucho porque cuando uno llega a otro país, por más que uno tenga experiencia, en el extranjero no es lo mismo. Siempre hay que conseguir alguien que lo aconseje a uno».

La Escuela de Danza Venezuela Chile tiene su origen en las enseñanzas de la bailarina Yolanda Moreno

En Danza Venezuela de Caracas, López fue profesora y la primera bailarina de la compañía, mientras que su esposo se desempeñó como director ejecutivo. Hasta su migración, esta escuela de formación artística no tenía sede en el extranjero. «No es fácil abrir escuelas en otros sitios porque se requiere contar con los profesores y personas adecuadas para que sigan las líneas tal cual como hacemos nosotros».

Un mensaje navideño

La pareja comenzó su proyecto con cinco alumnas, a los que enseñan danza nacionalista, creada por Moreno, y ballet. Todas niñas y adolescentes venezolanas, salvo una peruana que se retiró por motivos ajenos a la escuela. «Es preservar nuestras costumbres, memoria histórica».

Dicen que de no ser por la pandemia de Covid-19 habrían incorporado, al menos, una clase de flamenco al pensum de la escuela en Chile, porque es una de las modalidades fundamentales para danza nacionalista. Pese a la crisis mundial, no cesan sus proyectos, y planifican abrir una clase de danza árabe.

Pese a la pandemia de Covid-19, las alumnas de la Escuela de Danza Venezuela Chile intentan no interrumpir sus clases.

Para la pareja la migración supone el desafío de conservar la cultura venezolana. «En diciembre, todo el mundo quiere hacer hallacas y si no puede preparar éstas, busca quién vende que sean sabrosas o se parezcan a las de su mamá o abuela. Lo mismo pasa con otras tradiciones, como la danza», dice Rodríguez.

Así, y por segundo año consecutivo, realizaron un mensaje navideño que compartieron en sus redes sociales, y que debido a la pandemia de Covid-19 fue producido a contrarreloj. «Teníamos la idea desde antes, cómo íbamos a lograr esto porque todo dependía de la pandemia, que si confinaban o no. Nosotros logramos empezar clases presenciales en la calle», explica.

En la grabación, difundida en sus redes sociales, participaron 14 niñas, inmigrantes venezolanas en Santiago de Chile.

Danza nacionalista

Rodríguez dice que, aunque están en Santiago, no están «desvinculados de la actividad en Venezuela». Él no baila, dice que se ocupa del «tras cámara»: asuntos administrativos, organización y técnicos. Esto no significa que no domine conocimientos sobre la disciplina: «El ballet, a todo bailarín, le da estilo, posición, forma, manejo del cuerpo. Y el flamenco, porque con los zapateos venezolanos, todos tienen una raíz en el zapateo español. Por eso es indispensable en nuestra formación como bailarines de danza nacionalista».

Se trata de una modalidad que distingue de otras: «Es una modalidad que toma el folclor neto, puro, lo asimila y lo cambia para mejorar el vestuario, embellecer la figura y da una coreografía para convertirlo en una danza que sea entendible por cualquier público. No solamente los venezolanos, sino que sea inteligible para cualquier público».

«Querido Niño Jesús:» | Los deseos de algunos migrantes venezolanos para este 2021

La crisis de migrantes y refugiados de Venezuela ocupa el segundo puesto en mayor número de situaciones de desplazamiento por país de origen, superado por Siria con 6,6 millones de refugiados, según cifras de organismos internacionales. En la actualidad, pese a la pandemia del Covid-19, la Organización de Naciones Unidas (ONU) estima que al menos 5,4 millones de personas han dejado Venezuela hasta noviembre, de las cuales 4,6 millones se han asentado en países de América Latina y el Caribe.

Es un hecho. La migración no cesa y estudios revelan que cada vez se realiza en contextos adversos. Muchos son los que han decidido buscar oportunidades y una mejor calidad de vida.

En víspera de Nochebuena, el equipo de Venezuela Migrante recogió los deseos de algunos de los migrantes venezolanos que se encuentran en distintas partes del mundo. Algunos con varios años de radicados; otros, con apenas algunos meses de haber llegado a su nuevo país receptor. Todos convergen en un mismo deseo: respeto, unión y fraternidad.

