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Los retos de la población Lgbt+ migrante venezolana en Colombia

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Los migrantes suelen enfrentarse a la xenofobia, pero los migrantes Lgbt+ también tienen que enfrentarse a la homofobia y otro tipo de discriminación. El trabajo “La violencia contra la población lgbti migrante debe estar en la agenda pública”, escrito por Xiomara K. Montañez da luces sobre algunos de los retos que tienen que superar los migrantes Lgbt+ venezolanos en Colombia, específicamente en Bucaramanga.

El reportaje fue publicado en Periódico 15, el laboratorio del Programa de Comunicación Social de la Universidad Autónoma de Bucaramanga. Xiomara K. Montañez es una de las ganadoras de la beca del curso virtual de cobertura periodística enfocada en las migraciones desde Venezuela hacia cinco países de la región, una iniciativa de Puente de Comunicación, una alianza entre Efecto Cocuyo y la Deutsche Welle Akademie.

En su trabajo, Montañez hace uso de varios formatos como texto, audio y video. Además, aborda historias de algunos de los migrantes venezolanos que pertenecen a la comunidad Lgbt+ y las vicisitudes que tienen que enfrentar en parte de la sociedad colombiana.

Ser migrante Lgbt+ y ser reconocido

Uno de los primeros puntos que aborda el reportaje publicado en Periódico 15 es la complejidad que acarrea ser migrante Lgbt+ en Colombia. En el texto, Montañez menciona que las personas venezolanas salen de su país debido a la escasez de alimentos y la falta de trabajo, entre otras. Pero también comenta que hay motivaciones vinculadas con la violación de derechos por la orientación sexual de las personas y sus expresiones de género. Así como por la explotación sexual y la falta de antirretrovirales para combatir al VIH. Otro punto resaltado es la falta de posibilidades de hacer un tratamiento hormonal en el caso de la población trans.

“A pesar de reconocerse la diversidad sexual en Colombian, no se reconoce la diversidad secual de los migrantes”, escribe Xiomara K. Montañez en su reportaje. También cita a Diego Ruiz, director de la ONG ConPázces, centrada en el trabajo en poblaciones vulnerables y en materia de derechos sexuales y reproductivos, así como en reducción de violencia de género y de la población Lgbt+. Ruiz explica que la diversidad sexual de los migrantes “es lo que menos le interesa a entes gubernamentales y autoridades”, y esto colabora en generar una brecha amplia que afecta a los derechos de esta población.

“Es más fácil meter a la cárcel a una persona venezolana por un crimen menor, a que se exija justicia o se abra un proceso por un delito cometido contra esta, lo cual es preocupante”, resaltó Ruiz a Periódico 15.

El trabajo centrado en Bucaramanga, cuenta cómo en esta ciudad no hay datos oficiales sobre la población migrante Lgbt+. “En Bucaramanga no existe un informe que nos diga qué está ocurriendo con esta población. No hay nada. Hay estudios en el ámbito nacional, pero en Santander no existen. Tanto las mujeres trans locales como las migrantes están sufriendo más violencia. Muchas deben dedicarse al trabajo secual, y este es un foco de vulneración de derechos que pareciera no poder salir a la luz por la negligencia judicial”, explicó Vanessa Durán Sánchez, de la plataforma Lgbtq de Santander.

Foto principal: Periódico 15

Para leer el reportaje completo haga click aquí

Salir de Venezuela por el Arauca: el tramo río abajo hasta Colombia

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Alrededor de la 1 de la tarde del 16 de octubre del 2020, salí un rato de la oficina donde trabajo en el este de Caracas con la intención de “cambiar de aire”. En ese instante, escuché a un vigilante joven, al que no había visto antes por allí, conversando con otro compañero. Se llamaba Jesús. Le contaba algo sobre su regreso a Venezuela desde Colombia.

Lo poco que escuché me sacudió. Así que no pude evitar acercarme y decirle que si por favor me podría sumar al relato. Yo también quería escuchar lo que había sido su retorno

Archivé todo lo que pude en mi memoria, regresé a mi oficina y decidí escribir lo que había escuchado. Quise ver otra vez al joven, salí a buscarlo. Pero me informaron que ya se había retirado. 

Días después volví a preguntar por él y me dijeron que lo habían asignado a otra empresa. Nadie pudo decirme algo más sobre él.

La historia quedó así. A veces nos topamos con personas que nos cuentan sus vivencias, incluso las más duras, como si nos conocieran desde toda la vida. Jesús me abrió las puertas a una de sus historias más íntimas. 

Y como le dije a él: esto que has vivido, no lo puedes olvidar. Lo tienes que contar a los tuyos porque es parte de ti.
Lo que vivió Jesús es también lo que estamos viviendo como venezolanos, no lo podemos olvidar.

La historia de Jesús, nuestra historia

Jesús Daniel Higuera tenía 26 años cuando dejó su hogar en Guárico. ¿El destino? La capital Colombiana. ¿El propósito? El cambio. En Venezuela solo veía cómo su calidad de vida empeoraba y como contó: “La verdad es que la estaba pasando mal”.

Fue en el año 2019 cuando Jesús decidió migrar y lo hizo a través del llano venezolano. Se dirigió hasta el estado Apure, donde tomó una chalana para cruzar el Arauca. «Fue un viaje rapidito, como de 10 minutos», contó. Corriente abajo y unos 40 minutos después llegó hasta el lado colombiano. La entrada a suelo vecino la hizo en la ciudad de Arauca. Allí tomó un autobús de la línea Libertador que, tras algunos contratiempos, 16 horas y más de 700 kilómetros, lo llevó hasta Bogotá. En la capital lo esperaba un primo. Con él podría vivir hasta afianzarse.

Jesús pronto comenzó a trabajar como ayudante de albañil. Le iba tan bien que pudo alquilar un apartamento de dos habitaciones y cubrir todos sus gastos que incluían enviarle dinero a su mamá y aportar para la manutención de su único hijo que dejó en Venezuela.