Venezolano en Panamá

Querido Niño Jesús de los migrantes:

Soy un venezolano radicado hace más de nueve años en Panamá. Para este 2021 te pido, encarecidamente, que metas la mano por todas aquellas personas que estén pasando por problemas migratorios o que tengan problemas económicos fuera de su país, sobre todo los venezolanos.

Sé que eres muy bondadoso y benevolente y vas a atender ese llamado para que nuestros hermanos venezolanos acá en Panamá puedan resolver sus situaciones migratorias, económicas, laborales, personales y demás.

Ayuda mucho a esos padres que se alejaron de sus hijos buscando un mejor camino, y haciendo un mejor piso, para que ellos pudieran salir de Venezuela y aún no lo han logrado. Mete la mano por ellos, así como tanto has ayudado a mi familia y a mí.

Mete la mano por Panamá, en tema del COVID y tráele estabilidad y conciencia para que sus ciudadanos acaten las normas y las reglas sanitarias para evitar la propagación del virus.

Es mi más sincero deseo para este 2021.

Jonathan y su familia llevan casi diez años como migrantes en Panamá.

Venezolana en Canadá

Querido niño Jesús:

Te escribo desde Ottawa, Canadá, para contarte que aquí estamos muy contentos. Nos gusta la ciudad, la gente, sus cuatro estaciones y después de todo, hemos llevado bastante bien lo de la pandemia, ya que aquí nos ha afectado relativamente poco. 

Hemos sido muy agradecidos con este país y con la oportunidad que representa para todos. Hemos sido generosos con los más desfavorecidos y amables con todos los que nos rodean. 

Creo que podría decirse que “nos hemos portado bien” y que tal vez tengas razones para cumplirnos algunos deseos. 

El primero deseo lo dedico desde hace muchos años a mi país, Venezuela. Te vuelvo a pedir paz, justicia y libertad. Y si las tres son muy difíciles de cumplir en un solo deseo, al menos que sea libre, que sus pobladores ya se encargarán de hacer justicia y volverla a la paz 

Para mi familia te pido salud y esperanza. Este año ha sido una prueba de resistencia y la esperanza en que todo volverá a la “normalidad” sin que nos haya afectado la salud sería un estupendo premio por nuestra paciencia y aceptación. 

Para finalizar, te pediré para mí, quisiera viajar a casa de mi papá y encontrarme con mis hermanos allí. Celebrar juntos y ver jugar a nuestros hijos con el amor que se profesan. Como si no hubiesen nacido a miles de kilómetros de distancia. Deseo sentirme en casa y no de visita rápida. Deseo que se cumpla ese sueño hermoso que tuve anoche con mis hermanos montados en mi carro y a quienes iba a llevar a sus casas de camino a la mía. En ese sueño no vivíamos cada uno en un país distinto. 

Algún día. Algún día. 

Gracias, Niño Jesús. 

¡Feliz cumpleaños!

Nidia Moros vivió 17 años en España y ahora se encuentra en Otawa, Canadá.

Venezolano en Chile

Hola, niño Jesús. Tiempo sin escribirte. Te cuento que vivo en Chile. Aquí te llamas “viejito pascuero”.

No recuerdo la última vez que te hablé. Pero como veras estoy más viejo y me porto mejor que antes.

Quiero agradecerte por lo vivido ya que he aprendido de cada experiencia. Gracias a esos las sonrisas duran más y los golpes duelen menos. Este año fue un poco polémico. Nos demostraste que cuando al humano lo encierran, la naturaleza es libre. Ojalá entendamos tu mensaje…

El próximo año quisiera pedirte que todos las personas que tuvimos que irnos, podamos visitar nuestras casas y contar nuestras historias para que nuestra familia sepa lo valientes que hemos sido. Ayúdanos a cambiar para poder cambiar nuestro país. Estoy seguro que nuestro hogar volverá a brillar. Por último dale las gracias a todos los países que nos recibieron y nos han brindado su apoyo. Todo lo bueno para ellos. ¡Hasta la próxima!

Jeisson Ramírez es productor audiovisual y emigró a Chile en 2017.

Venezolana en México

Estas fechas siempre son difíciles cuando se está lejos de la familia y de las costumbres que nos hicieron felices por tanto tiempo. Extraño el olor a pernil, hallacas, pan de jamón y todas las exquisiteces que abundaban en la mesa.

Extraño los gritos desenfrenados del conteo regresivo y hacer una especie de rally para abrazar a todos los miembros de mi familia sin que ninguno se quedara por fuera, en medio de un bochinche que solo los venezolanos entendemos.