Cuenta Jesús que el salario mínimo en Colombia es de 900.000 pesos y que él ganaba 240.000 pesos semanales, lo que equivalía a 960.000 pesos al mes.

Jesús Daniel se sentía encauzado. A la estabilidad laboral que comenzaba a adquirir, se sumó la afectiva: se enamoró de una joven venezolana que ya tenía dos años viviendo en Bogotá y que trabajaba en un restaurante.

Unos meses después, la pandemia del coronavirus trastocó todo. Jesús se quedó sin trabajo ante el cierre de las empresas. Empezó a atrasarse en el alquiler de su vivienda y, como forma de subsistencia, empezó a trabajar en el área de reciclaje. Salía aproximadamente a las siete de la noche y empezaba a recorrer calles para recoger latas, plástico, cartón, lo que encontrara que pudiera tener un segundo uso.

A las 2 de la mañana regresaba a casa. Era entonces el momento de separar y organizar lo recogido en el patio de la casa. Esperaba hasta las 8 de mañana cuando abrían la chatarrera y vendía lo recogido. Le pagaban al instante, lo que podía ir de 20.000 a 80.000 pesos.

Así sorteo los días. Lo hizo hasta que la situación se volvió más ruda y no pudo sino plantearse una salida: el retorno.

Jesús cree que fue un viernes por la mañana. Lo que sí sabe es que fue en junio de 2020. Ese día salió de Bogotá en compañía de su novia y dos hermanas menores de ella. En el camino se sumaron tres personas más, tres que conocieron en la ruta y habían tomado la misma decisión: retornar a Venezuela.

Ahora, el destino inicial era Cúcuta. Dejaron la capital colombiana y se dirigieron hacia el noreste. Hicieron el trayecto a pie, durmieron al borde de las carreteras. Tres veces lograron que les dieran la cola, así acortaron algunos kilómetros. El viaje duró catorce días. Durante esas dos semanas se alimentaron con la comida que les regalaban: los que iban en sus carros, los trabajadores de la Cruz Roja Colombiana… lo que más comieron fue atún en lata y galletas.

Llegaron los 7 a La Parada, no se separaron durante el trayecto. Desde La Parada partieron hacia Las Tienditas (Cúcuta), allí permanecieron veinte días.
En Las Tienditas dormían en carpas. Les dieron colchones y comida. También fue allí donde a todos, por primera vez, les realizaron una prueba de RT-PCR. “Me metieron una cosa por la nariz y también nos hicieron otra prueba, el test que es más rápido”. De la primera nunca se supo el resultado y de la segunda el resultado fue negativo.

De Las Tienditas los trasladaron a San Antonio, (allí estuvieron sólo un día), les volvieron a realizar una prueba rápida y les pusieron dos vacunas. Una de ellas fue la vacuna contra la fiebre amarilla y la otra no recuerda el nombre.

Desde San Antonio los llevaron al terminal de San Antonio donde estuvieron seis días. Recuerda el menú con claridad: el desayuno era una arepita con una lajita de mortadela, el almuerzo era frijolitos chinos y arroz. La cena era igual al almuerzo. Refiere que tomaban agua de un tanque azul que supuestamente contenía agua potable, aunque él se la pasaba con diarrea. Comenta que había baños donde asearse y que tenían un kit que les habían dado del lado colombiano que contenía pasta dental, jabón y un pañito.

Del Terminal de San Antonio pasaron a un Puesto de Atención Social Integral (PASI) donde les repitieron la RT-PCR y la prueba rápida (todas negativas). Allí estuvieron diecinueve días hasta que los montaron en un autobús hacia el Hotel Alba Caracas (les volvieron a hacer la prueba rápida que salió negativa). Jesús no precisó cuándo se separó el grupo. Pero sí me contó que fue desde ese hotel donde él, su novia y las hermanas de su novia pudieron tomar una camioneta hacia la vivienda de familiares de su pareja en la carretera Petare Santa Lucía, Caucagüita, Sector Ramón Brazón.

Durante la travesía de regreso a Venezuela, Jesús Daniel cumplió sus veintisiete años.

Vive con su pareja y consiguió empleo como vigilante en un centro de salud.

Ante la pregunta de si volvería a Colombia al pasar la pandemia, responde categóricamente que no porque algunas veces se sintió maltratado. Pero lo que sí afirma es que se iría de Venezuela rumbo a otro país, que buscaría otros horizontes.

A Jesús D. Higuera, gracias por contar su historia

Foto: EFE

“Hemos perdido tres oportunidades de regresar a Perú por culpa del Saime”

“Solicité la prórroga de mi pasaporte desde que llegué a principios de este 2020 y no la he podido retirar, a pesar de que el Saime abrió en octubre. Cuando la fui a buscar en la oficina del IFE Nro. 075 en Cúa, estado Miranda se negaron a dármela; según ellos, porque no hay autorización de esas entregas sino de cédulas”, relató Patricia Fernández*.

Ella es una de las tantas migrantes que no ha podido volver a su país de residencia, ya que su pasaporte está vencido y poco le ha servido tener algún documento de regularización migratoria para abordar un vuelo humanitario: «Hemos perdido tres oportunidades de regresar a Perú por culpa del Saime, sostuvo.

El vuelo humanitario más reciente fue el 8 noviembre y, según testimonio de algunos de los pasajeros tenía un costo de 460 dólares por asiento.

Fernández describe lo que está viviendo como una violación al derecho de identidad. Además, La aerolínea Estelar exige obligatoriamente ese documento vigente para cumplir con las normas del gobierno de Maduro, y por eso también perderá el vuelo que saldrá el 16 de noviembre. «Esto es inaudito nos sentimos presos en el país”, refiere.

Esta situación es la de cientos de migrantes en distintas partes del mundo. De hecho, el movimiento Save my identity busca recoger 100.000 firmas para hacer presión sobre el Saime y exponer el caso venezolano ante organismos como el Parlamento Europeo y la Organización de Estados Americanos (OEA).

El Saime cerró sus puertas desde marzo hasta octubre.

Fernández tenía dos años viviendo el Perú cuando se debió regresar a su país para atender compromisos familiares y quedó varada a raíz de la pandemia.

“Vine a ver a mi familia; en especial a mi madre que estaba delicada de salud. por lo tanto, exijo mi derecho a que concluya ese trámite, porque no fue gratis, yo lo pagué y no es justo que esté atravesando por esta situación”.

A la espera de la reunificación familiar

A la ciudadana *Olga Prieto, de Punto Fijo, estado Falcón sí le dieron una fecha tentativa para la entrega del nuevo pasaporte de su hija de 6 años.

 “Cuando fui la última vez, una señora que salió a dar información dijo que podría ser entregado, pero en enero y si acaso”, dice que fueron las únicas palabras de la funcionaria que tampoco quiso dar explicaciones a los presentes.

Saime confirma en su red social Twitter que está priorizando la entrega de cédulas

Prieto está junto a hija en Venezuela desde el 13 de febrero. Llegaron solo por vacaciones y aprovecharon para renovar el pasaporte de la niña sin imaginar que un mes más tarde quedarían atrapadas como consecuencia de la pandemia.

Agrega que sobrevive en Venezuela gracias a que su esposo, quien sigue en Perú, las apoya económicamente. “Aquí estamos sufriendo con los precios elevados y el deterioro de los servicios públicos”.

Pide que se acorten los lapsos de tiempo para que su familia se pueda reunificar.

El rescate del trámite

A pesar de las restricciones que existen para los ciudadanos, *Armando Mendoza señaló que el precio para recibir su prorroga era de 400 dólares americanos en efectivo.

“Hemos escuchado que muchos gestores del Saime te quieren dejar sin dinero, a mi ofrecieron agilizar mi documento si accedía a pagar 400 dólares por, lo que los funcionarios llaman ‘el rescate de prórroga’. Eso sí, no ofrecen ninguna garantía y si te estafan, no hay ante quién denunciar”, dijo desde Maracaibo, estado Zulia.

Mendonza se disculpó por no poder ampliar su testimonio ya que no tenía Internet y debía economizar su plan de datos.

Niegan reprogramación de vuelos

Otra denuncia de los varados en Venezuela que desean regresar al Perú es que la aerolínea Estelar quiere cobrar un boleto nuevo y les impide reprogramar la fecha del que ya tenían, pues se trata de un “vuelo especial”, que no es humanitario ni de repatriación.

“Me dijeron que tengo que pagar sí o sí mi boleto de regreso a Perú. ¿Dígame usted de dónde saco otros 460 dólares?¡Qué tiene eso de humanitario¡”, reclamó Pedro, quien teme perder su trabajo en Lima y que aprovechó la figura de suspensión perfecta para preservar su trabajo.

La suspensión perfecta consiste en el cese temporal de la obligación del trabajador de prestar el servicio y la del empleador de pagar la remuneración respectiva, sin extinción del vínculo laboral, según un decreto del Ministerio de Economía y Finanzas que estará vigente hasta enero del 2021.

Son aproximadamente 40 los ciudadanos varados en su propio país por temas relacionados al pasaporte reunidos en un grupo de WhatApp llamado “Volver al Perú” . En él comparten diariamente informaciones y status de su situación.

En tanto, el espacio aéreo venezolanos seguirá cerrado hasta febrero y cuando las terminales aéreas reinicien actividades comerciales, solo se permitirán vuelos desde y hacia República Dominicana, México y Turquía, aunque se permitirán vuelos hacia Panamá, según informó el Inac.

  • *Todos los nombres que aparecen en este reporte fueron cambiados para proteger la identidad de las personas.

De Maracaibo a Maicao: 6 horas entre alcabalas y trochas para salir de Venezuela

*Mariana Álvares había planificado su salida de Venezuela con varios meses de anticipación; pero, como ella misma cuenta, todos sus planes se vieron aplazados por la pandemia. Sin embargo, el deterioro de los servicios públicos en su natal Maracaibo la obligaron a tomar una decisión radical: partió por tierra en medio de la crisis sanitaria.

“Prácticamente no podía cumplir con mi trabajo como era porque el servicio de Internet colapsó, igual la señal telefónica; además, la electricidad se iba 6 horas al día, cuando tenía suerte, porque a veces se iba hasta dos veces al día y por más horas”, relata la zuliana quien, además, ya no tenía ni familiares ni amigos cercanos porque todos habían migrado.

Maracaibo es una de las ciudades de Venezuela más golpeada por la falta de servicio eléctrico. Foto Panorama

Agrega que otro de los males que la impulsaron a tomar la decisión que consideró radical, fue que el agua llegaba cada 15 días y apenas duraba tres. Como relató: “Todo era demasiado caótico, invivible”.

Nueva planificación

Álvares, al ver que las fronteras no abrían y los vuelos no reiniciaban, buscó otras opciones y vio en los caminos verdes una posibilidad para lo que ella llamó «la huida».

“Conseguí los contactos de varias personas de confianza que podían ayudarme en el paso por las trochas: unos cobraban 200$ y otros 120$ pero me decidí por un señor que me recomendaron unos vecinos, ya que me garantizaba cierta seguridad”.

Lo que se le hizo un viaje eterno

El 13 de agosto fue el día del viaje. “Me buscaron en mi casa al mediodía y nos llevaron a un lugar para esperar a otros viajeros, allí nos dieron almuerzo”, recuerda.