Para este nuevo año deseo reunirme con los míos. Vernos fuera de la pantalla de un teléfono. Que mi papis y mis hermanos abracen con todas sus fuerzas a la niña que los hace delirar (solo mi mamá la conoció cuando nació y ya tiene 2 años).

Deseo estabilidad económica para poder ayudar y consentir a mi familia en Venezuela. Deseo abrazar a mis amigos. Tomarnos una cerveza y hablar como si la distancia y el tiempo no hubieran pasado. No importa el lugar en el que se encuentren. Tengo la esperanza de reencontrarnos.

Sofía vive en México y allí se convirtió en mamá, en 2018.

Venezolano en Colombia

El 2020 fue un año que nos enseñó muchas cosas, quizas algunos dirán que fue un año fatal. Pero yo diría lo contario. En lo particular, puedo decir que la gracia y la bendición de Dios no me faltó, tuve un techo, comida y trabajo, algo que muchos no tuvieron durante los días de cuarentena; incluso mucho de nuestros connacionales regresaron a casa (Venezuela), por fuerzas mayores.

En este 2020 aprendimos a ser solidarios con el otro, a ponernos en los zapatos de muchos y que muchos se pusieran en nuestros zapatos.

Para este 2021 pido al niño Dios bendiga y proteja a cada hermano venezolano donde se encuentre. Les brinde salud y mucha fuerza porque solo con eso pueden lograr lo que se propongan. Le pido que bendiga a nuestro país, Venezuela, y permita que sea como el ave fénix: renazca sobre las cenizas y amolde el corazón de cada venezolano para que podamos ser y tener ese país que todos soñamos. Que sea un 2021 con cada familia reunida. También pido y agradezco a Dios por esos países que ha acogido a cada compatriota venezolano que los llene de muchas bendiciones y para esas familias y amigos extranjeros que nos han brindado su mano amiga. Son los deseos de un venezolano más regado por el mundo.

Carlos Milano es periodista y tiene 28 años de edad. Se encuentra en Bogotá

Venezolana en España

Este año 2020 irónicamente nos ha obligado a ser positivos, a hacer de la resiliencia nuestra compañera de camino, a mirar adelante con esperanza, a valorar lo ordinario: la ausencia de un simple abrazo que nos trasladó a la más grande añoranza de poder reunirnos con nuestros seres queridos. A todo el personal de salud nos tomó por sorpresa este agente. Nos hizo replantear nuestros métodos de trabajo y ser testigos de lo vulnerable que es la vida; no importa cuán adelantada creíamos que está la ciencia. Nos hizo ser, en algunas oportunidades, la última compañía de muchos que perdieron la batalla. Han sido libros abiertos para avanzar en este camino de conocer y tratar esta enfermedad. Deseo primeramente que todos tengamos las mismas oportunidades para acceder a la atención sanitaria como pacientes y mejores condiciones como trabajadores. Que valoremos que la mayor riqueza comienza desde adentro de cada uno de nosotros, desde lo único que no podemos comprar: la salud.

Blayetza Rosas es médico y actualmente ejerce en Madrid.

#Navidadesmigrantes: “Preparar hallacas nos recuerda a la familia, nos acerca a Venezuela”

El domingo 19 de diciembre, en dos apartamentos de la Asociación Señor de Los Milagros, en San Martín de Porres, al norte de Lima, se prepararon hallacas. En el quinto piso las hicieron al estilo trujillano y en el sexto con sazón llanero. En ambos hogares había familias incompletas, gaitas y mucha nostalgia. A todos les tocó hacer de todo por la falta de manos y las madres, desde Venezuela, se encargaron de recordarle a sus hijos a través de WhatsApp el secreto de la familia.

“Mis primeras hallacas las preparé en Perú”

Yskra Parma y Ramón González se conocen desde hace más de 15 años. Trabajaron en el aeropuerto de Maiquetía en Vargas y la migración afianzó su amistad. Ramón necesitaba ayuda para las hallacas y Parma se ofreció a poner sus manos, a cambio de que le explicara muy bien cómo era todo el proceso.

Yskra y Ramón tienen 15 años de amistad

“Yo trabajé toda mi vida y mi mamá no era dada a la cocina así que siempre comprábamos. Pero este año siento la necesidad de hacerlas con mis propias manos para compartirlas con mis hijos”, dijo Parma.