A las 2 de la tarde la embarcaron en un carro modelo Fiat y comenzó el recorrido: atravesó los municipios Mara y Guajira. “Vi muchísimas alcabalas porque estaba la cuarentena radical, por eso el despliegue de guardias y policías. Yo conté como 40 y eso hacía parecer que el viaje era súper lento”.

Describe que cuando empezaba a caer la noche, la cambiaron a un vehículo Bronco tras pasar el puente que atraviesa el Rio Limón, en Carrasquero (municipio Guajira). Desde allí tomaron una vía alterna: una carretera en mal estado, mitad arena, mitad asfalto. En ese tramo, Mariana percibió que las alcabalas eran distintas.

“Había alcabalas con lugareños que ponían cuerdas y mecates para pedir dinero a cambio de darle acceso a los vehículos que deseaban pasar. Yo pude ver que había mucha diversidad en quienes pedían dinero, incluso indígenas locales”, describió Álvares.

Lugareños cobran para dejar pasar. Foto La Verdad

“Ellos tratan de mediar con el chofer y nunca se meten con los pasajeros”, agregó Mariana.

Más adelante, mientras continuaban con la ruta, las alcabalas volvieron a cambiar: «Llegamos a una zona donde eran dos encapuchados los que pedían dinero para permitir que continuáramos con el recorrido».

Según la ruta que se puede trazar en un mapa en línea, el recorrido desde Maracaibo hasta Maicao, departamento de La Guajira (Colombia) se puede completar por la ruta tradicional en 3 horas y 22 minutos, pero cuando se toman vías alternas, el viaje es más largo.

Imagen satelital de la ruta Maracaibo-Maicao. Captura Google Maps.

El final de la trocha

Lo que ella calificó como «el viaje sin fin» se concretó al llegar a Colombia, específicamente a Maicao. «Allí me dijeron que lo peor ya había terminado. Me sentí aliviada porque esas 6 horas fueron de total incomunicación y, ahora que tenía señal en mi celular, pude hablar con mi familia”.

Mariana se instaló en el Hotel Porto Azul de Maicao durante dos días para intentar resolver el sello de ingreso a Colombia, pero no lo logró. Sin embargo, no fue impedimento para llegar a Bogotá.

El 15 de octubre se trasladó a la ciudad de Rioacha, a una hora de Maicao, y embarcó su vuelo a la capital del país neogranadino.

Una semana después…

Ya en su destino, Mariana se reencontró con sus hermanas, que tenía tres años sin ver y con sus padres, a quienes tenía dos años sin abrazar. “Yo no quería salir de Venezuela, pero todo era muy bizarro”, afirmó.

Se siente aliviada de estar en un lugar donde funcionan los servicios públicos, aunque sean costosos.

Mariana ya tiene propuestas de trabajo en Bogotá. Foto El Tiempo

Próximamente se pondrá en contacto con las personas que la habían convocado para ser parte de una firma de escritores, donde trabajará como redactora comercial.

Desde la segunda semana de septiembre, Migración Colombia ha detectado el ingreso irregular de al menos 50 venezolanos por día. Estiman que, una vez terminada la pandemia, entre tres o cinco meses después, se registrará un fenómeno de llegada a ese país de aproximadamente 200 mil extranjeros por día, ya sea para quedarse o seguir a otros países del sur.

*Nombre ficticio, pues se decidió resguardar la identidad de la persona.

Hogares solidarios abren sus puertas a migrantes venezolanos

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Cerca de cincuenta hogares solidarios ubicados en Norte de Santander se abocan a trabajar por los migrantes venezolanos. La información fue reseñada por el diario colombiano La Opinión el 7 de noviembre. En la historia resaltan que varios de estos hogares solidarios son administrados por colombianos que vivieron en Venezuela, pero que volvieron a su país y ahora ayudan a los venezolanos migrantes.

De acuerdo a lo publicado por el diario colombiano, Acnur habría identificado cerca de 50 hogares solidarios en Norte de Santander.

Colombianos que ayudan a migrantes venezolanos

Sin xenofobia y sin prejuicios. Los hogares solidarios son, en su mayoría, administrados por colombianos que vivieron muchos años en Venezuela. Ahora, estas personas que ya saben lo que es migrar, ayudan a sus pares venezolanos en territorio colombiano. Uno de los testimonios resaltados por el diario colombiano es el de Henry Ardila, quien ayuda a los venezolanos a aprender el oficio de zapatero.

“Me siento bien, los migrantes me han enseñado a tener un corazón más grande del que ya tengo. Quisiera que muchos colombianos se unieran y creciera más y que haya muchas casas hogares para ayudarlos”, dijo Ardila al diario colombiano.

Los hogares solidarios nacieron como iniciativa de las comunidades colombianas. «La mayoría de las familias colombianas, víctimas de desplazamiento forzado, acogen en sus viviendas a personas provenientes de Venezuela, porque ven en ellos un reflejo de sus experiencias como población víctima del conflicto», reseñó La Opinión.

Para ver el trabajo completo haga click aquí

Andrés Bello, el legado de un migrante en Chile

En Chile, Andrés Bello es un personaje admirado por todos los sectores políticos y religiosos. Joaquín Trujillo, abogado e investigador del CEP (Centro de Estudios Públicos), califica al maestro de Simón Bolívar como el «rey literario del siglo XIX chileno». «En él se ve a un prohombre que supo combinar los intereses de muchos grupos un tanto antagónicos. De ahí que se vea en él un personaje ecuménico, que les pertenece a todos”, asegura el autor del libro Andrés Bello: libertad, imperio y estilo

Nacido el 29 de noviembre de 1781, Bello procedía de una familia de ascendencia canaria, y él posteriormente se convertiría en un migrante. Antes de asentarse en Santiago de Chile en 1829, este humanista recorrió otras ciudades del mundo. Estaba comprometido con el proceso independentista, y formó parte de la primera misión diplomática a Londres, donde vivió entre 1810 y 1829.