En tanto, Ramón, las preparaba con su mamá, este año se impuso a el mismo como reto, mejorar el sabor del año anterior. Estuvieron acompañados de una tercera persona que no quiso participar del reportaje, pero sí de la preparación de las hallacas.

Comenzaron el día anterior picando la carne, el cerdo y el pollo. Fueron cuatro horas que duraron prepararando el guiso y esperar que tuviera listo.

Al día siguiente, la jornada comenzó con el lavado de las hojas de plátano. Yskra estuvo tres horas limpiando, junto a la otra persona. Ramón cortaba pimentón, cebolla, sancochaba huevos y separaba las aceitunas, alcaparras, y pasitas. También preparó el onoto para el color de la hallaca.

Yskra estuvo 3 horas limpiando hojas.
La masa puede tardar hasta media hora en estar lista, dependiendo de la destreza de quien la prepara.

Momentos previos al ensamblaje de la hallaca

Las tres personas involucradas en esta preparación compartían experiencias personales sobre las navidades. Ramón le decía a Yskra que su mamá le enseño que todo debía estar bien picado para que se cocinara como lo demandaba el plato y que el secreto estaba en “cuidar los detalles”.

Mientras Parma escuchaba minuciosamente y ponía en práctica lo que le decía su maestro, conversaba con sus hijos. Estaba coordinando el envío de remesas para su mamá que sigue en La Guaria: “Chamo, entre mis hijos y yo le vamos enviar 250 soles. Cada uno hará un aporte, aunque sea poco. En mi caso, yo me quitaría el pan de la boca para dárselo a ella, moriría de solo pensar que mi mamá está pasando necesidades”, dijo.

En la medida que pasaba la tarde y sonaban las gaitas de antaño, los ánimos fueron cambiando. El licor también hacía efecto y todo estaba listo para empezar a armar. Se hizo la grabación de un video explicando el proceso por si quedaba alguna duda.

Luego que las primeras hallacas estuvieron listas, llegó el momento de degustar. “Te pasaste, esto quedó espectacular, le dijo Parma a González, mientras él le tomaba foto al plato para mostrarle a su mamá que la primera hallaca estaba lista. Después le puso mayonesa y se la comió.

La primera hallaca que estuvo lista. Foto captada antes de que Ramón le colocara mayonesa.

“Me siento orgullosa de seguir el legado de mi mamá”.

Daiyuri Materán comandó el equipo conformado Cándida Pérez y su cuñada Andreina Saavedra. “Llamamos a  una amiga para que no nos pegue tan duro estar tan lejos de la familia”, dijo la capitana de la cocina, mientras removía lo ingredientes que estaban en la enorme olla.

Sobre la mesa estaban las ´verduritas´ que caracterizan a la hallaca trujillana. “Mi mamá nos enseñó que llevan papas y zanahorias”. En la mesa estaba Cándida con un cuchillo en la mano cortando y escuchando con atención las instrucciones: “Yo también quiero aprender porque yo las hacía con mi mamá y solita aún no me atrevo. Quiero hacerlo para por mis hijos”. Ella tiene 8 meses de embazo y enero nacerá su bebé.

Para Dai, como le dicen sus allegados, preparar este plato significa dos cosas: “Que puedo hacer algo sin mi mamá, aunque no esté segura si me quede como a ella” y soltó una carcajada. Pero, para que no le quedara duda, igual hablaron para repasar todo el proceso.

“También es importante porque uno crea su propio ambiente. Las navidades peruanas son muy diferentes a las venezolanas y es un choque muy fuerte. Creo aún no me adapto”, agrega.

Andreina, otra aprendiz, que aún no se atreve a preparar hallacas sola, asentía con la cabeza y recordaba que en su primer año lo único que prepararon fue un pollo al horno, lo que hizo más tristes sus navidades de ese entonces.

Como todo vecino venezolano, estos migrantes se apoyaron durante la preparación. Del quinto llamaron a alguien del sexto para que les ayudara a abrir una botella de vino para agregar al guiso y después todos volvieron a lo suyo.

Se acordaron entre ellos que el 24 era la cita para reunirse todos, como ya lo hicieron el año pasado.  

Al final de la jornada, el número de hallacas no fue lo importante, sino lo que significa para el venezolano, en especial el que está en el extranjero, mantener viva una tradición que acercaba a todos miembros de la familia.