Su regreso a América obedeció a dificultades económicas. «La pobreza y el relativo fracaso que había sufrido en Londres representando a las nuevas repúblicas. A Bello no le quedó otra alternativa que regresar a América. El gobierno chileno, entonces a cargo de un gran presidente, Francisco Antonio Pinto, era muy consciente de que debía contar con espíritus del primer nivel. En él, un literato que se manejaba en muchos niveles y temas», dice el biógrafo. 

En Chile, permaneció hasta su muerte, el 15 de octubre de 1865. Bello destacó por ser fundador de la prestigiosa Universidad de Chile, autor del Código Civil de ese país (vigente), refinar el poder civil desde sus cargos en dos ministerios y como Senador, y por realizar un extenso trabajo de divulgación legislativa, científica y artística a través del periódico El Araucano.   

Hoy, la imagen del humanista figura en el billete de 20 mil pesos, el de más valor en ese país, y una universidad lleva su nombre.

Desde junio de 1998 se encuentra el rostro de Andrés Bello en el billete de 20.000 pesos, el cual cambió dos veces su diseño.

Los «hijos» de Bello

A los alumnos y egresados de la Universidad de Chile se denominan «los hijos de Bello». Sin embargo, entre herederos por lazos sanguíneos destacan el el cronista Joaquín Edwards Bello, y dos mujeres: la escultora Rebeca Matte Bello y la escritora feminista Inés Echeverría Bello. Todos aportaron a la cultura del país austral. Trujillo dice que «más importante que los herederos sanguíneos son los herederos espirituales», que en Chile alcanzan cientos de miles.

El rastro del maestro es relevante en Latinoamérica. Bello ofreció a las repúblicas hispanohablantes dos grandes obras para desempeñarse en el nuevo orden de esa época: la Gramática y los Principios de derecho internacional, dos libros que llegaron a tener una influencia muy destacable.

Solicitantes de Visa de Responsabilidad Democrática denuncian que trámite está suspendido

Solicitantes de la Visa de Responsabilidad Democrática (VRD) denuncian que el trámite fue cancelado. «Con motivo de la crisis sanitaria, producto del SARS – CoV 2, mediante el Decreto Supremo Nro. 102 de 16 de marzo de 2020, del Ministerio del Interior y Seguridad Pública, se decretó el cierre de fronteras que impidió el ingreso de numerosos extranjeros en el país, con la consecuente suspensión de sus procedimientos de visación», dice un correo electrónico enviado por la Cancillería de Chile a un venezolano en Caracas.

Las autoridades explican que, producto de la prolongación del cierre fronterizo, se excedió el «plazo exigido para la finalización del procedimiento administrativo», y «lo que corresponde, además, al criterio adoptado en diversos fallos por los Tribunales de Justicia» es dictar el «acto terminal» de la solicitud de visa. También indica que en caso de «variar las circunstancias tenidas a la vista, se podrá volver a pedir visación».

Los afectados piden explicación

Hasta este jueves, no existía pronunciamiento de las autoridades migratorias de Chile. En este país, las fronteras fueron cerradas debido a la pandemia de coronavirus. Sin embargo, cientos de extranjeros ingresan por pasos no habilitados en los últimos meses. Según las autoridades migratorias de este país, la mayoría son venezolanos.

El Movimiento de Inmigrantes para el Desarrollo emitió un comunicado, dirigido al director general consular de Chile, donde lamentan y repudian esta decisión que «trunca el futuro de muchos venezolanos y el reencuentro de miles familias».

Decenas de personas pidieron explicación en redes sociales sobre la situación. Guarequena Gutiérrez, ex embajadora del presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela en Chile, respondió a un usuario en Twitter que denunció la cancelación de la visa: «Entiendo la desesperación luego de casi un año esperando por una visa de responsabilidad democrática para estar en familia, pero quienes pueden dar respuesta de esta decisión es quien las toma, los gobiernos de cada país. En este caso es el Gobierno de Chile y el Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile».

Hace un año, los venezolanos superaron a los peruanos como la comunidad extranjera más grandes en Chile. La VDR fue exigida en abril de 2018, una iniciativa enmarcada dentro de la reforma al sistema de inmigración en ese país e impulsado por el presidente chileno Sebastián Piñera.

Se trató de un trámite que, en estos dos últimos años, ha variado en sus requisitos. El tiempo de espera para su aprobación oscila entre 8 y 15 meses, aproximadamente.

Al menos 34% de los abortos legales en pandemia corresponden a migrantes venezolanas

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“El aborto, un derecho para las migrantes en Colombia” es el nombre del reportaje de Laura Vásquez Roa y publicado en la revista Rolling Stone Colombia. El trabajo de Vásquez Roa aborda cómo las mujeres migrantes venezolanas pueden acceder al aborto legal en Colombia, aunque hay desconocimiento sobre esta posibilidad. Además, el reportaje revela que 34% de los abortos legales realizados en Colombia son para migrantes venezolanas (marzo a agosto 2020).

Laura Vásquez Roa es una de las ganadoras de la beca del curso virtual de cobertura periodística enfocada en las migraciones desde Venezuela hacia cinco países de la región, una iniciativa de Puente de Comunicación, una alianza entre Efecto Cocuyo y la Deutsche Welle Akademie. En el reportaje también se cuenta la historia de una migrante venezolana quien, luego de varias malas experiencias, logró ser apoyada por un grupo feminista y recibió información sobre cómo acceder al aborto legal y seguro en Colombia.

Causas que despenalizan el aborto en Colombia

El reportaje inicia con la historia de Aurora*, una mujer venezolana de 32 años de edad y madre de dos hijos. Aurora decidió irse de Venezuela porque su hijo menor sufre de una afección cardíaca. Siendo imposible para ella conseguir el tratamiento de su hijo menor en Venezuela, emprendió su viaje a Colombia con la esperanza de tener una mejor vida. Aurora logró establecerse a los pocos meses de llegar a Colombia. Tenía trabajo, podía costearse sus gastos y los de sus hijos. Aurora conoció a alguien, que posteriormente se convirtió en su pareja y fue esta persona quien la violó y la embarazó.

La venezolana comenzó a buscar ayuda para abortar. En el reportaje se cuenta que Aurora buscó en Facebook, pues era su principal herramienta de información, pero fue estafada en su primer intento. Finalmente, Aurora encontró apoyo en un grupo de acompañamiento feminista y encontró que, en sus condiciones, podría aplicarse un aborto legal.

“Aurora no se lo podía creer. No tenía idea de que en Colombia el aborto era legal. Y bueno, es que no lo es, pero sí está despenalizado cuando i. corre riesgo la vida y la salud de la mujer o persona gestante; ii. cuando la supervivencia del feto es inviable por fuera del útero y iii. cuando el embarazo es producto de incesto o de violencia sexual. Ese era su caso”, se lee en el reportaje de Laura Vásquez Roa.

En el texto publicado en Rolling Stone Colombia, Laura Vásquez Roa entrevista a Carolina Triviño, abogada de La Mesa por la vida y la salud de las mujeres, una organización que documentó las dificultades que enfrentan niñas, jóvenes y mujeres migrantes venezolanas cuando solicitan servicios de aborto en Colombia.

Triviño muestra que, de los 65 abortos legales atendidos entre el 1 de marzo y 31 de agosto, 22 corresponden a mujeres migrantes venezolanas, es decir, 34%.

En el texto también se menciona que la pandemia y el cierre de fronteras entre Colombia y Venezuela ha dificultado el movimiento de las mujeres migrantes venezolanas que podrían acercarse a Colombia con el motivo de abortar de formar legal y segura, algo que no se puede hacer en Venezuela.

Para leer el reportaje completo ingrese aquí

Imagen principal: Laura Marcela Mateus @lauracelofan

¿Cómo afecta la pandemia de COVID-19 a la migración venezolana?

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La ONG venezolana Un Mundo Sin Mordaza publicó un informe en el que detalla las dificultades que representan la pandemia de COVID-19 en la migración venezolana. El reporte fue publicado la primera semana de noviembre.

El documento que recopila la información de 18 organizaciones a nivel mundial, explica los venezolanos más afectados por la pandemia de COVID-19 se encuentran en Colombia, Estados Unidos, Chile, Perú y España.

La metodología de trabajo consistió en un diseño de un cuestionario electrónico. El mismo fue aplicado del 18 de abril al 9 de agosto del presente año. Un Mundo Sin Mordaza recibió 623 respuestas, cada respuesta corresponde un grupo familiar. El total de venezolanos encuestados es de 2.551.

La migración venezolana afectada por la pandemia en claves

De acuerdo a lo publicado en el informe, al menos 394.000 venezolanos viven en Estados Unidos. Los criollos se concentran, principalmente, en Florida y Texas. Además, un cuarto de la población venezolana en el país ha solicitado asilo político. Esto convierte a la migración venezolana en la tercera comunidad con más solicitudes de asilo, detrás de la población china y salvadoreña. En Estados Unidos, al menos 45,3% de los migrantes venezolanos se han visto afectados por la pandemia de COVID-19. No menos de 22,1% de las familias se han quedado sin ingresos y 53,7% han visto disminuida la entrada de dinero. Uno de los principales hallazgos del grupo de venezolanos en Estados Unidos es que la ayuda por parte del gobierno es limitada. Mientras tanto, el acceso a los servicios de salud mental y de conducta “es ilimitado o inexistente”.

Colombia es el país con mayor cantidad de migrantes venezolanos. Según datos de Migración Colombia, son 1.764.883 venezolanos en el país. El informe reporta que 55,9% de los migrantes venezolanos han sido afectados de alguna manera por la pandemia. Una de las cifras más llamativas es que 97.4 de los venezolanos no están trabajando y 60,9% se quedaron sin trabajo debido a la pandemia. Un restante 12,9% han sido suspendidos sin salario. Otro de los puntos importantes es que 93,4% de las familias venezolanas no tienen ahorros.

El tercer grupo de venezolanos destacado en el informe es el que vive en Chile. Según la OEA, citada en el documento, son 455.494 venezolanos en el país austral. Estos representan 30,5% de los extranjeros en la nación. Al menos 38,2% de los migrantes venezolanos han sido afectados de alguna manera por la pandemia y 47,4% no están trabajando en la actualidad. 65,8% de las familias venezolanas han visto disminuidos sus ingresos y 9,2% no tienen ingresos.

En Perú, 48,7% de los migrantes venezolanos han sido afectados de alguna forma por la pandemia y 94,9% de los criollos no están trabajando. Una de las preocupaciones principales es la posibilidad de enviar remesas a Venezuela. Al menos 64,1% de las familias venezolana en Perú no podrán enviar remesas al país y 12,8% tendrán que disminuir o espaciar las remesas. Además, 71,8% de las familias no tienen ahorros. Mientras que 10,3% usa los ahorros para gastos diarios.

El último país destacado en el informe es España. En este capítulo se reporta que en enero de 2020 se registraron 187.268 venezolanos en el país europeo. Ese número no incluye a los venezolanos con doble nacionalidad que tienen pasaporte europeo. Uno de los puntos fuertes del país hacia la migración venezolana es que hay una “excelente cobertura médica”. En el informe se resalta que “los venezolanos no tienen ninguna queja del sistema médico español” y sienten que el servicio es de calidad a costo razonable e incluso gratuito. Sin embargo, 77,3 de los venezolanos en España no están trabajando y 27,3% quedaron sin trabajo debido a la pandemia. Otro de los puntos importantes es que 36,4% de las familias consideran difícil o muy difícil cubrir los gastos de alimentación. Al menos 22,7% de las familias venezolanas no podrá enviar remesas al país.

Una de las conclusiones del informe es que “el impacto económico de la pandemia ha sido devastador para la diáspora venezolana”. Al menos 77% de los venezolanos se encuentran sin trabajo y 47% sin ingresos. Dentro de las recomendaciones del informe es incrementar la presencia y ayuda de organismos como Acnur y la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) en zonas como la frontera colombo-venezolana, pero también en localidades, ciudades y fronteras donde se encuentra la mayor cantidad de la migración venezolana.

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Dos venezolanos corren 160km a beneficio de los más vulnerables en Bogotá

Desde mediados de 2020, Andrés y Jaime tomaron la decisión de volver a correr juntos. El zuliano y el paraguanero lo hacen en Colombia, por interés personal, desde hace un par de años. Incluso, recientemente, pedalearon con sus bicicletas desde Bogotá hasta Medellín. Pero en esta oportunidad, con esta nueva meta trazada, la motivación sería otra.

Justo cinco semanas antes de la fecha acordada para la carrera, ambos decidieron hacerla pero con una finalidad mayor. La meta ya no era justamente alcanzar mejoras de tiempo sino cumplir con un propósito: llevarle el alimento a más de 500 personas en situación de vulnerabilidad, en Bogotá, a propósito de la pandemia del Covid-19.

El 11 de octubre ambos venezolanos iniciaron una de las rutas más famosas en la capital colombiana como lo es “La vuelta a la sabana” un trayecto que recorre los principales municipios de la Sabana de Bogotá, pasando por los municipios de Chía y Sopo.

Esta vuelta de aproximadamente 90km recorre los principales municipios de la Sabana de Bogotá y es decisión del aficionado si la quiere iniciar en plano o en ascenso. Wikiloc.com

Aunque por lo general esta ruta la recorren principalmente ciclistas, este par de venezolanos decidió correrla y colocarle un costo y un objetivo a cada pisada, a favor de las fundaciones Clínica del Hogar y El Banquete del Bronx. 80 kilómetros eran los que debían alcanzar cada uno.

“Escogimos estas dos fundaciones porque Andrés ya sabía de gente que había hecho ciertas jornadas con ellos. En principio, obviamente, la primera opción que pensamos fue una fundación que ayude a venezolanos. Pero concluimos que la causa venezolana tiene mucho apoyo internacional y apoyo del gobierno colombiano. Por eso optamos por una fundación local. Primero El Banquete del Bronx, y ellos, a su vez, nos refirieron a Casa Hogar”, dice Jaime Benazar, de 31 años de edad, ingeniero mecánico con experiencia internacional en la industria del petróleo y el gas, pero con una marcada pasión por el deporte, particularmente desde el 2012 cuando recién llegado a Colombia hizo su primera media maratón. 

El incentivo para dar con esta iniciativa fue la idea de un amigo cercano que le vendió a una fundación en Venezuela los kilómetros que próximamente recorrerá en el Maratón de Nueva York. Ellos quisieron replicar la idea en Colombia. Así nació “Proyecto Meta 500”, que buscaba brindarle un almuerzo a al menos 500 personas en situación de calle.

Cada kilómetro que correrían Andrés (izq.) y Jaime (der.) representaba tres platos de comida que iban a donar. Foto: @FlouLab

El costo total de la iniciativa de Andrés y de Jaime con este ultramaratón —como se le conoce a las carreras a pie de recorridos mayor que la longitud de un maratón tradicional de 42,195 metros— la estimaron, en principio, en unos 1.000 dólares, aproximadamente.

“Nuestro estimado para esas 500 comidas eran 4 millones de pesos. Lo que hicimos fue asignarle tres comidas a cada kilómetro (de los 160km que iban a correr entre los dos). Y cada comida costaba unos 8 mil pesos. Por tanto, cada kilómetro costaba 25 mil pesos (6 dólares, aproximadamente). La persona podía comprar 1km, 2km, 3km o máximo 4km que eran 100 mil pesos. Nosotros creamos un link de pago que estaba asociado directamente a la cuenta de la fundación. Nosotros no recibimos nada. El día que lanzamos el Proyecto alcanzamos las 500 comidas. Al final recaudamos 8 millones de pesos. Por lo que decidimos organizar no solo los 500 almuerzos sino otros 250 más. Al final fueron 750 platos de comidas. Esos 250 los entregamos en ‘las ollas de consumo’, que son los lugares a donde van personas que consumen sustancias”, explica Jaime, quien lleva ocho años en Bogotá y emigró por aspiraciones profesionales.

«Nos demoramos dos semanas en hablar con cada una de las partes para que me compraran la idea. Fue duro sacarlo adelante. No veían claro el tema pero insistimos. Sabíamos que era buena idea. Tuvimos dos semanas de recolecta alrededor de la corrida y una semana para alistar detalles y la cocinada. Entrenando para correr los 80k estuvimos tres meses», explica Andrés Urdaneta, quien llegó al país neogranadino en 2011 con el ánimo de emprender en el negocio de venta con tiendas especializadas en running y que luego se convirtió en un equipo de corredores, ciclistas y triatletas.

La ruta

La Sabana de Bogotá es una subregión ubicada en el centro geográfico de Colombia, sobre la Cordillera Oriental, la altiplanicie más extensa de los Andes colombianos, con una altura en promedio de 2650 metros sobre el nivel del mar. 

Es tradición en la ciudad de Colombia que ciclistas la recorran desde distintos puntos de la capital, en un promedio de al menos cinco horas, a pedal. En ella hay frecuentes lluvias y las temperaturas son, generalmente, menores de 20º C.

En el caso del dúo venezolano, el recorrido representó casi el doble de tiempo. Iniciaron a las 5:00 am y culminaron a la 1:00 pm. “Yo nunca había corrido más de 40km. Andrés sí había hecho la ruta por varios años”, comenta Jaime.

“Alcanzamos ocho horas de ruta entre plano y montaña. Los primeros 40 kilómetros los corrimos en tres horas, cuarenta minutos; y donde estaban las montañas, en cuatro horas, veinte minutos, que para la diferencia de terreno es bastante parejo”, explica Andrés, contador público y también ciclista, de 30 años de edad.

Corrieron juntos 160 km, el 11 de octubre. Salieron a las 5:00 am y terminaron a la 1:00 pm. Foto: @FlouLab

Ambos están satisfechos con la hazaña, pues su intención no era la de alcanzar óptimos tiempos sino llegar para cumplirles, por un lado a los beneficiarios de la fundación; y por otro, a los casi 200 colaboradores que hicieron posible la recaudación de fondos. 

¿La estrategia de la ruta? Estar siempre en movimiento; los break, lo harían caminando. “Fuimos a un paso relativamente suave. Decidimos que cada 50 minutos que corriéramos, caminaríamos dos minutos para comer”. Ese día llevaron arroz, panquecas, arepas, plátanos y waffles para reponerse en el camino. Además, estuvieron escoltados por dos carros, uno con sus coach y otro con los encargados de hacer el registro audiovisual de su reto.

“He tenido maratones que son la mitad, 42k, que me han dejado peor físicamente que este ultramaratón porque son maratones donde busco tiempo y le doy muy duro por menos de tres horas. Aquí fueron ocho horas pero más controlado. Solo quedé sentido de un tendón. Pero hay maratones que me han dejado mucho más golpeado”, comenta Jaime.

Sobre su preparación, Jaime explica que se abocó en sesiones de distancias medias: corría 21km, dos veces por semana, a baja intensidad. “Nunca lo había hecho antes. Pero más allá de una preparación física es ya tener años haciéndolo”, dice.

Una medalla de satisfacción

Casi dos semanas después de haber cumplido con la ruta propuesta, Jaime y Andrés se alistaron para asistir a los voluntarios de ambas fundaciones que organizaron el banquete en la calle Caracas con 24b, el pasado sábado 24 de octubre.

El plato escogido, y hecho por un reconocido chef colombiano, fue costillas, chorizo, plátano sancochado, papas criollas, pan y guacamole. Este último producto de una donación de 60 kilos de aguacate. También recibieron una donación de jugos para acompañar el almuerzo.

“Queríamos darle una comida que a ellos nunca se les fuera a olvidar. Y eso fue lo que hicimos. Ayudarlos con comida y demostrarle que hay gente a quienes les importan. Ese fue nuestro objetivo”, señala Andrés.

Durante dos días hicieron la elaboración del almuerzo, junto al chef colombiano, José Luis Rivera

La preparación de los alimentos se hizo entre jueves y viernes. «Fue una jornada larga, hasta de madrugada. La idea era que comieran fresco. De hecho, se les entregó caliente. Terminamos de empacar a las 12:20 del mediodía y a las 12:50 estábamos en el lugar”, señala Jaime.

Explican además que como ambas fundaciones ya habían realizado jornadas durante la pandemia, estaban muy bien organizadas para la distribución de los platos de comida. 

“Ellos organizan 9 islas de 50 personas y van rotando a las personas”, cuenta Andrés.

“Es un ambiente muy controlado. Las personas hacen sus filas. A ellos se les desinfectan las manos. Se hacen todos los protocolos de bioseguridad y se le cambian los tapabocas”, agrega Jaime.

Sobre los riesgos, en medio del contexto actual Jaime explica: “El temor (de contagio) existe pero digamos que una de las personas menos afectadas por el tema de la pandemia son los habitantes de calle porque al vivir en la calle generan unos anticuerpos muy fuertes. Pero pueden ser portadores y ser asintomáticos. Yo tuve que llevar franela manga larga para evitar el contacto piel con piel”.

Ambos recuerdan que ese día recibieron a personas en situación de calle, con adicciones, familias con hijos, vendedores ambulantes. “Tuvimos una variedad muy grande de personas en esa jornada. Sí habían venezolanos. Había una familia que pasó por el lugar y se metieron porque estábamos regalando comida. Hay un venezolano que estuvo trabajando aquí por mucho tiempo, se llama Freddy, de Cabimas. Logró reunir un dinero y le robaron todo el dinero que tenía y ahora está en condición de calle y cayó en las adicciones”, recuerda Jaime y explica que lo están trabajando para ayudarlo a superar su situación.

“Todos fueron muy agradecidos”, agrega. 

Jaime y Andrés , además, con parte del dinero recaudado, lograron invertir en 50 sillas y 5 radios para ayudar en la labor de ambas fundaciones.

El día del banquete, ambas fundaciones sorprendieron a los corredoras con una medalla con sus nombres grabados. Foto: andres_runnerslab

“Es muy emocionante saber que gracias a lo que más nos apasiona, correr, pudimos involucrar a tantas personas para darle un día de felicidad a muchísima gente ofreciéndoles tremendo almuerzo”.

Aunque recibieron donaciones hasta el 15 de octubre, explican que el remanente de lo recolectado será invertido en otra iniciativa de labor social. 

“Lo que quede de esto va a ser el inicio de un fondo de vacunación que quiere comenzar a hacer una de las personas involucradas en esto”, adelanta Andrés mientras que Jaime asoma la posibilidad de organizar una novena en la calle, en diciembre, con una parrilla o “asado” como se le conoce en el país vecino.

Tanto Jaime como Andrés son dos de los casi 1.700.000 venezolanos que actualmente están en Colombia. Aunque el volver a correr este año un ultramaratón ambos lo ven un poco lejano, de lo que sí están seguros es que seguirán involucrados con ambas fundaciones para ayudar a más personas en condición de vulnerabilidad, sin importar nacionalidad.

Jaime y Andrés insisten que el regalo fue para ellos y confiesan que la iniciativa marcó sus vidas. Foto: @jaimebenazar